Mujeres, clase y socialismo: la lucha por la emancipación de la mujer en Irlanda


Partido de los Trabajadores de Irlanda

"La mujer trabajadora es antes que nada un miembro de la clase trabajadora, y cuanto más satisfactorio sea el puesto y el bienestar general de cada miembro de la familia proletaria, mayor será el beneficio a largo plazo para toda la clase trabajadora".

Alexandra Kollontai

"Si la liberación de las mujeres es impensable sin el comunismo, entonces el comunismo es impensable sin la liberación de las mujeres".

Inessa Armand

"El trabajador es el esclavo de la sociedad capitalista, la mujer trabajadora es la esclava de ese esclavo".

James Connolly

Introducción

La estructura económica de la sociedad es fundamental para comprender la opresión de las mujeres y la lucha por su emancipación. La explotación constante y la opresión de las mujeres fluye de un sistema de relaciones de propiedad basado en la acumulación privada de riqueza y la apropiación del trabajo. El objetivo de este artículo es proporcionar una breve ilustración de algunas de las condiciones que enfrentan las mujeres en Irlanda bajo el capitalismo. No pretende ser una cronología exhaustiva de esas condiciones o de la opresión y la explotación a las que están sujetas las mujeres.

Desafíos antiguos a la Opresión de la Mujer

A principios del siglo XIX las mujeres tenían pocos derechos. Ellas eran consideradas como propiedad de sus padres y maridos. No podían poseer propiedades, no tenían derechos sobre sus hijos o control sobre su propio cuerpo.

En 1791, Olympe de Gouges emitió la Declaración de los Derechos de la Mujer y el Ciudadano Femenino y en 1792 Mary Wollstonecraft defendió la igualdad entre hombres y mujeres a pesar de que aún se aferraba a los distintos roles de género y una firme división del trabajo. Los filósofos "liberales" ingleses, John Locke y John Stuart Mill, en un sentido formal limitado argumentaron a favor de la igualdad.

William Thompson, quien nació en Irlanda en 1775 (y que más tarde estableció la famosa Comuna Ralahine, fue muy admirado por James Connolly y fue leído y mencionado por Marx) publicó el Llamado de una Mitad de la Raza Humana, Mujeres, Contra las Pretensiones de la Otra Mitad, los Hombres que las Restringen en la Política y en una Esclavitud Civil y Doméstica en 1825 junto con Anna Wheeler. Thompson, que criticó a Wollstonecraft por sus "puntos de vista estrechos" y la "timidez e impotencia de sus conclusiones", reconoció que la base material de la desigualdad de las mujeres surgía del modo de producción capitalista.

La respuesta marxista

Karl Marx y Friedrich Engels fueron firmes defensores de la emancipación de la mujer. En La Ideología Alemana exploraron el concepto de la familia como una forma social correspondiente a un modo particular de producción. Engels, que había examinado la cuestión del impacto del capitalismo en las mujeres y el trabajo en La Condición de la Clase Trabajadora de Inglaterra, examinó el desarrollo de las fuerzas y las relaciones de producción y la resultante división sexual del trabajo en El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado. La base económica de la sociedad influye en la forma de las relaciones sociales. La opresión de las mujeres es una dimensión del poder de clase.

Desde la aparición del capitalismo ha habido una división laboral entre el trabajo y el hogar. El trabajo realizado fuera del hogar era y es valorado, mientras que las tareas domésticas, incluido el cuidado de los niños, en su mayoría realizadas por mujeres, no lo eran. El trabajo doméstico, por supuesto, tan importante como es, les permite a los miembros de la familia -particularmente a los hombres- trabajar fuera del hogar, pero, por sí solo no genera ganancias para el capital. Esta actividad no produce productos destinados a la esfera de la producción y el consumo social.

Engels expuso la subordinación de las mujeres a través de la falta de derechos políticos, la negación de la oportunidad de un trabajo creativo, económicamente gratificante, socialmente reconocido y útil y a través del matrimonio burgués explotador como una relación de dominación económica. Bebel, Lenin, Clara Zetkin, Rosa Luxemburgo, Alexandra Kollantai y otros, al expresar y desarrollar tales ideas, creían que un salario independiente liberaría a las mujeres de la familia como unidad económica y proporcionaría las condiciones previas para la emancipación de las mujeres.

Zetkin, reconociendo que no puede haber liberación humana sin la igualdad de los sexos, vinculó la opresión de las mujeres al surgimiento de la propiedad privada, enfatizando la naturaleza clasista de la lucha de las mujeres por la emancipación y la necesidad del derrocamiento del capitalismo.

Aunque Clara Zetkin reconoció que las mujeres de la clase trabajadora tenían problemas particulares que debían tratarse como mujeres, ella estaba vehementemente en contra de la cooperación con el movimiento de las mujeres burguesas ya que ella creía que este priorizaba una lucha entre los sexos en lugar de la lucha de clases.

En 1877, el Congreso de Sindicatos de Gran Bretaña consideró que el lugar de una mujer estaba en el hogar. En un discurso dado durante el congreso del Partido Socialdemócrata de Alemania el 16 de octubre de 1896, Zetkin, que clamaba vociferante por la igualdad salarial para las mujeres y rechazaba los intentos de los empleadores de contratar mujeres con salarios más bajos y se oponía a las fuerzas conservadoras del movimiento obrero que creían que el trabajo de las mujeres debía limitarse al hogar, declaró: "El proletariado solo podrá alcanzar su liberación si lucha sin la diferencia de nacionalidad y profesión. De la misma manera, puede alcanzar su liberación solo si se mantiene unida sin distinción de sexo. La incorporación de las grandes masas de mujeres proletarias en la lucha de liberación del proletariado es uno de los requisitos previos para la victoria de la idea socialista y para la construcción de una sociedad socialista ".

Las mujeres y la revolución de octubre

"La igualdad ante la ley no es necesariamente la igualdad de hecho ... El proletariado no puede alcanzar la libertad completa hasta que no haya ganado la libertad completa de las mujeres". V.I. Lenin

En el período inmediatamente posterior a la Revolución de Octubre, Alexandra Kollantai, Inessa Armand, Anna Ulianova y otros emprendieron la tarea de mejorar las condiciones de las vidas de las mujeres y organizar a las mujeres dentro del partido. El 16 de noviembre de 1917 tuvo lugar el primer Congreso de las Mujeres de Todas las Rusias. Asistieron 1.147 delegados, que representaban a 80.000 mujeres de soviets, fábricas, sindicatos y organizaciones juveniles. El congreso resolvió establecer una comisión especial para la agitación y la propaganda entre las mujeres trabajadoras. En 1919 se estableció el Zhenotdel (departamento de mujeres), presidido por Kollontai. Este estaba comprometido con la lucha contra el analfabetismo y la educación de las mujeres sobre los nuevos derechos que se habían establecido después de la revolución.

La Gran Revolución Socialista de Octubre de 1917 había garantizado importantes derechos para las mujeres, igualdad ante la ley, el derecho al divorcio y el derecho al aborto legal y gratuito. Estos otorgaron a las mujeres el derecho a controlar sus cuerpos, sus salarios y propiedades, manteniendo el derecho al reclamo de sus hijos en caso de divorcio y siendo capases de decidir dónde querían vivir, ir a la escuela y trabajar.

Mientras Marx y Engels habían considerado la cuestión del trabajo doméstico y habían sostenido que el trabajo doméstico debía transferirse a la esfera pública como un paso hacia la liberación de las mujeres, los bolcheviques, siguiendo este ejemplo, se centraron en la socialización del trabajo doméstico para permitirle a las mujeres el seguir una educación o ingresar al trabajo asalariado en igualdad de condiciones con los hombres. Fueron liberadas de la carga desigual de mano de obra doméstica a través de la construcción de comedores públicos comunales, lavanderías y guarderías para niños. Con respecto a la crianza de los hijos, el estado soviético enfatizó la importancia del papel del Estado en criar y educar a los niños, proporcionando así guarderías, escuelas gratuitas obligatorias y provisiones para el bienestar social, aliviando así la carga impuesta a las mujeres que las mantenía fuera del trabajo remunerado.

Los bolcheviques identificaron que solo el socialismo podía resolver la contradicción entre la familia y el trabajo y que el capitalismo nunca sería capaz de proporcionar una solución. Lenin constantemente planteó el problema del trabajo doméstico, al que describió como "el trabajo más improductivo, más salvaje y más arduo que una mujer puede hacer", subrayando que la emancipación de las mujeres radica no solo en la igualdad legal formal sino en la "transformación general" del trabajo doméstico en trabajo socializado.

En octubre de 1918, el Comité Ejecutivo Central del Soviet ratificó las leyes sobre el matrimonio, la familia y la tutela. Antes de esto, las mujeres no tenían derechos ni por la iglesia ni por el estado y las mujeres eran, de hecho, forzadas a una posición de total subordinación a sus maridos. El nuevo código soviético abolió siglos de leyes y privilegios masculinos y estableció la igualdad de derechos para las mujeres bajo la ley. Se puso fin a la ilegitimidad, se aseguró de que las mujeres retuvieran el control total de sus ganancias después del matrimonio y se produjeron cambios de largo alcance en la relación entre padres e hijos. El código se enmarcaba en el contexto de una visión socialista de las relaciones familiares con un fuerte énfasis en la independencia y la igualdad de derechos y se dejó en claro que incluso esto era solo una etapa de transición en el camino de la construcción socialista. El nuevo estado obrero liberó a decenas de millones de mujeres trabajadoras y les permitió participar en el trabajo de producción y la vida social y política.

Desarrollo en Irlanda

En Irlanda, en el período 1860-1900 hubo una serie de avances en la obtención de derechos para las mujeres. La Ley de Propiedad de Mujeres Casadas de 1882 cambió la ley sobre los derechos de propiedad de las mujeres casadas, permitiendo que las mujeres casadas posean y controlen la propiedad por derecho propio. En la última parte del siglo XIX, las mujeres ingresaron a la fuerza laboral industrial y al movimiento sindical. Sin embargo, si bien las mujeres lograron avances importantes en este período, las demandas de las mujeres de la clase trabajadora no fueron la prioridad.

A principios del siglo XX, varias mujeres destacaron en la lucha por los derechos de las mujeres y de los trabajadores, por ejemplo, Constance Markievicz, Hanna Sheehy Skeffington, Winifred Carney, Delia Larkin y Kathleen Lynn. Como resultado del trabajo de James Connolly y de las muchas mujeres activistas que rodearon a Connolly y al Ejército Ciudadano Irlandés, las cuestiones sociales y económicas fundamentales que afectaban a las mujeres de la clase trabajadora se plantearon y colocaron en el contexto del sistema económico existente, el capitalismo.

Connolly específicamente percibió la necesidad de que los hombres y las mujeres de la clase trabajadora trabajasen colectivamente en la lucha contra la explotación capitalista y por la emancipación de las mujeres. El dedicó un gran esfuerzo a documentar y exponer las espantosas condiciones de trabajo y de vida que enfrentaban los trabajadores y destacó las condiciones particulares que enfrentaban las mujeres de la clase trabajadora bajo el capitalismo. Connolly, como Lenin, abogó enérgicamente por que los trabajadores, incluidas las mujeres trabajadoras, se organizaran en sindicatos para proteger sus intereses y que participaran en organizaciones políticas para avanzar en la lucha contra el capitalismo. Las mujeres fueron bienvenidas en el Ejército Ciudadano Irlandés, donde se las animó a desempeñar un papel completo en la lucha revolucionaria. Las trabajadoras de lino estuvieron activamente involucradas durante la huelga de los puertos de 1907 en Belfast y las mujeres continuaron desempeñando un papel importante en el movimiento sindical en Irlanda (a menudo a pesar de la hostilidad de algunos hombres en los sindicatos) particularmente desde la década de 1970 cuando hubo un considerable crecimiento en el número de mujeres sindicalistas.

La Proclamación de 1916 estableció la igualdad de derechos y oportunidades para todos los ciudadanos y un gran número de mujeres participaron activamente en el Alzamiento de Pascua y posteriormente continuaron sus actividades por los derechos de las mujeres en el Sindicato de Trabajadoras Irlandesas, la Liga de Dependientes de Mujeres Presas, la Liga Social y Progresista de Mujeres y otras organizaciones.

En 1918, las mujeres obtuvieron el derecho al voto y a postularse como candidatas al parlamento. Winifred Carney y Constance Markievicz se postularon en las elecciones generales de 1918 y Markievicz fue la primera mujer en ser elegida al parlamento británico, aunque no tomó su asiento.

La situación social y política que enfrentaron las mujeres irlandesas en el período posterior a la fundación del Estado Libre Irlandés en 1922 fue difícil. Las oportunidades para las mujeres disminuyeron. El gobierno irlandés intentó en varias ocasiones eximir a todas las mujeres del servicio de jurado. En 1925, el gobierno introdujo el proyecto de ley de regulación del servicio civil que limitaba el derecho de las mujeres a presentarse a exámenes en la administración pública. En 1929, el Estado Libre Irlandés introdujo legislación (Ley de Censura de Publicaciones) prohibiendo libros y periódicos que abogaban por "la prevención antinatural de la concepción" y en 1935 la Ley de Derecho Penal (enmienda) prohibió la venta, publicidad o importación de anticonceptivos. En 1932, el estado irlandés introdujo un sistema matrimonial que exigía que las mujeres docentes se retiraran al casarse, un estándar que posteriormente se extendió a todo el servicio civil. En 1935, el gobierno irlandés buscó implementar leyes que limitaran el número de mujeres empleadas en cualquier industria y limitando el tipo de industrias que podian emplear mujeres, demostrando una discriminación sistemática y una cultura de exclusión contra las mujeres en Irlanda que duraría décadas.

La Constitución irlandesa y las limitaciones legales de la libertad de las mujeres

La Constitución irlandesa de 1937 (Bunreacht na hÉireann), un documento que fue, y a pesar de algunas enmiendas, profundamente nacionalista, católico y conservador, fue redactado exclusivamente por hombres. Estuvo fuertemente influenciado por la Iglesia Católica y sus doctrinas religiosas sobre la autoridad, la familia, el matrimonio, la propiedad privada y las relaciones entre la iglesia y el estado. En la medida en que proporcionaba un reconocimiento de los derechos de las mujeres, esto se limitaba a los derechos políticos. El artículo 41 con su énfasis en el papel ("vida") de las mujeres ("dentro del hogar") además de sus matices estereotipados y paternalistas implicaba que la situación natural de las mujeres residía en el matrimonio, la maternidad y el hogar, este sería utilizado posteriormente para justificar la discriminación directa contra las mujeres. El artículo 41 también consagró una prohibición del divorcio.

La Constitución de 1937, en efecto, institucionalizó y confirmó la subyugación de las mujeres en la sociedad irlandesa y proporcionó una base legal y constitucional para continuar la discriminación contra la mujer que, a pesar de varias enmiendas, continúa hasta nuestros días. En 1938, la Liga Social y Progresiva de las Mujeres distribuyó una Carta Abierta a las Mujeres Votantes de Irlanda que suscitó, en particular, inquietudes sobre el deterioro de la posición de las mujeres en virtud de la Constitución de 1937. No fue sino hasta la década de 1960 en la que se eliminaron legalmente las diferencias en los derechos de herencia entre hombres y mujeres, aunque el divorcio no se legalizó en la República de Irlanda hasta 1996.

A fines de los años sesenta y principios de los setenta hubo una serie de campañas sobre los derechos de las "esposas abandonadas", las viudas y las madres solteras, el acceso equitativo a las oportunidades educativas, la anticoncepción y la violencia contra las mujeres. En ese período hubo varios cambios legislativos que mejoraron las condiciones de las mujeres. La prohibición matrimonial de las mujeres en el servicio civil fue eliminada en 1973 en la República de Irlanda y en ese mismo año un fallo de la Corte Suprema legalizó la importación de anticonceptivos para uso privado, aunque la venta, distribución e importación al por mayor de anticonceptivos permaneció ilegal. En los años setenta se introdujeron leyes en Irlanda del Norte y en la República de Irlanda que pretendían prohibir la discriminación contra la mujer y garantizar la igualdad de remuneración entre hombres y mujeres. A pesar de la "igualdad" legal formal y las prohibiciones legislativas sobre la discriminación sexual por género, las mujeres en Irlanda, norte y sur siguen subrepresentadas en puestos altos de empleo y en la vida política. Aunque hubo avances importantes, la introducción de estos nuevos derechos legales formales no tuvo un impacto profundo en la vida de las mujeres trabajadoras comunes. Las mujeres seguían siendo tratadas como inferiores y seguían siendo explotadas y oprimidas.

Las sociedades capitalistas se caracterizan por la desigualdad social y económica, la explotación y la opresión, con desigualdades masivas en la riqueza entre la clase trabajadora y aquellos que poseen y controlan los recursos económicos de la sociedad. Mientras que las mujeres burguesas se beneficiaban de los cambios en sus derechos civiles, por ejemplo, el derecho al voto, a la propiedad, a ocupar cargos públicos y participar en las profesiones, la doble carga del trabajo doméstico y la explotación de la mujer trabajadora a través del trabajo asalariado infligía miseria y dificultades a las mujeres de la clase trabajadora.

Mujeres y cuidado de niños en Irlanda

Los gobiernos en la sociedad capitalista consideran el derecho de los niños a la educación preescolar como una responsabilidad individual y familiar, como un costo para el estado burgués. Transfieren la responsabilidad estatal del cuidado infantil público y gratuito a las espaldas de las familias que se ven obligadas a pagar por el uso de estos servicios.

La República de Irlanda tiene uno de los sistemas de cuidado infantil más caros y menos accesibles de la UE. Un informe reciente la OCDE señala el alto costo del cuidado de los niños en Irlanda (el segundo más alto en la OCDE) como un importante factor para no entrar a trabajar. El sistema Childcare in the Republic es un modelo público de mercado que es inaccesible para muchos, especialmente para las mujeres jóvenes de la clase trabajadora a quienes se les niega la oportunidad de prepararse para el trabajo a través de la educación. Este sistema le ha fallado a las mujeres de clase trabajadora. Cuando se quitaron los subsidios públicos a las guarderías comunitarias durante el curso de la crisis capitalista, el impacto se sintió abrumadoramente en las comunidades de la clase trabajadora que ya sufrían los efectos devastadores de la crisis. Como la mayoría de los padres que enviaron a sus hijos a esas guarderías dependían del subsidio público para ayudar a pagar el costo, no pudieron enviar a sus hijos a la guardería cuando se cortó el subsidio. En algunos casos, esos recortes llevaron al cierre de las instalaciones en las comunidades más pobres, mientras que en otros casos los recortes provocaron horarios de apertura restringidos y una reducción en el número de niños que asistieron a las instalaciones.

En Irlanda del Norte, la infraestructura de cuidado de niños está poco desarrollada y las instalaciones de cuidado de niños son irremediablemente inadecuadas. Para muchas mujeres trabajadoras con hijos, la única opción viable es la atención informal con gran dependencia en los miembros mayores de la familia. La falta de instalaciones adecuadas para el cuidado de niños financiadas con fondos públicos y el costo exorbitante de los proveedores de cuidado infantil privados imponen limitaciones imposibles a la capacidad de muchas mujeres de la clase trabajadora para participar en el trabajo remunerado.

En Irlanda, el cuidado de los niños es un claro problema de clase. Impacta directamente en las mujeres de la clase trabajadora y su derecho al trabajo. La provisión pública de cuidado infantil accesible es esencial para que las mujeres tengan un acceso equitativo al trabajo remunerado. Una serie de informes oficiales del gobierno reconocen que el cuidado de los niños es el factor decisivo con respecto a si muchas mujeres pueden o no regresar al trabajo o a la educación después de tener hijos. Las estadísticas revelan que las mujeres que no trabajan, o que trabajan a tiempo parcial por razones de cuidado de niños, lo hacen porque el cuidado infantil es demasiado caro, no está disponible o es de calidad deficiente. La falta de apoyo en el cuidado de niños también tiene un impacto en el desarrollo de la educación en la infancia.

La violencia contra las mujeres

La violencia contra las mujeres y los niños, incluido el abuso sexual, sigue siendo un problema importante en Irlanda y debe entenderse en el contexto de un sistema, reforzado por la religión, que otorga al patriarca de una familia el derecho a usar la fuerza contra mujeres y niños. También tiene que analizarse a través de la lente de la cultura "machista" fomentada bajo el capitalismo que alimenta la violencia contra las mujeres. El capitalismo crea y refuerza las condiciones para la opresión contra las mujeres. Las religiones, predominantemente el catolicismo romano en el caso de Irlanda, afirman una estructura familiar dominada por los hombres que es opresiva para las mujeres y ejerce el control a través de la negación de los derechos reproductivos. Las revelaciones en curso sobre el abuso institucional histórico de mujeres y niños es otro ejemplo de esto.

SAFE Ireland: la Organización Nacional de Servicios contra la Violencia Doméstica ha declarado que "para los miles de mujeres y niños que viven bajo el terror de la violencia en sus hogares, la recesión y la austeridad no solo han sido difíciles sino han resultado ser catastróficas".

Según una encuesta reciente, casi 400,000 mujeres, entre las edades de 18 y 74 años, que viven en la República de Irlanda han sufrido abuso físico o sexual. Al mismo tiempo, se redujeron los gastos públicos en servicios de lucha contra la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica y se les ha negado a las mujeres la asistencia práctica que requieren, incluida la provisión de alojamiento seguro para garantizar su seguridad y el respeto de sus derechos. La violencia contra las mujeres tiene un impacto en todos los aspectos de sus vidas, incluida su salud, educación y capacidad para trabajar y proveer para ellos y sus familias. La evidencia proveniente de Irlanda del Norte también demuestra altos niveles de violencia contra las mujeres, incluidos el asesinato y la violación. Las mujeres también son objeto de acoso sexual en el hogar, en público y en el trabajo, y se las objetivista como objetos sexuales tanto en la pornografía como en los medios capitalistas convencionales.

El derecho de una mujer a elegir

En Irlanda, norte y sur, la ley no reconoce que una mujer tenga derecho a controlar su propio cuerpo. En la República de Irlanda, el Partido de los Trabajadores de Irlanda participa activamente en la campaña para eliminar la octava enmienda a la Búnreacht na hÉireann (Constitución irlandesa). Las barreras a los derechos reproductivos para las mujeres también son barreras para el pleno desarrollo social, económico y político.

La Octava Enmienda iguala la vida de una mujer con la de un feto. De hecho, introdujo una prohibición constitucional del aborto y niega a la mujer el derecho a un aborto, incluso cuando su salud está en grave peligro. El artículo 40.3.3 se insertó en la constitución, por referéndum, en septiembre de 1983. En ese momento, el Partido de los Trabajadores de Irlanda se opuso a la introducción de esta nueva subsección y argumentó que la enmienda era legalmente innecesaria, antimujer, sectaria y divisiva. 

Las mujeres deben tener derecho a controlar sus propios cuerpos, incluida su fertilidad y a seguir todas las opciones reproductivas. Se deben de garantizar las condiciones económicas, sociales y políticas y la legislación necesaria para permitir que las mujeres elijan si desean tener un hijo y cuándo tenerlo. Deben de tener también el derecho a un aborto seguro sin restricciones legales, dentro de un sistema de salud integral, exclusivamente público y gratuito, con énfasis en la atención médica preventiva. Esto es fundamental para cualquier concepto razonable de igualdad de género a fin de lograr la igualdad política, social y económica con los hombres. Los dos estados en Irlanda consideran a las mujeres como ciudadanas de segunda clase incapaces de tomar sus propias decisiones. Ambos estados criminalizan a las mujeres, infringen sus derechos y discriminan a las mujeres que no pueden pagar el viaje fuera del país para tener un aborto. Criminalizar el aborto perjudica a las mujeres con embarazos no deseados, pero también priva a las mujeres colectivamente del control de su fertilidad, dejándolas abiertas a la falta de poder, a la violación de su integridad física, interrupción y transformación adversa de sus vidas junto con una profunda pérdida de autonomía en relación con los hombres. La trágica muerte de Savita Halappanavar en octubre de 2012, cuando se le negó el aborto, aunque su vida estaba en peligro, es una representación de como las mujeres en Irlanda aún se consideran como portadores de hijos en lugar de seres humanos por derecho propio.

Aunque las mujeres pueden viajar al exterior para obtener un aborto, esta no es una opción para muchas mujeres de la clase trabajadora, incluidas las mujeres migrantes y las mujeres con bajos ingresos. Entre 1980 y 2014, al menos 163.514 mujeres con domicilio irlandés se registraron para abortos en el extranjero. Las mujeres que viajan desde Irlanda para acceder a un aborto, por ejemplo, en el Reino Unido, deben someterse a un aborto en una clínica privada. El procedimiento en sí puede costar entre € 600 y € 1700 y luego están los costos adicionales de viaje y alojamiento. Teniendo en cuenta que el 50% de las mujeres en Irlanda ganan 20,000 o menos por año, el costo de un aborto es prohibitivo para muchas mujeres de clase trabajadora que viven en este país.

El hecho de que casi la cuarta parte de las personas con ingresos directos ganara menos de € 10,000 en 2013, mientras que un tercio de este grupo ganó menos de € 15,000, y que las mujeres representan el 60% de todas las personas con bajos salarios, hace que sea claro para muchas mujeres de clase trabajadora y familias cuyas hijas pequeñas no desean continuar con sus embarazos, el aborto no es una opción por razones financieras. El hecho de que el 87% de las familias monoparentales sean mujeres y de que exista una alta correlación bien conocida entre una familia progenitora y la pobreza constante pone en relieve la naturaleza discriminatoria de la legislación sobre el aborto en Irlanda.

Una sentencia reciente del Tribunal de Apelación de Irlanda del Norte fue un golpe más a las mujeres y su lucha por la igualdad y los derechos reproductivos en Irlanda del Norte. La decisión de que esto era asunto de la Asamblea Legislativa y que las "cuestiones morales y religiosas complejas" detrás del tema deberían ser determinadas por la legislatura en una donde está claro que la reacción religiosa prevalece sobre los derechos de las mujeres y que al momento de esta redacción aun no a constituirse, fue un nuevo ataque a las mujeres.

En Irlanda del Norte, se han bloqueado las vías legislativas y judiciales para lograr el pleno ejercicio de los derechos reproductivos de las mujeres, lo que refuerza el hecho de que, en última instancia, los derechos solo se ganarán con la lucha y la agitación.

Las cifras actuales muestran que más de 700 mujeres y niñas de Irlanda del Norte viajaron a Inglaterra y Gales para interrumpir sus embarazos en 2016. Esto no incluye a los que viajaron a Escocia u otros países europeos, o las mujeres que compraron píldoras abortivas, debido a su incapacidad viajar.

Es un derecho de la mujer controlar su propio cuerpo y tomar sus propias decisiones reproductivas. Las mujeres deben tener un aborto libre y seguro en su propio país que, a su vez, esto debe incluir instalaciones prácticas para apoyar a las mujeres que buscan un aborto y una atención postaborto de calidad que les permita acceder al aborto de forma gratuita, total y segura.

Las fuerzas antidemocráticas también han buscado estigmatizar y demonizar a las mujeres que eligen tener o han tenido abortos y que apoyan el derecho a elegir. Estas fuerzas han sometido a las mujeres al hostigamiento y al abuso. La realidad que confrontan las mujeres que buscan acceder a un aborto donde los fondos no están disponibles, enfrentan denuncias y abusos mientras intentan buscar consejo, viajan al extranjero en un momento difícil de sus vidas y son retratados como "asesinas" y "criminales" en un ataque deliberado contra las mujeres y el ejercicio de sus derechos. Como socialistas, afirmamos el derecho de la mujer a tener autonomía sobre su propio cuerpo.

Pago desigual y salario bajo

A pesar del requisito legal formal de igualdad salarial entre hombres y mujeres en Irlanda, el trabajo remunerado no es igual para mujeres y hombres. Todavía hay una importante brecha salarial de género. En Irlanda del Norte, por ejemplo, dos tercios de los que ganan el salario mínimo o menos son mujeres y las ganancias anuales de las mujeres son en promedio un 33% inferiores a las de los hombres. La tasa de pobreza para los pensionistas es más alta en Irlanda del Norte que en otras partes del Reino Unido, con casi medio millón de pensionistas en Irlanda del Norte viviendo por debajo de la línea de pobreza, incluida la pobreza de combustible. La brecha salarial de género se amplía aún más en la brecha de pensiones por género, dejando a muchas mujeres mayores viviendo en la pobreza.

El capitalismo utiliza a los desempleados como un ejército de reserva de mano de obra para reducir los salarios, para hacer que el empleo sea precario y para negarle a los trabajadores la oportunidad de una acción colectiva efectiva. También condena a los desempleados de larga duración a una vida de pobreza, trabajo pesado y miseria que con demasiada frecuencia trae consigo problemas de salud física y mental, así como otros problemas sociales como el abuso de sustancias y el crimen. Las comunidades donde prevalecen el desempleo de larga duración son ignoradas por los partidos burgueses y socialdemócratas y con demasiada frecuencia se ven como problemas a los que debe enfrentarse el aparato coercitivo del Estado.

En donde los trabajadores soportan la carga de la crisis sistémica del capitalismo la clase trabajadora sufre un deterioro en sus condiciones de vida y de trabajo, un ataque a la salud pública, educación y sistemas de seguridad social y la erosión y eliminación de los derechos de los trabajadores y ganancias sociales. En condiciones de crisis, las mujeres suelen ser las más afectadas, obligadas a aceptar malas condiciones de trabajo que las hacen vulnerables a la explotación y el abuso.

Los acontecimientos recientes, intensificados por la crisis capitalista y la austeridad impuesta, han traído consigo un gran aumento en el número de personas empleadas en trabajos precarios y mal remunerados, una situación que afecta desproporcionadamente a las mujeres. El aumento del desempleo, los recortes en el gasto público, los ataques a los derechos sociales y las prestaciones sociales y los niveles crecientes de vulnerabilidad económica y social afectan tanto a hombres como a mujeres, pero tienen un impacto desproporcionadamente adverso en las mujeres.

Mujeres y trabajo precario

Muchas mujeres en Irlanda tienen un trabajo mal remunerado y no han tenido un aumento salarial en muchos años, muchas están empleadas en empleos poco calificados, inseguros y precarios, y muchas han experimentado recortes en las horas de trabajo y recortes en los beneficios, mientras que el gasto familiar ha aumentado. En sectores específicos, como la asistencia social, la venta al por menor, la limpieza y la hostelería, muchas mujeres trabajan en circunstancias en que la baja remuneración y la falta de seguridad laboral son la norma. 

Una mayor proporción de mujeres trabaja a tiempo parcial, en comparación con los hombres. Es más probable que las trabajadoras a tiempo parcial desempeñen funciones menos calificadas y menos remuneradas en el sector privado. Muchas mujeres se transfieren a diferentes trabajos después de tener un hijo, a menudo pasando del trabajo de tiempo completo al trabajo a tiempo parcial, lo que implica un salario más bajo. Las tasas más altas de trabajo a tiempo parcial y precario entre las mujeres tienen consecuencias graves y duraderas para los derechos de pensión (para los trabajadores que tienen una pensión) y el consiguiente mayor riesgo de pobreza para las mujeres en el futuro. Las trabajadoras del sector público, a quienes se les han congelado el salario, también tienen que trabajar más para obtener una pensión reducida.

Actualmente, las mujeres se enfrentan no solo con la pérdida de empleos sino también con una erosión peligrosa en la calidad y la seguridad del trabajo, presionándolas a trabajar por un salario bajo. Los estados capitalistas de Irlanda alientan a los empleadores a crear empleos inseguros a través de la legislación y los incentivos financieros utilizando el sistema de beneficios, en parte para administrar estadísticas de desempleo, en parte para facilitar la privatización de los servicios públicos aumentado las ganancias de los monopolios. Esto se ve agravado por la falta de cuidado infantil accesible e impulsos agresivos hacia la "flexibilidad" y la informalidad, como el trabajo de agencia, contratos de cero horas que carecen incluso de los derechos laborales básicos y la llamada "economía de trabajos" donde los trabajadores se ven obligados a trabajar durante mucho tiempo para ganar un salario digno lo que facilite aún más la explotación. La naturaleza precaria de tal trabajo está diseñada para actuar como un desincentivo a la organización sindical y así debilitar la capacidad de los trabajadores para asegurar sus derechos y un salario digno.

Muchas mujeres se ven obligadas a "tener doble trabajo" aparte de las muchas responsabilidades de cuidado dentro del hogar y en el círculo familiar más amplio y continuarán haciéndolo hasta que logremos la plena liberación social y económica mediante una transformación revolucionaria de la sociedad. En la actualidad, la atención domiciliaria de ancianos, enfermos y personas con otras formas de discapacidad la llevan a cabo predominantemente las mujeres, y con frecuencia está mal pagada y está infravalorada. Las mujeres están desproporcionadamente en los trabajos menos seguros y peor remunerados y llevan a cabo la mayor parte del trabajo de cuidado no remunerado. En la Irlanda rural, las mujeres están sobreviviendo a los hombres en una población que vive más tiempo. Sin embargo, no hay infraestructura para acomodar este desarrollo. En las zonas rurales, donde los ingresos han caído en picado y las tasas de pobreza empeoraron como resultado del declive de la agricultura y la industria de la construcción, muchas mujeres han aceptado un trabajo extra, a menudo en empleos a tiempo parcial y de baja remuneración. 

Mujeres y pobreza

El pago y los términos y condiciones de empleo han sido objeto de ataques sostenidos en ambas partes de la isla. Por ejemplo, los salarios promedio en Irlanda del Norte son casi £ 6.000 por debajo del promedio del Reino Unido, y cayeron en términos reales en 6.9% entre 2007 y 2013. Los salarios han estado cayendo en términos reales en la República desde 2009 y esta tiene uno de las más altas incidencias entre los países de la OCDE por el número de personas que ganan salarios bajos. La disminución de los salarios y el empeoramiento de los términos y condiciones es un problema sistémico que se deriva de la naturaleza del capitalismo y la incesante búsqueda de ganancias. La licencia de maternidad y los derechos se han erosionado por razones de flexibilidad, accesibilidad y rentabilidad a través de dispositivos tales como el trabajo de agencia y contratos de cero horas. Tales desarrollos junto con los ataques a la seguridad social han creado niveles sin precedentes de personas sin hogar.

Las propias cifras del gobierno irlandés publicadas por la Oficina Central de Estadística en 2017 demostraron que más de una de cada seis personas en la República de Irlanda están en riesgo de pobreza y que 105.051 personas que viven en la pobreza en Irlanda están empleadas. La Encuesta Anual sobre Ingresos y Condiciones de Vida mostró que más de un millón de personas en Irlanda sufrieron privaciones en 2015 y que la pobreza en Irlanda y las tasas de carencia están en aumento. El porcentaje de personas irlandesas que viven en pobreza constante ha aumentado.

Irlanda del Norte tiene niveles más altos de privación múltiple a comparación del resto del Reino Unido, con más de un tercio de la población viviendo en la línea de pobreza o por debajo de ella. Se ha producido un descenso significativo en los niveles de vida, una situación que se deteriorará, ya que el costo de la vida continúa aumentando y los salarios continúan disminuyendo y los beneficios de la seguridad social son constantemente atacados. Dos quintas partes de las personas en las familias en edad laboral de Irlanda del Norte que se encuentran en hogares de bajos ingresos tienen a alguien en su hogar que está haciendo un trabajo remunerado. En la República de Irlanda, el 73,4% de los que ganan el salario mínimo son mujeres y un alto porcentaje de las mujeres mal pagadas son las principales fuentes de ingresos en su hogar.

El 63% de los hogares monoparentales con uno o más hijos en Irlanda experimenta privación. Las personas en hogares monoparentales continúan teniendo el ingreso disponible más bajo de todos los hogares en el estado. En la República de Irlanda, el 86,5% de los hogares monoparentales estaban encabezados por mujeres. En Irlanda del Norte, el 91,2% de los hogares monoparentales estaban encabezados por mujeres. La investigación ha indicado que los hogares monoparentales perdieron proporcionalmente más de sus ingresos en comparación con otros hogares, como resultado de las medidas de austeridad. Esto agrava la desigualdad experimentada por las mujeres.

Las mujeres solo pueden lograr libertad real, independencia e igualdad cuando la brecha salarial de género haya sido abolida, cuando sean aseguradas instalaciones gratuitas para el cuidado de niños, servicios sociales y de salud adecuados, el derecho a elegir tener o no tener hijos y que se les otorguen sus propios derechos reproductivos con acceso gratuito a servicios de aborto en el sistema de salud, servicios de educación gratuitos en escuelas primarias, secundarias y acceso a la universidad, en una sociedad donde la explotación ha terminado y las necesidades de las mujeres y todos los trabajadores se han cumplido y donde los medios de producción han sido socializados y donde los trabajadores que producen toda la riqueza, la poseen y la controlan. 

Mujeres y clase: un marco para el cambio

El marxismo-leninismo proporciona el marco teórico, ideológico y político dentro del cual se puede analizar, abordar y resolver la opresión y la explotación de las mujeres. Las teorías del patriarcado que no abordan los problemas fundamentales de la clase en la opresión de las mujeres, o más críticamente aquellas diseñadas para reemplazar un análisis de clase, son incapaces de lograr la liberación de las mujeres.

No es la biología sino la propiedad privada y las instituciones sociales y construcciones sociales de la sociedad capitalista lo que ha llevado a la dominación y opresión de las mujeres. Las mujeres no se apartan de la lucha de clases. La doble opresión de las mujeres y la desigualdad a la que se enfrentan son el resultado no solo de restricciones legales sino de las condiciones materiales de vida. La eliminación de la explotación de clase es un requisito previo indispensable para la liberación de la mujer. En esas circunstancias, las mujeres son y deben ser participantes activas en la lucha de clases, organizadas en todos los frentes, demandando una revolución social con un cambio fundamental en las relaciones económicas y sociales, reconociendo que solo mediante la abolición de ese sistema que crea y perpetúa su opresión y la construcción de una sociedad socialista donde la clase obrera está en el poder, se alcanzará la verdadera igualdad y la liberación total de las mujeres.

Las condiciones actuales que enfrentan las mujeres de clase trabajadora, la discriminación abierta y encubierta y el abuso que experimentan en la vida cotidiana requieren que los partidos comunistas y obreros aumenten la conciencia de clase de las mujeres trabajadoras, queles proporcionen el marco teórico e ideológico para sus luchas e inspiren lucha enérgica por la liberación de las mujeres como parte inseparable de la batalla por la emancipación humana, el derrocamiento del capitalismo y la construcción de una sociedad socialista.

En consecuencia, sigue siendo una tarea central del movimiento comunista internacional sumergirse en la lucha contra la opresión y la explotación de las mujeres, desarrollar y expandir constantemente la conciencia de la opresión de las mujeres, crear las condiciones para que las mujeres articulen, expongan y desafíen las manifestaciones económicas, sociales y políticas de su opresión y para movilizar a la mayor cantidad posible de mujeres en la lucha por su completa emancipación.

Las palabras de James Connolly siguen siendo una inspiración:

"Nadie están tan preparado para romper las cadenas como aquellos que los usan, ninguno tan bien equipado para decidir qué es un grillete. En su marcha hacia la libertad, la clase trabajadora de Irlanda debe apoyar los esfuerzos de aquellas mujeres que, sintiendo en sus almas y cuerpos las cadenas de las eras, se han levantado para quitárselas, y apoyémoslas más si en su odio a esclavitud y pasión por la libertad el ejército de mujeres se adelanta al ejército militante laborista. A quienquiera que lleve a cabo las actividades de la opresión la clase obrera sola lo puede derribar ". (La Re-Conquista de Irlanda, 1915)