Las guerras imperialistas y las tareas de los comunistas


Sección de ideología del CC del PCM

En memoria de Vladimir Ilich Lenin

Cuando en Febrero del 2022 la Federación Rusa intervino militarmente en Ucrania las distintas posiciones que expresaron los partidos comunistas constataron la crisis ideológica, política y estratégica del movimiento comunista internacional; no se trata de una diversidad de enfoques, de pluralidad, sino de una cuestión de principios, en la que no es permisible una doble interpretación: o se marcha bajo la bandera del internacionalismo proletario, o se entra la funesta pendiente que en su día siguió la II Internacional en descomposición al estallar la Primera Guerra Mundial.

La realidad, todo lo material, es cognoscible con el enfoque científico del marxismo-leninismo, y por supuesto el proceso social, el desarrollo social; y si partimos del punto de vista clasista no podemos llegar a dos conclusiones distintas o enfrentadas, salvo que el enfoque no sea clasista, salvo que formalmente se diga partir de nuestra teoría, pero en realidad no, sea porqué se diluyeron algunos de sus elementos y otros fueron desdibujados por el revisionismo o dogmatismo, por el subjetivismo o el eclecticismo: así ocurre por ejemplo con la teoría leninista del imperialismo y también con el asunto de las guerras.

Es necesario destacar algunos elementos esenciales, sin pretender ninguna analogía, de la situación dentro de la II Internacional frente a la guerra imperialista que estalló en 1914.

En el preludio de la primera guerra imperialista la socialdemocracia ratificó su posición internacionalista advirtiendo que su inicio sería también marco para estallidos revolucionarios, como en el caso de la guerra franco-alemana con la Comuna y la ruso-japonesa con la Revolución de 1905. Muy claramente el Manifiesto de Basilea explica que “los trabajadores consideran un crimen disparar unos sobre otros en beneficio de los capitalistas”, llamando a oponerse al militarismo y efectivamente actuando. Pero al estallar la guerra todo fue traicionado, y la socialdemocracia alemana vota los créditos de guerra, con el argumento de que un 30% del Ejército alemán simpatizaba con el socialismo, otros argumentos, algunos muy raros como el de Adler y los austriacos, pero de manera general, la II Internacional entró en bancarrota sustituyendo el marxismo por el socialchauvinismo. Tal sustitución, súbita e intempestiva como todo cambio cualitativo –pero no imprevisible- fue el resultado de una descomposición gradual por la labor consistente del revisionismo y el reformismo que fue minando las posiciones políticas revolucionarias de los partidos obreros, y también porqué le impidió comprender el transito del libre cambio al monopolio dentro del modo de producción capitalista. Puede apreciarse en el debate sobre el imperialismo la gran diferencia, por ejemplo entre Lenin y Kautsky, entre considerar este estadío, o una fase de descomposición y antesala de la Revolución Socialista o un factor progresivo para la paz universal como se teorizaba del “ultraimperialismo”. 

A contracorriente una minoría dentro del movimiento obrero internacional supo cumplir con la responsabilidad, sin dejar de luchar, y afrontar las vicisitudes cotidianas de la lucha de clases, defender la teoría marxista frente a los apostatas y desarrollarla creativamente, sobre todo el Partido Bolchevique y Lenin, en todo lo esencial y llevándola a un punto superior, y los espartaquistas, que pese a su esfuerzo honesto en algunos asuntos titubearon, más en los asuntos esenciales tuvieron una posición correcta; el desarrollo teórico de los bolcheviques afrontó la prueba de la historia exitosamente, con la Gran Revolución Socialista de Octubre, y lamentablemente una de las deficiencias de la Revolución Alemana de 1919 estuvo en que el Partido, como lo concebían, no tuvo las características que se requerían. Tanto los bolcheviques, como los espartaquistas, que tenían un buen grado de desarrollo organizativo e influencia real entre el proletariado no dudaron en trabajar conjuntamente con esfuerzos organizativos mucho menos desarrollados, que se encontraban a nivel de grupos, pero actuaban con base en los principios, en un momento de putrefacción ideológica generalizada. Algunos de esos grupos que en Zimmerwald y Kienthal [1] apoyaron a los internacionalistas y a Lenin, y que contribuyeron a poner las bases de la III Internacional, después se transformaron en partidos, y otros jamás pudieron dejar su cultura de grupo, como el caso de aquel en que participaba Gorter y Panekoek; pero en el momento crítico se posicionaron correctamente. Ahora que se aprecia la quiebra de algunos partidos comunistas que anteriormente parecían estar en una dirección correcta, que al virar abruptamente al campo del oportunismo, provocan que entre sus filas surjan corrientes decididas a no renunciar a las posiciones revolucionarias, ni al internacionalismo proletario, es preciso tener presente el criterio de que la actitud frente a la guerra imperialista en momento de confusiones es la piedra de toque.

No es un dato menor que tal periodo de crisis y bancarrota en el movimiento obrero sea también un periodo de desarrollo teórico y estratégico vital del marxismo, el crisol del marxismo-leninismo: en la economía, el Estado, y los objetivos programáticos, que abrieron paso a la época histórica de transición del capitalismo al socialismo.

Enfocar la naturaleza de clase de la guerra entonces como hoy es la encrucijada de caminos diferentes, y no de caminos distintos a un mismo objetivo, sino de distintos puestos de combate en la lucha de clases, o con la clase obrera y sus intereses inmediatos e históricos o con la dominación clasista del régimen de la explotación. Y en ese punto el esfuerzo teórico de los marxistas revolucionarios permitió las siguientes conclusiones: la guerra es la continuación de la política por otros medios, la guerra es un resultado de los choques y antagonismos irreconciliables entre los distintos países capitalistas, y mientras exista el capitalismo las guerras serán inevitables, por tanto un asunto es mantener la denuncia y confrontación constante con el militarismo y la otra un pacifismo utópico y estéril que piensa que la guerra puede evitarse sin el derrocamiento revolucionario del capitalismo ; durante un cierto periodo mientras en el presente modo de producción –último en que habrá una clase explotadora- el proceso de concentración y centralización no desplazaba aún el librecambismo podían algunas guerras ser justas, pero desde finales del Siglo XIX y principios del Siglo XX como dijo Lenin las guerras fueron imperialistas por ambos lados.

En 1914 ni en Rusia, Austro-Hungría, Francia o Inglaterra hubo un lado justo, no fue una guerra justa por ningún lado, y por tanto con Lenin al frente los revolucionarios internacionalistas precisaron como la tarea no colocarse bajo bandera ajena, sino sostener la independencia de clase.

Hoy algunos sostienen que la guerra no es imperialista por ambos lados, sino que hay un lado justo, a pesar de reconocerse que los países involucrados son capitalistas, y de que el capitalismo se encuentra en su fase superior, el imperialismo.

Por ejemplo se sostiene que Rusia tiene derecho a defender su soberanía, o que es una guerra antifascista; ¡Falacias!; triste posición de algunos PC y de grupos provocadores como la Plataforma Mundial Antiimperialista, que surgió con la específica tarea de atacar a los partidos comunistas revolucionarios.

Sobre la naturaleza de la guerra en Ucrania

Para los revolucionarios el estallido de la guerra ha puesto a la orden del día las discusiones sobre el grado de desarrollo del capitalismo y el significado del imperialismo, sobre la estrategia y la táctica, sobre el papel de los comunistas y las tareas del periodo. Pero para abordar esta discusión es necesario caracterizar la naturaleza de la guerra en Ucrania y su significado.

La guerra imperialista que se libra en Ucrania tiene sus raíces en el triunfo de la contrarrevolución en la URSS y la restauración del capitalismo, en esta región los choques interimperialistas se agudizaron rápidamente, y tuvieron sus momentos centrales con: la decisión de estrechar lazos económicos con Rusia en detrimento de los EEUU y la UE, y la posterior intervención del bloque EEUU-UE en 2014 con el establecimiento de un gobierno afín a sus interés; la respuesta de Rusia anexionado la península de Crimea y en 2022 el inicio formal de la guerra.

El estallido de la guerra en Ucrania ha marcado el inicio de una nueva fase en la disputa interimperialista, donde cada bando se muestra dispuestos a sacrificar a pueblos enteros en búsqueda para asegurar la máxima cuota de ganancia, y donde se agita la sombra de la utilización de armas nucleares y de manera abierta los representantes de la burguesía en ambos bandos hablan de los preparativos necesarios rumbo a la guerra general. En el fondo de la cuestión de la guerra se encuentran los antagonismos de polos imperialistas y en particular de China y EEUU, y de manera derivada el choque entre Rusia y EEUU-UE.

Para Lenin el imperialismo es la fase superior del desarrollo del capitalismo, fase caracterizada por el proceso de concentración y centralización económica, fase del dominio de los monopolios y el cierre de la libre competencia característica del periodo anterior, fase donde no solo la exportación de mercancías sino la exportación de capital tienen un papel central. En el análisis de Lenin esta fase no puede ser evaluada sólo como el desarrollo unilateral de algunos países, debe ser examinada en su conjunto como una fase que es alcanzada por el capitalismo, donde todos los países quedan eslabonados bajo la ley del desarrollo desigual. Lenin observó el desarrollo de este fenómeno a finales del siglo XIX y principios del XX, en un momento donde algunos países empezaron a alcanzar la fase imperialista y esta empezó a eslabonar las relaciones del capitalismo en su conjunto. Lenin señaló el problema de países dependientes y coloniales y semicoloniales, sin embargo el desarrollo de las fuerzas productivas y la lucha de clases (donde la URSS y los comunistas jugaron un papel determinante) ha hecho cambiar ese mundo. Países que a principios del siglo XX tenían un escaso desarrollo de sus fuerzas productivas (como Brasil, México o Australia) o se encontraban sometidos al yugo colonial o semicolonial (como los países del sudeste asiatico) en la actualidad han sufrido un acelerado proceso de desarrollo y se insertan en complejos lazos de interdependencia. En muchos de estos países la historia muestra el nacimiento de la burguesía y su desarrollo por medios pacíficos y violentos que los ha llevado a ocupar posiciones importantes. 

Es necesario deslindarse de los análisis que tratan al imperialismo de manera reduccionista considerándola no una fase del desarrollo general del capitalismo, sino una etapa del desarrollo de algunos países o una serie de políticas exteriores agresivas y que llevan a identificar la lucha antiimperialista solo con la lucha contra ciertas manifestaciones de algunos países capitalistas, visión que en muchas ocasiones se reduce la lucha contra el imperialismo a solo la lucha contra el imperialismo de los EEUU, bajo esta concepción grupos de comunistas han abierto la puerta a alianzas sin principios y quedar a remolque del polo burgués contrario a los EEUU, sin hacer avanzar ni un centímetro la revolución socialista.

La consecuente lucha antimperialista es la lucha contra los monopolios, la lucha contra la burguesía en cada país. En un momento de guerra imperialista, sólo es un revolucionario consecuente aquel que actúa por el derrocamiento de la burguesía, tal como señalaba Lenin “la lucha contra el propio gobierno que lleva a cabo una guerra imperialista, no debe detenerse ante la posibilidad de la derrota del país como resultado de la agitación revolucionaria.” (La conferencia de las secciones del POSDR en el extranjero, 1915)

Señalado el problema de la caracterización de la fase del desarrollo capitalismo observemos la cuestión de la guerra en Ucrania.

Con el triunfo de la contrarrevolución en la URSS las relaciones capitalistas se desarrollaron rápidamente tanto en Rusia como en Ucrania, montadas en los logros técnicos y la capacidad productiva de la industria socialista, la propiedad social pasó a manos privadas que rápidamente concentraron la riqueza dando como resultado monopolios que controlan sectores de la economía, y que en su conjunto tienen en el estado a su representante. La clase obrera de Rusia y Ucrania se vio severamente afectada por el desmantelamiento del socialismo y la restauración del capitalismo, la pérdida de las conquistas sociales como: la sanidad y educación gratuitas, viviendas, jornada de 8 horas, jubilación asegurada para todos los trabajadores, eliminación del desempleo, seguridad social, los pasos importantes para la abolición de la desigualdad de las mujeres, la elección directamente de los centros de trabajo y el derecho a revocarlos; además reaparecieron fenómenos desconocidos como la formación de un ejército industrial de reserva, la reaparición de flagelos como la miseria, el resurgimiento de la explotación, etc. El restablecimiento del capitalismo también significó la división y confrontación del pueblo Ruso y Ucraniano, pueblos que vivieron juntos durante décadas, construyendo una sociedad socialista, y que lucharon juntos en la segunda guerra mundial contra el fascismo. Al mismo tiempo que se ha implementado una operación sistemática para desacreditar los logros del socialismo.

En el proceso de restablecimiento del capitalismo tanto Rusia como los demás países que conformaron la URSS se integraron al sistema imperialista, sin embargo se integraron en diferentes posiciones a razón de la ley de desarrollo desigual. 

Al mismo tiempo que la naciente burguesía rusa y ucraniana se estableció, los monopolios de los EEUU y la UE reclamaron su parte del botín. Se establecieron alianzas políticas, diplomáticas, militares y económicas, varios países ingresaron a la Unión Europea y a la OTAN (Hungría, Polonia y República Checa en 1999; Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania en 2004) apuntalando un polo imperialista.

Los capitalistas rusos tuvieron que ceder posiciones al no tener una correlación de fuerzas favorables en el terreno internacional. Pero poco a poco Rusia —ya con el pleno imperio de las relaciones capitalistas— logró hacerse espacio dentro de la disputa capitalista, sus monopolios y en particular los dedicados a los energéticos, ganaron fuerza y posiciones dentro de los mercados de la UE, al tiempo que militarmente iniciaba una serie de campañas como en Georgia, con Abjasia y Osetia del Sur (1992-94 y 2008); intervenciones en Siria y Medio Oriente; la represión de las manifestaciones obreras en Kazajistán al mando de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, que aunó tropas de Rusia, Bielorrusia, Armenia, Tayikistán y Kirguistán; y el caso de Ucrania desde 2014. Hoy Rusia tiene un alto nivel de desarrollo, siendo la décimo primera economía medido por el PIB nominal y con poderosos monopolios como Gazprom. 

Al mismo tiempo surgen nuevos competidores capitalistas que empiezan a disputar el control de los mercados, las materias primas, los nodos de transportes y el comercio. En particular China se convirtió en la última década en la segunda mayor economía desplazando a países como Francia, Alemania o Japón, y con una tendencia objetiva a desplazar a EEUU de la posición principal dentro del sistema imperialista. China es el principal participante en los BRICS e impulsa proyectos cómo la nueva ruta de la seda. Es claro que EEUU y China compiten por la supremacía, en choques que se expresan en diversos frentes, que en momentos escala a guerras comerciales, establecimiento de aranceles, prohibición del uso de ciertas tecnologías, rompimiento y formación de nuevos acuerdos, escaladas militares, etc. 

A la burguesía Rusa le fue conveniente establecer alianzas con los capitales chinos y las economías capitalistas emergentes agrupadas en los BRICS, así como otras alianzas regionales como la Organización de Cooperación de Shanghái, que se expresaron en declaraciones grandilocuentes como la emanada de la reunión oficial de los mandatarios de Rusia y China en el marco de los Juegos Olímpicos de Invierno en 2022, donde proclamaron que la amistad y la cooperación entre ambas no tiene límites ni zonas vedadas.

Después de la crisis de 2009 el capitalismo buscó colocar a espaldas de la clase obrera a nivel internacional el peso, en los países desarrollados se vivieron años de ajustes y de políticas abiertamente anti obreras, al mismo tiempo los capitalistas buscaron paliar la crisis buscado controlar nuevos mercados, recursos, nodos de transporte, etc, sin embargo a diferencia del siglo XIX, no hay tierras vírgenes donde el capitalismo pueda anidar, esto condicionó un rápido desarrollo de los conflictos entre los distintos polos imperialistas, que se expresaron con guerras comerciales, golpeteos diplomáticos, sanciones económicas, y el estallido de guerras. 

En Ucrania desde el triunfo de la contrarrevolución en la URSS se ha dado un desarrollo capitalista marcado por su interdependencia asimétrica con Rusia y disputa por mercados, recursos naturales, etc., por parte de la burguesía de la UE y los EEUU. Esta disputa se ha desarrollado en Ucrania y explica las convulsiones políticas de las últimas décadas. 

En Ucrania durante los primeros años del siglo XXI se desarrolló una política que buscaba asegurar la máxima ganancia y se llegaron a acuerdos tanto con Rusia como con Europa y los Estados Unidos, sin embargo mientras se desarrollaban las contradicciones entre ambos bloques estas no se podían mantener de manera indefinida, ya en la segunda década Ucrania se encontró en la disyuntiva de elegir entre un Acuerdo de Asociación con la UE o uno en el marco de la Unión Aduanera Euroasiática, promovida por Rusia.

En 2010 llega al poder Víktor Yanukóvich un político apoyado por la burguesía de tendencia prorrusa, con su llegada se intensificó la lucha de las diferentes tendencias de la burguesía en Ucrania. En 2014 el gobierno de Yanukóvich da pasos atrás en la implementación del acuerdo con la Unión Europea y procede a estrechar lazos con Rusia. Parte de la burguesía con apoyo de activo de EEUU y la UE dio un golpe, dando marcha atrás a los planes para profundizar la integración económica de Rusia y Ucrania, en estas maniobras usaron a los grupos nacionalistas y filofascistas, y dieron rienda suelta a la represión contra cualquier expresión comunista. Rusia respondió rápidamente declarando la anexión de la península de Crimea. Al mismo tiempo que ambos bandos iniciaron operaciones para mantener el control de la zona oriental de Ucrania, Rusia reconoció a las llamadas “Repúblicas Populares” de Donetsk y Lugansk en la región de Donbás y bajo el pretexto de la autodefensa y la lucha contra el fascimo se dieron otros tantos pasos hacia la guerra, guerra que finalmente inició con la invasión Rusia a Ucrania el 22 de febrero de 2022.

La guerra en Ucrania es parte de la escalada general de enfrentamientos de los polos imperialistas, que se enrumban a guerras de cada vez mayor escala. 

El papel de los comunistas contra la guerra imperialista

Después de la contrarrevolución en la URSS y en otros países socialistas, se desataron las fuerzas de los monopolios en su competencia despiadada por el control de los mercados y recursos en el mundo. Durante la década de los 90 los Estados Unidos y las potencias europeas aprovecharon la situación para ampliar su influencia económica y militar en el mundo, ahora que el dique socialista había desaparecido. La Primera Guerra del Golfo y las guerras en la antigua Yugoslavia son los casos más emblemáticos de ese periodo. Por un tiempo, los Estados Unidos aprovechó su supremacía en la economía mundial y el final temporal del socialismo, para ampliar su intervención en todo el mundo. No hizo esto sin contradicciones, incluso de sus propios aliados euroatlánticos. 

Tras varias décadas de reblandecimiento ideológico dentro del movimiento comunista internacional, el shock generado por el retroceso temporal del socialismo en Europa del Este y la URSS, llevó a una seria confusión en muchos Partidos Comunistas. Antiguas y equivocadas posiciones sobre el imperialismo comenzaron a penetrar en el movimiento comunista internacional, por ejemplo, el despojar la esencia económica e histórica del imperialismo, como fase superior y última del capitalismo, y considerar unilateralmente sólo sus efectos político-militares, como el carácter agresivo y expansionista de ciertas potencias. De esa forma, el imperialismo fue convirtiéndose en sinónimo de Estados Unidos, y si acaso, se reconocía el papel de algunas potencias europeas, a nivel de aliados subordinados. Las posiciones de Kautsky refutadas por Lenin y la Internacional Comunista volvieron a aflorar dentro del movimiento obrero.

Sin embargo, la burguesía y los monopolios que triunfaron en la contrarrevolución en Rusia y las antiguas repúblicas soviéticas, se fueron fortaleciendo poco a poco, aprovechando el gran desarrollo de las fuerzas productivas acontecido bajo el socialismo. Inicialmente, su representación estatal se limitó a defender su control en la esfera de las antiguas repúblicas soviéticas, como las guerras chechenas o la intervención en los conflictos en Abjasia, Osetia y Transnistria. Sin embargo, después de 20 años de fortalecimiento, Rusia capitalista comenzó a tener una mayor intervención militar internacional, primero en la guerra en Siria, después en Ucrania, así como en África a partir del grupo de mercenarios de Wagner.

En el caso de China, las relaciones capitalistas de producción que fueron avanzando incluso desde la década de los años 70s tuvieron un fuerte impulso durante los inicios del siglo XXI, particularmente con la entrada de China a la Organización Mundial del Comercio. China que en 1990 era apenas la economía 11 a nivel mundial en términos del PIB pasó a disputar la supremacía en el sistema mundial a partir de 2010. Este desarrollo capitalista acelerado vino acompañado de un fortalecimiento de la burguesía china dentro del PCCh, y de la necesidad de los monopolios chinos de competir por el control de rutas, recursos y mercados en el mundo. La Ruta de la Seda es un ejemplo claro de esta necesidad. En menor medida, otros países que el siglo anterior tuvieron un desarrollo capitalista menor, con una economía predominantemente agropecuaria, despegaron rápidamente su desarrollo capitalista en un lapso de 30 años, siguiendo la ley de desarrollo desigual descubierta por Lenin. Países como India, Brasil, México o Turquía han superado incluso a antiguos países coloniales, y han formado fuertes monopolios capaces de defender sus intereses económicos, al menos en el contexto regional.

Estas transformaciones del contexto internacional durante los últimos 30 años no son más que la forma concreta en la que se manifiesta el desarrollo del capitalismo actual en su fase monopólica, es decir, del imperialismo. Y este desarrollo es la base de todos los conflictos militares actuales y de la cada vez más latente guerra imperialista entre los Estados Unidos y China por la supremacía mundial. Ante este escenario una tarea esencial de los comunistas es la lucha implacable contra todas las posiciones políticas e ideológicas que buscan llevar a la clase obrera y los pueblos del mundo a servir de carne de cañón para las actuales y futuras guerras imperialistas. La principal tarea en el plano ideológico es explicar a los trabajadores que el origen de los conflictos diplomáticos, las escaramuzas militares y las guerras imperialistas provienen en última instancia del mismo lugar: la competencia entre los monopolios y sus representantes estatales por el control de rutas comerciales, recursos, mercados e inversiones. 

Esto implica romper lanzas con quienes buscan crear ilusiones de un capitalismo monopolista sin guerras, de una paz duradera bajo el imperialismo. Estas posiciones son defendidas tanto por los agentes políticos de los Estados Unidos y las potencias europeas, con la posibilidad de una “Unión Europea a favor de la paz” o de una “OTAN sin planes militares o sistemas ofensivos”. Pero también, por quienes defienden la ilusión de un “mundo multipolar” pacífico bajo el capitalismo. Estas ideas son muy perniciosas porque bajo la promesa de una paz imperialista futura, se esconde la necesidad de posicionarse abiertamente en favor de la estrategia militar de uno u otro bloque imperialista. 

El ejemplo de la actual guerra en Ucrania muestra que la paz bajo el imperialismo no es más que la fase de preparación de una guerra más amplia y cruenta. La invasión rusa de Ucrania en 2022 fue una nueva fase en la guerra interna que había iniciado desde 2014. Las declaraciones de Zelensky y Merkel mostraron que no había una intención real de la OTAN ni de Ucrania de implementar las medidas del Acuerdo de Minsk. Era sólo una tregua para mejorar su correlación de fuerzas, rearmar y entrenar al ejército ucraniano y asimilar a las bandas fascistas, como Azov. Por su parte, la Federación Rusa, como ha confesado el Surkov, el ex asesor del presidente ruso, tampoco creían en la estabilidad del Acuerdo de Minsk. En su lugar utilizaron ese tiempo para eliminar a los elementos independientes en las autodefensas del Donbás y asimilar la dirección militar y administrativa de las “Repúblicas Populares”, bajo alianza con la burguesía regional. Como nos advirtió el comandante Ernesto Che Guevara en 1961, “no se puede confiar en el imperialismo ni tantito así, nada”. Esto no sólo aplica para los Estados Unidos, sino para todos los países donde impera el poder de los monopolios, porque la bestialidad imperialista “no tiene una frontera determinada, ni pertenece a un país determinado (…) porque es la naturaleza del imperialismo la que bestializa a los hombres, la que los convierte en fieras sedientas de sangre”.

Dentro de esta lucha se encuentra la lucha frontal contra las manifestaciones ideológicas del imperialismo, como el terrorismo, el racismo, el nacionalismo o el cosmopolitismo de la burguesía que busca dividir a la clase obrera y enfrentarla entre sí. Frente a ello debe mostrarse a los obreros que sus únicos aliados naturales son los trabajadores y pueblos de las demás naciones.

En el plano político, una de las tareas principales por las que deben luchar los comunistas es la salida de su propio país de las uniones, bloques y tratados imperialistas. Sean estos de tipo económico, político o militar. Estas uniones imperialistas acrecientan la fuerza de los monopolios, tanto para sojuzgar a sus respectivos trabajadores y sectores populares, como para luchar con el resto de los bloques imperialistas. Hacen más difícil la lucha por el mejoramiento de las condiciones de vida, y en última instancia, la lucha por la revolución socialista. Además, se vuelven en un imán de posibles ataques en las posibles guerras imperialistas futuras. En el caso de nuestro país, el Partido Comunista de México tiene como uno de sus principales objetivos estratégicos la salida de México del TMEC, antes TLCAN. Además, nos oponemos a los intentos de la burguesía mexicana y sus gobiernos de enviar militares mexicanos a conflictos militares externos.

En este punto hay un tema importante en el movimiento comunista internacional que es la participación de los comunistas en gobiernos burgueses. La experiencia actual de la guerra en Ucrania es una muestra evidente de lo equivocado estas posiciones. Algunos partidos defienden la participación en estos gobiernos bajo la idea de que así podrán empujar a los gobiernos hacia posiciones en favor de la clase obrera y los sectores populares. Pero en realidad, resulta lo contrario, se vuelven cómplices de las políticas anti-obreras y antipopulares que necesariamente tienen que implementar estas gestiones ante la crisis capitalista. El Estado burgués, en tanto administrador colectivo de los intereses de la clase dominante, ejerce su diplomacia y su política internacional en función de las necesidades objetivas de sus monopolios. Por eso es que gobiernos socialdemócratas como el de Portugal, España o Chile financian o envían armamento al gobierno reaccionario de Zelensky, pese a cualquier fraseología. Es por eso que el gobierno de López Obrador en México fortalece sus relaciones con Estados Unidos y Canadá y asegura que México se posicionará en favor de EEUU en la competencia comercial con China, pese a algunos guiños demagógicos que llega a hacer. Es por ello, que los comunistas debemos oponernos a todas las gestiones burguesas, sean estas reaccionarias, liberales o socialdemócratas. Apoyar o participar en estos gobiernos ha mostrado en la práctica que no fortalece el movimiento obrero y popular, por el contrario lo desmoviliza, y lo deja inerte ante la ideología burguesa. 

Una tarea inmediata en los marcos de guerras abiertas, como el caso de Ucrania, es la lucha contra el envío de material de guerra y apoyo financiero a cualquiera de los bandos. No permitir que la tierra, el mar o el aire del país sirvan de punto de apoyo para las guerras imperialistas, lo que incluye la lucha por la salida de todas las bases militares extranjeras. Este es un tema importante para el contexto latinoamericano dada la gran presencia de bases estadounidenses, particularmente en Colombia. Pero esto también debe extenderse a la presencia de agentes y agencias policiales y de inteligencia, como en el caso de México, donde la DEA, la CIA y el FBI tienen una historia de impunidad dentro del país, realizando labores de contrainsurgencia e incluso de alianza con los cárteles de las drogas.

Finalmente, una tarea primordial de las y los comunistas es la solidaridad con la lucha de los pueblos. El internacionalismo proletario en todas sus manifestaciones es un elemento crucial en la lucha contra las guerras imperialistas. Frente esta tarea debemos estar siempre en guardia de las formas sutiles en las que la ideología burguesa intenta filtrarse, por ejemplo, en el caso de Palestina, a través de la categoría del terrorismo buscar criminalizar y negar de facto el derecho del pueblo palestino de utilizar todas las formas y métodos de lucha por su liberación contra el ocupante. 

Pero sin duda, igual que durante la primera gran guerra imperialista, y como lo han enfatizado dos declaraciones comunes sobre el asunto de la guerra imperialista en Ucrania, lo central es asegurar la independencia política de los partidos comunistas, tanto de los dos grupos imperialistas en disputa, como de la absurda posición de considerar que esta guerra tiene un lado justo. Es imperialista por ambos lados y por lo tanto no podemos levantar esas banderas ajenas.


[1] “Las conferencias de Zimmerwald y de Kienthal tuvieron su importancia en una época en que era necesario unir a todos los elementos proletarios dispuestos a protestar, en una forma u otra, contra la carnicería imperialista. Pero en el grupo de Zimmerwald penetraron, al lado de elementos netamente comunistas, elementos "centristas", pacifistas y vacilantes.” Dice la Declaración de los participantes de la Conferencia de Zimmerwald al Congreso de la Internacional Comunista, firmada entre otros por Lenin.