El papel de los Partidos Comunistas para organizar a las mujeres trabajadoras, desempleadas, autónomas de los entornos urbano y rural, jóvenes y mayores


Bulelwa Tunyiswa, miembro del Comité Central del Partido Comunista Sudafricano

Introduction

Camaradas y hermanos y hermanas de clase:

El sistema del patriarcado y la discriminación de género, la cultura que nadie pensó nunca que se desmantelaría. Se originó a partir del apartheid y la introducción de una colonización de tipo especial. Este sistema, que fue tan cruel y brutal para nuestra sociedad, donde las mujeres fueron tratadas como servidumbre para producir hijos, ser amas de casa y restringiéndoles cualquier educación formal y alfabetización, siendo privadas de ejecutar cualquier función laboral formal. Las mujeres de la comunidad blanca consiguieron la oportunidad de la educación formal, alfabetización y mejores posiciones para cualquier trabajo. La pobreza, la desigualdad y el desempleo eran muy abundantes para las mujeres. Las hicieron tan vulnerables a los malos actos, como ser trabajadoras sexuales, mano de obra barata, subordinadas, analfabetas, privadas de formar parte de la corriente económica de la sociedad y estar oprimidas incluso por las mujeres blancas. Las importantes luchas, incluyendo las luchas de la mujer y de género, jugaron un papel crucial en asegurar que las mujeres se reconocieran en todas las formas de lucha por los derechos humanos y la dignidad de la mujer. Se ha reconocido la plena participación de las mujeres en la agenda de transformación socio-económica.

El papel del PCSA hacia la lucha de las mujeres, preparándolas para la próxima repartición mundial

Sudáfrica consiguió lo que el Partido Comunista Sudafricano caracterizó como un avance democrático en abril de 1994. Aquello delineó la historia moderna de la sociedad sudafricana en dos épocas principales: antes y después de 1994. La posición de las mujeres en la sociedad sudafricana puede mirarse mejor, al menos, desde el punto de vista de esta periodización.

Antes de 1994, y como parte de la articulación del apartheid de dominación patriarcal, las mujeres de Sudáfrica de todas las razas tenían prohibidas ciertas ocupaciones, como profesiones de ingeniería, gerentes de la industria, etcétera. Sufrían de dominación masculina en el seno de sus propios grupos nacionales. Además, las mujeres africanas, de color e hindúes/asiáticas, que formaban parte de los oprimidos nacionalmente, referidos en general como negros, fueron las peor afectadas. Sus homólogas blancas estaban en una relativamente mejor posición, debido al régimen de superioridad blanca, al revés que las mujeres negras que sufrían la triple opresión de la peor explotación y exclusión de clase, la opresión racial y la dominación masculina.

La discriminación racial fue abolida como consecuencia directa del avance democrático de 1994. En 1998, se adoptó la legislación de equidad de empleo para dar efecto a la corrección de siglos de desequilibrios raciales mediante la acción afirmativa en el centro de trabajo. La legislación cubría a las mujeres de todas las razas, identificadas junto con los hombres negros y las personas con discapacidades como grupos designados que deben afirmarse para corregir las injusticias históricas del patriarcado y la opresión racial. Sin embargo, en coherencia con la estructura colonial de control económico que permaneció intacta, en los términos en que los capitalistas blancos de Sudáfrica y sus homólogos imperialistas estaban a cargo de la economía del país, las mujeres blancas fueron más beneficiadas por la equidad de empleo que todos los demás grupos designados. La toma de decisiones en la industria, incluyendo prácticas de Recursos Humanos como el reclutamiento y las promociones permaneció, en otras palabras, bajo influencia de la dominación racial implicando la represión de las históricamente oprimidas personas negras.

Se puede trazar esto en la teoría de colonización de tipo especial. Su reflexión se ha llevado a extremos bajo el cruel régimen siendo informado éste por la opresión nacional y racial, que se ha practicado tan abiertamente y sin vergüenza, con tal brutalidad sistémica y desprecio a los derechos humanos y la dignidad. Su cruel tipo de sistema, que comenzó con la llegada de colonizadores a nuestra tierra con la introducción de los patrones estructurales de vida en que los explotadores viven con los explotados, siendo un hombre explotado por otro, la división de la clase obrera y los pobres en varias líneas raciales. El mismísimo sistema que dio a los colonizadores (la minoría de los capitalistas blancos) el poder de controlar el mayor porcentaje de nuestra tierra, con sus recursos y riqueza minerales, en el que se produjo el establecimiento de los patrones de división del trabajo, permaneciendo las mujeres incapaces de ocupar ninguna posición laboral alta o formal igual a la de aquellos de la comunidad blanca.

Una serie de informes sobre equidad de empleo publicada anualmente por la Comisión de Equidad de Empleo muestra que el sector privado sigue siendo virtualmente dominado por los blancos, principalmente por los hombres en los puestos más altos, mientras los trabajadores negros están en la base de la estructura piramidal del centro de trabajo. Las ocupaciones profesionales en el sector privado también siguen siendo dominadas por los blancos. Las mujeres obreras, en particular las mujeres negras, esta sufriendo los efectos de formas más profundas de explotación de clase, seguidas de sus homólogos masculinos. Son las más afectadas por el moderno sistema de esclavitud de especulación laboral, por la casualización y todas las formas de relaciones de empleo temporales. Son la mayoría en los trabajos peor pagados como en los restaurantes donde dependen cada vez más de las propinas. También son la mayoría de las personas paradas.

Las políticas en las cuestiones de la mujer están dominadas por las aspiraciones de la mujeres de la élite que se proyectan a sí mismas como las representantes de las mujeres obreras en el liderazgo y gestión a varios niveles y en varias profesiones. En otras palabras, nos dicen que la afirmación de la élite representa la liberación de las mujeres obreras que, en contraste, siguen marginadas y profundamente explotadas.

La realidad es que las mujeres están triplemente (clase, género, raza) oprimidas en una sociedad en que las mujeres y hombres blancos dominan en todos los sectores económicos y han sido privilegiados en todos los programas sociales estratégicos. Las mujeres negras son definidas como servidumbre, amas de casa, sin acceso a ninguna forma de educación formal, subordinadas a los hombres y a las mujeres blancas.

Las políticas de paridad de género están secuestradas para hacer progresar los intereses de la élite tanto por las mujeres de la élite como por los hombres de la élite. En términos clasistas, están respaldadas por las aspiraciones de la burguesía. Los intereses burgueses de las mujeres de la élite por ascender en las estructuras de control capitalista, y detrás de ellos frecuentemente sectores rivales de hombres de la élite, son elevados a intereses de todas las mujeres. Esto es lo que sucede cuando se pone la necesidad de avanzar en la transformación económica al frente. La paridad de género por sí misma no es necesariamente mala. Es, por contra, deseable. Sin embargo, pierde su propósito progresista cuando se convierte en un frente de patriarcas y de la burguesía para dominar y explotar la sociedad. Se convierte en la antítesis de lo que se supone quiere lograr.

La sociedad no tendrá éxito en la emancipación de las mujeres salvo que aprecie la base económica del patriarcado y confronte cuestiones molestas como el papel jugado por la tradición, la cultura, la religión y etc. en reproducir la subordinación de la mujer. En Sudáfrica, como un muchas otras sociedades, hay una tendencia general a evitar analizar directamente estas superestructuras y a separarlas del régimen del patriarcado al completo, régimen que refuerzan.

Al contrario, organizar a las mujeres desde un punto de vista de promover una política de emancipación requiere un liderazgo decisivo para identificar claramente todas las fuentes, estructuras y conductores de su dominación y subordinación. Esto debe ser una lucha total para derribar tanto los síntomas del problema como sus causas radicales, y ése es el papel de los Partidos Comunistas en alianza con fuerzas progresistas. 

Los Partidos Comunistas deben estar alerta ante las debilidades y consecuencias no deseadas de la organización sectaria de la mujer. La organización de las mujeres, jóvenes y mayores, debe guiarse por su posición de clase y localización de clase. No puede ser una actividad aparte de la lucha de clases. Tiene por tanto que ser articulada según los principios de inclusión e integración, como opuestos al separatismo y la desarticulación. La organización de las mujeres en los centros de trabajo debe verse como un componente integral e inseparable de la organización sindical de los trabajadores. Estos principios deben aplicarse por doquier en las relaciones sociales de producción y la sociedad en general a fin de evitar estrechar la cuestión de la mujer a una cuestión sectaria o, al contrario, “de paso”.

El 8 de octubre de 2017 el PCSA lanzó su campaña anual Octubre Rojo centrándose en la cuestión de la mujer y la lucha contra la violencia de género, en sus formas de violencia tanto oculta como abierta, así como violaciones sexuales. Las mujeres no son las únicas que enfrentan dicho mal. Más bien son la mayoría de las afectadas. El formato de la campaña necesita del activismo de todos independientemente de su sexo u orientación sexual. Esta inclusividad y movilización social integrada y desarrollo de cuadros es esencial en la organización del Partido y el programa del Partido, independientemente de su inclusión en la agenda de la lucha de clases en cualquier momento.

En conclusión

Los comunistas debemos fomentar el espíritu revolucionario de los CAMARADAS ADEMÁS DE HERMANOS Y HERMANAS DE CLASE en todas las formas de su organización y cuando se consideren todos los problemas y soluciones. Esto incluye la educación política y la formación ideológica, la lucha contra el patriarcado en la comunidad y en el centro de trabajo. Al final del día, la base material del problema del patriarcado bajo el capitalismo es la explotación del trabajo por el capital y su régimen del “divide y vencerás”. Esto encuentra una de sus expresiones profundas en las diferenciaciones de género socialmente construidas, incluyendo la división por género del trabajo y sus relaciones de propiedad económica y control de gestión. La lucha de clase para poner fin a este régimen necesita mujeres y hombres camaradas además de hermanos y hermanas de clase luchando como una fuerza unida:

¡Trabajadores de todos los países, uníos!