Reflexiones sobre el papel del Partido Comunista en el mundo contemporáneo


Severino Menéndez, miembro del BP del CC del PCTE

1.- Una necesaria premisa

El Partido Comunista (PC) con sus características diferenciales se fragua y asienta sus raíces durante el periodo revolucionario en Rusia. Ese partido que ha recibido y recibe diferentes nombres, (Bolchevique, Partido de nuevo tipo, Partido Revolucionario de la clase obrera…) y que en la actualidad se le conoce fundamentalmente como Partido Comunista, ha tenido expresiones nacionales que a lo largo de más de un siglo de experiencias adaptadas a esas realidades y a los debates y disensiones dentro del Movimiento Comunista Internacional (MCI) han ido provocando mutaciones más o menos significativas que han afectado a la concepción del propio partido en la medida en que se han manifestado cambios en el objetivo final del mismo. La victoria temporal de la contrarrevolución en la URSS y los países de democracia popular en Europa aceleró aún más esos procesos de mutación que ya se había empezado a producir décadas antes.

Cuando en las próximas páginas se reflexiona sobre el papel y las tareas del PC en el marco de la realidad actual se hace bajo la premisa fundamental de no perder de vista el objetivo principal y último. Nos referimos al de un partido que debe asegurar la independencia política, ideológica y organizativa de la clase obrera y orientarla y dirigirla tanto antes como después del triunfo revolucionario hacia cumplir con su misión histórica. 

Dicho de otra manera, cuando hablamos del PC hablamos de un partido leninista, entendiendo leninismo, según la definición clásica, como el marxismo de la época del imperialismo y de la revolución proletaria. Teoría y táctica de la revolución proletaria en general y de la dictadura del proletariado en particular.

2.- El mundo en que nos ha tocado luchar

El desarrollo de las fuerzas productivas ha llegado a un nivel nunca antes imaginable. La contradicción entre el carácter social del trabajo y la apropiación capitalista es más aguda que nunca antes en la historia. La contradicción entre trabajo y capital se intensifica no quedando apenas espacios al margen de la explotación directa de los monopolios y el capital financiero haciendo que las luchas económicas de la clase obrera pierdan eficacia.

El imperialismo, que no es otra cosa que la fase del capitalismo en que dominan los monopolios y el capital financiero, y donde la exportación de capitales adquiere una importancia destacada, genera la competencia entre potencias por mercados, recursos y zonas de influencia en un planeta donde ya se ha producido un reparto total entre las potencias más importantes. 

Esta dinámica de lucha por nuevos repartos es fuente permanente de conflictos, que en su fase actual provoca guerras en distintos puntos del planeta, detrás de las cuales están las potencias en disputa. Todo hace pensar que en una fase posterior de mayor agudización de las contradicciones podría provocarse una guerra generalizada con la participación directa y abierta de esas potencias. Los ejemplos de la Primera (IGM) y Segunda (IIGM) Guerras Mundiales y los conflictos que las precedieron son muy clarificadores al respecto. 

Es importante aquí tener en cuenta que la elevación a potencia fuerte de la URSS tras la IIGM y la creación del campo socialista lograron ejercer una influencia significativa alcanzándose importantes avances en la lucha antiimperialista de los pueblos y en los procesos de descolonización, aunque ello no podía significar un cambio en la esencia del imperialismo. Aunque a pesar de ello, durante décadas, por una visión reduccionista diera la falsa impresión que el imperialismo era la política exterior agresiva de la potencia capitalista dominante (EEUU) con sus aliados y sus instrumentos económicos, políticos y militares a nivel mundial contra los pueblos que construían el socialismo o se intentaban sacudir del yugo colonial. La denominada Guerra Fría era una lucha entre el sistema capitalista-imperialista y el socialista, pero la pugna entre las potencias de aquella época no dejó de existir, aunque con un predominio claro de los EEUU y eclipsada por la Guerra Fría. La rápida recuperación del Japón y su especialización tecnológica o el proceso de creación, en sus distintas fases, de la UE son prueba de ello.

En la actualidad, la pugna interimperialista, en ausencia del bloque socialista, pasa a primer plano asomándonos de nuevo al abismo una guerra generalizada en un escenario que incluye entre los actores principales a EEUU, China, Rusia, la UE y otras potencias “regionales” capitalistas con su propia posición dentro del sistema imperialista, tal como India, Turquia, etc., que rivalizan por el control de las rutas comerciales, los recursos energéticos y la dominación tecnológica. En esta situación, la conformación de alianzas y bloques, se va produciendo en un ambiente de inestabilidad y alta volatilidad espoleadas por la crisis capitalista. Y ya sabemos que la crisis capitalista y las guerras imperialistas van de la mano.

Apostar hoy por la denominada multipolaridad y la supuesta existencia de un bloque que representaría, como lo hacía la URSS, los intereses de las clases populares, y confundir eso con las alianzas tácticas de la URSS en la IIGM es no entender que entonces se jugaba la propia existencia de la URSS como sistema socialista y que hoy la victoria de cualquier bloque solo garantizará más décadas de sufrimiento y explotación para la clase obrera.

Por ello, decir que vivimos en la época del imperialismo, más allá de ser una constatación, define necesariamente el carácter de nuestra época y el papel que el PC debe jugar. El imperialismo eleva las contradicciones del capitalismo a su límite último y tras él sólo existe una alternativa a la barbarie y al más que posible fin de la humanidad: La Revolución Socialista. Cualquier concepción que aleje al Partido de su deber de preparar las condiciones subjetivas para la revolución es una irresponsabilidad, cuando no una traición, para con la humanidad en general y para con nuestra clase en particular. 

Ayudar a poner a la clase obrera bajo las banderas ajenas de la burguesía de uno u otro bloque imperialista, cuando las condiciones objetivas para la revolución empiezan a estar más claras que nunca, significa abandono de los principios comunistas, es no haber aprendido nada de la historia, el haberse pasado al lado oscuro, al lado del enemigo, o que simplemente significa el haberse conciliado ante la titánica tarea de la preparación revolucionaria.

El papel del Partido en la clarificación de este aspecto es una de las cuestiones nodales de nuestro tiempo.

3.- La necesaria articulación internacional

La concepción leninista de que la revolución socialista es mundial en su contenido y nacional en su forma resume nítidamente que, si bien tiene un carácter internacional y global en sus objetivos, principios y leyes, debe adaptarse a las condiciones y particularidades nacionales de cada país donde se desarrolle.

De tal forma que, la emancipación de la clase obrera de cualquier país es inseparable de la lucha revolucionaria de la clase obrera mundial para acabar con el capitalismo y construir la sociedad socialista-comunista, pero la revolución socialista no puede imponerse de manera uniforme a todos los países, sino que debe tomar en cuenta las características históricas, culturales, económicas y políticas de cada nación. Como así queda patente en experiencias históricas no iguales como la rusa y la cubana. De esta manera, la forma que adopte la revolución socialista en cada contexto nacional será distinta, aunque su contenido fundamental de transformación del sistema capitalista hacia el socialismo sea el mismo a nivel mundial.

Esa dualidad exige de cada partido un papel de participación en el plano internacional que se realice desde el necesario esfuerzo para el avance hacia su consolidación nacional alcanzando la madurez y la capacidad suficiente para fortalecerse ideológica, política y organizativamente en su propio país.

Tras la victoria temporal de la contrarrevolución en la URSS se produjo una mutación de muchos partidos importantes, cuyas primeras causas pueden buscarse en antiguas desviaciones ideológicas que tomaron más cuerpo si cabe a partir de 1989. El aplazamiento indefinido, cuando no la renuncia, al objetivo de la conquista revolucionaria del poder por parte de la clase obrera es sin duda uno de los aspectos fundamentales de esas derivas. 

La crisis del MCI adquiría un nivel desconocido hasta ese momento dejando huérfana a la clase obrera mundial de lo que fue el instrumento internacional de coordinación de la lucha por el socialismo y que había ido perdiendo su función real desde la disolución de la III Internacional. 

La creación del Encuentro Internacional de Partidos Comunistas y Obreros (EIPCO) a iniciativa del Partido Comunista de Grecia (KKE) y de otros ámbitos de encuentro entre partidos comunistas y obreros a distintos niveles o la propia existencia de la Revista Comunista Internacional (RCI) que sirve el objetivo de construir un polo marxista-leninista son puntos de inflexión, pero ninguno de los espacios existentes esta hoy en condiciones de ejercer aún aquel papel. Existen contradicciones antagónicas en materia ideológica y política entre los partidos participantes de los EIPCO, y en los espacios donde esto no es así, la disparidad en el desarrollo orgánico y político de las expresiones partidarias que las forman, hacen prever un largo camino de trabajo por delante en el que se van produciendo avances y retrocesos. 

En ese sentido, el Partido Comunista de los Trabajadores de España (PCTE) empeña sus mejores esfuerzos en todos esos espacios internacionales y mantiene una línea de compromiso con el fortalecimiento de las posiciones más avanzadas dentro del MCI.

Podemos decir que contar con un ámbito de información, colaboración y lucha ideológica-política coordinada a nivel internacional sobre la base de una estrategia revolucionaria única elaborada es una fortaleza con la que no contamos. El papel de los partidos comunistas y obreros en la creación de espacios que nos acerquen a la cobertura de esa necesidad pasa sobre todo por entender las dificultades a las que nos enfrentamos en ese camino, siendo un análisis a fondo de las experiencias históricas, el estudio serio de la realidad actual y un abordaje con amplitud sobre las cuestiones nodales de nuestro movimiento lo que nos puede ayudar en el debate científico hacia el modelo más acabado de unidad internacional que hoy sea posible implementar. 

4.- El Imperialismo genera la guerra

Durante décadas, los principales e influyentes partidos comunistas de los países capitalistas más desarrollados, desarrollaron su política en un marco general de paz y de democracia burguesa parlamentaria a la vez que insertos en un denominado sistema del bienestar que sin duda influyó en las concepciones sobre el papel del partido.

En momentos de expansión económica, donde la lucha sindical era capaz de arrancar conquistas, y la acción política parlamentaria de la socialdemocracia parecía un camino prometedor de manera superficial ya que al mismo tiempo mantenía la explotación capitalista y fomentaba ilusiones para unas condiciones de vida dignas para la clase obrera de esos países, muchos partidos adoptaron un giro ideológico que tuvo en el eurocomunismo su principal exponente.

Obviaban que la clase obrera de otros países pagaba la cuenta, aunque en ocasiones disfrazaban ese olvido con campañas de apoyo a las luchas donde la explotación capitalista era más descarnada. 

Tampoco llegaron a entender, extasiados en su fetichismo por la democracia burguesa, que el capitalismo es un ente vivo y que las leyes de su desarrollo terminarían por situarnos ante el escenario inevitable de la agudización de sus contradicciones donde ninguna conquista de la clase obrera es permanente ante las necesidades del capital. Hoy, en un mundo donde los monopolios y las oligarquías financieras son omnipotentes ni la lucha parlamentaria ni la lucha sindical por si sola pueden siquiera lograr frenar los retrocesos sociales. 

En el camino se han ido quedando esos partidos, desaparecidos o invalidados para la lucha revolucionaria, por violar el principio que el papel del PC en cada momento histórico es orientar y dirigir a la clase obrera en la lucha por el socialismo y no hacia la lucha por la creación de islas de bienestar para una parte de la clase, sobre todo la aristocracia obrera, que al primer oleaje de crisis capitalista quedan bajo las aguas.

La crisis capitalista trae de nuevo de la mano a la guerra haciendo sombríos los tiempos que vivimos. El Partido tiene la responsabilidad de prepararse para ese futuro inmediato que está ya picando a la puerta, y ha de hacerlo en función del análisis riguroso de los acontecimientos en el sistema capitalista y de cuál va a ser el papel de su país en ese escenario futuro para actuar sobre su realidad, formando sus objetivos revolucionarios. Cada Partido debe realizar el estudio en profundidad de la economía de su país y sus contradicciones más agudas, de las relaciones de producción y de cuál es la dominante, de la forma de gobierno, de la correlación de fuerzas, de la propia historia de lucha obrera, pero también de las experiencias revolucionarias que han sido a lo largo y ancho del mundo.

5.- La actitud ante la guerra imperialista es hacer avanzar las posiciones revolucionarias en cada país

Algo que debemos recordar es que, lejos de lo que pudiera parecer, en tiempos de guerra, el sistema político se vuelve extremadamente débil, viéndose obligado el Estado a aumentar drásticamente su poder y control sobre la sociedad, haciendo de la política un arma descarnada y autoritaria de los intereses de la burguesía, lo que abre una brecha en su legitimidad y credibilidad ante las masas.

La necesidad de movilizar recursos y mano de obra para el esfuerzo bélico, la censura, la militarización de la economía y la supresión de las libertades civiles, buscando fortalecer al Estado durante el conflicto, pueden ser expuestos para volverlos en su contra revelando la naturaleza opresiva y explotadora del Estado burgués. 

Estas dinámicas abren ventanas de oportunidad a la revolución, como lo demostró la Gran Revolución Socialista de Octubre en la Rusia de 1917. 

Pero no caigamos en el error de analizar como iguales situaciones que no lo son y terminar sacando conclusiones desacertadas. El momento propicio puede estar dado, las condiciones objetivas maduras y la ventana de oportunidad abierta, pero sin un partido con la teoría y la capacidad real de dirección de las masas estaríamos jugando a la insurrección y sometiendo al Partido realmente existente y a los mejores elementos de la clase a una derrota extremadamente dolorosa. 

El nivel de desarrollo y auge del movimiento revolucionario a principios del siglo pasado no es el escenario en que nos encontramos hoy si bien las masas obreras pueden evolucionar y adquirir conciencia a pasos acelerados sometidas a las condiciones apropiadas y en contacto con la teoría revolucionaria. En todo caso, la mayor o menor debilidad de las organizaciones partidarias es el elemento nodal que ha de estar presente al definir la táctica, y la estrategia que deriva de esta, en cada país. Porque si bien la correlación de fuerzas no marca la época, y hoy vivimos la de la transición revolucionaria del capitalismo al socialismo-comunismo, sí marca la línea de agrupación y lucha a adoptar.

El papel del PC en esas circunstancias no es jugar a la insurrección, ni hacer grandes declaraciones que no se sustenten en hechos prácticos. El papel es hacer avanzar las posiciones revolucionarias en cada país aprovechando la mayor debilidad del sistema, y en ese sentido sólo una estrategia y una táctica bien elaboradas y ajustadas a las necesidades de la lucha de clases en cada país pueden conducir a un avance significativo de esas posiciones, con una acumulación de fuerzas que podría permitir estar en mejores condiciones para aprovechar las ventanas de oportunidad que puedan generarse, o al menos propiciar un desarrollo superior del factor subjetivo.

Pero el papel del Partido también es planificar y prepararse con antelación aprovechando las condiciones previas más propicias, estudiando y aprendiendo de las experiencias históricas de resistencia y lucha en tiempos de no legalidad y articulando y fortaleciendo las capacidades necesarias desde el punto de vista orgánico, estudiando medios para la protección de la militancia en su conexión con las masas, posibilitando una dirección estable en el tiempo y unos enlaces de comunicación seguros con el objetivo de que el Partido pueda seguir su actividad ante cualquier escenario previsible. Lógicamente ni en todos los países se da la misma correlación de fuerzas ni todos ellos van a participar en la misma forma llegado el caso de una escalada de conflictos ya sean locales o más generalizados.

Dedicar desde ahora el mayor esfuerzo al fortaleciendo de los sindicatos, a la implantación de un amplio movimiento antiimperialista por la paz y contra la guerra y para la eliminación de las causas que la generan y a asegurar redes de solidaridad internacional son aspectos clave a desarrollar ante el avance de la reacción, en sus expresiones políticas de extrema derecha y/o fascista, que toman cada vez más cuerpo mientras los mensajes belicistas hegemonizan el discurso de la clase dominante, a la vez que el anticomunismo se convierte en política de estado.

6.- El Partido como una parte minoritaria, organizada y consciente, de la clase obrera

Las masas obreras se ven sometidas a unas condiciones de existencia definidas por la explotación teniendo en común la imposibilidad del desarrollo de sus capacidades humanas fruto de la alienación a que se ven sometidas.

En esas condiciones alienantes, bajo el sistema capitalista, el trabajador se siente separado de varios aspectos de su trabajo y de su propia humanidad. En primer lugar, el trabajador no tiene control sobre el producto final de su trabajo, que es apropiado por el capitalista; en segundo lugar, el trabajador no tiene control sobre el proceso de trabajo, que está dictado por las necesidades del capitalista; en tercer lugar, el trabajo se convierte en una actividad externa al trabajador, que no le permite expresar su propia naturaleza creativa y libre; y en cuarto lugar, el sistema capitalista fomenta la competencia y el individualismo, lo que lleva a la fragmentación de las relaciones sociales.

La alienación es una consecuencia inherente del sistema de producción capitalista, donde el trabajador se convierte en un mero instrumento para la generación de ganancias, en lugar de ser un ser humano libre y autorrealizado. 

Bajo el sistema capitalista, las relaciones entre las personas se ven distorsionadas y fragmentadas. En lugar de una comunidad solidaria, el capitalismo fomenta la competencia y el individualismo entre los trabajadores. El trabajador se siente aislado y separado de los demás, sin un sentido de pertenencia a una comunidad más amplia.

Esta alienación de los otros seres humanos debilita nuestra naturaleza social y nos aparta del desarrollo de relaciones significativas y solidarias con nuestros semejantes.

Esta circunstancia define como el Partido sólo puede agrupar a una minoría de la clase obrera ya que en la sociedad capitalista los elementos conscientes de la clase son necesariamente un conjunto minoritario de la misma.

El papel del Partido es organizar y garantizar colectivamente esa consciencia, así como las condiciones para arrastrar tras de sí a las masas obreras dando la respuesta política adecuada en cada momento, e impidiendo que la táctica ponga en cuestión el objetivo estratégico.

El PC es un destacamento de la clase obrera, y debe ser su destacamento de vanguardia en la lucha por el derrocamiento del capitalismo y la instauración del socialismo. 

Hablar del papel de vanguardia del Partido no es un simple apelativo, debe ser la implementación práctica de una actitud organizada para trabajar los aspectos que lo han de caracterizar como vanguardia. Entre esos aspectos está el necesario y amplio conocimiento de las condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera, que permita, en la defensa de sus intereses, la definición rigurosa de los objetivos de lucha en cada momento y en la perspectiva del avance de las posiciones revolucionarias. 

Por otro lado, es precisa una estrecha ligazón con la clase y con las masas que permita ejercer el papel de orientador y dirigente, porque la clase obrera precisa del ejercicio de ese papel para alcanzar la conciencia de clase necesaria para llevar a cabo su misión histórica. Y en esta, el Partido no sólo debe aportar su experiencia a las masas sino aprender de ellas y conocer en todo momento cuales son su disposición y preparación teniendo un impacto en su creación, evitando confundir el grado de determinación y voluntad de las masas con los del Partido e incluso con los de sus cuadros dirigentes.

Todo lo anterior ha de completarse con un nivel de conciencia, de coraje y de combatividad que le permitan cumplir sus tareas bajo cualesquiera condiciones en las que deba intervenir. Así como no olvidar nunca que es la propia clase obrera y las masas populares quienes directamente, aunque con el Partido, deben defender sus intereses y alcanzar la emancipación.

7.- La independencia de clase y los frentes de masas

La independencia de clase es una condición necesaria para que la clase obrera pueda desarrollar su conciencia y su capacidad de lucha. La clase obrera debe ser consciente de sus intereses de clase en todo momento y de su papel histórico como clase revolucionaria, y debe ser capaz de actuar de manera independiente y autónoma en la lucha de clases, sin dejarse influenciar o cooptar por otras clases o fuerzas sociales supeditándose a ellas. Pudiendo plantearse las alianzas con otros movimientos o sectores, pero siempre desde una posición de independencia y autonomía, y sin renunciar a sus intereses de clase.

El papel del Partido ha de ser el de garante de esa independencia al proporcionar una estructura organizativa, una plataforma política y una ideología que busque llevar a la clase obrera a cumplir con su misión histórica como sepulturera del sistema capitalista.

A lo largo de la historia, la clase obrera, se ha ido dotando de organizaciones que hacen que el PC no sea la única organización de la clase, si bien su dirección política debería hacerse efectiva en todas ellas.

La necesidad de todas esas organizaciones de masas para consolidar y hacer avanzar las posiciones de clase pone en la agenda de todo PC el trabajar para ganar ese papel de la fuerza dirigente con la actividad de los comunistas. Estableciendo vínculos orgánicos con el Partido que le permitan convertirse en la dirección política consciente del movimiento de masas y coordinar su acción con la estrategia y táctica revolucionaria.

El papel del PC ha de ser confrontar y disputar la hegemonía allí donde la socialdemocracia y otras corrientes reformistas y oportunistas tienen el peso mayoritario, pero también contra las tendencias izquierdistas que nos aíslan de las masas y nos impiden conectar con sus reivindicaciones concretas.

Trabajar al interior de las organizaciones de masas, especialmente en los sindicatos, aunque sean estas corrientes quienes en la actualidad sean hegemónicas, es una necesidad si no queremos abandonar a las masas obreras más retrasadas políticamente. No hacerlo sería dar por perdida a la inmensa mayoría de la clase obrera que hoy está bajo la influencia de la ideología dominante y que no dispone de una conciencia de clase bien definida.

8.- Estructura y composición del Partido

El Partido no sólo es necesario, es insustituible, y los aspectos organizativos tienen una importancia no menor que sirven para facilitar o entorpecer el papel asignado al mismo.

Un ejemplo paradigmático nos lo muestra la experiencia española, cuando el Partido Comunista de España (PCE) cambia su estructura celular por una estructura de agrupaciones basadas en el ámbito territorial. Una vez renunciado al carácter revolucionario se imponía una estructura que se preparaba para organizarse en el marco de las circunscripciones electorales municipales, convirtiendo así de facto a las organizaciones de base del PCE en una estructura electoral al servicio de su representación institucional. Convirtiéndose él mismo en el aparato electoral de las bancadas parlamentarias que, presas del posibilismo institucional burgués, llegan a defender y a participar en gobiernos denominados de izquierda o progresistas.

La estructura, como vemos, no sólo tiene que ver con el momento táctico si no también con la visión estratégica, y en ese sentido la estructura de células organizadas principalmente en los centros de trabajo cumple a la perfección con ambas necesidades.

El centro de trabajo es un espacio estratégico para la intervención directa del Partido, tanto en el momento revolucionario, ya que permite la transferencia de la propiedad y el control obrero de las empresas, la reorganización de la producción para cubrir las necesidades de la población, hacer frente al sabotaje y desarrollar nuevas formas de organización y participación de los trabajadores; como en la actualidad, ya que la organización de la clase obrera en las unidades productivas les permite defender sus intereses, elevar su conciencia de clase y desarrollar su potencial transformador, siendo los sindicatos y la organización partidaria complementarios e insustituibles en este ámbito. La política de “giro obrero” desarrollada por el PCTE desde su III Conferencia de Movimiento Obrero y Sindical hunde una de sus principales raíces en esta reflexión.

Nuestra presencia en el centro de trabajo permite facilitar al Partido cumplir con su papel esencial de apoyar a la lucha sindical o económica, y la orientación antimonopolista, anticapitalista, reforzando la lucha política y la lucha ideológica. Porque la lucha de clases se manifiesta completa en esas tres luchas y no puede avanzar debidamente la una sin las otras. Con el predominio de los monopolios y el capital financiero la clase obrera aún con un sindicalismo amplio y bien estructurado, si no tiene a su Partido, está abocada a los vaivenes de un retroceso constante en derechos. El papel del Partido es mostrar los límites del capitalismo y tejer la unidad del movimiento obrero y sindical bajo las banderas de la independencia de clase.

El PC debe contar con estructuras de base sobre las que, en cada momento, por las necesidades de adaptación a la realidad externa, sea factible hacer los ajustes necesarios para seguir con la actividad partidaria entre las masas de forma óptima pudiendo absorber o restringir el volumen militante y garantizando el relevo generacional más allá de la aportación de la Juventud Comunista (JC). El Partido ha de ser una organización con la capacidad para mantener el establecimiento de contactos regulares y relación de dirección entre la dirección central y los centros territoriales y entre estos y las organizaciones de base, permitiendo el suministro de informaciones relevantes y en tiempo adecuado necesarias para el trabajo y la acción partidaria, así como el suministro de la prensa periódica y las indicaciones generales para la agitación. 

Una estructura que posibilite la continuidad y estabilidad de la dirección central posibilitando el estudio de la realidad y la elaboración de políticas en el marco de las tesis y el programa del Partido, y unas organizaciones de base totalmente incrustadas, de forma prioritaria, en los lugares de trabajo y con una expresión de acción en los lugares de habitación de la clase obrera. Permitiendo la intervención directa entre las masas a la vez que una presencia organizada y de intervención a través de otras expresiones organizativas de la clase obrera.

Hablamos pues de una estructura al servicio de la estrategia revolucionaria con las características temporales al servicio de la táctica que puedan ser precisas para su desarrollo y fortalecimiento.

Hablamos de un Partido, que se organiza para estar en condiciones de responder ante cada escenario concreto y para ser esa organización capaz de luchar bajo todas las circunstancias. Un Partido por lo tanto que analiza las posibles situaciones venideras en el mundo actual y que tiene muy presente que ante una situación de extrema debilidad del sistema deberá responder a la violencia extrema que esa debilidad generará con todos los mecanismos a su alcance y que a lo largo de la historia han demostrado su eficacia.

9.- Formación y especialización cuadros

En la actualidad son muchos los aspectos de estudio que han ido surgiendo al calor de la rica experiencia revolucionaria de nuestro movimiento. Contamos con una extensa colección de obras de los más importantes pensadores, si bien, desde el triunfo temporal de la contrarrevolución han existido serios problemas para continuar el estudio tanto por la debilidad de nuestro movimiento como por la influencia de corrientes no revolucionarias dentro del mismo.

Aun así, una serie de partidos han logrado ir consolidando teorizaciones sobre aspectos nodales de nuestro movimiento que han puesto de actualidad de nuevo la vía revolucionaria. La cuestión es si de todas esas teorizaciones y estudios además de sacar conclusiones teóricas estamos siendo capaces de trasladarlas a elementos prácticos de actuación fuera y dentro del Partido.

Insertar la formación en la actividad cotidiana y dotar al activo militante de las herramientas teóricas necesarias para el trabajo práctico pasa, no solo por el estudio separado de las obras principales del marxismo-leninismo, sino por la asimilación de los nuevos desarrollos. No hacerlo nos pone ante el riesgo de futuras incomprensiones y posibles distanciamientos entre la dirección central del Partido y su activo militante.

La formación se revela así como una tarea nodal del Partido, y en especial una formación y especialización de cuadros que permita una división del trabajo para optimizar las fuerzas y recursos con que se cuenta, abandonando los métodos artesanales de trabajo donde todos hacen de todo. Para ello debe destinarse a cada cuadro militante la tarea que mejor esté en capacidad de desarrollar e integrarla en el trabajo del conjunto de nuestros partidos, en un esfuerzo para reforzar la capacidad ideológica-política y utilizar la experiencia para la alternancia de cuadros y para emprender responsabilidades.

Pero la especialización no debe impedir un conocimiento amplio de la misión del Partido, de su programa, de su cuerpo teórico marxista-leninista, de su política y de como ella entronca con el programa. El papel del Partido en este terreno es el de formar militantes y cuadros integrales cuya actividad se especialice en función de sus cualidades destacadas en la práctica, comunistas que actúan y ven en cada una de sus acciones el lugar que ocupan en el conjunto del proyecto revolucionario. No hacerlo puede llevar a convertir cuadros de Partido en simples cuadros sociales o en burócratas y técnicos alejados de la realidad de la clase y por lo tanto más sensibles, en ambos casos, a la influencia de ideologías ajenas.

La lucha de clases requiere cuadros revolucionarios, militantes profesionales, dedicados a la actividad política. Estos cuadros deben ser seleccionados y entrenados cuidadosamente, y deben estar dotados de una sólida formación teórica y práctica en el marxismo-leninismo. Los cuadros revolucionarios son el motor de la revolución, y su selección y entrenamiento es una tarea prioritaria para el partido comunista. 

El PCTE está hoy empeñado en esta tarea. Necesitamos un Partido que sea capaz de formar estos cuadros como esqueleto reforzado de la estructura. El esqueleto de un cuerpo que confía en la clase obrera y en su carácter revolucionario, que dispone de un alto nivel de vigilancia ideológica-política, tiene un frente poderoso contra el oportunismo y las posiciones dogmáticas, desconectadas de la realidad de la lucha de clases, que es consciente de las causas de las dificultades de la clase como efecto ineludible del desarrollo capitalista, y que está dispuesto a recorrer ese camino largo que lleva a la superación revolucionaria de un modo de producción que ha llegado a su límite histórico.