La OTAN y la UE: Alianzas inter-estatales imperialistas, rivalidad inter-imperialista, expansionismo, la amenaza a la paz y los peligros de la agresión y la guerra


Gerry Grainger

En marzo de 1946, Winston Churchill, en un discurso pronunciado en el Westminster College en Fulton, Missouri, EEUU, hizo un llamamiento para la creación de una alianza militar anglo-americana para luchar contra “el comunismo oriental”. El Presidente de EEUU, Harry S. Truman, compartía estrado con Churchill. Churchill declaró que “Occidente” debía prepararse para sostener esa lucha durante los siglos venideros. La afirmación no era simple retórica. En una rabiosa y paranoica diatriba contra “la Rusia soviética y su organización comunista mundial”, que nacía de una patológica hostilidad hacia el socialismo intoxicada por la morbosa fascinación de lo que contemplaba como la superioridad militar estadounidense en aquel momento, Churchill se lanzó a una peligrosa y deliberada provocación diseñada para reforzar el imperialismo y para asentar las bases para la creación de una nueva alianza inter-estatal imperialista.

Un año más tarde, en marzo de 1947, Truman hizo pública lo que en adelante se conocería como “Doctrina Truman”, en un discurso ante el Congreso de los EEUU en el que solicitaba una ayuda para Grecia y Turquía por valor de 400 millones de dólares, bajo el falso pretexto de salvaguardar su “seguridad nacional”, asumiendo de manera arrogante la responsabilidad de “defender” a Europa del denominado “peligro comunista”.

En marzo de 1948, Bélgica, Francia, Luxemburgo, los Países Bajos y el Reino Unido entraron a formar parte del Tratado de Bruselas, lo que fue la base para el acuerdo de creación de una alianza militar. El Primer Ministro francés, René Plevin, presentó abiertamente el concepto de un ejército europeo y lo incluyó en su propuesta de 1950 para crear una “Comunidad Europea de Defensa” (CED) que contemplaba la creación de ese ejército europeo “ligado a las instituciones políticas de una Europa unida”. La República Federal de Alemania,  Bélgica, Francia, Luxemburgo, los Países Bajos e Italia firmaron en 1952 el Tratado de la CED. En abril de 1949, miembros de esa alianza militar (con la exclusión de Alemania Occidental) y los EEUU, Canadá, Islandia, Dinamarca, Noruega, Italia y la Portugal fascista firmaron el Tratado del Atlántico Norte que daría pie a la Organización del Tratado del Atlántico Norte. En 1952 se unieron Grecia y Turquía y, en octubre de 1954, los miembros de la OTAN firmaron los Acuerdos de París, por los que se admitía a Alemania Occidental en la alianza. Por medio de este dispositivo hostil y agresivo, Europa quedaba dividida y Europa Occidental comprometida con una implacable hostilidad hacia el socialismo y hacia los Estados socialistas. Este aparato, que obviamente no tenía nada que ver con la defensa o la preservación de la paz, estaba diseñado para generar una ventaja militar unilateral para las potencias imperialistas y para modificar a su favor el equilibrio de fuerzas.

Este proceso tuvo su réplica en 1951 con la creación del ANZUS en el Pacífico Sur, de la  SEATO en el sureste asiático en 1955 y del “Pacto de Bagdad” (que más tarde se convertiría en la CENTO y cuyo cuartel general pasaría de Bagdad a Ankara en 1958) en Oriente Medio. Con la creación de estos bloques hostiles y agresivos el imperialismo, colocado en la confrontación militar, aspiraba a rodear y amenazar a aquellos Estados que buscaban la construcción de un futuro socialista.

Para llegar a una correcta comprensión del imperialismo es vital la plena comprensión de sus características. La competencia es un ingrediente esencial del modo capitalista de producción. “La competencia”, escribía Marx, “obliga al fabricante a producir cada vez más barato y, por consiguiente, a una escala cada vez mayor, esto es, con más capital, con una cada vez mayor división del trabajo y con un incremento constante en el uso de maquinaria”[1]. Como explicaba Marx, escribiendo en un momento de capitalismo pre-monopolista, “todos los fenómenos destructores suscitados por la libre concurrencia en el interior de un país se reproducen en proporciones más gigantescas en el mercado mundial ”[2].

En el curso de este proceso, el carácter de la competencia cambia. Cuando el crecimiento cuantitativo alcanza un cierto nivel, se producen cambios cualitativos en el sistema de relaciones capitalistas de producción, con lo cual la competencia conduce a la concentración de capital y al monopolio. Estos desarrollos, a su vez, dan paso a una intensa rivalidad en la búsqueda de beneficios y a una lucha por la división y la re-división del mundo por parte de las principales potencias capitalistas.

Lenin subrayó los desarrollos cualitativos en la estructura del capitalismo que eran las fuerzas que estaban tras el imperialismo. Como Lenin declaró, “el imperialismo es el capitalismo en la fase de desarrollo en que ha tomado cuerpo la dominación de los monopolios y del capital financiero, ha adquirido señalada importancia la exportación de capitales, ha empezado el reparto del mundo por los trusts internacionales y ha terminado el reparto de toda la Tierra entre los países capitalistas más importantes”[3]. Lenin expuso con claridad tanto el crecimiento de los monopolios y los cambios que lleva asociados en la economía capitalista, como la necesidad de exportar capital en lugar de mercancías.

Lenin aclaró: “El imperialismo surgió como desarrollo y continuación directa de las propiedades fundamentales del capitalismo en general. Pero el capitalismo se trocó en imperialismo capitalista únicamente cuando llegó a un grado determinado, muy alto, de su desarrollo, cuando algunas de las características fundamentales del capitalismo comenzaron a convertirse en su antítesis, cuando tomaron cuerpo y se manifestaron en toda la línea los rasgos de la época de transición del capitalismo a una estructura económica y social más elevada. Lo que hay de fundamental en este proceso, desde el punto de vista económico, es la sustitución de la libre competencia capitalista por los  monopolios capitalistas. La libre competencia es la característica fundamental del capitalismo y de la producción mercantil en general; el monopolio es todo lo contrario de la libre competencia, pero esta última se va convirtiendo ante nuestros ojos en monopolio, creando la gran producción, desplazando a la pequeña, remplazando la gran producción por otra todavía mayor y concentrando la producción y el capital hasta el punto que de su seno ha surgido y surge el monopolio: los cárteles, los consorcios, los trusts, y, fusionándose con ellos, el capital de una docena escasa de bancos que manejan miles de millones. Y al mismo tiempo, los monopolios, que surgen de la libre competencia, no la eliminan, sino que existen por encima de ella y al lado de ella, dando origen así a contradicciones, roces y conflictos particularmente agudos y bruscos. El monopolio es el tránsito del capitalismo a un régimen superior. 

Si fuera necesario dar una definición lo más breve posible del imperialismo, debería decirse que el imperialismo es la fase monopolista del capitalismo. Esa definición  comprendería lo principal, pues, por una parte, el capital financiero es el capital bancario de algunos grandes bancos monopolistas fundido con el capital de las alianzas monopolistas de los industriales y, por otra, el reparto del mundo es el tránsito de la política colonial, que se extiende sin obstáculos a las regiones todavía no conquistadas por ninguna potencia capitalista, a la política colonial de dominación monopolista de los territorios del globo enteramente repartido”[4].

El imperativo imperialista de la expansión capitalista sigue siendo una realidad. El imperialismo, como fase final del capitalismo, no es solamente un instrumento de explotación y de engrandecimiento, es un mecanismo esencial para preservar los intereses del capital y los monopolios. El momento presente confirma que el capitalismo es capitalismo monopolista, imperialismo, cuya principal característica es la dominación de los monopolios, y que la abolición del capitalismo sigue siendo un elemento central en la agenda de la historia. Lenin estableció convincentemente que el desarrollo del capitalismo monopolista y monopolista de Estado representaba una negación del capitalismo como sistema social y que su evolución hacia una forma más elevada y regulada hacía surgir la cuestión de su derrocamiento revolucionario. El imperialismo dio lugar a las primeras guerras mundiales de la historia de la humanidad. Incapaces de explotar su inmensa capacidad productiva e impacientes por desbancar a sus rivales, los monopolios presionaban de manera incesante hacia el expansionismo en su búsqueda de nuevos mercados, materias primas, mano de obra barata e inversiones. La creación y la ampliación de los monopolios se ha acelerado en gran medida desde la 2ª Guerra Mundial.

A principios de los años 60 del siglo XX, los EEUU mantenían 2.230 bases militares fuera de su territorio. Los EEUU y la OTAN proporcionaban apoyo a regímenes coloniales reaccionarios. La Sudáfrica racista, Rodesia, Corea del Sur, Chile y Paraguay recibieron de manera sistemática ayuda y asistencia militar de la OTAN, y la OTAN estableció una larga lista de agresiones directas y encubiertas contra genuinos movimientos de liberación nacional y fuerzas progresistas comprometidas en la lucha por la paz, la independencia, la libertad y la igualdad.

La OTAN ayudó activamente a los colonialistas franceses en Indochina, Túnez, Marruecos y Argelia; a los colonialistas holandeses en Indonesia, y a los colonialistas portugueses en Angola y Mozambique. Estaba claro que, desde sus inicios, la OTAN se inclinaba por la intervención militar mucho más allá del alcance de su supuesta y original esfera de influencia.

Durante los años 70 del siglo XX, la OTAN amplió su campo de operaciones al Atlántico Sur, partes de África y el Océano Índico. En 1978 el general norteamericano Alexander Haigh declaró: “Los intereses de la OTAN trascienden el área de la OTAN (…) Incluso a nivel regional debemos adquirir capacidades militares que puedan servir como elemento de disuasión (…) en el Tercer Mundo”[5]. En febrero de 1980, el Frankfurter Allgemeine Zeitung señalaba: “El comandante de las fuerzas de la OTAN en el sur de Europa, Almirante Harold Shear, definió a la totalidad del continente africano, la totalidad de Oriente Medio y el Océano Índico, además de sus Estados ribereños,  como el flanco sur de la OTAN”.

En un discurso pronunciado en Los Ángeles el 20 de febrero de 1978, el Secretario de Defensa de EEUU, Harold Brown, comentó refiriéndose a Oriente Medio: “Puesto que esta región contiene las mayores reservas petrolíferas del mundo, la seguridad de Oriente Medio y del Golfo Pérsico no pueden separarse de nuestra propia seguridad ni de la seguridad de la OTAN y de nuestros aliados en Asia”.

A finales de los años 70 del siglo XX, los EEUU desarrollaron una fuerza de “intervención rápida” diseñada para detener el avance de los movimientos de liberación nacional y social y para proteger y asegurar posiciones para los monopolios. En diciembre de 1979, el Consejero de Seguridad de la Casa Blanca, Zbigniew Brzezinski, concibió el uso de esa fuerza de “intervención rápida” con el propósito de asestar un “primer golpe”, declarando: “La fuerza de intervención rápida de los Estados Unidos, que actualmente se está constituyendo, nos dará la capacidad de responder con rapidez, eficacia y quizás antes que el enemigo en aquellas partes del mundo donde nuestros intereses esenciales se ven afectados y donde no hay fuerzas de Estados Unidos desplegadas de manera permanente”[6].

En octubre de 1973, la Campaña Británica para el Desarme Nuclear publicó información relacionada con investigaciones científicas en universidades y facultades británicas que estaban siendo financiadas por el Departamento de Defensa de EEUU, el Ministerio de Defensa británico y la OTAN. En el panfleto “Basta de estudiar la guerra”[7] se exponían detalles del “programa científico” de la OTAN en universidades y facultades de Gran Bretaña e Irlanda del Norte que cubrían una amplia variedad de áreas de estudio incluyendo la aviación militar, la inteligencia militar, las armas biológicas y la guerra naval.

Codo a codo con la OTAN: el desarrollo de la unión inter-estatal capitalista europea.

La primera fase del desarrollo del llamado proyecto europeo comenzó con la adopción del Tratado de Roma en 1956 por parte de los seis miembros originales del Mercado Común, a través del primer tramo de expansión y hasta la adopción del Acta Única Europea de 1987. La siguiente fase del desarrollo del proyecto de la UE – convertir la entonces CEE desde su condición de “Mercado Común” en un bloque unificado política y militarmente – avanzó a través de distintas fases durante las últimas tres décadas. Las primeras bases de desarrollo fueron puestas por el Tratado de Maastricht, el Tratado de Niza, la adopción del euro, la masiva expansión del grupo de los diez y la Constitución de la Unión Europea / el Tratado de Lisboa.

En los años 80 y 90 del siglo XX, los Estados Unidos y la OTAN incrementaron el empleo de estratagemas económicas internacionales que incluían embargos, bloqueos de crédito y tecnologías, acuerdos comerciales injustos y sanciones con las que reforzar sus intereses, intensificar la explotación y fortalecer a los monopolios. La militarización de la economía, la ideología y la vida política en los principales Estados capitalistas fue acompañada por un recíproco declive en las condiciones de vida de la clase trabajadora.

El Acta Única Europea (firmada en 1986 y adoptada formalmente en 1987) aseguró  una política exterior europea cuyas disposiciones se convertían en parte del derecho europeo. El Tratado de Amsterdam de 1992 añadía disposiciones de defensa y, en 1999, la UE creó el Comité Político y de Seguridad y acordó establecer una fuerza military de la UE, incluyendo la creación de una “Fuerza de Intervención Rápida” de la UE. En diciembre de 2001, la UE declaró ser “militarmente operativa”. En 2003, en el transcurso de una cumbre militar franco-británica, se sugirió la creación de Grupos de Combate de la UE más pequeños, lo que fue acordado por la UE en la cumbre de Londres celebrada en diciembre de ese mismo año. El Tratado de Lisboa reforzaba el concepto de la UE como una entidad legal distinta, separada de los Estados individuales y superior a éstos, los cuales estaban obligados a apoyar la política exterior, de defensa y seguridad de la UE en. De manera creciente, la UE, como una unión inter-estatal capitalista, ha seguido jugando un importante papel en el eje UE-EEUU-OTAN. En 1988, la OTAN declaró tener 5,4 millones de efectivos en servicio y más de 7 millones de reservistas.

En 1991, el Presidente francés, François Miterrand, y el Canciller alemán, Helmut Kohl, propusieron que la Unión Europea Occidental (UEO) fuese componente integral de la Identidad Europea de Seguridad y Defensa (IESD). En 1992 la UEO anunció tres niveles de intensidad en el combate: las llamadas “misiones Petersberg”. Estaba previsto que la IESD se crease como una parte “separable pero no separada” de la OTAN. Esto fue aprobado en la conferencia de Maastricht en diciembre de 1991, lo que convertiría a la UEO en el brazo armado de la UE. Con anterioridad a la firma del Tratado de Maastricht, había fuerzas que mantenían la llamada posición “Atlantista”, favorable a que la OTAN fuera el primer dispositivo de defensa, y los llamados “Europeístas”, que preferían que Europa desarrollara una capacidad de defensa, al menos nominalmente independiente de los EEUU. Se preveía que la IESD se centrase en la propuesta de Política Exterior y de Seguridad Común de la UE (PESC) como nueva versión de la UEO. El desarrollo de una moneda común europea como mecanismo para alcanzar un mercado europeo integrado se percibía también como un desafío sobre el terreno a la posición de dominio de EEUU, lo que dio lugar a fricciones inter-imperialistas. 

Esto fue confirmado por la posterior aparición de un documento, un borrador del Pentágono de la Guía para la Planificación de la Defensa, supuestamente filtrado a la prensa, que parecía confirmar la profunda desconfianza de EEUU hacia Japón y Alemania y el miedo de que ésta pudiera llevar a una competencia global con los EEUU, a una crisis sobre intereses nacionales y rivalidad militar, mientras ponía énfasis en la primacía de la OTAN  sobre cualquier acuerdo de seguridad sólo para Europa. El documento destacaba la petición de primacía de los intereses de EEUU afirmando que “debemos mantener los mecanismos para disuadir a cualquier competidor potencial que aspire a jugar un mayor papel a nivel regional o global”. Este documento también sugería que “la mejor forma de integrar a los países de Europa Central y del Este en occidente … consiste en hacerles partícipes de las organizaciones económicas y políticas occidentales”, refiriéndose a una inmediata incorporación a la UE en calidad de miembros y a la “ampliación de la relación con la OTAN”[8]. A partir de ahí, la burguesía europea redescubrió su compromiso esencial con la OTAN y señaló que la UEO estaba pensada como un complemento más que como una competencia de la OTAN.

El Tratado sobre la Unión Europea (TUE), que fue negociado en Maastricht en 1991 y firmado el 7 de febrero de 1992, establecía una Unión Europea que incorporaba a las Comunidades Europeas complementadas por “las políticas y formas de cooperación establecidas por el presente Tratado”[9]. Uno de los objetivos declarados era el de asentar la identidad de la Unión Europea “en la escena internacional, en particular por medio de la implementación de una política exterior y de seguridad común que incluirá el marco para una eventual política de defensa común”. Según el artículo J.2, los Estados miembros accedían a informar y consultarse los unos a los otros en asuntos de política exterior y seguridad para garantizar que sus influencia combinada pudiera ser ejercida de la manera más efectiva posible “mediante una acción concertada y convergente”. A causa de las provisiones del Tratado, el Consejo quedaba autorizado a definir “Posiciones Comunes” y los Estados miembros fueron requeridos a asegurar que sus políticas nacionales se adaptaban a las “posiciones comunes”. El artículo J.3 permitía la adopción de una “Acción Común” en asuntos exteriores y de seguridad y el J.4 declaraba que la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) “abarcará todas las cuestiones relativas a la seguridad de la Unión Europea, incluida la definición, en el futuro, de una política de defensa común…” Estaba claro, sin embargo, que lo que se preveía era la intención de no mantener una política incompatible con cualquier política establecida en el interior de la estructura de la OTAN  o que pudiera interferir en la colaboración entre la OTAN y la UEO.

En junio de 1992, el Consejo Europeo de Lisboa estableció los objetivos para las acciones conjuntas, así como las regiones concretas designadas para esas acciones conjuntas: Europa Central y del Este, incluyendo la antigua Unión Soviética y los Balcanes, el Mediterraneo, el Magreb y Oriente Medio. En 1993, el Consejo Permanente y el Secretariado General de la UEO fueron transferidos desde Londres a Bruselas con el objetivo declarado de acercarlos a la OTAN y la UE. 

El concepto de expansión hacia el Este fue formalmente propuesto en diciembre de 1994. En 1999, Polonia, Hungría y la República Checa se convirtieron en miembros plenos de la OTAN. Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Rumanía y Eslovenia se convirtieron en miembros en 2004, seguidos de Albania y Croacia en 2009. En la cumbre de la OTAN celebrada en Bucarest en abril de 2008, se consideró la posibilidad de admitir como miembros a Ucrania y Georgia. En 2011, la OTAN reconoció oficialmente cuatro aspirantes a miembros: Bosnia y Herzegovina, Georgia, Macedonia y Montenegro. Desde 1989, todos los nuevos miembros de la UE se han convertido en miembros de la OTAN. A los países adheridos se les requiere el alineamiento de sus políticas de seguridad y defensa con las de la OTAN. 

En 1994, la OTAN puso en marcha el denominado “Partenariado por la Paz” (PpP). Éste fue propuesto como iniciativa de EEUU durante la reunión de ministros de defensa de la OTAN celebrada en Alemania en octubre de 1993, y lanzado formalmente en enero de 1994, durante la cumbre de la OTAN en Bruselas. Este paso fue alabado por la OTAN al suponer adoptar “un papel importante en la ampliación de la OTAN”. En la actualidad, Chipre es el único Estado miembro de la UE que no es miembro de la OTAN ni del PpP. En enero de 2014, el presidente de Chipre, Nicos Anastasiades, planteó la determinación del gobierno para iniciar el proceso de  incorporación al PpP de la OTAN. AKEL ha denunciado a la OTAN y condenado la creciente militarización de las relaciones internacionales, así como las agresiones llevadas a cabo por la OTAN-EEUU-UE en el Este de Europa y en todas partes[10].

En 1998, la Declaración de Saint Malo, que supuso otro paso hacia el incremento de la capacidad militar europea, declaró que la UE “debe tener la capacidad para emprender acciones autónomas, respaldada por fuerzas militares dignas de credibilidad, los medios para decidir su uso y la disposición a hacerlo…” Este mecanismo fue caracterizado como una Política Europea de Seguridad y la Defensa (PESD).

Con posterioridad a Maastricht, la OTAN permitió a la UEO la utilización de los recursos de la OTAN a través de las Fuerzas Combinadas Conjuntas (CJTFs) y, más tarde, el Tratado de Amsterdam, que introdujo cambios sustanciales en el Tratado de Maastricht y que entró en vigor en mayo de 1999, garantizó con total seguridad el predominio de la OTAN en esos acuerdos. 

En 2001, el Consejo Europeo, que establece la dirección y la agenda de las políticas de la UE, anunció su objetivo de disponer de fuerzas operacionales sobre el terreno listas para el combate en 2003. En 2006, la EU se había involucrado en numerosas operaciones, con frecuencia fuera de Europa.

En 2002, la UE y la OTAN firmaron una declaración formal sobre la PESD. Mientras los EEUU, formalmente, saludaban este paso de la UE, seguían preocupados de que éste tuviera el potencial para dañar sus intereses y para desafiar la primacía de la OTAN en la llamada “arquitectura de seguridad”. En un discurso pronunciado en Bruselas en junio de 2011, George W. Bush había declarado que “los EEUU saludarían la creación de una fuerza europea debidamente integrada en la OTAN que proporcione nuevas opciones con las que manejar las crisis cuando la OTAN decida no jugar un papel dirigente”[11]. Desde 2001 han tenido lugar con regularidad reuniones entre la EU y la OTAN.

En su cumbre de Praga en 2002, la OTAN acordó admitir a siete nuevos Estados miembros y a poner en marcha la Fuerza de Respuesta de la OTAN (NRF), capaz de un rápido despliegue para operaciones de alta intensidad en cualquier parte del mundo. La cumbre de Praga reforzó la posición de EEUU e invocaba una reacción hostil por parte de Rusia.

Los defensores del imperialismo también dejaron claro que los EEUU debían mantener su hegemonía sobre el llamado espacio Euro-Atlántico y que su ampliación debía ser el principal objetivo de la OTAN y la UE, que estos procesos debían producirse, siempre que fuera posible, en paralelo, extendiendo la influencia de ambas alianzas inter-estatales imperialistas tan al Este como fuera posible.

A pesar de que persistía cierta inquietud entre algunos de los Estados miembros de la UE en torno a un enfoque abiertamente “Atlantista” surgido de las tensiones que rodeaban a la OTAN y a la PESD, la EU permaneció y permanece inextricablemente vinculada a la OTAN.

En 2003, Javier Solana, Alto Representante para la PESC (quien fuera Secretario General de la OTAN – incluyendo la época de los mortíferos ataques de la OTAN en Yugoslavia, antes de ser nombrado Secretario General del Consejo de la Unión Europea), presentó un documento sobre la estrategia del Consejo Europeo, reduciendo el papel de las Naciones Unidas y enfatizando la importancia de la OTAN, la Organización Mundial del Comercio, las Instituciones Financieras Internacionales y las organizaciones regionales europeas y no europeas en el “reforzamiento del orden internacional”, declarando que “varios países se han situado fuera de los límites de la sociedad internacional” y señalando “la necesidad de desarrollar una cultura estratégica que fomente un tipo de intervención inmediata, rápida y robusta…” Añadió: “Como Unión de 25 miembros que gasta más de 160 mil millones de euros en defensa, debemos ser capaces de sostener varias intervenciones simultáneamente. Podríamos añadir un valor particular con el desarrollo de operaciones que impliquen tanto nuestras capacidades militares como nuestras capacidades civiles”[12].

En 2004, la Agencia de Defensa Europea (AED) fue creada para acelerar la PESD, para identificar las capacidades militares, proponer proyectos multilaterales, apoyar la “tecnología de defensa” y mejorar la efectividad del “gasto militar”. En 2011, la AED contaba con un presupuesto de 30,5 millones de euros.

En mayo de 2006, el Vicepresidente de EEUU, Dick Cheney, describió el objetivo de la OTAN de expandirse al máximo posible hacia el Este, incluyendo a Ucrania y Georgia y sin excluir a las tierras fronterizas con Rusia. Washington ha dejado claro en repetidas ocasiones que no se debe alcanzar ningún acuerdo que vaya en detrimento de la primacía de la OTAN.

Las misiones y las instituciones de la UEO fueron gradualmente transferidas a la Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD) de la Unión Europea. Este proceso finalizó en 2009, cuando una cláusula entre los Estados miembros de la UE que era similar a la cláusula de la UEO sobre defensa mutua, entró en vigor con el Tratado de Lisboa. Los Estados que eran parte del Tratado de Bruselas Modificado decidieron posteriormente poner fin a ese tratado el 31 de marzo de 2010, fijando la finalización de todas las actividades de la UEO en un periodo de tiempo específico. El 30 de junio de 2011, la UEO se declaró extinguida de forma oficial. Efectivamente, la UEO dejó de existir.

La ratificación final del Tratado de Lisboa por parte de la UE a finales de 2009, después de que en octubre se celebrara en Irlanda el segundo referéndum de Lisboa, marcó un hito en el desarrollo de la UE. También marcó un cambio crítico en la relación de cada Estado miembro y la UE como una potencia con su propio derecho. La adopción del Tratado de Lisboa, una Constitución Europea ligeramente diluida, marca la culminación de la segunda y significativa fase del proceso de integración europea de los Estados miembros de la EU en una alianza imperialista. 

La OTAN después de la contrarrevolución

La contrarrevolución en los países socialistas y la posterior restauración del capitalismo en el Este de Europa permitió que el imperialismo pasara a la ofensiva. La promoción del concepto de un “nuevo orden” mundial favorable al mercado, del llamado derecho a “la intervención humanitaria”, la defensa de la supremacía de la propiedad privada de los medios de producción, el desarrollo creciente de una campaña anticomunista y la creación del mito de que no había alternativa al capitalismo fueron avanzando mientras la explotación, la miseria, la pobreza, la desigualdad y la injusticia se incrementaban. El imperialismo promovió la barbarie de la guerra y el genocidio, la explotación y la discriminación social, el abuso de la ciencia y la tecnología, las amenazas a la soberanía nacional y a la integridad territorial de los Estados, la represión de los acontecimientos políticos progresistas,  la perpetuación del poder de los monopolios y el ensanchamiento de la brecha entre ricos y pobres.

La adopción de la guerra psicológica y de propaganda ha sido y sigue siendo fundamental en los planes capitalistas. Esto incluye acciones encubiertas, actividades subversivas contra Estados, ataques al movimiento pacifista, maliciosa propaganda anticomunista y maniobras para marginar y sabotear las opiniones progresistas en contra de la guerra y del imperialismo. Científicos, sociólogos, psicólogos, antropólogos, analistas y comentaristas políticos, expertos de los medios de comunicación y ONGs son alimentados en el esfuerzo de combatir y socavar a los Estados soberanos que resisten la penetración imperialista, a los movimientos sociales progresistas y a los partidos comunistas y obreros en sus luchas anti-imperialista y anti-monopolistas. Cuando los Estados soberanos dejan de respetar las normas prescritas por el capital, se puede producir un primer ejercicio de coacción económica, que será rápidamente por amenazas de agresión física y, más tarde, por la fuerza armada, ya sea mediante la intervención militar directa o mediante al apoyo a golpes de Estado.

Oculta bajo la conveniente, aunque errónea, fraseología de la “defensa”, la “seguridad”, el “terrorismo” y la “gestión de las crisis” la UE intenta disimular el hecho de que ya tiene a su disposición enormes capacidades militares, como los Grupos de Batalla, y de que gasta anualmente miles de millones de euros en llevar a cabo misiones militares fuera de Europa. Estas acciones tienen lugar en colaboración con la OTAN. Esta es la política exterior y de defensa que está agravando la situación internacional, que amenaza constantemente la paz y la seguridad, socava la soberanía nacional y genera tensiones y provocaciones que proporcionan el pretexto para la interferencia, la intervención y la guerra. Al provocar la inestabilidad y el conflicto en una región determinada y al ampliar la OTAN y la UE hacia el Este, se ha incrementado el ámbito para la intervención. 

La OTAN es una alianza militar agresiva que representa la extensión del poder militar de EEUU y que actúa exclusivamente en interés del imperialismo. La historia de la OTAN no puede separarse de la historia del imperialismo y la guerra. Durante la existencia de los Estados socialistas en Europa, la OTAN era un instrumento militar del imperialismo que suponía una amenaza permanente a los pueblos del mundo que estaban construyendo el socialismo. La OTAN promueve la militarización de Europa y la continuación de la carrera armamentista e incrementa la amenaza de la guerra y el terror nuclear.

La intervención imperialista en Afganistán, Iraq y Yugoslavia y la destrucción del Estado de Libia son ejemplos demostrativos de acciones que carecían de legitimidad y de objetivos humanitarios y que únicamente tenían que ver con el enorme deseo de las potencias imperialistas de generar inestabilidad e implantar su control, bien directamente o a través de un gobierno títere, para abrir el camino a los monopolios. El imperialismo sigue manteniendo que la invasión y la ocupación se han llevado a cabo en beneficio de los ciudadanos normales de Afganistán e Iraq a pesar de las cada vez más numerosas evidencias que demuestran lo contrario. En realidad el imperialismo ha arruinado, una vez más, las vidas de millones de personas en su búsqueda de la hegemonía global. Al involucrar en sus planes a las fuerzas opositoras de Oriente Medio, el imperialismo aspira a establecer gobiernos cómplices en la región. En Siria, el imperialismo sigue interviniendo. Las fricciones internas en la sociedad siria, manipuladas por las potencias imperialistas para fomentar la intervención extranjera, han creado una situación que supone una gran amenaza para Siria, la región y el mundo. El hecho de que las mismas potencias que piden sanciones contra el gobierno hayan armado a grupos terroristas decididos a socavar al Estado ha traído la guerra a Siria. Siria tiene la obligación de proteger la integridad territorial y la soberanía del país a la vez que proporcionar seguridad a sus ciudadanos y garantizar el carácter laico del Estado. En una situación que recuerda a Yugoslavia y al conflicto de Kosovo-Metojia, los EEUU y el resto de potencias imperialistas exigen que las fuerzas armadas sirias depongan sus armas mientras las siniestras y reaccionarias fuerzas contrarias al Estado reciben apoyo en la preparación de actos de sabotaje, subversión, terrorismo y atentados sectarios. Apoyadas por EEUU, la UE, Israel y la OTAN en colaboración activa con Turquía y con varias monarquías, reaccionarias y anti-democráticas,  de la región del Golfo, estas provocaciones sólo traen miseria y destrucción al pueblo de Siria y la región, y sirven para allanar el camino de la intervención y la ocupación con el propósito de desestabilizar y neutralizar a Siria y su importancia estratégica en la región, alterando el equilibrio de poder en la zona y creando una región de Estados débiles, leales y clientelares. Esto serviría a los designios agresivos y expansionistas de Israel, que sigue ocupando los Altos del Golán y las Granjas de Shebaa en el Líbano, garantizando el acceso ilimitado de los monopolios a los valiosos recursos naturales de esos Estados.

Las contrarrevoluciones de 1989-1991 liberaron al imperialismo de cualquier control global de su poder. El triunfalista término “fin de la historia”, expresión acuñada por Francis Fukuyama, un empleado del Departamento de Estado de EEUU, demostraba a la perfección la confianza que sentían las potencias imperialistas y la clase capitalista en todo el planeta[13]. Despojados de la imaginaria amenaza de una guerra iniciada por los países socialistas, necesitaban una nueva justificación que les sirviera para ocultar su realidad depredadora, explotadora y agresiva. La OTAN necesitaba una nueva misión con la que justificar la continuidad de su existencia. La solución encontrada fue el discurso de las intervenciones humanitarias.

Aunque las potencias imperialistas occidentales habían intervenido anteriormente en la República Federal de Yugoslavia, la guerra de 1999 fue la primera librada explícitamente por la OTAN como organización. Esta fue una guerra de las grandes y pequeñas potencias imperialistas occidentales contra un país que no aceptaba de manera sumisa su desmembramiento. Alemania, reunificada a pesar de los temores de que dicha reunificación pudiera despertar de nuevo la agresión nacionalista alemana, había iniciado este proceso reconociendo de forma unilateral la independencia de Eslovenia, que había sido directamente absorbida por el Tercer Reich durante la 2ª Guerra Mundial, y Croacia, que había tenido un régimen fascista y títere. Los EEUU, el Reino Unido y Francia se habían opuesto a este movimiento, pero cedieron a la presión alemana[14]. Una vez tomada la decisión, las potencias imperialistas occidentales buscaron la forma de completar ese proceso de desintegración.

Al día siguiente de iniciada la guerra en Yugoslavia, el Secretario General de la OTAN, Javier Solana, declaró que su intención era “detener una catástrofe humanitaria aún mayor”[15]. La abrumadora mayoría de las acusaciones en contra del gobierno yugoslavo fue rápidamente mostrada como falsa por la ONU, como ejercicios de propaganda con los que justificar la guerra[16]. Por supuesto, los observadores también hicieron notar que la OTAN no había hecho nada por impedir la catástrofe humanitaria en Ruanda, un genocidio facilitado por Francia, miembro prominente de la OTAN, para defender sus propios intereses económicos en la región.

La inconsistencia de las declaraciones sobre una intervención en Yugoslavia motivada por razones humanitarias fue ampliamente demostrada por el empleo, por parte de la OTAN, de bombas de racimo y proyectiles de uranio empobrecido, por el bombardeo de instalaciones civiles (por ejemplo, del edificio de la televisión nacional), y por su alianza con el siniestro y criminal Ejército de Liberación de Kosovo. El apoyo ruso a Serbia significó que el asesinato del Archiduque Francisco Fernando en 1914 fue un pretexto para la guerra que la rivalidad inter-imperialista en Europa, África y Asia había hecho inevitable. La rivalidad inter-imperialista significaba que la guerra de la OTAN contra Yugoslavia casi precipitase otra guerra de mayores dimensiones. El comandante de la OTAN, Wesley Clark, estaba decidido a utilizar el bombardeo sobre Yugoslavia para mandar un mensaje sobre la hegemonía de los EEUU, como demostró el deliberado impacto de un misil contra la embajada china en Belgrado[17]. Cuando las fuerzas del gobierno yugoslavo se retiraron de Kosovo en junio y tropas rusas ocuparon el aeropuerto de Pristina, Clark vio la oportunidad de enviar un mensaje similar a Moscú, que contemplaba a Yugoslavia como un amigo en la región y había bloqueado cualquier autorización para la guerra por parte de la ONU. Clark ordenó una respuesta agresiva porque quería asegurarse de que todo discurría según los deseos de Washington y no los de Moscú. Sin embargo, el general británico al mando en la zona, Mike Jackson (notorio por estar involucrado en los sucesos del Domingo Sangriento de Derry en los que 14 civiles que protestaban contra el encarcelamiento de militantes fueron asesinados) rechazó la orden diciéndole a Clark: “No voy a empezar la Tercera Guerra Mundial a causa tuya”[18]. El gobierno de Londres apoyó a Jackson y finalmente Clark fue retirado del mando de la OTAN.

La rivalidad inter-imperialista entre la OTAN y Rusia, y dentro de la misma OTAN (por ejemplo el gobierno de Grecia, que había prestado el territorio del país para la intervención imperialista de la OTAN, tuvo que enfrentar un enorme movimiento popular con los comunistas al frente y fue obligado por la reacción del pueblo a pedir el cese anticipado de los bombardeos, aunque continuó implementando los planes de la OTAN), había llevado al mundo hasta el borde de un conflicto más amplio y mucho más peligroso. El mensaje era claro. Mientras las potencias imperialistas de la OTAN podían unirse para elegir un objetivo entre los países pequeños que sólo fueran capaces de presentar una pequeña resistencia, no había consenso sobre cómo manejar las relaciones con un oponente poderoso como Rusia, con quien algunas potencias europeas eran favorables a buscar una conciliación. Al mismo tiempo, el proceso de expansión de la OTAN y la UE hacia Europa Central y del Este, apoyado por todos los países miembros de la OTAN, garantizaba la aparición de tensiones con Rusia.

La guerra contra Yugoslavia estableció el modelo de posteriores intervenciones de la OTAN. Aislar, atacar y posteriormente desmembrar el país mediante la alianza con grupos terroristas locales influenciados por una ideología étnico-religiosa. Se había encontrado un medio de poner en el punto de mira a regímenes considerados como un obstáculo en el camino de los intereses económicos y políticos imperialistas occidentales. En años posteriores, el modelo sería aplicado en Libia y Siria, y de forma distinta en Iraq. Lo que estos tres países tenían en común con Yugoslavia era que los tres eran considerados aliados de una potencia regional tenida por hostil a los  intereses de los países miembros de la OTAN (ya fuera Rusia o Irán) y/o en posesión de enormes recursos naturales como petróleo. El discurso de la intervención humanitaria  fue reforzado con el de la “democratización” y el de la llamada “guerra contra el terror” para producir una justificación flexible para la guerra en interés del imperialismo.

Este discurso en tan flexible e hipócrita que puede ser utilizado para justificar los bombardeos sobre Libia amparándose en la “expansión de la democracia” y, al mismo tiempo, para ayudar a regímenes religiosos y reaccionarios en el Golfo Pérsico a reprimir las más básicas demandas democráticas por la igualdad legal y la representación política. Los regímenes laicos, que aún siendo a menudo represivos no trataban a las mujeres, la mitad de la humanidad, como a seres inferiores sino que les ofrecían la liberación, han sido derribados y/o sus territorios “balcanizados” con la ayuda de la OTAN, de modo que en áreas muy amplias  el poder reside en manos de los islamistas más reaccionarios y brutales. Todo esto beneficia a las principales potencias de la OTAN y, especialmente, a Estados Unidos, ya que el petróleo sigue fluyendo mientras Oriente Medio está cerca de alcanzar un punto donde los únicos Estados estables y viables son los que dependen del apoyo de EEUU. Simultáneamente, la caída de regímenes con los que Rusia y China mantienen importantes lazos comerciales, deja abierta la posibilidad de nuevos contratos en manos de gente feliz por hacer negocios con corporaciones domiciliadas en las principales potencias de la OTAN. Como en Europa en los años 30 y América Latina durante la Guerra Fría, las potencias imperialistas occidentales obtienen más beneficios y controlan más recursos naturales mediante el apoyo a regímenes autoritarios, fascistas y cuasi fascistas con los que pueden hacer negocios desde Ucrania hasta el Golfo Pérsico.

Aunque la OTAN ha sido mucho más agresiva y activa desde las contrarrevoluciones de 1989-1991, también ha habido un mayor espacio para el surgimiento de los distintos intereses de sus miembros. Podemos ver esta situación en las discusiones sobre qué hacer con la reafirmación del poder ruso bajo Vladimir Putin donde, por ejemplo, durante un tiempo y con anterioridad a la actual crisis en Ucrania, Alemania era en cierto modo más conciliadora que otros países menos dependientes del acceso al gas natural ruso. Estas tensiones en el seno de la OTAN y entre la NATO y su mayor rival imperialista en Europa no pueden más que empeorar a medida que la expansión de la UE y la OTAN lleva a Rusia a un contacto más directo con estas alianzas imperialistas más cerca de sus fronteras.

En 2004, la OTAN e Israel firmaron en Bruselas un protocolo bilateral que sentaba las bases para la realización de maniobras militares conjuntas. En 2008, Israel concluyó un “Programa de Cooperación Individual” con la OTAN y la OTAN desarrolló el conocido como “Diálogo Mediterráneo”, que implicaba a 28 países miembros de la OTAN, Israel y varios regímenes árabes amigos. Tras un encuentro entre Israel y la OTAN en 2013, el Secretario General de la  OTAN declaró: “Israel es un importante socio de la Alianza en el Diálogo Mediterráneo. La seguridad de la OTAN está ligada a la seguridad y la estabilidad del Mediterráneo y la región de Oriente Medio. Nuestra Alianza otorga gran valor a nuestro diálogo político y a nuestra colaboración práctica. Israel es uno de nuestros más antiguos socios. Enfrentamos los mismos desafíos estratégicos en el este del Mediterráneo”. Estos hechos tuvieron lugar ante los actos beligerantes y criminales perpetrados por Israel en la franja de Gaza y en Líbano. Estas acciones representan una grave y creciente amenaza para toda la región.

La permanente erosión de los derechos a la soberanía nacional, así como la restricción de las libertades sindicales y democráticas en los países miembros de la UE ha llevado al reforzamiento de la alianza inter-imperialista centralizada y militarizada que actúa en interés del gran capital. En Irlanda, el apoyo popular a la neutralidad irlandesa se ve atacado por esas maniobras anti-democráticas. Los ataques a las condiciones sociales y económicas, el empobrecimiento del pueblo trabajador y el creciente poder de los monopolios evidencian la política anti-popular de la UE y de sus Estados miembros que se manifiesta en sus persistentes ataques a los derechos laborales, la protección social, la sanidad, la educación, el empleo público y los servicios públicos. Estas acciones han supuesto un devastador golpe para el pueblo trabajador al tiempo que han servido para aumentar y expandir el poder de la clase capitalista. Esto queda demostrado por sus medidas anti-democráticas, su creciente militarización y su apetito por la explotación y la intervención imperialista. La historia del imperialismo demuestra que la intervención, el sometimiento de pueblos y naciones y la explotación de sus recursos nunca han estado impulsados por preocupaciones humanitarias. La causa no es otra que el dominio de los monopolios y la preservación del propio sistema capitalista. La actual crisis capitalista ha llevado a una mayor competencia y rivalidad y a una agudización de las contradicciones entre los países capitalistas y sus respectivas alianzas imperialistas para reforzar sus posiciones geopolíticas, su reparto de los mercados, de las materias primas, energía y otros recursos y de las rutas de transporte.

La mayor agresividad del imperialismo plantea una amenaza real y urgente contra los intereses del conjunto de la humanidad. Desde la Segunda Guerra Mundial ha habido un inmenso incremento de la militarización de la sociedad capitalista. El desarrollo sostenido de los procesos militares, el mantenimiento de enormes ejércitos multimillonarios y de grandes industrias de municiones en tiempos de paz son un rasgo permanente de la vida bajo el capitalismo. Los últimos avances científicos y tecnológicos se están empleando a un nivel sin precedentes en el desarrollo y la creación de terribles armas de destrucción masiva. La expansión de los complejos militares-industriales, las asociaciones entre gobiernos, grandes corporaciones y el personal militar superior, así como la profunda penetración del militarismo en el aparato estatal de los países miembros de la OTAN, ha conducido al incremento de la belicosidad de los Estados capitalistas y a beneficios nunca vistos para el capital privado a través de la guerra y la producción militar.

En términos generales, el gasto militar global alcanzó en 2005 la cifra de 1,12 billones de dólares, un nuevo récord mundial. La investigación, dirigida por el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo, reveló que el gasto global en armas indicaba una caída en muchas regiones con dos notables excepciones: EEUU y Oriente Medio. Los EEUU seguían siendo el mayor consumidor de armas, responsable del 48% de los 1,2 billones de dólares gastados o del 80% de los 33 mil millones de dólares de incremento en el gasto global.

En un discurso al comienzo del “Seminario para la transformación de la OTAN” pronunciado el 25 de marzo de 2015, el Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, dijo: “Estamos incrementando la presencia de la OTAN en los países que son nuestros aliados en el Este y la preparación de nuestras fuerzas. La Fuerza de Respuesta de la OTAN se incrementará más del doble hasta llegar a 30.000 efectivos. Su pieza central es la Fuerza Punta de Lanza, compuesta de 5.000 efectivos listos para desplegarse en un plazo de 48 horas. Al mismo tiempo, estamos estableciendo unidades de mando en seis de nuestros países aliados del Este. Y esto es sólo el principio… necesitamos un enfoque amplio, trabajando conjuntamente con la UE y con otros socios internacionales. …El pasado año, los líderes de la OTAN reconocieron que es necesario invertir más en nuestra defensa. Es vital que lo logremos”.

Los EEUU, la UE y la OTAN, que promovieron y apoyaron de manera activa la contrarrevolución en Europa, han buscado la forma de incrementar su ventaja presionando hacia el Este. En su tercer mandato, Vladimir Putin propuso la Unión Económica Euroasiática. En Ucrania, la crisis capitalista existente condujo a una crisis política dentro de la burguesía ucraniana sobre su orientación y sus alianzas internacionales. Siguiendo adelante con sus planes de extender la UE hacia el Este para incluir a Ucrania, con la consiguiente obligación de que los nuevos miembros deben alinear sus políticas de “defensa y seguridad” con las de la OTAN, e ignorando deliberadamente la historia de la región, la UE y los EEUU provocaron, con sus intervenciones, una situación en Ucrania que llevó a un golpe de Estado, al derrocamiento del gobierno electo y al violento ascenso al poder en Kiev de una élite derechista (que incluye a  varios neo-fascistas). Esto, a su vez, llevó a la represión anti-comunista, a la legitimación por el régimen de las fuerzas fascistas y a una amarga lucha en el país.

Esta intervención por parte del imperialismo tuvo lugar en el contexto de la competición con Rusia sobre qué monopolios controlarán los recurso energéticos en la región. El pueblo trabajador de Ucrania se ha convertido en rehén de las contradicciones inter-imperialistas de varios grupos imperialistas de los EEUU, la UE, Ucrania y Rusia y sus aliados imperialistas en la continua competencia entre ellos en pos de sus intereses depredadores y para la re-división de las esferas de influencia en el marco de la crisis. Las potencias imperialistas también han aprovechado la oportunidad de incrementar su presencia militar en la región. Incluso la revista estadounidense Foreign Affairs hablaba de cómo los líderes de EEUU y Europa “se equivocaron en su intento de hacer de Ucrania un bastión occidental en la frontera rusa”[19]. El capital intenta extender su esfera de influencia mediante el uso de las políticas de la Organización Mundial de Comercio, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y otras instituciones inter-estatales.

La OTAN se ha ampliado con rapidez y de forma significativa, y ha diseñado un mandato global para sus operaciones. La OTAN aspira constantemente a expandir su influencia tanto en términos de extensión de su agenda como en el alcance global de sus operaciones.  El papel de la OTAN y de la UE, a través del mecanismo de la PSDC, supone nuevos peligros para toda la región. El líder del fascista “Sector Derecho” fue nombrado consejero del Ministro de Defensa de Ucrania. En abril de 2015,  Oleksander Turchynov, líder del ucraniano “consejo para la defensa y la seguridad nacional”, dijo en una reunión de ese organismo que Ucrania se preparaba para convertirse en miembro de la OTAN, declarando que “la integración europea y euro-atlántica era una prioridad de las políticas de Ucrania y que el país coordinaría sus fuerzas armadas y su servicio de inteligencia con sus homólogos de la alianza occidental”[20].

La Historia, incluyendo la historia reciente, ha mostrado que el imperialismo y sus agentes emplearán cualquier medio a su alcance para alcanzar sus objetivos y destruirá sin piedad naciones y pueblos. El objetivo es obtener el poder y el dominio sobre naciones y sus recursos, robar las riquezas naturales de esas naciones y evitar y obstruir el libre desarrollo político, social, económico y cultural de los pueblos.

El capitalismo es incapaz de resolver los problemas a los que se enfrenta. La creciente desigualdad, la pobreza, la privación, el desempleo, la falta de vivienda, el declive medioambiental, junto con la gran cantidad de problemas sociales, económicos y políticos que el capitalismo sigue sin poder afrontar, infectan y profundizan la crisis capitalista, poniendo de manifiesto y agudizando sus contradicciones. Éstas, a su vez, impactan directamente en el posicionamiento de las fuerzas de clase. 

La crisis capitalista se sigue profundizando, intensificando y exponiendo su principal contradicción – la lucha entre el capital y el trabajo. La inevitable competencia inter-imperialista continúa y se intensifica. Las complicaciones y complejidades de la reproducción capitalista y la intensificación de la competencia internacional han propiciado las circunstancias para una rivalidad y una competencia inter-imperialista más aguda. La crisis general del capitalismo intensifica la agresión imperialista. Mientras los Estados capitalistas mantienen un interés estratégico común, la reproducción del sistema capitalista, la Historia ha mostrado las feroces rivalidades imperialistas entre los grupos de monopolios y su feroz voluntad de imponer sus intereses por la fuerza de las armas. 

Lenin, en un discurso pronunciado en el Cuarto Aniversario de la Revolución de Octubre, declaró: “La cuestión de las guerras imperialistas, de la política internacional del capital financiero, política que domina hoy en todo el mundo y que engendra inevitablemente nuevas guerras imperialistas, que acentúa ineludiblemente y de modo inaudito la opresión nacional, el pillaje, la expoliación, el estrangula-miento de pequeñas naciones, débiles y atrasadas, por un puñado de potencias “avanzadas”, es una cuestión que se ha convertido desde 1914 en piedra angular de la política de todos los países. Es una cuestión de vida o muerte para decenas de millones de seres […] Y ante los millones y millones de seres que piensan en las causas de la guerra de ayer y de la que se avecina para mañana se alza con mayor claridad y precisión, de manera más ineludible cada vez, la terrible verdad de que es imposible salir de la guerra imperialista, del mundo y de la paz imperialistas que la engendran inevitablemente, de que es imposible salir de ese infierno de otra manera que no sea la lucha bolchevique, la revolución bolchevique”[21].

Recordamos la declaración de Marx en su Discurso Inagural a la Primera Internacional: “La experiencia del pasado nos enseña cómo el olvido de los lazos fraternales que deben existir entre los trabajadores de los diferentes países y que deben incitarles a sostenerse unos a otros en todas sus luchas por la emancipación, es castigado con la derrota común de sus esfuerzos aislados. Guiados por este pensamiento, los trabajadores de los diferentes países, que se reunieron en un mitin público en Saint Martin's Hall el 28 de septiembre de 1864, han resuelto fundar la Asociación Internacional”[22]. La causa de la solidaridad proletaria internacional, organizada por los partidos comunistas y obreros, sigue siendo la punta de lanza de las fuerzas anti-capitalistas y anti-monopolistas y la piedra fundamental de una estrategia anti-imperialista contra la explotación, la opresión y la guerra, por la paz duradera y por el progreso social.

En un momento de incremento de las agresiones de la OTAN y las potencias imperialistas, el internacionalismo proletario sigue siendo un arma única en las manos de los partidos comunistas y obreros contra la agresión imperialista y las amenazas a la


[1] Karl Marx, Obras Completas, Vol 8, p 266, Progreso, Moscú, 1977

[2] Karl Marx, Discurso sobre el libre cambio, pronunciado el 9 de enero de 1848 en una sesión pública de la Sociedad Democrática de Bruselas.

[3] V.I. Lenin, El imperialismo, fase superior del capitalismo. Obras Escogidas, Progreso, Moscú, 1973.

[4] Ibid.

[5] Frankfurter Allgemeine Zeitung, 4 de enero de 1978.

[6] Washington Post, 20 de diciembre de 1979

[7] Escrito en 1977 por Zoe Fairbairns, editora de la revista de la Campaña por el Desarme Nuclear, “Sensatez” y publicado por la CDN.

[8] Extractos publicados en el New York Times, 8 de marzo de 1992.

[9] TUE, Título I, Disposiciones Comunes, Artículo A.

[10] Oficina de Prensa del CC de AKEL, 9 de marzo de 2015, Nicosia.

[11] The Economist, 14 de junio de 2001.

[12] [12] Estrategia Europea de Seguridad, documento propuesto por Javier Solana y adoptado por los Jefes de Estado y de Gobierno en el Consejo Europeo de Bruselas del 12 de diciembre de 2003.

[13] F. Fukuyama, ‘¿El fin de la Historia?’, The National Interest (verano, 1989). Luego ampliado como El final de la Historia y el último hombre.

[14] http://www.nytimes.com/1991/12/16/world/un-yields-to-plans-by-germany-to-recognize-yugoslav-republics.html

[15] http://www.nato.int/kosovo/press/p990325a.htm

[16] http://www.theguardian.com/world/2000/aug/18/balkans3

[17] http://www.theguardian.com/world/1999/oct/17/balkans

[18] Para conocer la versión de este incidente del propio Jackson, ver http://www.telegraph.co.uk/news/worldnews/1562161/Gen-Sir-Mike-Jackson-My-clash-with-Nato-chief.html

[19] Foreign Affairs, septiembre/octubre de 2014.

[20] Reuters, 9 de abril de 2015.

[21] V.I. Lenin, Con motivo del cuarto aniversario de la Revolución de Octubre. PravdaNo. 234, 18 de octubre de 1921 (Obras Completas Vol. 44, págs. 144-152. Progreso, Moscú, 1981).

[22] Karl Marx,Manifiesto Inaugural de la Asociación Internacional de los Trabajadores, octubre de 1964.