Kazajistán y Asia Central eran regiones remotas, atrasadas y periféricas del Imperio Ruso donde, si el capital ruso e inglés penetraba, era con el propósito de explotar las materias primas de la región para la exportación de minerales: plomo, zinc, oro, bauxita y algodón. Hasta cierto punto, se desarrollaron las zonas industriales de la región de Kazajistán Oriental y Turquestán con centro en Taskent.
Especialmente difícil era la situación de los pueblos autóctonos que habitaban estos territorios, que sufrían una doble opresión, tanto por parte del capital ruso y extranjero y de la administración zarista, como de su élite feudal bai. No debemos olvidar que, en el territorio de las actuales Turkmenistán, Uzbekistán y Tayikistán, además del territorio del Turquestán, existían el Kanato de Corasmia (Jiva) y el Emirato de Bujará como protectorados de la monarquía rusa.
A pesar de que todos los habitantes de la región eran ciudadanos rusos, la desigualdad se manifestaba en todo, tanto en la división de clases como en la pertenencia a una confesión religiosa, así como en los privilegios y los salarios. Por ejemplo, antes de la revolución de 1917, en la región de Sir Daria, en el Turquestán, el proletario ruso cobraba 90 kopeks al día por el mismo trabajo en la producción, el uzbeko 86 kopeks, y el kazajo y el kirguiso 69 kopeks. En otras palabras, bajo el zarismo, los kazajos eran considerados de la clase baja [1], ni siquiera de segunda clase.
También es bien sabido que el régimen zarista expulsó a los kazajos de las mejores tierras. Sólo en el período comprendido entre 1890 y 1915, alrededor de 20 millones de hectáreas les fueron arrebatadas. Y en los diez años que precedieron a la Primera Guerra Mundial (1903-1912), la población kazaja, que entonces era denominada kirguís, disminuyó un 9%. En 1916, durante el levantamiento de los kazajos y kirguisos contra la movilización para los trabajos de la retaguardia, la población local se enfrentó también a las expediciones punitivas de las tropas zaristas.
La Gran Revolución Socialista de Octubre de 1917 cambió inmediatamente el modo de vida y el equilibrio de poder entre clases en Kazajistán y Asia Central. Tras el establecimiento del poder soviético, los bolcheviques iniciaron un debate sobre la construcción de nuevas entidades estatales autónomas sobre una base republicana, aunque el propio proceso de formación del poder soviético y las primeras transformaciones socialistas en la región del Turquestán y la Estepa tuvieron lugar en una situación difícil, en una tensa lucha política interna entre partidarios y opositores del socialismo.
El Partido Bolchevique del Turquestán, apoyado por la Guardia Roja y los soldados revolucionarios de las guarniciones militares de Taskent, Verny (actual Almaty), Asjabad, Perovsk (actual Kyzylorda), Aulie-Ata (actual Taraz) y otras ciudades, reprimió las acciones contrarrevolucionarias de los destacamentos armados de la burguesía local y del clero reaccionario musulmán, círculos oficiales de la antigua administración colonial. En la primavera de 1918, la lucha por el poder en la región del Turquestán había concluido en su mayor parte y se estableció un nuevo sistema social en forma de sóviets de diputados obreros, soldados y musulmanes.
El 30 de abril de 1918 se inauguró en Taskent el V Congreso Regional de los Sóviets del Turquestán. Junto con los delegados de las regiones, participaron en sus trabajos 120 representantes de la población autóctona local: uzbekos, kazajos, turkmenos y tayikos. El informe principal sobre las tareas de los bolcheviques en la aplicación de la política nacional en la región fue realizado por el comisario extraordinario del Comité Central del PCR (b) y del SNK [2] de la RSFSR para Asia Central, P. A. Kóbozev.
El Congreso decidió crear la República Autónoma Socialista Soviética del Turquestán (RASST) como parte de la RSFSR. Un telegrama a Moscú aseguraba que “todas las consignas revolucionarias se llevarán a cabo con firmeza y constancia aquí en el Turquestán” [3]. La creación de la RASST encajaba en el principio de autonomía territorial defendido durante mucho tiempo por los bolcheviques. En concreto, la RASST no estaba asociada a ningún grupo étnico concreto, sino que era una unidad económica y geográfica específica con una población multiétnica.
Así se dio el primer paso de los bolcheviques hacia la autonomía de la región, que se convirtió en una experiencia inestimable de construcción soviética y en la base para la formación de nuevas repúblicas soviéticas en Asia Central en el futuro.
Ya en 1919, con el cambio de dirección en la política de los bolcheviques para adoptar un sistema etnofederal para la Rusia soviética, fue necesario también revisar los principios de la estructura territorial del RASST. El 15 de enero de 1920, la Comisión del Turquestán aprobó una resolución que proponía la reagrupación administrativa del Turquestán de acuerdo con las condiciones etnográficas y económicas de la región. Identificó tres grupos principales de pueblos que podrían convertirse en la base de nuevas unidades etnopolíticas en la RASST: uzbekos, kazajos y turkmenos.
En aquel momento, se dio un debate dentro del PCR (b) entre las dos visiones principales para el desarrollo posterior de la autonomización soviética. La primera se basaba en la formación de una Federación centralizada, en la que entrarían como autonomías todos los sujetos surgidos en el curso de 1917-1920, seguida de la división en grandes regiones económicas. Dentro de dichas regiones podrían desarrollarse autonomías nacionales y culturales. Según uno de estos proyectos, en particular, debían formarse dos grandes regiones en el territorio de la RASSK, con centros en Oremburgo y Semipalátinsk. El Turquestán y el Cáucaso debían convertirse en regiones unificadas.
La segunda opción suponía, por el contrario, la aplicación activa de los principios de la autonomía nacional-estatal, continuando en cierta medida la política que dio la independencia a las periferias occidentales del Imperio Ruso, es decir, Finlandia, Polonia y las repúblicas bálticas. El modelo tenía también dos “ramas”: en primer lugar, la política exterior de expansión para unirse a la Confederación Soviética de las futuras repúblicas soviéticas del Este y del Oeste y, en segundo lugar, la división de la RSFSR en repúblicas europeas y asiáticas construidas, según los autores, sobre los principios del panislamismo y el panturquismo.
Incluso se pretendía crear un partido comunista musulmán dentro del PCR (b) que, durante un breve periodo en 1918-1919, se crease sobre la base de las secciones musulmanas del Partido y, opcionalmente, una RSS de Turán separada, que incluyese Kazajistán, Turquestán, Baskiria, Tartaristán y otras regiones de habla túrquica del antiguo Imperio.
Según el historiador kazajo Daniyar Ashimbayev, esa opción "panturquista" era imposible e incluso contradecía las directrices del programa de los bolcheviques, y además contribuía al fortalecimiento del islamismo en la región, lo que podría acabar minando la posición del gobierno soviético.
“Este modelo estaba en contradicción fundamental con los principios internacionalistas de los comunistas, podía estimular no tanto la construcción soviética como el crecimiento del sentimiento religioso, y se ajustaba demasiado a los intereses geopolíticos de Turquía, que promovía tanto por sí misma como en alianza con Alemania. En cualquier caso, la política nacional del PCR (b) se basaba en complejos equilibrios entre estos modelos. Y si la República Socialista Federativa Soviética de Transcaucasia se creó con el objetivo de hacer frente al nacionalismo local y a la supresión de los focos de tensión en Abjasia, Karabaj y Osetia del Sur, ese Turquestán de los años 1924-1925 se dividió debido a las contradicciones entre los pueblos que lo habitaban, el crecimiento del nacionalismo local —kazajo, uzbeko, kirguís, tayiko, turkmeno— y la posibilidad de crear nuevas naciones soviéticas para socavar los fundamentos ideológicos del panturquismo y el panislamismo en la región.”, escribe Daniyar Ashimbayev [4].
Es por eso que, en su opinión, el gobierno soviético decidió traducir los alfabetos de los pueblos asiáticos de la URSS al latín para “no solo introducir un alfabeto occidentalizado en interés del futuro país global soviético, sino también para romper los lazos culturales e históricos con la antigua herencia, principalmente árabe y turca” [5].
Por lo tanto, a finales de 1919 y principios de 1920, el Partido eligió finalmente el camino de la creación de nuevas naciones soviéticas y, en consecuencia, de autonomías nacionales-estatales en la región del Turquestán y la Estepa de Asia Central.