Cabe señalar que, en los primeros años 90, se avanzó rápidamente en la creación de nuevas estructuras y atribuciones estatales. Estos éxitos fueron en gran medida formales, hacia el exterior, propagandísticos y demostrativos, pero, no obstante, crearon la ilusión de que la derecha nacionalista cumplía con las obligaciones contraídas. Por ello, a pesar del colapso económico y el hecho de que las condiciones económicas eran, para gran parte de la población, muy difíciles, las condiciones sociales eran bastante estables. Esto se debe a diversas razones.
En primer lugar, la carga emocional que resultó de la restauración de la independencia estatal. Para hablar con precisión deberíamos referirnos sólo a la recepción de la soberanía formal, en unas condiciones de pura dictadura y manipulación externa de las autoridades locales por parte del capital internacional; pero, en cuanto a la conciencia general, no parecía haber diferencia. Si para los ciudadanos de Rusia, por ejemplo, la década de los noventa significa no sólo dificultades económicas y falta de bienes materiales, sino también humillación moral asociada al colapso del viejo Estado y la incapacidad del nuevo de llevar a cabo las funciones internas y externas, para los letones eran tiempos bastante creativos: nuevas estructuras de poder y de gestión del Estado, del sistema monetario, la policía, el ejército, etc. En este caso, además del factor moral, había uno material: en un período de colapso de la industria y las grandes empresas agrícolas, el ámbito público y, más que nada, el servicio público, no sólo suministraba un salario fijo, sino también el máximo posible de garantías sociales, perspectivas de autorrealización y carrera en el sector público. A esto hay que añadir el apoyo político y, en parte, económico a la restauración del sistema capitalista por parte del imperialismo internacional y el buen uso de la “ventaja de la posición geográfica” y de la potente infraestructura creada en la época soviética en forma de carreteras, oleoductos y puertos. Durante el saqueo total del legado económico socialista, Letonia fue lugar de paso de materias primas valoradas en miles de millones de dólares, y los flujos financieros dejaban una mínima pero significativa parte para un país pequeño en forma de impuestos y otros ingresos diversos. En este caso, el tránsito y la exportación de capital tenía frecuentemente un origen dudoso, incluso desde el punto de vista de las nuevas leyes del mercado, que también influyeron en el comportamiento de los políticos locales y las características de los partidos políticos, que servían a los intereses de la nueva burguesía. Aparte de los casos de corrupción real, han aparecido centros específicos, zonas de mayor prosperidad, en Riga, Ventspils, Jurmala, lugares de desarrollo de los negocios de tránsito, de concentración del capital bancario y de residencia de los “nuevos ricos”. En consecuencia, aquellos grupos de trabajadores que estaban empleados en esas áreas, o que trabajaban para los propietarios del capital, tenían más rasgos de pequeñoburgueses que de proletarios.
Todo esto lo entendió la gente que era activa y que defendía las posiciones marxistas. En 1995, en el primer congreso del PSL, en las resoluciones especiales se incluyó el fragmento siguiente: “La dirección que lleva el Estado en nombre del máximo órgano legislativo, el Gobierno y el Banco Central conduce a la degradación del país. Las fuerzas políticas actualmente en el poder han convertido la economía en su propia fuente de recursos y resuelven frenéticamente sus problemas de propiedad”. [5]
Sin embargo, la crítica de los socialistas hacia la estructura sociopolítica y las acciones de las autoridades, dados los factores anteriormente citados, fue percibida por la sociedad de manera muy débil, aunque en general la injusticia política y social y la discriminación étnica eran más que claras en el país y una buena parte de la población soportaba condiciones bastante duras: incluso los índices oficiales (subestimados) de paro llegaban, según qué regiones, a un 27% de la población activa, y, por otra parte, 20.000 niños no estaban escolarizados y 710.00 habitantes (¡de un total de 2,3 millones!) no disfrutaban de los derechos civiles básicos (por lo tanto, quedaban excluidos de la vida política, incluso a nivel municipal). Sin embargo, el Partido Socialista de Letonia, bajo condiciones tan difíciles y sin aliados políticos, consiguió diputados en el parlamento letón, lo que demuestra la existencia de un gran número de simpatizantes.
En cuanto a la economía, es más que evidente que el sector de transportes y construcción y, más precisamente, el de los servicios, son objetivamente auxiliares del manufacturero. Por ello, las consecuencias del colapso de la industria a gran escala y de la agricultura colectiva ya habían producido efectos en los últimos años de la década de los noventa del siglo pasado. Por razones diversas, hubo problemas en el sector del tránsito, en las ramas y empresas que se mantuvieron al servicio del mercado interno letón y las exportaciones a Rusia, porque recibieron mucha presión por parte de grandes competidores europeos (principalmente, la industria alimentaria y ligera). El tipo de cambio de la divisa nacional, el lat, sobreestimado por parte del Banco de Letonia, tuvo consecuencias muy graves para la economía.
En estas circunstancias, las fuerzas políticas gobernantes del país aprovecharon para incorporarse a la OTAN y la UE. Aparte de lo obvio, es decir, que era resultado de la presión del imperialismo internacional (siendo, ante todo, política de EEUU), la posibilidad de incorporación a la UE suponía para la derecha letona una salvaguarda de la quiebra social, económica y política. Cuando la perspectiva de la integración se hizo real, y ya era necesario convencer a la población (contrariamente a las autoridades, la población desconfiaba de la integración), el Ministro de Economía de entonces declaró y admitió abiertamente que, si no se producía la incorporación a la UE, el país estaría condenado a un catastrófico déficit de pagos. Por lo tanto, los gobernantes acordaron integrarse bajo condiciones desventajosas, tanto económica como socialmente, y dichas condiciones no se sometieron al escrutinio público.
La posición del PSL, que analizaba objetivamente las ventajas de la integración europea, fue identificar a la UE como una unión del gran capital europeo, creada para garantizar, en primer lugar, sus propios intereses de clase. V.I. Lenin, hace casi cien años, hizo una estimación muy precisa sobre tal unificación de Europa: “Desde luego, son posibles los acuerdos temporales entre los capitalistas y entre las potencias. En este sentido, son también posibles los Estados Unidos de Europa, como un acuerdo entre los capitalistas europeos... ¿Sobre qué? Sólo sobre el modo de aplastar en común el socialismo en Europa”. [6]
Por lo tanto, para los socialistas letones, fueron claramente razones políticas las que hicieron que se promoviera la entrada en la UE de estos países; su aceptación previa en la OTAN lo demuestra francamente, ya que no estaban de ninguna manera preparados para esa entrada en cuanto a los criterios económicos.
Al mismo tiempo, el Partido Socialista trató de utilizar las oportunidades de contacto a nivel del Parlamento Europeo para establecer vínculos más estrechos con representantes de partidos comunistas y obreros de los países europeos y establecer con ellos una cooperación fructífera en interés de los trabajadores letones.
Incluso en 2000, cuando estos asuntos apenas habían comenzado a comentarse en la sociedad, el PSL había definido claramente su posición: "... no vemos la viabilidad económica y política de la adhesión de Letonia a la UE. Al unirse a la UE, Letonia perderá la mayor parte de su independencia económica, política, cultural, toda la economía nacional en sentido global”. [7]
Desde la integración de Letonia en la UE han pasado ya cinco años. Las consecuencias a corto plazo de la falta de preparación de Letonia y la actitud francamente aventurera e irresponsable de los políticos de la derecha, quienes estaban ocupados, ante todo, en la integración económica europea, demuestra que la posición socialista era la correcta. La presencia de Letonia en la UE no ha aportado prácticamente nada al pueblo en materia de seguridad social o en cuanto a garantía de derechos civiles y políticos: el sistema de garantías sociales es, como antes, débil e imperfecto, las prohibiciones políticas siguen ahí. Las condiciones salvajes y humillantes de los “extranjeros” se mantienen; la persecución de opiniones políticas, también.
No obstante, las inyecciones monetarias de las estructuras de la UE y la actividad del capital internacional (principalmente, financiero y especulativo) han provocado un aumento de la actividad económica. El crecimiento del PIB alcanzó un record del 11% en 2007, permitiendo que los propagandistas de la derecha hablaran de Letonia como si fuera “el tigre económico del Báltico”, y permitiendo también la alianza de los partidos de derecha nacional y liberales para obtener la victoria en las elecciones parlamentarias de 2006.
Así, la economía real ha sufrido unas consecuencias considerables: la industria azucarera está destrozada y hay graves dificultades en los sectores agrícola y pesquero. Aún más perjudiciales han sido las actividades incontroladas de los bancos extranjeros en el país y la fiebre del crédito y la especulación sobre los bienes inmuebles, provocada por los bancos con el consentimiento silencioso del gobierno. Y eso a pesar de que, en el siglo XIX, en su obra “El Capital”, Karl Marx escribió sobre la doble naturaleza inherente al sistema de crédito y solvencia: “De una parte, el desarrollar los resortes de la producción capitalista, el enriquecimiento mediante la explotación del trabajo ajeno, hasta convertirlos en el más puro y gigantesco sistema de juego y especulación, reduciendo cada vez más el número de los contados individuos que explotan la riqueza social y, de otra parte, el establecer la forma de transición hacia un régimen de producción nuevo.” [8] Evidentemente, las consecuencias negativas empezaron a expresarse ya antes de la crisis actual del sistema capitalista. Y esto no debería sorprendernos, si tenemos en cuenta el crecimiento de la deuda externa de Letonia:
Año, trimestre, millones de lats
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2004 III
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2005 III
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2006 III
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2007III
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2008 III
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Deuda externa (neto)
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2 002.4
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2 787.5
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4 275-8
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6 940.2
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8 684.0
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En 2008, el gobierno letón llegó a acuerdos con el FMI, el Banco Mundial y la Comisión Europea para recibir créditos por 7.500 millones de euros hasta finales de 2009 (5.122 millones de lats) y la deuda pública total es ya más de dos veces superior al presupuesto anual. Para un país tan pequeño como Letonia, esta situación, combinada con la destrucción de la economía productiva y la ausencia de recursos naturales para exportar, significa la servidumbre por deudas, prácticamente sin posibilidad de solución, y la pérdida de toda independencia. Para el pueblo, esta situación supone el deterioro significativo de la prosperidad material y de la seguridad social.