La contrarrevolución en los países socialistas y la posterior restauración del capitalismo en el Este de Europa permitió que el imperialismo pasara a la ofensiva. La promoción del concepto de un “nuevo orden” mundial favorable al mercado, del llamado derecho a “la intervención humanitaria”, la defensa de la supremacía de la propiedad privada de los medios de producción, el desarrollo creciente de una campaña anticomunista y la creación del mito de que no había alternativa al capitalismo fueron avanzando mientras la explotación, la miseria, la pobreza, la desigualdad y la injusticia se incrementaban. El imperialismo promovió la barbarie de la guerra y el genocidio, la explotación y la discriminación social, el abuso de la ciencia y la tecnología, las amenazas a la soberanía nacional y a la integridad territorial de los Estados, la represión de los acontecimientos políticos progresistas, la perpetuación del poder de los monopolios y el ensanchamiento de la brecha entre ricos y pobres.
La adopción de la guerra psicológica y de propaganda ha sido y sigue siendo fundamental en los planes capitalistas. Esto incluye acciones encubiertas, actividades subversivas contra Estados, ataques al movimiento pacifista, maliciosa propaganda anticomunista y maniobras para marginar y sabotear las opiniones progresistas en contra de la guerra y del imperialismo. Científicos, sociólogos, psicólogos, antropólogos, analistas y comentaristas políticos, expertos de los medios de comunicación y ONGs son alimentados en el esfuerzo de combatir y socavar a los Estados soberanos que resisten la penetración imperialista, a los movimientos sociales progresistas y a los partidos comunistas y obreros en sus luchas anti-imperialista y anti-monopolistas. Cuando los Estados soberanos dejan de respetar las normas prescritas por el capital, se puede producir un primer ejercicio de coacción económica, que será rápidamente por amenazas de agresión física y, más tarde, por la fuerza armada, ya sea mediante la intervención militar directa o mediante al apoyo a golpes de Estado.
Oculta bajo la conveniente, aunque errónea, fraseología de la “defensa”, la “seguridad”, el “terrorismo” y la “gestión de las crisis” la UE intenta disimular el hecho de que ya tiene a su disposición enormes capacidades militares, como los Grupos de Batalla, y de que gasta anualmente miles de millones de euros en llevar a cabo misiones militares fuera de Europa. Estas acciones tienen lugar en colaboración con la OTAN. Esta es la política exterior y de defensa que está agravando la situación internacional, que amenaza constantemente la paz y la seguridad, socava la soberanía nacional y genera tensiones y provocaciones que proporcionan el pretexto para la interferencia, la intervención y la guerra. Al provocar la inestabilidad y el conflicto en una región determinada y al ampliar la OTAN y la UE hacia el Este, se ha incrementado el ámbito para la intervención.
La OTAN es una alianza militar agresiva que representa la extensión del poder militar de EEUU y que actúa exclusivamente en interés del imperialismo. La historia de la OTAN no puede separarse de la historia del imperialismo y la guerra. Durante la existencia de los Estados socialistas en Europa, la OTAN era un instrumento militar del imperialismo que suponía una amenaza permanente a los pueblos del mundo que estaban construyendo el socialismo. La OTAN promueve la militarización de Europa y la continuación de la carrera armamentista e incrementa la amenaza de la guerra y el terror nuclear.
La intervención imperialista en Afganistán, Iraq y Yugoslavia y la destrucción del Estado de Libia son ejemplos demostrativos de acciones que carecían de legitimidad y de objetivos humanitarios y que únicamente tenían que ver con el enorme deseo de las potencias imperialistas de generar inestabilidad e implantar su control, bien directamente o a través de un gobierno títere, para abrir el camino a los monopolios. El imperialismo sigue manteniendo que la invasión y la ocupación se han llevado a cabo en beneficio de los ciudadanos normales de Afganistán e Iraq a pesar de las cada vez más numerosas evidencias que demuestran lo contrario. En realidad el imperialismo ha arruinado, una vez más, las vidas de millones de personas en su búsqueda de la hegemonía global. Al involucrar en sus planes a las fuerzas opositoras de Oriente Medio, el imperialismo aspira a establecer gobiernos cómplices en la región. En Siria, el imperialismo sigue interviniendo. Las fricciones internas en la sociedad siria, manipuladas por las potencias imperialistas para fomentar la intervención extranjera, han creado una situación que supone una gran amenaza para Siria, la región y el mundo. El hecho de que las mismas potencias que piden sanciones contra el gobierno hayan armado a grupos terroristas decididos a socavar al Estado ha traído la guerra a Siria. Siria tiene la obligación de proteger la integridad territorial y la soberanía del país a la vez que proporcionar seguridad a sus ciudadanos y garantizar el carácter laico del Estado. En una situación que recuerda a Yugoslavia y al conflicto de Kosovo-Metojia, los EEUU y el resto de potencias imperialistas exigen que las fuerzas armadas sirias depongan sus armas mientras las siniestras y reaccionarias fuerzas contrarias al Estado reciben apoyo en la preparación de actos de sabotaje, subversión, terrorismo y atentados sectarios. Apoyadas por EEUU, la UE, Israel y la OTAN en colaboración activa con Turquía y con varias monarquías, reaccionarias y anti-democráticas, de la región del Golfo, estas provocaciones sólo traen miseria y destrucción al pueblo de Siria y la región, y sirven para allanar el camino de la intervención y la ocupación con el propósito de desestabilizar y neutralizar a Siria y su importancia estratégica en la región, alterando el equilibrio de poder en la zona y creando una región de Estados débiles, leales y clientelares. Esto serviría a los designios agresivos y expansionistas de Israel, que sigue ocupando los Altos del Golán y las Granjas de Shebaa en el Líbano, garantizando el acceso ilimitado de los monopolios a los valiosos recursos naturales de esos Estados.
Las contrarrevoluciones de 1989-1991 liberaron al imperialismo de cualquier control global de su poder. El triunfalista término “fin de la historia”, expresión acuñada por Francis Fukuyama, un empleado del Departamento de Estado de EEUU, demostraba a la perfección la confianza que sentían las potencias imperialistas y la clase capitalista en todo el planeta[13]. Despojados de la imaginaria amenaza de una guerra iniciada por los países socialistas, necesitaban una nueva justificación que les sirviera para ocultar su realidad depredadora, explotadora y agresiva. La OTAN necesitaba una nueva misión con la que justificar la continuidad de su existencia. La solución encontrada fue el discurso de las intervenciones humanitarias.
Aunque las potencias imperialistas occidentales habían intervenido anteriormente en la República Federal de Yugoslavia, la guerra de 1999 fue la primera librada explícitamente por la OTAN como organización. Esta fue una guerra de las grandes y pequeñas potencias imperialistas occidentales contra un país que no aceptaba de manera sumisa su desmembramiento. Alemania, reunificada a pesar de los temores de que dicha reunificación pudiera despertar de nuevo la agresión nacionalista alemana, había iniciado este proceso reconociendo de forma unilateral la independencia de Eslovenia, que había sido directamente absorbida por el Tercer Reich durante la 2ª Guerra Mundial, y Croacia, que había tenido un régimen fascista y títere. Los EEUU, el Reino Unido y Francia se habían opuesto a este movimiento, pero cedieron a la presión alemana[14]. Una vez tomada la decisión, las potencias imperialistas occidentales buscaron la forma de completar ese proceso de desintegración.
Al día siguiente de iniciada la guerra en Yugoslavia, el Secretario General de la OTAN, Javier Solana, declaró que su intención era “detener una catástrofe humanitaria aún mayor”[15]. La abrumadora mayoría de las acusaciones en contra del gobierno yugoslavo fue rápidamente mostrada como falsa por la ONU, como ejercicios de propaganda con los que justificar la guerra[16]. Por supuesto, los observadores también hicieron notar que la OTAN no había hecho nada por impedir la catástrofe humanitaria en Ruanda, un genocidio facilitado por Francia, miembro prominente de la OTAN, para defender sus propios intereses económicos en la región.
La inconsistencia de las declaraciones sobre una intervención en Yugoslavia motivada por razones humanitarias fue ampliamente demostrada por el empleo, por parte de la OTAN, de bombas de racimo y proyectiles de uranio empobrecido, por el bombardeo de instalaciones civiles (por ejemplo, del edificio de la televisión nacional), y por su alianza con el siniestro y criminal Ejército de Liberación de Kosovo. El apoyo ruso a Serbia significó que el asesinato del Archiduque Francisco Fernando en 1914 fue un pretexto para la guerra que la rivalidad inter-imperialista en Europa, África y Asia había hecho inevitable. La rivalidad inter-imperialista significaba que la guerra de la OTAN contra Yugoslavia casi precipitase otra guerra de mayores dimensiones. El comandante de la OTAN, Wesley Clark, estaba decidido a utilizar el bombardeo sobre Yugoslavia para mandar un mensaje sobre la hegemonía de los EEUU, como demostró el deliberado impacto de un misil contra la embajada china en Belgrado[17]. Cuando las fuerzas del gobierno yugoslavo se retiraron de Kosovo en junio y tropas rusas ocuparon el aeropuerto de Pristina, Clark vio la oportunidad de enviar un mensaje similar a Moscú, que contemplaba a Yugoslavia como un amigo en la región y había bloqueado cualquier autorización para la guerra por parte de la ONU. Clark ordenó una respuesta agresiva porque quería asegurarse de que todo discurría según los deseos de Washington y no los de Moscú. Sin embargo, el general británico al mando en la zona, Mike Jackson (notorio por estar involucrado en los sucesos del Domingo Sangriento de Derry en los que 14 civiles que protestaban contra el encarcelamiento de militantes fueron asesinados) rechazó la orden diciéndole a Clark: “No voy a empezar la Tercera Guerra Mundial a causa tuya”[18]. El gobierno de Londres apoyó a Jackson y finalmente Clark fue retirado del mando de la OTAN.
La rivalidad inter-imperialista entre la OTAN y Rusia, y dentro de la misma OTAN (por ejemplo el gobierno de Grecia, que había prestado el territorio del país para la intervención imperialista de la OTAN, tuvo que enfrentar un enorme movimiento popular con los comunistas al frente y fue obligado por la reacción del pueblo a pedir el cese anticipado de los bombardeos, aunque continuó implementando los planes de la OTAN), había llevado al mundo hasta el borde de un conflicto más amplio y mucho más peligroso. El mensaje era claro. Mientras las potencias imperialistas de la OTAN podían unirse para elegir un objetivo entre los países pequeños que sólo fueran capaces de presentar una pequeña resistencia, no había consenso sobre cómo manejar las relaciones con un oponente poderoso como Rusia, con quien algunas potencias europeas eran favorables a buscar una conciliación. Al mismo tiempo, el proceso de expansión de la OTAN y la UE hacia Europa Central y del Este, apoyado por todos los países miembros de la OTAN, garantizaba la aparición de tensiones con Rusia.
La guerra contra Yugoslavia estableció el modelo de posteriores intervenciones de la OTAN. Aislar, atacar y posteriormente desmembrar el país mediante la alianza con grupos terroristas locales influenciados por una ideología étnico-religiosa. Se había encontrado un medio de poner en el punto de mira a regímenes considerados como un obstáculo en el camino de los intereses económicos y políticos imperialistas occidentales. En años posteriores, el modelo sería aplicado en Libia y Siria, y de forma distinta en Iraq. Lo que estos tres países tenían en común con Yugoslavia era que los tres eran considerados aliados de una potencia regional tenida por hostil a los intereses de los países miembros de la OTAN (ya fuera Rusia o Irán) y/o en posesión de enormes recursos naturales como petróleo. El discurso de la intervención humanitaria fue reforzado con el de la “democratización” y el de la llamada “guerra contra el terror” para producir una justificación flexible para la guerra en interés del imperialismo.
Este discurso en tan flexible e hipócrita que puede ser utilizado para justificar los bombardeos sobre Libia amparándose en la “expansión de la democracia” y, al mismo tiempo, para ayudar a regímenes religiosos y reaccionarios en el Golfo Pérsico a reprimir las más básicas demandas democráticas por la igualdad legal y la representación política. Los regímenes laicos, que aún siendo a menudo represivos no trataban a las mujeres, la mitad de la humanidad, como a seres inferiores sino que les ofrecían la liberación, han sido derribados y/o sus territorios “balcanizados” con la ayuda de la OTAN, de modo que en áreas muy amplias el poder reside en manos de los islamistas más reaccionarios y brutales. Todo esto beneficia a las principales potencias de la OTAN y, especialmente, a Estados Unidos, ya que el petróleo sigue fluyendo mientras Oriente Medio está cerca de alcanzar un punto donde los únicos Estados estables y viables son los que dependen del apoyo de EEUU. Simultáneamente, la caída de regímenes con los que Rusia y China mantienen importantes lazos comerciales, deja abierta la posibilidad de nuevos contratos en manos de gente feliz por hacer negocios con corporaciones domiciliadas en las principales potencias de la OTAN. Como en Europa en los años 30 y América Latina durante la Guerra Fría, las potencias imperialistas occidentales obtienen más beneficios y controlan más recursos naturales mediante el apoyo a regímenes autoritarios, fascistas y cuasi fascistas con los que pueden hacer negocios desde Ucrania hasta el Golfo Pérsico.
Aunque la OTAN ha sido mucho más agresiva y activa desde las contrarrevoluciones de 1989-1991, también ha habido un mayor espacio para el surgimiento de los distintos intereses de sus miembros. Podemos ver esta situación en las discusiones sobre qué hacer con la reafirmación del poder ruso bajo Vladimir Putin donde, por ejemplo, durante un tiempo y con anterioridad a la actual crisis en Ucrania, Alemania era en cierto modo más conciliadora que otros países menos dependientes del acceso al gas natural ruso. Estas tensiones en el seno de la OTAN y entre la NATO y su mayor rival imperialista en Europa no pueden más que empeorar a medida que la expansión de la UE y la OTAN lleva a Rusia a un contacto más directo con estas alianzas imperialistas más cerca de sus fronteras.
En 2004, la OTAN e Israel firmaron en Bruselas un protocolo bilateral que sentaba las bases para la realización de maniobras militares conjuntas. En 2008, Israel concluyó un “Programa de Cooperación Individual” con la OTAN y la OTAN desarrolló el conocido como “Diálogo Mediterráneo”, que implicaba a 28 países miembros de la OTAN, Israel y varios regímenes árabes amigos. Tras un encuentro entre Israel y la OTAN en 2013, el Secretario General de la OTAN declaró: “Israel es un importante socio de la Alianza en el Diálogo Mediterráneo. La seguridad de la OTAN está ligada a la seguridad y la estabilidad del Mediterráneo y la región de Oriente Medio. Nuestra Alianza otorga gran valor a nuestro diálogo político y a nuestra colaboración práctica. Israel es uno de nuestros más antiguos socios. Enfrentamos los mismos desafíos estratégicos en el este del Mediterráneo”. Estos hechos tuvieron lugar ante los actos beligerantes y criminales perpetrados por Israel en la franja de Gaza y en Líbano. Estas acciones representan una grave y creciente amenaza para toda la región.
La permanente erosión de los derechos a la soberanía nacional, así como la restricción de las libertades sindicales y democráticas en los países miembros de la UE ha llevado al reforzamiento de la alianza inter-imperialista centralizada y militarizada que actúa en interés del gran capital. En Irlanda, el apoyo popular a la neutralidad irlandesa se ve atacado por esas maniobras anti-democráticas. Los ataques a las condiciones sociales y económicas, el empobrecimiento del pueblo trabajador y el creciente poder de los monopolios evidencian la política anti-popular de la UE y de sus Estados miembros que se manifiesta en sus persistentes ataques a los derechos laborales, la protección social, la sanidad, la educación, el empleo público y los servicios públicos. Estas acciones han supuesto un devastador golpe para el pueblo trabajador al tiempo que han servido para aumentar y expandir el poder de la clase capitalista. Esto queda demostrado por sus medidas anti-democráticas, su creciente militarización y su apetito por la explotación y la intervención imperialista. La historia del imperialismo demuestra que la intervención, el sometimiento de pueblos y naciones y la explotación de sus recursos nunca han estado impulsados por preocupaciones humanitarias. La causa no es otra que el dominio de los monopolios y la preservación del propio sistema capitalista. La actual crisis capitalista ha llevado a una mayor competencia y rivalidad y a una agudización de las contradicciones entre los países capitalistas y sus respectivas alianzas imperialistas para reforzar sus posiciones geopolíticas, su reparto de los mercados, de las materias primas, energía y otros recursos y de las rutas de transporte.
La mayor agresividad del imperialismo plantea una amenaza real y urgente contra los intereses del conjunto de la humanidad. Desde la Segunda Guerra Mundial ha habido un inmenso incremento de la militarización de la sociedad capitalista. El desarrollo sostenido de los procesos militares, el mantenimiento de enormes ejércitos multimillonarios y de grandes industrias de municiones en tiempos de paz son un rasgo permanente de la vida bajo el capitalismo. Los últimos avances científicos y tecnológicos se están empleando a un nivel sin precedentes en el desarrollo y la creación de terribles armas de destrucción masiva. La expansión de los complejos militares-industriales, las asociaciones entre gobiernos, grandes corporaciones y el personal militar superior, así como la profunda penetración del militarismo en el aparato estatal de los países miembros de la OTAN, ha conducido al incremento de la belicosidad de los Estados capitalistas y a beneficios nunca vistos para el capital privado a través de la guerra y la producción militar.
En términos generales, el gasto militar global alcanzó en 2005 la cifra de 1,12 billones de dólares, un nuevo récord mundial. La investigación, dirigida por el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo, reveló que el gasto global en armas indicaba una caída en muchas regiones con dos notables excepciones: EEUU y Oriente Medio. Los EEUU seguían siendo el mayor consumidor de armas, responsable del 48% de los 1,2 billones de dólares gastados o del 80% de los 33 mil millones de dólares de incremento en el gasto global.
En un discurso al comienzo del “Seminario para la transformación de la OTAN” pronunciado el 25 de marzo de 2015, el Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, dijo: “Estamos incrementando la presencia de la OTAN en los países que son nuestros aliados en el Este y la preparación de nuestras fuerzas. La Fuerza de Respuesta de la OTAN se incrementará más del doble hasta llegar a 30.000 efectivos. Su pieza central es la Fuerza Punta de Lanza, compuesta de 5.000 efectivos listos para desplegarse en un plazo de 48 horas. Al mismo tiempo, estamos estableciendo unidades de mando en seis de nuestros países aliados del Este. Y esto es sólo el principio… necesitamos un enfoque amplio, trabajando conjuntamente con la UE y con otros socios internacionales. …El pasado año, los líderes de la OTAN reconocieron que es necesario invertir más en nuestra defensa. Es vital que lo logremos”.
Los EEUU, la UE y la OTAN, que promovieron y apoyaron de manera activa la contrarrevolución en Europa, han buscado la forma de incrementar su ventaja presionando hacia el Este. En su tercer mandato, Vladimir Putin propuso la Unión Económica Euroasiática. En Ucrania, la crisis capitalista existente condujo a una crisis política dentro de la burguesía ucraniana sobre su orientación y sus alianzas internacionales. Siguiendo adelante con sus planes de extender la UE hacia el Este para incluir a Ucrania, con la consiguiente obligación de que los nuevos miembros deben alinear sus políticas de “defensa y seguridad” con las de la OTAN, e ignorando deliberadamente la historia de la región, la UE y los EEUU provocaron, con sus intervenciones, una situación en Ucrania que llevó a un golpe de Estado, al derrocamiento del gobierno electo y al violento ascenso al poder en Kiev de una élite derechista (que incluye a varios neo-fascistas). Esto, a su vez, llevó a la represión anti-comunista, a la legitimación por el régimen de las fuerzas fascistas y a una amarga lucha en el país.
Esta intervención por parte del imperialismo tuvo lugar en el contexto de la competición con Rusia sobre qué monopolios controlarán los recurso energéticos en la región. El pueblo trabajador de Ucrania se ha convertido en rehén de las contradicciones inter-imperialistas de varios grupos imperialistas de los EEUU, la UE, Ucrania y Rusia y sus aliados imperialistas en la continua competencia entre ellos en pos de sus intereses depredadores y para la re-división de las esferas de influencia en el marco de la crisis. Las potencias imperialistas también han aprovechado la oportunidad de incrementar su presencia militar en la región. Incluso la revista estadounidense Foreign Affairs hablaba de cómo los líderes de EEUU y Europa “se equivocaron en su intento de hacer de Ucrania un bastión occidental en la frontera rusa”[19]. El capital intenta extender su esfera de influencia mediante el uso de las políticas de la Organización Mundial de Comercio, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y otras instituciones inter-estatales.
La OTAN se ha ampliado con rapidez y de forma significativa, y ha diseñado un mandato global para sus operaciones. La OTAN aspira constantemente a expandir su influencia tanto en términos de extensión de su agenda como en el alcance global de sus operaciones. El papel de la OTAN y de la UE, a través del mecanismo de la PSDC, supone nuevos peligros para toda la región. El líder del fascista “Sector Derecho” fue nombrado consejero del Ministro de Defensa de Ucrania. En abril de 2015, Oleksander Turchynov, líder del ucraniano “consejo para la defensa y la seguridad nacional”, dijo en una reunión de ese organismo que Ucrania se preparaba para convertirse en miembro de la OTAN, declarando que “la integración europea y euro-atlántica era una prioridad de las políticas de Ucrania y que el país coordinaría sus fuerzas armadas y su servicio de inteligencia con sus homólogos de la alianza occidental”[20].
La Historia, incluyendo la historia reciente, ha mostrado que el imperialismo y sus agentes emplearán cualquier medio a su alcance para alcanzar sus objetivos y destruirá sin piedad naciones y pueblos. El objetivo es obtener el poder y el dominio sobre naciones y sus recursos, robar las riquezas naturales de esas naciones y evitar y obstruir el libre desarrollo político, social, económico y cultural de los pueblos.
El capitalismo es incapaz de resolver los problemas a los que se enfrenta. La creciente desigualdad, la pobreza, la privación, el desempleo, la falta de vivienda, el declive medioambiental, junto con la gran cantidad de problemas sociales, económicos y políticos que el capitalismo sigue sin poder afrontar, infectan y profundizan la crisis capitalista, poniendo de manifiesto y agudizando sus contradicciones. Éstas, a su vez, impactan directamente en el posicionamiento de las fuerzas de clase.
La crisis capitalista se sigue profundizando, intensificando y exponiendo su principal contradicción – la lucha entre el capital y el trabajo. La inevitable competencia inter-imperialista continúa y se intensifica. Las complicaciones y complejidades de la reproducción capitalista y la intensificación de la competencia internacional han propiciado las circunstancias para una rivalidad y una competencia inter-imperialista más aguda. La crisis general del capitalismo intensifica la agresión imperialista. Mientras los Estados capitalistas mantienen un interés estratégico común, la reproducción del sistema capitalista, la Historia ha mostrado las feroces rivalidades imperialistas entre los grupos de monopolios y su feroz voluntad de imponer sus intereses por la fuerza de las armas.
Lenin, en un discurso pronunciado en el Cuarto Aniversario de la Revolución de Octubre, declaró: “La cuestión de las guerras imperialistas, de la política internacional del capital financiero, política que domina hoy en todo el mundo y que engendra inevitablemente nuevas guerras imperialistas, que acentúa ineludiblemente y de modo inaudito la opresión nacional, el pillaje, la expoliación, el estrangula-miento de pequeñas naciones, débiles y atrasadas, por un puñado de potencias “avanzadas”, es una cuestión que se ha convertido desde 1914 en piedra angular de la política de todos los países. Es una cuestión de vida o muerte para decenas de millones de seres […] Y ante los millones y millones de seres que piensan en las causas de la guerra de ayer y de la que se avecina para mañana se alza con mayor claridad y precisión, de manera más ineludible cada vez, la terrible verdad de que es imposible salir de la guerra imperialista, del mundo y de la paz imperialistas que la engendran inevitablemente, de que es imposible salir de ese infierno de otra manera que no sea la lucha bolchevique, la revolución bolchevique”[21].
Recordamos la declaración de Marx en su Discurso Inagural a la Primera Internacional: “La experiencia del pasado nos enseña cómo el olvido de los lazos fraternales que deben existir entre los trabajadores de los diferentes países y que deben incitarles a sostenerse unos a otros en todas sus luchas por la emancipación, es castigado con la derrota común de sus esfuerzos aislados. Guiados por este pensamiento, los trabajadores de los diferentes países, que se reunieron en un mitin público en Saint Martin's Hall el 28 de septiembre de 1864, han resuelto fundar la Asociación Internacional”[22]. La causa de la solidaridad proletaria internacional, organizada por los partidos comunistas y obreros, sigue siendo la punta de lanza de las fuerzas anti-capitalistas y anti-monopolistas y la piedra fundamental de una estrategia anti-imperialista contra la explotación, la opresión y la guerra, por la paz duradera y por el progreso social.
En un momento de incremento de las agresiones de la OTAN y las potencias imperialistas, el internacionalismo proletario sigue siendo un arma única en las manos de los partidos comunistas y obreros contra la agresión imperialista y las amenazas a la