Los comunistas y la emancipación de la mujer: polémica con las corrientes del feminismo burgués y pequeñoburgués


Comisión para la Emancipación de la Mujer del CC del PCM

Lo que el comunismo dará a la mujer, en ningún caso el movimiento femenino burgués podrá dárselo. Mientras exista dominación del capital y la propiedad privada la liberación de la mujer es imposible.

III Congreso de la Internacional Comunista

 

La Gran Revolución Socialista de Octubre conmovió al Mundo, como escribe el comunista norteamericano John Reed, pues al inaugurar la época de transición del capitalismo al socialismo, dio paso a una elevación cualitativa de la lucha internacional de los revolucionarios y de la clase obrera, que tuvo su expresión en la conformación de la Internacional Comunista, que entre otras tareas contribuyó a la creación de partidos comunistas en América Latina: el de Argentina en Enero de 1918, y el de México en Noviembre de 1919, los primeros de varios partidos que se organizaron continentalmente.

La creación de la Sección Mexicana de la Internacional Comunista, el PCM, enriqueció la lucha de clases en nuestro país, en primer lugar entre la clase obrera y el campesinado, pero también distintivamente entre los intelectuales, el estudiantado, la mujer y la juventud.

Fueron los comunistas los pioneros en México de la lucha por la emancipación de la mujer. Las posiciones de vanguardia del PCM tenían una doble fuente: la primera era la consecuente lucha del marxismo en la cuestión, enriquecida por la Conferencia Internacional de la Mujer que organizaron Clara Zetkin y Rosa Luxemburgo por fuera de la II Internacional, que fue asumida por la III Internacional; la segunda, el ejemplo decidido de la construcción socialista en la URSS que daba pasos agigantados para una nueva sociedad donde era perceptible que las obreras y obreros tenían el poder, y sus avances en materia del trabajo, la familia, la educación, la salud, que facilitaban que la mujer rompiera sus cadenas y concretara la emancipación. A los ojos del proletariado internacional la construcción socialista era una solución a sus necesidades.

En México, una sociedad donde la burguesía se apoyaba en la región católica y su falsa moral como modelo para la mujer y la familia, como columna ideológica y cultural que soportaba la dominación de clase de los explotadores, se prohijó a imagen y semejanza del modelo familiar en que la mujer tenía un lugar secundario. En esos años las ideas comunistas tuvieron un rol liberador por su papel de vanguardia en la lucha por derechos políticos y sociales para la mujer, tales como aquellos que planteaban las orientaciones de la Internacional Comunista, por ejemplo el derecho a la protección de la mujer durante el embarazo, parto y amamantamiento, la igualdad de salarios con la clase obrera masculina, la participación en sindicatos, en la dirección de sindicatos y otros gremios, así como en la vida política.

Con la labor de los comunistas se conquistó el derecho al sufragio para las mujeres en 1953, el derecho al divorcio, espacios distintivos en la lucha política y sindical. El fenómeno del machismo tuvo una fuerte barrera de contención a partir de la acción política, ideológica y cultural, de los comunistas.

Se trató de un trabajo especializado con la creación de la Sección de la Mujer en el CC del PCM en el año 1931, y que tuvo conquistas importantes para la mujer obrera y en general para el conjunto de la mujer mexicana.

El trabajo entre la mujer por parte de los comunistas, sus avances o retrocesos estaban por supuesto asociados al desarrollo del PCM. Bajo las orientaciones de la III Internacional la intervención tuvo una orientación clasista y el trabajo organizativo un curso ascendente; años después, primero impactado por el browderismo, y después por el rumbo que emanó del XX Congreso del PCUS, el PCM fue modificando su naturaleza de clase, sus objetivos políticos, siendo ya en los años 60 un partido de composición social eminentemente pequeñoburguesa que abrió el paso a su liquidación en 1981. Esos años estuvieron marcados en el frente de la lucha por la emancipación de la mujer por la penetración de las ideas liberales y pequeñoburguesas de la libertad sexual y el enfoque de antagonismo de género. Cuando en el PCM triunfan definitivamente las ideas eurocomunistas y éste es liquidado, cesa también la actividad de su trabajo entre las mujeres, lo que significa un retroceso grave no solo para el trabajo de los comunistas para la emancipación de la mujer, sino para el conjunto de la lucha de la mujer obrera y de la mujer mexicana.

Por esta razón las ideas burguesas y pequeñoburguesas del feminismo se vuelven hegemónicas y el movimiento de la mujer entra en una etapa de confusión, dispersión y falsas banderas, que objetivamente llevan tan importante cuestión a un callejón sin salida durante un periodo que abarca ya casi 30 años.

Con la reorganización del PCM en 1994, y sobre todo a partir de su IV Congreso (2010-2011) los comunistas vuelven a colocar como un objetivo indispensable el de la organización de la mujer trabajadora, lo que es precisado por la Conferencia para la emancipación de la mujer realizada el 8 de Marzo del año 2015.

En 1996 el PCM discutió en su Congreso de ese año la cuestión, pero bajo un prisma equivocado, que lo colocó en problemas. En esos años de confusión se planteó que el PCM asumiera el feminismo como uno de sus elementos de identidad, que tenía correspondencia en términos organizativos con la sectorialización, sobre todo la cuota de representación en el Comité Central y otros órganos dirigentes. La mayoría de los delegados votó contra ello, con el correcto argumento que eso abría las puertas para la fragmentación del PCM, sin embargo se eludió una discusión a fondo sobre la lucha de los comunistas para organizar a la mujer trabajadora y sobre las tareas de los comunistas para ampliar la participación de camaradas mujeres en la vida interna, el aumento de cuadros mujeres, que evidentemente está obstaculizado por las propias trabas de la vida cotidiana en el capitalismo -sobre todo la esclavitud doméstica- y también, hay que decirlo autocríticamente, por la incomprensión de los camaradas, lo que recientemente está afrontando el Partido. Esa fue la decisión del V Congreso reunido en Septiembre del 2014, que entre otras aprobó una Resolución para la realización de la Primera Conferencia para la Emancipación de la Mujer Trabajadora, que presentó las siguientes conclusiones:

  • Siendo el derrocamiento del sistema capitalista, y la construcción del socialismo-comunismo nuestro objetivo, es necesario que todas nuestras fuerzas y capacidades organizativas se concentren en tan titánica tarea; todas y todos los comunistas debemos trabajar en esta labor y objetivos independientemente de nuestra línea o frente de acción.
  • Para la consecución del derrocamiento del capital y la instauración del socialismo-comunismo debemos trabajar codo a codo con todas las fuerzas que vean en el capitalismo un enemigo común y en el comunismo la única alternativa.
  • Una de estas fuerzas es la constituida por el movimiento de la mujer trabajadora. La lucha femenina por su emancipación y su participación en los procesos de liberación de los pueblos de la tiranía y de la opresión ha sido histórica.
  • Actualmente la mujer representa poco más de la mitad de la sociedad mexicana en etapa productiva lo que implica que ahora está más sujeta al proceso de la explotación capitalista.
  • Los comunistas sabemos que la lucha por la liberación de la mujer es impostergable, la lucha por la emancipación de la mujer bajo ninguna circunstancia debe ser aplazada. La emancipación de la mujer y la emancipación de la clase obrera es una lucha conjunta y complementaria.
  • Por tal motivo el Partido Comunista de México debe, en esta cuestión, centrar sus esfuerzos en las problemáticas organizativas que han limitado a la mujer para luchar y alcanzar su plena liberación y el total ejercicio de sus derechos. Allí donde la mujer no ha logrado organizarse el PCM debe actuar y organizarla, por otro lado en los lugares donde ésta haya logrado construir una estructura organizativa el Partido deberá apoyarla a seguir creciendo y consolidando el trabajo con conciencia de clase.
  • De este modo el PCM tiene dos tareas fundamentales en el trabajo con la mujer: el primero es atraer a más mujeres a la militancia comunista poniendo especial empeño en las trabajadoras de los centros fabriles, esto por medio de la concientización y formación ideológica, y segundo impulsar su organización para formar un amplio frente de la mujer trabajadora donde converjan mujeres trabajadoras de todas las edades, sean estas, obreras, amas de casa, campesinas, jóvenes, etc., y que luche por sus reivindicaciones específicas, teniendo en claro siempre que la lucha de la mujer por su liberación no debe ser aislada y que es parte del proceso de emancipación de todo el proletariado, de la abolición de la lógica capitalista de explotación del hombre por el hombre.
  • El Partido Comunista tiene el deber de trabajar y estrechar lazos organizativos con todas las mujeres trabajadoras. La lucha de la mujer no es contra el hombre, la batalla de la mujer es contra el capital y en contra de la las construcciones ideológicas que coartan su pleno desarrollo como ser humano en sociedad.

Rasgos generales de la situación de la mujer trabajadora en México

El capitalismo en México intensifica la explotación contra la clase obrera, y esta es más aguda contra la mujer obrera, lo cual es demostrado por las estadísticas; en mismos empleos el salario es menor para la mujer; en términos de trabajo subcontratado la mano de obra es fundamentalmente de mujeres; mujer embarazada, mujer despedida; pero junto con las agresiones generales contra el movimiento obrero, en el caso de la mujer trabajadora han aparecido fenómenos como el abuso sexual y los riesgos de violación y muerte en los traslados a los centros de trabajo en horarios nocturnos o de madrugada: los feminicidios que se contabilizan por miles, y que tienen casos emblemáticos como el de Ciudad Juárez Chihuahua, ciudad proletaria donde predominan las maquiladoras y la mano de obra es esencialmente de mujeres trabajadoras.

En los centros de trabajo donde la mujer logra organizarse en sindicatos se encuentran con problemáticas que limitan su participación en los órganos de dirección de los mismos y que en muchas ocasiones tienen que ver con un carácter machista y sexista de sus propios compañeros de trabajo. Esto en caso de lograr acceder a los sindicatos ya que por otra parte hay mujeres que incluso no logaran incorporarse a ellos (solo un 3.8% de mujeres del total de las trabajadoras en México pertenece a los sindicatos).

Por otro lado existen determinados sectores de la producción mecanizada y de servicios que se han feminizado, en donde la mujer tiene reservado los espacios más rutinarios y que tienen continuidad con la esclavitud domestica; en una sociedad capitalista como la mexicana la mujer desempeña las labores menos valoradas socialmente y más enajenantes. En los sectores de la producción mecanizada y que no requieren de una alta especialización, como la industria textil y de alimentos, está sujeta a condiciones graves de explotación y en donde la contratación es solo temporal, el salario es bajísimo, es por hora, y está en manos de los outsourcings.

Por lo que hace a las trabajadoras al servicio del estado se ven relegadas a actividades secundarias, prevalecen las secretarias, cajeras, intendentes y solo muy pocas logran acceder a puestos de dirección y quienes lo logran tienen que responder a determinados intereses políticos o económicos y sufrir innumerables vejaciones y acoso de todo tipo.

Las miles de mujeres que laboran en el sector privado, empresas bancarias, en el ámbito de la salud y tiendas de almacenamiento no solo se ven impedidas, por las largas jornadas laborales, para organizarse y crear sindicatos que garanticen su seguridad laboral, además reciben muy bajos salarios que se vuelven cada vez más insuficientes ya que aunado a esta condición se ven obligadas a cubrir los requerimientos que las empresas les exigen, requisitos que en nada tienen que ver con sus capacidades físicas o mentales para desempeñar una u otra actividad, como es el cuidado de la imagen o presentación lo cual implica un gasto para la compra de ropa, cosméticos, zapatos, etc.

Son cerca de 2 millones de mujeres mexicanas que se emplean en el servicio doméstico, también llamadas trabajadoras del hogar, una de las labores menos reconocidas socialmente, pero si más racializada y discriminada: se trata de mujeres trabajadoras jóvenes de origen indígena, con el mínimo de escolaridad.

Aunque cada vez son más las mujeres que se integran al proceso productivo, una gran parte aún se encuentra confinada al hogar.

A ello hay que sumar, que en los últimos 30 años las conquistas y derechos laborales, como el seguro de maternidad, las guarderías públicas, el derecho a la leche en polvo para la lactancia, los días pre y post parto, han disminuido drásticamente como resultado de los ataques del capital al trabajo, de la desvalorización del trabajo en los marcos de la restructuración capitalista que busca el máximo de ganancias a expensas de intensificar la explotación aminorando las condiciones de trabajo conquistadas durante el periodo de la construcción socialista en el siglo XX que favoreció ampliamente a la clase obrera del Mundo, y por supuesto a la mujer obrera.

Este sucinto diagnostico sitúa la urgencia de los comunistas para reemprender el trabajo entre la mujer obrera; sin embargo hay una asunto que mencionamos anteriormente, pero que por su gravedad coloca la cuestión de la mujer como un asunto impostergable en la lucha de clases en México, y por supuesto el de tener claras las coordinadas ideológicas de intervención del Partido Comunista; este asunto es el de la violencia contra las mujeres, los feminicidios, que han detonado una participación del movimiento de la mujer. Entre 2000 y 2015, con un promedio de cinco diarios se llegó a 28710 mujeres asesinadas. Así a partir de esta situación de tragedia, el debate, la acción del movimiento de las mujeres, revitaliza la intervención de los comunistas, en medio de una disputa con las posiciones de la burguesía y de la pequeña burguesía.

Necesidad del frente ideológico contra el feminismo burgués y pequeñoburgués

La burguesía a través del Estado y de todos sus instrumentos establece el criterio de la igualdad formal, del reconocimiento jurídico, que es vil letra muerta, de manera similar que con otros asuntos de la sociedad. Tales formalismos, encubiertos en la “equidad de género”, hay que anotar son por demás incompletos pues tienen los propios límites obscurantistas que algunos de sus soportes ideológicos sustentan, como es la religión y la defensa de la familia y sobre todo la defensa de la propiedad privada y de la apropiación privada de la riqueza socialmente producida; es así que cotidianamente se reproducen las ideas de la clase dominante para colocar a la mujer trabajadora en un rol secundario, reforzando los eslabones que la encadenan a la esclavitud doméstica.

Otro elemento sustancial de la burguesía es el de la institucionalización de los derechos y luchas de la mujer, circunscritas al asunto de los derechos humanos y a los mecanismos y regulaciones del Estado burgués. Así por ejemplo el 8 de Marzo, día emblemático de lucha de la mujer trabajadora, es apropiado como el día de la mujer en general, presentándolo como el reconocimiento a la femineidad, al “sexo débil”: un día rosa; y pintándolo todo de rosa, intentan presentar que se están dando pasos para mejorar las condiciones de la mujer; en el tren urbano, por ejemplo, con los vagones rosas, exclusivos para las mujeres, se pretende solucionar el asunto de la violencia. Pintar de rosa el Estado es para la burguesía la solución que busca ocultar que es el capitalismo y el propio Estado burgués el directo responsable de la situación de explotación de la clase obrera, la mujer obrera, y de opresión de la mujer en general.

No hay que desdeñar que aún y cuando está reducida a mínimas expresiones con relación al Siglo anterior, o inclusive cuatro o cinco décadas, la reacción conservadora de matriz religiosa juega aún un papel nefasto para la situación de la mujer.

Pero el asunto mayor en el que ponemos atención los comunistas de México es aquel relativo a ocultar el carácter de clase en la cuestión de la mujer, como si la situación de la mujer obrera fuera la misma de la mujer burguesa. La lucha de la mujer obrera abrió caminos para conquistas para el conjunto de la mujer, los cuales tienen el límite de no conquistar la emancipación mientras no se conquiste el socialismo-comunismo.

Si bien la burguesía, valiéndose del Estado dirige sus esfuerzos en la esfera de la institucionalidad y de la ideología dominante, son las ideas pequeñoburguesas las que buscan anidar en el movimiento de la mujer para hegemonizarlo y orientarlo en una dirección que levanta murallas con el movimiento obrero y con la clase obrera.

El III Congreso de la Internacional Comunista, en las dos resoluciones que adoptó sobre la cuestión de la mujer ya prevenía sobre lo negativo del feminismo burgués y pequeñoburgués en tanto que conformaban verdaderos obstáculos para la tarea de la revolución socialista, único camino para la emancipación de la clase obrera y de la mujer.

Con un mismo objetivo, en la actualidad, distintos feminismos pequeñoburgueses, acuñados en la academia, fragmentan el movimiento de emancipación de la mujer y atacan a la posición clasista de los comunistas.

No es el caso de enumerarlos todos, pero nombrar algunos permite apreciar la complejidad del fenómeno y las tareas de los comunistas: feminismo antipatriarcal, ecofeminismo, feminismo negro, feminismo decolonial, feminismo queer o posfeminsmo, feminismo “marxista”, feminismo radical, feminismo zapatista, etc, etc.

Más allá de las denominaciones tienen rasgos esenciales comunes, y aunque sus basamentos ideológicos son diversos, son convergentes en cuanto a la acción política. La matriz ideológica puede ser el eclecticismo, el posmodernismo, el trotskismo, el anarquismo, el maoísmo, las teorías de la subalternidad y alteridad (extraídas de una lectura deformada de Gramsci). La mayor parte de estas posiciones se origina en las universidades, en centros de estudios de la “teoría crítica” (funcionales a la socialdemocracia y a los partidos oportunistas) en partidos socialdemócratas y centros del oportunismo como el Partido de la Izquierda Europea (Sobre todo a través de la Fundación Rosa Luxemburgo, con mucha actividad y fondos para América Latina) y su principal vehículo de inoculación son las ONG, las fundaciones, las organizaciones trotskistas y el llamado movimientismo.

Una de las posiciones básicas que se reivindica desde el amplio espectro del feminismo pequeñoburgués es que la cuestión de la mujer es un asunto exclusivo de las mujeres, que estas tienen que empoderarse. No es un argumento nuevo, aunque toma nuevos bríos. Desde la perspectiva clasista es éste un argumento que obstaculiza el camino objetivo de la emancipación de la mujer cuya viabilidad radica en la unidad de la clase obrera de ambos sexos en la lucha por la revolución socialista. Este argumento por supuesto se sustenta en ocultar, además el carácter de clase, la lucha de clases que atraviesa a la mujer, como si no existieran mujeres proletarias y mujeres burguesas.

Otra de las posiciones reduce la emancipación a reformas culturales, jurídicas, epistemológicas, semióticas, pero siempre en el marco del capitalismo. Reformas en la superestructura sin alteración radical de la base económica de la propiedad privada, responsable contemporánea de la desigualdad de la mujer y de la explotación de cientos de millones de obreras en el Mundo. Feminizar el lenguaje, combatir los micromachismos, retomar el concepto de ciudadanía como panacea, reformar hábitos, culturas, leyes, interrelaciones dentro del mismo sistema de explotación, barbarie, feminicidios que es el capitalismo es eximirlo de su responsabilidad en la desigualdad de la mujer, es deslizar un engaño y dirigir la lucha al pantano.

Otro argumento es el de las categorías del patriarcado, sistema patriarcal, parte esencial del discurso pequeñoburgués para explicar las condiciones de vida de las mujeres en general y que rehúye a explicar las condiciones de la vida material, pues oculta dos cuestiones importantes: a) que las condiciones de explotación no cambiarían aunque se quitara a los hombres que representan a los monopolios, ni de la dirección del Estado y se sustituyeran por mujeres, y b) que dentro del sistema capitalista hay muchas mujeres que se ven beneficiadas por su posición de clase, y que sus condiciones de vida se sustentan en la injusticia de la explotación del trabajo asalariado. Esa orientación lleva a un enemigo falso.

Al igual que en la expresión ideológica de la lucha de clases contemporánea, tal como ocurre en el movimiento obrero y sindical, en las luchas populares, en el movimiento de la mujer se presentan la desideologización, el movimientismo, la sectorialización/parcialización, el apoliticismo, el reformismo, y también manifestaciones de anticomunismo.

La urgencia de los comunistas para continuar la tarea en que fuimos pioneros solo podrá ser efectiva circunscribiéndola al criterio clasista, distinguiendo el asunto de la mujer trabajadora y las condiciones materiales que determinan las desigualdades objetivas. Combatiendo en todo momento el interclasismo del feminismo pequeñoburgués, y en las coordenadas del proyecto presentado por Clara Zetkin a la Internacional Comunista:

“ Para que la mujer llegue a obtener la plena equiparación social con el hombre –de hecho y no solo en los textos de leyes y sobre el papel- para que pueda conquistar como el hombre la libertad de movimiento y de acción para todo el género humano, existen dos condiciones indispensables: la abolición de la propiedad privada de los medios de la producción y su sustitución por la propiedad social, y la inserción de la actividad de la mujer en la producción de bienes sociales dentro de un sistema en el que no exista la explotación ni la opresión”.