Las vías nacionales al socialismo: la vía de las reformas, no de la Revolución


Por la Sección de Ideología del Comité Central del Partido Comunista de México

“Para convertir al socialismo en ciencia, era indispensable, ante todo, situarlo en el terreno de la realidad” [1]

Friedrich Engels

“La teoría marxista estableció la verdadera tarea de un partido revolucionario: no componer planes de restructuración de la sociedad ni ocuparse de predicar a los capitalistas y sus acólitos la necesidad de mejorar la situación de los obreros, ni tampoco urdir conjuraciones, sino organizar la lucha de clase del proletariado y dirigir esta lucha, que tiene por objetivo final la conquista del poder político por el proletariado y la organización de la sociedad socialista” [2]

Lenin

Ι

Es muy importante que la Revista Comunista Internacional dedique este número a la reflexión de una obra clásica del marxismo-leninismo, el trabajo de Friedrich Engels Del socialismo utópico al socialismo científico, sobre todo cuando este año también se conmemoran los 200 años del natalicio de éste gran comunista, gran maestro del proletariado, quien junto a Karl Marx fundó la cosmovisión de la clase obrera, la concepción materialista de la historia y el socialismo científico.

I

En el movimiento comunista internacional contemporáneo varios partidos comunistas y obreros sostienen la tesis de las vías nacionales al socialismo, y sobre todo ponen énfasis en los elementos sustanciales de tal propuesta, como la absolutización de la democracia, la soberanía nacional/liberación nacional, las alianzas de clase y políticas con la burguesía y la pequeñaburguesía, el camino parlamentario, el transito pacifico, etc.

¿Pero fue así siempre en el movimiento comunista, fue siempre esa una línea estratégica entre los partidos comunistas?

  • Las tesis básicas de la revolución y el proceso revolucionario aparecen desde los primeros trabajos clásicos del marxismo, en la teoría y práctica de Marx y Engels, y se van enriqueciendo con la experiencia de los comunistas y obreros revolucionarios en el periodo de auge de la lucha de clases en la Europa de 1848, y sobre todo en 1871 con la Comuna de París. Los años que van de 1848 a 1871 fueron caracterizados por Lenin como los del primer periodo en las vicisitudes históricas de la doctrina marxista. En este periodo se establecen ya los contornos esenciales y generales de la teoría de la revolución socialista:
  • -La concepción materialista de la historia en la que se exponen los distintos modos de producción, cuestionando la inmutabilidad de ellos, demostrando que los antagonismos existentes llevan al antagonismo entre lo viejo y lo nuevo, sobre el desenvolvimiento de las premisas materiales, esto es, las fuerzas productivas y las relaciones de producción, y la inevitabilidad de las revoluciones sociales. Todo ello asentado en la lucha de clases como motor de la historia, conclusión sobre la que se asienta la actividad de los comunistas. La base económica objetiva de la revolución social es el conflicto entre las nuevas fuerzas productivas y las viejas relaciones de producción
  • -La anatomía del capitalismo, el proceso de la explotación, engendra a la clase obrera, clase antagónica a la burguesía, y con capacidad para ser la sepulturera del capitalismo, o como explica F. Engels en Del socialismo utópico al socialismo científico: “La contradicción entre la producción social y la apropiación capitalista reviste la forma de antagonismo entre el proletariado y la burguesía”.
  • -En dicha obra, F. Engels especifica algunas nociones y leyes a las que el movimiento revolucionario debe sujetarse independientemente de particularidades y especificidades nacionales: 

“(…) no hay más que un camino: que la sociedad, abiertamente y sin rodeos, tome posesión de esas fuerzas productivas, que ya no admite otra dirección que la suya. Haciéndolo así, el carácter social de los medios de producción y de los productos, que hoy se vuelve contra los mismos productores, rompiendo periódicamente los cauces del modo de producción y de cambio, y que sólo puede imponerse con una fuerza y eficacia tan destructoras como el impulso ciego de las leyes naturales, será puesto en vigor con plena conciencia por los productores y se convertirá, de causa constante de perturbaciones y cataclismos periódicos, en la palanca más poderosa de la producción misma.” (F. Engels, Del Socialismo…, URSS, p. 154) 

O bien, en las conclusiones Del socialismo utópico al socialismo científico:

“III.- Revolución proletaria, solución de las contradicciones: el proletariado toma el Poder político y, por medio de él, convierte en propiedad pública los medios sociales de producción que se le escapan de las manos a la burguesía. Con este acto, redime a los medios de producción de la condición de capital que hasta allí tenían y da a su carácter social plena libertad para imponerse. A partir de ahora, es ya posible una producción social con arreglo a un plan trazado de antemano. El desarrollo de la producción convierte en un anacronismo la subsistencia de diversas clases sociales. A medida que desaparece la anarquía de la producción social, va languideciendo también la autoridad política del Estado. Los hombres, dueños por fin de su propia existencia social, se convierten en dueños de la naturaleza, en dueños de sí mismos, en hombres libres. 

“La realización de este acto que redimirá al mundo, es la misión histórica del proletariado moderno. Y el socialismo científico, expresión teórica del movimiento proletario, es el llamado a investigar las condiciones históricas y, con ello, la naturaleza misma de este acto, infundiendo de este modo a la clase llamada a hacer esta revolución, a la clase hoy oprimida, la conciencia de las condiciones y de la naturaleza de su propia acción.” (F. Engels, pp. 160-161)

-La revolución, como locomotora de la historia, protagonizada por el proletariado, tiene en su carácter contemporáneo el objetivo del socialismo y el comunismo, y corresponde al proletariado realizarla; a diferencia de la revoluciones anteriores ahora no se trata de sustituir una clase explotadora caduca por una nueva clase explotadora, sino de poner fin a la explotación, en consecuencia no basta con tomar posesión de la maquina estatal, sino que hay que destruirla. Estudiar la experiencia de la Comuna de París permite al marxismo llegar a la conclusión de la dictadura del proletariado; no es algo accesorio, opcional o prescindible, es un elemento vital para que la clase obrera lleve adelante sus objetivos históricos. La toma del poder por parte de la clase obrera, una vez que derroca la dominación capitalista, no parte de ocupar el Estado existente, tiene que destruirlo y construir el nuevo Estado, siendo esa la única y exclusiva forma en que el proletariado puede resolver la cuestión del poder, asunto cardinal de toda revolución, como subraya Lenin.

Ahora bien, de 1872 a 1904, viene un periodo pacifico, donde surge el oportunismo y el revisionismo, que precisamente apuntan contra la idea de la revolución y sus fundamentos. Se intentan colocar al marxismo los grilletes de la legalidad y la gradualidad. Los éxitos electorales y sindicales de los partidos de la II Internacional prohíjan ilusiones sobre las reformas como camino al socialismo, y ello precisa atacar al marxismo y su teoría de la revolución. La preparación del proceso revolucionario lleva a los comunistas a chocar con esas teorías; a defender el marxismo de quienes para deformarlo se autodenominan “marxistas”; y a enriquecerlo, desarrollarlo, al ritmo del desenvolvimiento capitalista. Tal enriquecimiento de la teoría se sustenta en consolidar los elementos esenciales e imprescindibles para analizar la realidad y transformarla.

Sin esa preparación teórica, sin luchar a contracorriente por devolverle al marxismo su filo revolucionario no se hubiera forjado el partido de nuevo tipo, el partido de la revolución, el partido comunista.

ΙΙ

Por supuesto los combates teóricos del leninismo contra el oportunismo, así como el enriquecimiento sustancial del marxismo con la cuestión del imperialismo y del Estado, la teoría del partido y la teoría de la revolución socialista, han sido precondición para el avance revolucionario del proletariado, y la gran prueba es la victoria de la Gran Revolución Socialista de Octubre de 1917. Y bajo esa bandera la III Internacional Comunista forja una estrategia unificada que guía con acierto la lucha de clases en un periodo muy complejo de la historia, pues se desencadena de manera coordinada por los países imperialistas la contrarrevolución que tiene por propósito ahogar la construcción socialista.

La III Internacional elabora su estrategia y táctica partiendo de que con el triunfo de la Revolución de Octubre de 1917 se abre una nueva época de revolución social, de transición histórica del capitalismo al socialismo, época que coincidimos en señalar –los partidos comunistas que damos vida a la Revista Comunista Internacional– como de plena vigencia. Es con ese marco que se desenvuelve los elementos esenciales de la estrategia y las tareas de cada sección de la Comintern; sobre lo que es necesario volver a insistir, en dialogo y debate, fecundo, profundo y minucioso con cada Sección, como queda constancia en las fuentes documentales.

En la Internacional Comunista el debate sobre la estrategia es una constante, quien quiera definirla estática está en un error, pues se va ajustando al ritmo de la lucha de clases, o como explicara en varias ocasiones Lenin, corresponde a la ofensiva y a la defensiva, al flujo y al reflujo; sin embargo se fundamenta en los principios comunistas y en los rasgos generales de la época, pues como se afirmaba en la importante editorial de la revista La Internacional Comunista en 1933, “Por la teoría marxista-leninista”:

“Sobre la base sólida del marxismo y del leninismo, y sobre la base de toda la experiencia histórica del movimiento revolucionario internacional, en general, y sobre la práctica de los bolcheviques en tres revoluciones rusas, en particular, se ha elaborado la táctica y la estrategia de la III Internacional, como la continuación inmediata de la táctica y de la estrategia de Marx, como la continuación de la causa de la I Internacional”. [3]

Ahora bien, ya en la Internacional Comunista surgieron algunas tendencias que cuestionaban la necesidad de una estrategia unificada y que colocaban el acento en lo particular y lo especifico, por encima de lo general y las regularidades. Y no queremos referirnos exclusivamente a Browder, sino también a Togliatti y otros. Esta tendencia se exponenció con el viraje del VII Congreso de la Internacional Comunista y las alianzas con la socialdemocracia y fuerzas burguesas para enfrentar al fascismo. Derrotado el fascismo no se procedió a una elaboración conjunta para una estrategia común de los PC, salvo en el ámbito de la Cominform que adoptó posiciones justas.

Browder llevó hasta las últimas consecuencias las tesis de la alianza con los partidos del capital y la socialdemocracia, considerando inclusive innecesaria la existencia del PC de los EEUU, al que intentó disolver. Su influencia fue fatal en los PC de Cuba, México, Chile, Colombia, y si bien fue confrontado por el movimiento comunista internacional, ideas similares se desenvolvieron en otros PC, sobre todo de Europa.

El combate a esta tendencia oportunista, sin embargo, cedió cuando el viraje que se produce en el PCUS se expresa en las tesis del XX Congreso, en lo relativo a que la correlación de fuerzas existentes en el plano internacional entre el campo socialista y capitalista abre la posibilidad para la coexistencia pacífica de los dos sistemas, lo que permitiría la posibilidad del tránsito pacifico al socialismo a través de la acción parlamentaria y de la acumulación gradual de fuerzas; y sobre ello se elaboró la tesis de las vías nacionales al socialismo. Haciendo una caricatura de la teoría marxista-leninista de la revolución socialista, que fue presentada como un recetario dogmático, anquilosado y prescindible.

Subrayamos que se trata de una elaboración completa que tiene que ver con modificaciones estructurales no solo de la estrategia, sino del papel del Partido, la cosmovisión proletaria e incluso de los objetivos programáticos. 

Llama la atención que se insista en la originalidad, la elaboración propia, la riqueza de las peculiaridades. En contraste con ello, vista de conjunto cada vía nacional al socialismo es tan idéntica a otras que son pocas las diferencias, lo que da un cuadro de una estrategia conjunta, pero circunscrita a posiciones oportunistas.

Hoy día podría parecer que estamos haciendo una evaluación de un proceso que tuvo auge hace más de medio siglo y que entró en crisis hace ya bastantes años. Pero en nuestra opinión no es un asunto limitado a un balance de los errores de nuestro movimiento –bajo esas tesis se liquidó al PCM y al movimiento comunista de nuestro país, y bajo ellas se inició la reorganización entre 1994 y el IV Congreso del 2010, hasta que en este último se hace una autocrítica y se produce un viraje con resultados constatables– sino que está en la raíz de tesis oportunistas que hoy están activas.

Los caminos nacionales o vías nacionales al socialismo colocaban la democracia burguesa como un punto de partida para el socialismo. Los asuntos programáticos estaban en la esfera de la “ampliación del régimen democrático”, de ensanchar y defender la democracia descontextualizada de su contenido de clase; lo que ideológicamente es una renuncia a las posiciones revolucionarias de analizar cualquier Estado como una dictadura de clase, y en específico al Estado burgués como una dictadura de clase de la burguesía. Ello por supuesto lleva a otros errores, pero la esencia es que no se busca el derrocamiento del Estado burgués, sino su mejoramiento. Lo que prolongado por décadas llevó a que la militancia de esos partidos considerara la reforma como el objetivo y llegado el momento, por ejemplo con la disolución del PC Italiano, pasaran a formar filas en un partido del orden como el Partido Democrático. La teoría revolucionaria se fue desdibujando en ese proceso y, por ejemplo, la dictadura del proletariado fue objeto de un manoseo vulgar al punto que se consideró prescindible y accesoria; y varios PC, no solo los eurocomunistas, sino algunos que formalmente reivindicaban el leninismo, decidieron retirarla de sus programas absolutizando la defensa de la democracia, es decir la dictadura de clase de la burguesía. Lo que configura por un lado la renuncia a la toma del poder, y por otro la defensa del poder establecido previamente. Y claro, si en los años 70, 80 y 90 ello fue una apostasía, hoy también lo es. En ese punto se comprueba aquella idea de Lenin, de que para atacar al marxismo sus adversarios tienen que vestirse del ropaje “marxista”.

Fundamentando ello, Palmiro Togliatti, uno de los teóricos principales de las vías nacionales dice:

Encontramos los elementos principales de lo que llamaremos la búsqueda y la afirmación de una vía italiana hacia el socialismo, en el primer discurso relativo al programa, pronunciado en Nápoles, el 11 de abril de 1944, en el que abiertamente se afirma: "No se plantea hoy a los obreros italianos el problema de hacer lo que se hizo en Rusia". En el mes de septiembre, del mismo año, se precisa en Rinascita: "La clase obrera sabe que su principal tarea no consiste hoy en luchar por la instauración inmediata de un régimen socialista". En 1947, en la víspera de nuestro VI Congreso, dijimos: "Sin duda alguna el pueblo italiano tiene como tarea seguir esta vía (la del socialismo) usando su propio método, que debe tener en cuenta todas las particularidades, la condición de nuestro país, su situación internacional, su estructura económica y política y sus posibilidades y necesidades de progreso (...) Se indica en seguida un objetivo de estrategia general: la creación de un régimen de democracia progresista, que realice un conjunto de reformas a la estructura económica y social, haciendo, al mismo tiempo, participar en la dirección del país a todas las fuerzas organizadas de las clases trabajadoras. [4]

Hasta un determinado punto la defensa de las conquistas democráticas pueden formar parte de las reivindicaciones de los comunistas, entendiendo la naturaleza de clase del Estado burgués, pero teniendo claro que la clase obrera tiene como objetivo la dictadura del proletariado como elemento que funda la revolución: es decir, el desplazamiento de una clase por otra en la dirección Estatal, y que en el socialismo tal Estado es totalmente nuevo, sustentando en la destrucción del anterior. Por otro lado, el paso de los años y la experiencia de la lucha de clases han puesto de manifiesto que las llamadas conquistas democráticas sólo pueden resolverse, consolidarse y/o ampliarse con la dictadura del proletariado y la revolución socialista. 

No hay que olvidar que absolutizar la democracia llevó a varios PC al choque con los partidos y países donde se construía el socialismo, y con ese pretexto a cuestionar y después renunciar al principio del internacionalismo proletario. Pero si la cuestión democrática es un elemento constituyente de todas las vías nacionales al socialismo, lo mismo en Italia que en Francia, en Japón o en México, la deformación del marxismo-leninismo o la abierta renuncia a él se convirtió en una especie de competencia sobre quién tomaba más distancia de los principios. Así por ejemplo en la vía mexicana al socialismo se llega a plantear que el Estado está por encima de las clases, que es un árbitro que media entre los conflictos existentes puesto que está colocado por encima de ellos. Esta tergiversación llevó a errores de varios años en la lucha.

Volviendo a lo señalado por Togliatti, no hay sino milímetros de distancia en la deriva del Compromiso histórico de Berlinguer o la liquidación encabezada por Natta-Ochetto. Es decir hay una continuidad entre una posición y otra, un nexo, una continuidad.

Bajo esa concepción, para tomar distancia de la construcción socialista, los objetivos programáticos en materia económica son inscritos en la gestión de la economía capitalista: políticas de regulación de impuestos, de redistribución de la riqueza, de subsidio social; nacionalizaciones, pero con Estado capitalista; y claro sistema de economía mixto, con participación estatal (capitalista) y privada, que proyectado a nuestros días prefigura lo que varios PC llaman socialismo de mercado.

Para materializar esa propuesta se diseña una política de alianzas que incluye a la socialdemocracia y a otros partidos del orden capitalista. Quien fue más lejos fue el Compromiso histórico que llegó a contemplar a la Democracia Cristiana; sin embargo las coaliciones de izquierda entre comunistas, socialdemócratas y otras formaciones no difieren en la esencia, aunque la forma pueda ser distinta. Se trata de coaliciones para imponer la austeridad, incluso privatizaciones, medidas de desvalorización del trabajo, en Europa con el apoyo a la OTAN e inclusive a la Unión Europea como unión imperialista. Más aún algunas de esas coaliciones participaron de agresiones imperialistas contra los pueblos. Ningún partido comunista debe participar de coaliciones gubernamentales para gestionar el capitalismo, y tal orientación táctica la estableció el marxismo revolucionario en su crítica al ministerialismo de la II Internacional. Pero tales coaliciones, que per se ya presuponen una renuncia a la independencia de clase y autonomía del Partido Comunista, encierran además la posibilidad de que el propio Partido sea sustituido por el frente/coalición con la denominación que sea (democrático, de izquierda, plural, amplio) o inclusive fundirse en un nuevo partido de izquierda, liquidando así al partido comunista.

Tras varias décadas ¿las vías nacionales nos acercaron al socialismo? En Italia, Francia, España, Bélgica, México, Inglaterra y otros países, donde los PC preconizaron tal concepción, no solo no avanzó la lucha de clases, sino que se retrocedió y los PC sufrieron duros golpes, algunos liquidados y otros han mutando a otra forma política aunque conserven el nombre. Los procesos de reorganización de los partidos comunistas en tales países si no se sustentan en un deslinde abierto y reeditan tales políticas pueden enfrentar nuevamente duros tropiezos.

Las vías nacionales en la mayoría de los casos hicieron ejercicio de gobierno y el balance es negativo. Ideológicamente produjo un corrimiento de importantes sectores de la clase obrera a la influencia de la socialdemocracia. Además, tales gobiernos posibilitaron el ascenso de fuerzas reaccionarias.

III. Los errores teóricos de las vías nacionales

Las posiciones políticas reformistas y oportunistas que están detrás de las llamadas vías nacionales al socialismo, a su vez están fundadas en errores teóricos que buscan deformar la realidad y la aplicación del materialismo dialéctico. La médula de estos errores teóricos es la negación de las leyes generales de la revolución.

Para esto se esgrime el argumento del análisis concreto de la realidad concreta de cada país. No obstante para Marx lo concreto como síntesis de múltiples determinaciones implica que, por la interdependencia universal de los fenómenos, se deben considerar todos los aspectos de la realidad, no obstante la importancia de algunos es mayor ya que hay aspectos de carácter esencial y general que se presentan como regularidades y que subordinan a los aspectos particulares, secundarios y contingentes. 

Así pues, se debe justidimencionar cada aspecto de la realidad, considerando que los aspectos generales no se pueden subordinar a la existencia de particularidades; que las regularidades derivan de determinaciones esenciales, y las singularidades de elementos contingentes que pueden presentarse o no, pero cuya existencia no altera los aspectos esenciales. Abordemos algunos ejemplos.

Una vez que se desarrolla el imperialismo, se afirma una generalidad: el conjunto de los países con desarrollo capitalista se encuentran insertos en la pirámide imperialista. Por lo que independientemente del desarrollo capitalista específico de cada país y del particular lugar que se ocupe en la pirámide imperialista, la estrategia de los comunistas a nivel mundial supone al socialismo como la tarea inmediata sin etapas intermedias. Esto se deriva de que el capitalismo a nivel mundial se encuentra ya en su etapa parasitaria y eso da las condiciones objetivas para el paso al socialismo. 

Las vías nacionales al socialismo que predican el reformismo, una transformación gradual y la conquista progresiva de las instituciones del Estado, niegan la esencia del Estado como un aparato para la dominación de una clase sobre otra. Esta última es una regularidad que se repite en todo lugar y momento en que existe la lucha de clases. No hay particularidad nacional alguna que pueda negar la esencia del Estado. 

La negación del carácter de clase del Estado como una generalidad, conlleva a otro error teórico: la negación de la necesidad de la violencia como partera de la historia, lo que implica negar la vía revolucionaria para la toma del poder. Una vez desestimado que el socialismo implica la toma del poder, se pueden negar otros aspectos de la teoría marxista-leninista: la necesidad del centralismo democrático y del Partido Comunista, entre otros.

Al negar el carácter de clase del Estado también niegan la necesidad de la dictadura del proletariado. No obstante es una generalidad la existencia del Estado en toda sociedad donde exista la lucha de clases y ese también es el caso de socialismo, por lo que la palabrería de algunos “comunistas” de que “dictadura, ni la del proletariado” es solo una fraseología carente de seriedad. 

Con el desarrollo del capitalismo en su fase imperialista se concreta cada vez más la escisión de la sociedad en dos clases sociales, la burguesía y el proletariado, por lo que la lucha de clases se muestra en su esencia antagónica de “clase contra clase”. Derivado de esto, en general no hay motivos para una colaboración entre la clase obrera y alguna parte de la clase burguesa. No obstante, en determinados momentos históricos alguna particularidad puede implicar un cambio contingente que no niega la generalidad. Tal fenómeno se dio durante la Segunda Guerra Mundial, cuando las fuerzas más reaccionarias del capitalismo encarnadas en el fascismo, y al amparo de los centros imperialistas, buscaban destruir la construcción socialista surgida en la URSS; tal situación determinó una actuación particular y momentánea que implicó el desarrollo de la táctica del Frente Popular para que los comunistas a nivel mundial impulsaran el apoyo a la Unión Soviética en colaboración –únicamente para estos fines y sin perder el horizonte de la toma del poder– con sectores de la burguesía. No obstante, pasada la situación particular y sin haberse negado nunca la generalidad, nuevamente se debe impulsar la lucha bajo la táctica que garantizará los objetivos revolucionarios. He aquí un ejemplo de la dialéctica que implica el análisis concreto de la situación concreta. 

Ahí donde se ha priorizado la lucha por la democracia como expresión de una vía nacional diversas organizaciones comunistas han abjurado del objetivo revolucionario de la ruptura. Se han omitido y/o subestimado las consecuencias de tal elección. La cual repercute en contribuir a sustentar la dominación de la burguesía y alejando y desarmando la tentativa de su derrocamiento. En el terreno dialéctico de la realidad contribuir al establecimiento de la democracia es reforzar su modernización y diversificar su defensa contra las acciones del proletariado organizado como clase. No se trata pues de desbrozar o acercar el socialismo, sino de sepultarlo por renovadas maniobras para el sostenimiento y desarrollo del capitalismo. 

Por otro lado, ahí donde se ha estimado que corresponde una etapa intermedia, de liberación nacional o anti-colonial, el compromiso con el establecimiento de un periodo de coalición entre las clases sociales ha significado la renuncia no solo a los intereses del porvenir por parte del proletariado, sino a la solución de los intereses inmediatos del mismo. Abriendo con ello un largo periodo de agonía obrera y popular para establecer y estabilizar el capitalismo en su fase imperialista. Los progresismos han magnificado el empoderamiento de “sus” monopolios y los oportunistas de todo tipo han aprovechado la ocasión para suprimir los liderazgos revolucionarios colectivos o desviar el rumbo de estos. La burguesía ha utilizado la oportunidad a la que se ha convidado y obligado al proletariado a renunciar. Las nociones anti-dialécticas de las llamadas vías nacionales han sembrado la concepción metafísica de que la acción revolucionaria es superflua, de que no se requiere la acción resuelta e independiente de los comunistas para el triunfo de socialismo-comunismo. Que bastan inexistentes transiciones tersas. Y con ello se ha obstruido la necesidad histórica y contemporánea de transformar inmediatamente el triunfo de la democracia burguesa, o su existencia misma, en revolución proletaria, en democracia proletaria. La conclusión es incontrovertible: o la conducción de la sociedad es burguesa o es proletaria en los términos del marxismo-leninismo, por encima de singularidades nacionales o continentales. 

IV

Hoy es posible concluir que las vías nacionales fueron un camino a la reforma, al fortalecimiento de la dominación capitalista y a la mutación de varios PC en partidos del capital; sea como partidos de la socialdemocracia o de la nueva socialdemocracia. 

La mutación ocurrió paulatinamente, con operaciones ideológicas orientadas a golpear la identidad comunista. Hoy la renuncia al materialismo dialéctico; mañana la campaña para escindir a Marx de Engels; otro día la renuncia al centralismo democrático; y el que sigue, el abandono del internacionalismo proletario. Hoy con ataques a Stalin, mañana a Lenin, y en nombre de la “renovación” la renuncia al marxismo-leninismo.

Insistimos, hay lecciones para la actividad contemporánea del movimiento comunista internacional, en crisis ideológica.

Si existe una diferencia es que anteriormente el oportunismo teorizó sus elaboraciones, y hoy se sigue la inercia; en ocasiones denominada como la superación del “infantilismo” y el “dogmatismo”, la madurez.

La experiencia indica que cuando se trata de fundamentar el rumbo erróneo, los oportunistas recurren al informe del camarada Dimitrov en el VII Congreso de la Internacional Comunista, pero en la actualidad las condiciones son distintas. Lo anteriormente descrito hoy se ha elevado a rango de estrategia inmutable, de una manera dogmática.

Renace el debate que coloca el acento en lo particular, lo peculiar, en lo nacional, en el policentrismo. Se considera “natural” la alianza con la socialdemocracia, con la nueva socialdemocracia o con el progresismo. Se participa en coaliciones gubernamentales que aprueban medidas antiobreras y que están conectadas a los periodos de crisis capitalista, cuando se requiere estabilizar al sistema y contener/controlar las respuestas de insumisión de los trabajadores.

Con Lula o Bachelet, con Obrador o Sánchez, con cualquiera, no se da un paso a favor del proceso revolucionario, sino que se impone la confusión, la colaboración de clases.

Tenemos clara la lección y no podemos repetirla.


[1] Engels, Friedrich; Del socialismo utópico al socialismo científico; Editorial Progreso, Moscú

[2] Lenin, Vladimir Ilich; Nuestro Programa

[3] “Por la teoría marxista-leninista”; en La Internacional Comunista, año II, número 2 y 3; Marzo de 1933

[4] Las Tesis del X Congreso del PC Italiano.