La era de la transformación digital de la economía y del desarrollo de la inteligencia artificial señala un enorme aumento de las posibilidades de satisfacer las necesidades de la sociedad. Muchos trabajadores se indignan al comparar estas posibilidades con su condición. Se informan por ejemplo de que gracias a la inteligencia artificial personas ciegas pueden recuperar la vista y comparan eso con la situación actual de los sistemas de sanidad públicos.
Los apologistas de la burguesía buscan ocultar al gran culpable que impide la utilización de estas enormes posibilidades tecnológicas a favor del bienestar social. Los análisis burgueses o bien presentan como peligro el propio desarrollo de la tecnología o bien lo presentan como una solución milagrosa de nuestros problemas.
Tanto la demonización de la tecnología como la expectativa utópica y determinista del bienestar social, que supuestamente surgirá automáticamente del progreso tecnológico, son dos caras del mismo enfoque teórico erróneo que carece de base histórica.
La cuestión es quién y para qué intereses determina la orientación, el desarrollo y la utilización de la nueva tecnología. Detrás de la inteligencia artificial están las opciones de la inteligencia humana y los intereses particulares de la clase que sirve.
En general no se desarrollan aplicaciones tecnológicas neutrales independientemente de qué clase tiene el poder y el control de la economía. Prácticamente los que deciden hoy qué datos se recopilan por los centros digitales, con qué criterios y qué procesos, qué información se extrae y con qué objetivo son los grupos monopolistas poderosos y los centros imperialistas.
Metodológica y esencialmente no podemos examinar la era de la inteligencia artificial fuera del contexto del modo de producción específico en que se desarrolla históricamente, es decir del modo de producción capitalista. En el capitalismo, la asociación del trabajador social colectivo con los medios de producción se hace a través del mercado capitalista. Las relaciones de producción capitalistas determinan el objetivo, los incentivos, la extensión y el ritmo del desarrollo de los medios de producción. Al mismo tiempo, las relaciones capitalistas se desarrollan, maduran y se pudren en interacción dialéctica con el desarrollo de las relaciones de producción.
El análisis marxista [1] de la subordinación real del trabajo al capital conserva intacta su importancia y vigencia. La fuerza productiva del trabajo vivo socializado se incorpora en el proceso de producción como capital variable. Todos sus elementos organizativos (la división del trabajo, la coordinación y la cooperación de los trabajadores, la aplicación del conocimiento científico, etc) están determinados por el capital y están a su servicio.
Respectivamente, tanto si examinamos la era de la máquina de vapor o la máquina del robot inteligente, la tecnología en el capitalismo ha sido y seguirá siendo un medio de producción de plusvalía y un medio de control y represión en manos del poder del capital. Además, Marx documentó el papel de las máquinas en el aumento de la productividad del trabajo, el abaratamiento de las mercancías y el aumento del grado de explotación. Ya en los Grundrisse destacó que el desarrollo del capital fijo revela hasta qué punto el conocimiento social general (knowledge) se ha convertido en fuerza productiva inmediata. El capital determina la orientación y las prioridades del desarrollo de la tecnología y no solo su uso con fines de lucro.
Además, Marx previó el potencial de gran ahorro de tiempo de trabajo humano garantizado por la automatización y en general por el desarrollo tecnológico, mejorando las condiciones para el desarrollo integral de la personalidad humana y la liberación social.
Basándonos en la metodología y las leyes de la economía política marxista, podemos acercarnos a la era de la inteligencia artificial sin avergonzarnos. Veamos donde nos encontramos hoy.
La transformación digital de la economía en EE.UU., Europa y China ya está muy avanzada. El ordenador electrónico conectado a internet es una máquina universal y al mismo tiempo un medio de producción, comunicación, educación, de creación cultural, de servicios de salud.
El Internet de las Cosas (Internet of Things) es ya una realidad. A través de nuestro móvil podemos activar los llamados “electrodomésticos inteligentes” de nuestra casa, el aire acondicionado, el frigorífico, la televisión que tienen sensores y están conectados al internet.
Ahora pasamos al Internet de los Cuerpos (Internet of Bodies), a la conexión directa entre personas, Internet, robots y en general las llamadas “máquinas inteligentes”.
Se desarrollan los sistemas de inteligencia artificial que pueden transformar rápidamente gran cantidad de datos, entrenarse y realizar tareas complejas, a causa de la convergencia de una seria de avances tecnológicos como el aprendizaje automático, el aprendizaje profundo y big data. Se están desarrollando ordenadores cuánticos, los super-ordenadores.