La Revolución de Octubre y el Partido de Vanguardia – Algunas Conclusiones Históricas y Teóricas


Kemal Okuyan, Gelenek (Partido Comunista de Turquía)

En febrero de 1917 cuando Rusia tuvo que enfrentar una vez más la realidad de una revolución después de 1905, cualquiera que afirmara que “En Rusia en un periodo de ocho meses la clase obrera llegará al poder bajo la dirección de los bolcheviques y la construcción socialista comenzará”, hubiera pasado por loco.

Indudablemente, ni la clase obrera era una clase que no se tomara en serio, ni los bolcheviques eran insignificantes. El paso histórico, que dotó a la revolución rusa de un sentido socialista en Octubre de 1917 salió de algún sitio. Fue el resultado de largos años de experiencia.

Sin embargo, los factores que convirtieron al partido Bolchevique, la organización de vanguardia de la clase obrera, en un partido en el poder merecen ser estudiados. La estructura de las revoluciones es ciertamente una dimensión de la discusión. Las revoluciones son violentas agitaciones sociales en las cuales la correlación de fuerzas política cambia rápidamente, la polarización de la sociedad se acelera y los sectores sociales que no han sentido la presión de la lucha de clases entran en juego. Más importante, las revoluciones significan una gran crisis para la clase dominante. Que los de abajo no quieran vivir como antes y la clase dominante no sea capaz de gobernar como solía, son dos características que se retroalimentan. Por encima de todo, la situación revolucionaria es la crisis del aparato estatal. Estamos hablando sobre un periodo histórico concreto donde la armonía interna de la clase capitalista no puede ser asegurada a pesar de todos los intentos; las condiciones históricas están maduras para que la clase obrera aproveche la debilidad del régimen existente, para tomar la iniciativa hacia la toma del poder político.

En este periodo histórico solo unos pocos días pueden ser suficientes para que se den cambios políticos que, bajo condiciones ordinarias, pueden tomar años y años. Este era el caso de Rusia en 1917. Un periodo magnifico, muy diferente de estar atascado en una urna electoral y el Parlamento, 1917 fue un año de libertad real donde la palabra y acción de la clase obrera y los campesinos pobres ganó legitimidad, trabajadores armados patrullaban las calles y toda la tropa pudo unirse a las filas de la clase obrera.

Sin la existencia de un actor, el partido de vanguardia, que evaluara esta intenso y especial periodo y que determinase los requisitos de este proceso y diera las respuestas correctas a las nuevas cuestiones que habían surgido, esta energía histórica en la Rusia de 1917 hubiera sido malgastada: o bien la contrarrevolución hubiera triunfado o la revolución rusa se hubiera desvanecido en las manos de una coalición liberal-reformista.

Es este sentido, es útil identificar las características de un partido revolucionario ágil y en guardia que tomó la Revolución Rusa de las manos de aquellos que pretendían demolerla. Usando el marco de la Revolución Socialista de Octubre de 1917 éste artículo ha sido escrito a fin de subrayar las características distintivas, algunas de las cuales han sido pasadas por alto, del “ partido de vanguardia de la clase obrera”.

EL PARTIDO DE VANGUARDIA DE LA CLASE OBRERA RENACE EN EL CONTEXTO REVOLUCIONARIO

“Ni en la naturaleza ni en la historia se producen milagros, pero todo viraje brusco de la historia, incluida cualquier revolución, ofrece un contenido tan rico, desarrolla combinaciones tan inesperadas y originales de formas de lucha y de correlación de las fuerzas en pugna, que muchas cosas pueden parecer milagrosas a la mente del filisteo”. [1]

Así es como Lenin describió la autenticidad de los periodos revolucionarios en su carta publicada en el Pravda en marzo de 1917. ¿Es posible para un instrumento revolucionario, el cual ha sido formado con el objetivo de llevar a la clase obrera al poder, continuar en el mismo camino que antes en un periodo tan crucial para la historia?

Si no estamos retratando al partido de vanguardia de la clase obrera como una institución burocrática y si no estamos bajo una ilusión “parlamentarista” de que el partido aumentará su base social de manera lineal y estable, debemos contestar que no. El partido de vanguardia no puede superar sus responsabilidades históricas sin reestructurarse en la situación revolucionaria. De hecho, la lucha previa, las preparaciones y experiencias del partido, son garantías de una gran y vital transformación que ocurriría durante la situación revolucionaria.

La Revolución de Octubre es la mejor evidencia de que el partido necesita cambiar de fase durante la maduración revolucionaria en la cual las clases sociales se movilizarían rápidamente, donde emergería un nuevo clima político y nada sería lo mismo del lado de los oprimidos. La reestructuración del Partido Bolchevique en 1917 debe ser considerada a través de la dialéctica de continuidad y ruptura. 

En general ¿qué se puede decir sobre el contenido de esta reestructuración?

Primeramente, el crecimiento del partido de vanguardia más allá de su ritmo ordinario y el incremento de la transitividad entre sus miembros y simpatizantes durante la situación revolucionaria es una norma; es imposible materializar una ruptura revolucionaria sin correr estos riesgos. Estamos hablando sobre un crecimiento cuantitativo en el sentido más simple de la palabra. A pesar de que hay incertidumbre acerca del número de miembros del partido antes de la revolución en Rusia, es evidente que el ritmo de crecimiento del partido en 1917 fue excepcional y extremadamente llamativo. Es imposible explicar este vigor sólo con la radicalización y politización de las masas obreras, los bolcheviques asumieron los riesgos de tener unos estándares más flexibles desde marzo de 1917.

Esta flexibilidad no solamente tuvo una dimensión cuantitativa. También se realizaron durante este período nuevos y cruciales reclutamientos, cuyo ejemplo más extremo fue Trotsky. Es una situación novedosa que Lenin y sus camaradas, que no quisieron perder la oportunidad que se acercaba y que tenían la vista puesta en la toma del poder, mostraron la determinación suficiente para incluir a algunos elementos que realmente tenían un peso en el movimiento obrero ruso pero que previamente habían mantenido las distancias. Así, Trotsky entró en el más alto órgano del partido desde arriba y asumió importantes responsabilidades durante los difíciles días de la revolución. Las posiciones previas de Trotsky y otros y, de manera más importante, el desafortunado, peligroso y destructivo rol que asumió después de 1917, no pueden eclipsar la legitimidad del partido bolchevique de abrazar la energía revolucionaria en 1917.

Los bolcheviques tomaron riesgos y el tiempo probó que tenían razón, porque otros factores también acompañaron la transformación cuantitativa y cualitativa a la que nos referimos.

Observamos que la estrategia del partido fue renovada a través de las intervenciones continuas y fue refinada todo lo posible entre abril y octubre de 1917. El partido fue liberado del patrón “revolución democrática-revolución socialista” que siempre había influenciado al partido como resultado tanto de la historia del movimiento obrero internacional como específicamente de la historia genuina de la socialdemocracia rusa durante estos meses. Si esta clarificación, a la cual debe mucho la autoridad personal de Lenin, no se hubiera conseguido, era obvio que el partido hubiera sido sobrepasado por su rápido crecimiento y, lo que es más importante, hubiera sido imposible que, en Rusia, el partido respondiera a las expectativas de los obreros, del campesinado pobre y de millones de soldados provenientes de familias pobres.

Otro asunto que debe ser remarcado, es el renacimiento de la “cultura organizativa” que evitó que el partido se volviera torpe o fuera arrastrado a la derecha o izquierda debido al excesivo crecimiento que logró en 1917. Los bolcheviques habían trabajado durante más de 10 años en un marco organizativo que tenía muy en cuenta la continuidad, productividad, disciplina y seguridad y este marco estaba unido con la teoría del vanguardismo del cual muchas de las formas más avanzadas fueron delineadas en el ¿Qué hacer? de Lenin. Ajustaron la estructura organizativa a las nuevas condiciones durante el periodo revolucionario a fin de preservar esta tradición. En este sentido, consiguieron actuar rápidamente en medio del caos de 1917, aprovechando las oportunidades, haciendo frente a los factores que amenazaban la integridad del partido tanto en la base como en la dirección y resistiendo los golpes del enemigo.

EL PARTIDO LENINSTA EJERCE UNA POLÍTICA COHERENTE Y CENTRALIZADA

Usamos la definición de “centralismo democrático” para describir la estructura organizativa de los partidos de la clase obrera. Este concepto es definido como la “elección de los comités de abajo arriba y la toma de decisiones de arriba abajo”. Muchos movimientos, incluyendo el Partido Bolchevique, tuvieron que luchar durante años bajo unas condiciones históricas tales que hicieron imposible funcionar totalmente según esta definición. Sin embargo, todavía es válido que los partidos de la clase obrera deben preocuparse por seguir estos principios en lo tocante a los mecanismos de toma de decisiones en el mayor grado posible. Habiendo dicho esto, debemos mencionar que el partido de vanguardia es un partido centralizado, sin ninguna cortapisa, en lo que respecta a su política y que esta cuestión no puede ser asociada solo con los mecanismos de toma de decisiones y funcionamiento.

LA POLÍTICA DEL PARTIDO DE VANGUARDIA ES COHERENTE Y CENTRALIZADA

La principal razón para esto debe buscarse en la lógica de la relación entre el partido de vanguardia y la clase obrera misma. La clase obrera tiene una estructura heterogénea en varias dimensiones en cada país. Este hecho, que también está relacionado con la ley del desarrollo desigual del capitalismo, define las características ideológicas, políticas y culturales de la clase obrera. Hay diferencias que conducen a importantes consecuencias sociales entre, por ejemplo, los obreros formados y los obreros sin cualificación, entre los obreros industriales y los trabajadores de servicios, entre los obreros del metal y los trabajadores de las tecnologías de la información. La clase obrera no representa la media de esta riqueza. El partido de vanguardia actúa poniendo a la clase obrera misma o a sus intereses históricos en el centro, por encima de todas las diferencias internas en el seno de la clase. Por lo tanto, el partido de vanguardia interviene en la vida social de forma monolítica, no de forma pluralista. Su política es dirigida del todo a las partes y el localismo no está permitido. 

El carácter centralizado toma su esencia de esto y no puede ser reducido al funcionamiento interno del partido (disciplina, solidez, etc.). Este es uno de los factores que dio a los bolcheviques mayores ventajas en 1917. Como es el caso en todos los levantamientos revolucionarios, en la Rusia de 1917 las masas obreras se movilizaron, participaron en nuevas y novedosas prácticas organizativas y tomaron innumerables iniciativas. Esta movilización de la clase obrera generó una energía revolucionaria que sólo pudo ser aprovechada mediante una política centralizada y coherente. Tanto los mencheviques como otros grupos anarquistas más pequeños perdieron influencia intentando ir detrás de esta movilidad, quedando lejos de entender el verdadero significado de la misión de la clase obrera. 

Algunas de las razones por las que los mencheviques, uno de los más poderosos oponentes de los bolcheviques dentro del movimiento obrero, no fueron capaces de tomar la iniciativa en varias ocasiones en 1917, cuando tenían fuerza suficiente, fue la continua incertidumbre sobre cómo intervenir en las condiciones objetivas dadas, el hecho de que tomaron en cuenta cada una de las diferentes tendencias en la clase obrera y que su dirección quedó directamente influenciada por esta fragmentación. También quedaron atrapados en la búsqueda de soluciones dentro del sistema capitalista, las cuales en el último análisis fueron de hecho reaccionarias. 

No se puede afirmar que los bolcheviques no fueron influenciados por esta variedad en ningún modo. Es conocido que surgieron importantes diferencias de opinión en los puntos de inflexión críticos de 1917 dentro del Comité Central del partido, entre el Comité Central y la organización militar, entre el Comité Central y los representantes de los Soviets, entre el Comité Central y la organización de Petrogrado. Estas diferencias de opinión, que a veces pusieron al partido en una difícil situación y lo llevaron al borde de la destrucción, fueron documentadas.

Sin embargo, la dirección bolchevique no experimentó ninguna confusión de ideas gracias al fuerte liderazgo y autoridad personal de Lenin e, incluso, cuando hubo alguna duda, fue capaz de llevar a la clase obrera al poder realizado la intervención correcta en el momento más crucial.

La perfección “técnica” del plan del 6-7 de noviembre, cuyo símbolo fue la toma del Palacio de Invierno, pero que fue en realidad un movimiento dirigido a eliminar la dualidad de poderes en favor de la clase obrera, lleva generalmente a la visión equivocada de que la superioridad de los bolcheviques proviene de actos organizativos. Sin embargo, los bolcheviques solían poner la coherencia en política y la perspectiva de la toma del poder en el centro de cada iniciativa táctica. Su capacidad organizativa y operacional fue resultado de esta perspectiva.

Para explicar la importancia de la unidad del partido de la clase obrera, la autoridad de su dirección y su coherencia, es suficiente echar un vistazo a la situación de Rusia en 1917. Muchos casos muestran que en la lucha revolucionaria no hay aciertos o errores “absolutos”. Definir una decisión o una actitud como “equivocada” o “certera” puede no ser posible, incluso a posteriori. Lo que es importante en este aspecto es la coherencia: cómo las decisiones consecutivas se van retroalimentando y la existencia de una estrategia revolucionaria sólida

La garantía para ello es la fuerza y el liderazgo así como su continuidad. Un partido revolucionario no puede cambiar de estrategia en cada momento clave, no puede renovar su dirección a cada momento y triunfar con una dirección que no tiene autoridad sobre el partido.

La prueba más trágica que demuestra la validez de esta característica del partido leninista tuvo lugar solo dos años después de la Revolución de Octubre, en Alemania, que era considerado el centro más importante del movimiento obrero internacional. La confusión experimentada en el congreso fundacional del KPD entre los espartaquistas, que habían decidido romper con la socialdemocracia y establecer un partido comunista mientras la clase obrera alemana estaba levantándose en muchas partes, es muy instructiva. Los líderes más importantes y conocidos del movimiento, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht no pudieron convencer a los delgados en los debates relacionados con la posición que debía ser tomada en las siguientes elecciones, por lo que la dirección tuvo que mantenerse detrás de una decisión que no compartían y el partido se enfrascó en una gran tragedia en la cual perdieron a sus dos valiosos líderes en los siguientes meses.

ESTE ES UN EJEMPLO DE LA FETICHIZACIÓN DE LA DEMOCRACIA FORMAL

Otro hecho que hemos aprendido del ejemplo alemán en relación con la teoría del partido de vanguardia son los límites de las acciones espontáneas de la clase obrera. 

Aunque siempre estuvieron de lado del movimiento obrero alemán, la debilidad más significativa de Luxemburgo y Liebknecht fue su escepticismo hacia la idea del “partido de vanguardia” y su exceso de énfasis en las acciones autónomas de la clase obrera, especialmente en lo concerniente a las huelgas de masas.

En el artículo escrito por Rosa Luxemburgo en 1918, se observa con claridad cómo los aciertos y los errores están entrelazados y cómo el rol del partido de vanguardia es subestimado:

“La Liga Espartaco nunca tomará el poder gubernamental, salvo en respuesta a la voluntad clara e inequívoca de la gran mayoría de la masa proletaria de toda Alemania, si no es con la aceptación consciente del proletariado de los puntos de vista, objetivos, y métodos de lucha de la Liga Espartaco. 

La revolución proletaria puede alcanzar plena claridad y madurez solo por etapas, paso a paso, en el doloroso camino de su propia amarga experiencia en la lucha, a través de derrotas y victorias.

La victoria de la Liga Espartaco no vendrá al principio, sino al final de la Revolución. Es idéntica a la victoria de las grandes masas del proletariado socialista” [2]

Este pasaje citado no sólo da una idea acerca del rol de las debilidades de los “factores subjetivos” en el fracaso de la revolución alemana, sino también demuestra las ventajas de la comprensión de la necesidades organizativas que los bolcheviques tuvieron durante la Revolución de Octubre. 

Rosa Luxemburgo habla sobre una gran mayoría; sin embargo, olvida claramente que el factor cuantitativo no puede ser calculado durante las revoluciones, que los equilibrios cambian a cada hora, que todas las revoluciones en la historia han triunfado por un apoyo de masas dinámico que posibilita la toma del poder no por una mayoría del 51 por ciento, ¡y olvida que su camarada Karl Liebknecht no tenía ninguna prueba de que la gran mayoría apoyase la decisión cuando estaba proclamando el poder soviético en Alemania frente al Reichstag en ese mismo periodo!

La Revolución de Octubre triunfó porque la voluntad de millones de trabajadores apuntaba en esa dirección, no porque la “gran mayoría”, de la cual no tenemos ningún criterio de medida, lo quisiera.

Es triste que una revolucionaria insobornable como Rosa Luxemburgo, que odiaba el capitalismo hasta la muerte, se aparte tanto de la perspectiva de tomar el poder político, que tenga una visión vaga de la idea del partido de vanguardia y los posteriores intentos de socavar la realidad de que la toma del poder es el comienzo de una revolución socialista.

Al comparar la Rusia de 1917 con la Alemania de 1919, no partimos de que la revolución hubiera triunfado en Alemania si no hubiese faltado la existencia de un partido de vanguardia. Es difícil conjeturar qué hubiera ocurrido. Sin embargo, es un hecho que la Revolución Rusa no hubiera acabado instaurando el poder proletario en ausencia del partido leninista.

Por tanto, llegamos al punto final que queremos subrayar. La Revolución de Octubre es más que una simple ruptura con la socialdemocracia. La razón por la que se pasó a utilizar el nombre de “Partido Comunista” en la arena internacional después de la revolución es clarificar la razón de ser de los partidos de la clase obrera. Los Partidos Comunistas tendrán que afrontar varias tareas: luchar por las reivindicaciones diarias pero también contra la guerra, contra el fascismo o el racismo, por las libertades y por la paz. Sin embargo, esto no descarta la principal misión de los partidos comunistas: el Partido Comunista es un partido para la revolución socialista. Debe vincular todas sus actividades hacia este fin.

Esto es exactamente lo que el partido de Lenin indicó en 1917.

Esta es la razón por la que nuestro camino es el camino de la Revolución de Octubre, nuestro camino es el camino del partido bolchevique.


[1] Lenin, Vladimir Ilich; Cartas desde lejos, Obras Escogidas. Tomo 2. Progreso, Moscú, 1961. 

[2] Rosa Luxemburgo; ¿Que quiere la Liga Espartaco? (1918)