Sobre fascismo y antifascismo


Pável Blanco Cabrera, Primer Secretario del CC del PCM

No cabe duda de que el termino fascismo está totalmente tergiversado, se utiliza sin rigor para designar cualquier acto represivo o política reaccionaria, y ello obviamente genera confusiones. Esto pasa entre fuerzas políticas de distinto signo, y también en el movimiento comunista internacional.

Veamos algunos ejemplos. En las elecciones del 2016 en los EEUU el Partido Demócrata postuló a Hillary Clinton y los Republicanos a Trump. Se habló del peligro del fascismo y de concentrar fuerzas en favor de Clinton, entre ellas el Partido Comunista de los EEUU, a lo que se sumó la voz de intelectuales progresistas de otros países y partidos llamados de izquierda; la misma alarma se lanzó en las elecciones del 2020, donde por igual fue candidato republicano Trump y por los demócratas Biden; y lo mismo ahora en las elecciones de 2024 entre Kamala Harris y Donald Trump, aunque en este caso no solo el candidato republicano fue tildado de fascista, sino que también hubo quien calificó a la candidata demócrata de fascista. Ni los triunfos de Trump significaron el advenimiento del fascismo, ni sus derrotas un triunfo popular, lo que es claro es que la política imperialista común, a pesar de los matices, de los demócratas y republicanos se mantuvo inalterable; que el imperialista partido de los demócratas fue blanqueado, y que el triunfo de Biden significó un periodo de mayor recrudecimiento de las políticas contra los migrantes, el inicio de la guerra imperialista, y la complicidad con el genocidio en Palestina; y que al ritmo de esa línea “antifascista” en esta década se debilitaron las posiciones del movimiento obrero y popular en los EEUU y se agudizó la crisis del movimiento comunista en ese importante país. Por supuesto que la administración Trump, al igual que la de Biden antes, o anteriormente Obama, es decir la alternancia que se da entre los demócratas y republicanos, es imperialista y lesiva a los pueblos y trabajadores, y chocamos con ella, la develamos y nos movilizamos también en contra de las consecuencias que sufren los pueblos, con nuestras posiciones en conflicto con la estrategia del capital, y luchamos para ponerle fin.

Por igual pasa en Brasil donde la socialdemocracia y también partidos comunistas, expresaron que el triunfo de Bolsonaro era el triunfo del fascismo. Y así también han sido caracterizados los golpes en Bolivia y Perú. 

También algo similar pasa en la política de México, donde fuerzas oportunistas han hablado siempre de que el riesgo del fascismo debe llevarnos a cerrar filas con la socialdemocracia, hace 50 años en torno al PRI y hoy en torno a MORENA. En la década de los 70 del siglo XX que gobernaba el PRI a través de Luis Echeverría, después del golpe en Chile en 1973, y los golpes militares en Brasil, Uruguay y Argentina, en el contexto de antagonismos que se presentaban dentro de los partidos burgueses mexicanos, un sector de la intelectualidad progresista y el oportunista Partido Popular Socialista lanzaron la consigna “Echeverría o el fascismo”, en favor de un Presidente que atacaba a los sindicatos, responsable de las represiones estudiantiles de 1968 y 1971, y que puso en marcha la “guerra sucia”, un operativo contrainsurgente de gran escala contra poblaciones campesinas, que secuestró, asesinó y desapareció a miles de trabajadores, jóvenes y estudiantes que se organizaban para luchar; entre los que no caían asesinados por el grupo estatal contrainsurgente llamado la Brigada Blanca y eran presentados con vida para ser encarcelados se exponía como peligrosa prueba en su contra la posesión de literatura marxista. Lo mismo ocurrió entre 2018 y 2024 que fue Presidente el socialdemócrata López Obrador, y se conformó un bloque de partidos burgueses opuestos a algunas de sus medidas, aunque apoyaron otras esenciales como la creación de la Guardia Nacional y la ratificación del Tratado México-Estados Unidos-Canadá. Tal bloque de partidos, uno de ellos parte de la Internacional Socialista (PRI), el otro de definición democratacristiana (PAN), y el otro, de los excompañeros de Obrador, también socialdemócratas (PRD), no hay forma de caracterizarlo, ni por sus objetivos, ni por su curso político de fuerzas fascistas, aunque claramente son fuerzas burguesas en un rango que va de liberal a conservador. Para los oportunistas esgrimir el riesgo del fascismo es una buena justificación para colocarse detrás de la socialdemocracia, rehuyendo al análisis marxista-leninista para comprender los acontecimientos e intervenir en ellos. En este caso se trató de una pugna interburguesa, una disputa por la forma de gestionar el capitalismo en México.

En otro plano desde hace unas décadas en espacios socialdemócratas como el Foro de Sao Paulo se plantea que la gestión neoliberal del capitalismo es una gestión fascista o neofascista, y que para afrontarla se requiere hacer los máximos esfuerzos de unidad donde comunistas, socialdemócratas y expresiones capitalistas no neoliberales se agrupen.

También hay una línea argumentativa que sostiene que EEUU como país imperialista es un país fascista [1], y todo lo que se le oponga pasaría a formar el frente antifascista. Es un abordaje anticientífico y una tendencia peligrosa, sobre todo en las condiciones en que con la invasión rusa a Ucrania, estalló la guerra imperialista, guerra imperialista por ambos lados. No escapa a una dosis de patetismo el que quienes optaron por apoyar a Biden dentro de los EEUU, y también fuera, como opción frente al fascismo que representaría Trump, después promovieran una frente antifascista contra su determinación de respaldar a Zelensky e iniciar la guerra.

Para los comunistas, para la teoría marxista-leninista, es inadmisible el abuso de conceptos como el del fascismo o su uso inadecuado; no se minimizan ni atenúan los crímenes y barbarie del imperialismo por no llamarle con inexactitud fascismo; tampoco podemos admitir que sea utilizado como elemento político ideológico para lavar la cara a uno de los bloques de países capitalistas que se enfrentan hoy para reivindicar una mejora de su posición dentro del sistema imperialista.

Nos referimos al choque que se da por un lado entre EEUU, la UE, y sus aliados (por ejemplo los países del TMEC) y por el otro las llamadas economías emergentes donde se encuentra China capitalista, Rusia, y sus aliados. No es el antagonismo entre dos mundos, sino contradicciones dentro del mismo mundo podrido del capitalismo, disputa de bloques de países que se basan en la explotación de la clase obrera, disputa de intereses de los monopolios.

Esos antagonismos ya no son contenidos en marcos diplomáticos o de confrontación económica y comercial, sino como sabemos desde el 24 de Febrero del 2022 estalló la guerra imperialista, en un primer momento con la invasión de Rusia a Ucrania. Desde un primer momento el Estado ruso ha querido presentar la agresión militar como un acto antifascista, y desenvuelven una línea de propaganda en ese objetivo, también buscan alinear fuerzas con esa bandera. 

Desde que en 1991 fue derrocada la construcción socialista en la URSS la contrarrevolución impuso relaciones capitalistas en Rusia, que se encuentra hoy entre las primeras 20 economías del Mundo, varios de sus monopolios predominan en varias ramas, tales como los energéticos, y los objetivos de la llamada Operación Militar Especial anunciada por el Presidente Vladimir Putin, no son otros que la defensa de los intereses de sus monopolios, de las rutas, mercados y sus ganancias. La Rusia capitalista es sin duda un importante país bien posicionado en el sistema imperialista. Por esos los comunistas no dudamos en caracterizar la guerra entre Rusia y Ucrania como una guerra imperialista, pero corroídos por el oportunismo varios partidos comunistas, en lugar de ver lo que es obvio, es decir una guerra que es imperialista por ambos lados, admitiendo que Rusia es un país capitalista, niegan que son sus intereses las que la llevan al conflicto plantean el discurso de es una guerra contra el fascismo apoyando así a un bando de países capitalistas contra otro y abandonando las lecciones que Lenin y los bolcheviques nos han entregado. El punto es que desde entonces se han acrecentado los foros “antifascistas”, como el realizado en Minsk en abril del 2023, o el realizado este mes de abril del 2025, organizado por el Partido Comunista de la Federación Rusa, al que fuimos convocados, una invitación que el PCM decidió rechazar pensando que tiene por objeto blanquear el rol de Rusia capitalista y el apoyo a la guerra imperialista.

En la misma dirección bajo el auspicio del Gobierno de Venezuela se formó hace poco tiempo algo llamado la “Internacional Antifascista” al que concurren el Foro de Sao Paulo y el Partido de la Izquierda Europea, y al igual que la “V Internacional” que en su día propuso Hugo Chávez es más que una estructura orgánica la realización de una serie de eventos en apoyo a Maduro después de un cuestionado proceso electoral que violentó su propia normatividad y que entre otros agravantes estuvo la ominosa ilegalización del Partido Comunista de Venezuela que fue despojado de su registro electoral, el que fue entregado a un grupúsculo de mercenarios.

Se puede afirmar que el día de hoy cuando se habla de frentes antifascistas y antiimperialistas, en realidad se habla de una cobertura ideológica para respaldar a uno de los bloques de países capitalistas –el que se hace llamar de la multipolaridad- en el curso de los antagonismos interimperialistas contemporáneos, y para forzar a cerrar filas con la gestión progresista o neokeynesiana del capitalismo.

Ello no significa que subestimemos al fascismo. Lo tenemos en cuenta, estudiamos los desarrollos de la lucha de clases. El siglo XX, y la actuación de la Internacional Comunista, y cada una de sus Secciones nos provee de elementos que enriquecen nuestra percepción.

Estamos conscientes que el fascismo es una forma de gestión del poder de los monopolios y de gestión del capitalismo, surge de su seno, y su liquidación definitiva va ligada al derrocamiento del modo de producción capitalista.

La barbarie y los crímenes del fascismo en los años 30s y durante la Segunda Guerra Mundial no deben olvidarse. Los comunistas estuvieron entonces, han estado y estarán en primera línea combatiendo al fascismo y cualquier otra gestión del capitalismo. Parte de nuestra lucha diaria es la memoria histórica del gran aporte de la Unión Soviética y los comunistas para la derrota del fascismo y la liberación de los pueblos que subyugaba. Rechazamos la tergiversación histórica que niega la contribución fundamental de la URSS, el Ejército Rojo, los partisanos y la resistencia –con un rol dirigente de los comunistas- en Europa y Asia. Hacemos esfuerzos para desmontar la perversa decisión de la Unión Europea para equiparar al fascismo con el comunismo que es quien lo derrotó y pagó una alta cuota de sacrificio con millones de obreros y comunistas que regaron con su sangre los campos de batalla, los campos de concentración, las mazmorras, los paredones de fusilamiento. En la víspera del 80 aniversario de la derrota del fascismo ratificamos nuestro compromiso con nuestros camaradas que en la URSS, Alemania, Italia, Francia, Yugoslavia, Checoslovaquia, Polonia, Hungría, Grecia, Albania, Holanda, Bélgica, Rumanía, alimentados del optimismo histórico y pagando una alta cuota de sacrificio, hicieron todo para el día de la Victoria.

Y aunque derrotado el Eje anti-Komintern, el fascismo permanece como posible gestión en los marcos de crisis del capitalismo, de desestabilización, como fuerza contrarrevolucionaria. 

Pero hay otro problema que quisiéramos cuando menos esbozar, entendiendo que abordarlo requiere de un estudio más profundo, detallado y documentado, y es la cuestión de qué cuando se habla de lucha contra el fascismo, de manera casi mecánica se piensa en el Frente Popular, es decir el frente con la socialdemocracia, con fuerzas burguesas no fascistas y países capitalistas no fascistas. 

El VII Congreso de la Internacional Comunista en 1935 significó un punto de inflexión con relación a la estrategia revolucionaria elaborada no solo desde 1919 en que se funda la III Internacional, sino con las posiciones que se fueron formando en oposición al oportunismo y revisionismo de la II Internacional en descomposición. El hecho de que no se realizara un nuevo Congreso, debido a la errónea decisión de disolución de la Comintern en 1943, llevó a que tal viraje estratégico se absolutizara y se considerara incuestionable dentro del movimiento comunista internacional, lo que evaluado históricamente es la base de una desviación oportunista, y uno de los fundamentos de la crisis actual de los partidos comunistas.

Desde el IV Congreso de la III Internacional inició en su seno la discusión sobre la caracterización del fascismo. Se puede apreciar en los materiales de sus Congresos, Plenos y otros materiales que la definición va enriqueciéndose, no solo sobre el fascismo llamado cásico, el italiano, sino sobre el alemán y otras formas que adquiere en distintos países. Ilustrativa es la intervención de Ercoli en el XII Pleno del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista reunido en septiembre de 1932 [2], así como las Tesis adoptadas sobre la base del informe de Kusinen donde se señala que ya en los gobiernos precedentes a Hitler, con Brüning y Papen, y con la colaboración de la socialdemocracia ya se encontraba instalado el fascismo para el aplastamiento del movimiento de masas, la reducción del movimiento revolucionario y la reducción del nivel de vida de los trabajadores. Por tanto resulta inexacto que se considere como elaboración única la presentada en el VII Congreso de 1935 por Georgi Dimitrov, centrada además a la variante alemana del fascismo, que ha sido elevada a definición universal. Por ejemplo R. Palme Dutt, integrante del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, e importante dirigente del Partido Comunista de Inglaterra escribió Fascismo y revolución social un importante libro donde en el año 1934 define el fascismo como forma del poder y del dominio de la burguesía, es decir del capital financiero en su conjunto, de los monopolios y no como la forma que prefiere la parte más reaccionaria del capital financiero, que es la tesis presentada por Dimitrov.

A través de los años la Internacional Comunista va esbozando al fascismo como un instrumento que le permitiría a la clase dominante quebrantar el ascenso revolucionario de la clase obrera y llevar adelante la realización consecuente y firme de la política del capital para sortear la desestabilización del sistema originada por la Gran Revolución Socialista de Octubre, la ola revolucionaria que le siguió y la gran crisis de 1929.

Pero si puede constituir un equívoco la inexactitud en la caracterización del fascismo el problema de fondo se presenta con la línea estratégica que en el último Congreso de la Comintern se adopta para enfrentar al fascismo, que es la línea del frente popular o frente antifascista, una alianza interclasista, con la socialdemocracia, que es ya en ese momento una fuerza política integrada al sistema, a nivel partidario o gubernamental, pudiendo participar de esos gobiernos , los partidos burgueses no fascistas.

Frente al fascismo se dice entonces que debemos defender la democracia burguesa. En los hechos varios partidos que con su heroica lucha tenían las condiciones para la toma del poder decidieron detenerse en el restablecimiento de la democracia burguesa con ciertas ampliaciones. Se abrió la puerta a la estrategia oportunista de las etapas intermedias. No se logró establecer que el objetivo de la derrota del fascismo, esto es de una forma de gestión capitalista tendría que eslabonarse con la conquista del poder y la Revolución Socialista. Los camaradas del Partido Comunista de Grecia, a través de su experiencia en la Segunda Guerra Mundial, como organizadores y dirigentes de la resistencia exitosa contra la ocupación nazi-fascista han presentado conclusiones, no solo para una correcta historia del KKE, también para las luchas presentes y futuras.

Otro gran problema que se abrió fue la devaluación del papel del Partido Comunista con la tesis presentada ahí del partido único del proletariado, como fusiones de los comunistas con los socialdemócratas, lo que pasó en España a nivel de juventudes con las JSU, y en la posguerra en partidos como el húngaro, el polaco, la historia demostró que en tales partidos resultantes de esas fusiones, se mantuvieron corrientes socialdemócratas que en los 90 harían parte de las fuerzas contrarrevolucionarias que lucharon por el triunfo de la contrarrevolución.

Vistas así las cosas, el browderismo que tanto daño hizo, no fue una desviación sino una consecuencia de esa línea, anticipada a la Svolta di Salerno, al titoismo, y que en ello tiene sus raíces el eurocomunismo y otras manifestaciones oportunistas.

Por tanto, la definición correcta es importante para la elaboración de la política revolucionaria contra el fascismo. Si el fascismo constituye una forma de gestión de la dictadura del capital, entonces no puede ser confrontado en alianza con las partes que apoyan la democracia parlamentaria burguesa, la otra forma de la dictadura del capital. Igualmente, las dos formas (democracia parlamentaria y fascismo) no están separadas por "Murallas Chinas". Hemos tenido y seguimos teniendo prohibiciones de Partidos Comunistas y de la acción sindical también en muchas democracias burguesas en Europa.

La línea de los frentes populares llevó al movimiento obrero revolucionario a la derrota y formó las condiciones para la mutación de algunos Partidos Comunistas hacia el eurocomunismo en Europa (Italia, Francia, Espanña).

Se pusieron entonces los cimientos de una línea que está atrapada programáticamente en la estrategia de las etapas intermedias, que está predispuesta a la fusión (disolución) con otras organizaciones, y aunque no sea contra el fascismo a impulsar frentes con la burguesía.

 Una herencia a la que hay que renunciar para sentar las bases de la estrategia revolucionaria. La verdadera lucha contra el fascismo consiste solo en la lucha contra la estrategia del capital, la agrupación de fuerzas para la victoria de la revolución socialista.


[1] Así por ejemplo el Partido Comunista Obrero de Rusia planteó la desafortunada idea del “fascismo exportado”, primera manifestación del quiebre oportunista y socialchauvinista de una organización que por muchos años sostuvo posiciones correctas, pero que renuncio a ellas.

[2] Ercoli, La estabilización relativa del capitalismo y la situación política italiana; en La Internacional comunista Número 7, Octubre de 1932; Barcelona. A través del análisis del fascismo en Italia y Alemania se van desmontando generalizaciones absolutas que hoy día están extendidas, por ejemplo, el fascismo no necesariamente prescinde (cuando menos inicialmente) de la democracia burguesa, ni del parlamento; hasta la más salvaje dictadura fascista puede coquetear con el parlamentarismo y la presencia de partidos; su utilidad se afirma en que subordina a su control a masas de la pequeña burguesía urbana y de campesinos ricos y medios, en Italia no tuvo apoyo de la clase obrera, pero en Alemania si tuvo el apoyo de una parte: los desempleados.