El movimiento de mujeres y trabajadoras en Italia


Departamento de la mujer del CC del Partido Comunista (Italia)

En un tiempo en el que la desinformación desarrollada por los medios capitalistas está tratando de imponer la visión de la clase dominante en la forma de pensar de las masas, los comunistas deben recordar el papel esencial y fundamental jugado por las luchas de la mujer proletaria para conquistar los derechos económicos, sociales y civiles, junto a la demanda de la igualdad de principios. La contribución de la mujer proletaria a las luchas obreras ha sido teórica y práctica, antes y durante la Resistencia Antifascista, en las fábricas, en el campo y, en general, en todos los centros de trabajo.

La experiencia de las mujeres proletarias italianas que participaron en las luchas campesinas y las huelgas en los primeros años del siglo XX, en las grandes huelgas y luchas obreras durante el Bienio Rojo (1919-1920), de esas mujeres que abrazaron la causa del Socialismo y que, en 1921, contribuyeron a la fundación del Partido Comunista de Italia, es un capítulo de nuestra historia, y cuya enseñanza de gran valor colectivo aún está subestimada.

Por ello, nuestra tarea como comunistas no es recoger memorias individuales con un propósito conmemorativo, sino aprender de la experiencia de las mujeres proletarias y comunistas dentro de la principal contradicción capital-trabajo, sacando partido de ello en un contexto de clase y desde  un punto de vista colectivo.

Nacida en una familia de trabajadores de Turín, estrictamente ligada a la clase obrera y habiendo crecido en la lucha internacionalista y clasista, la vida de Teresa Noce es representativa. En 1921, fue una de las fundadoras del Partido Comunista de Italia y delegada del Comintern. En 1936-1939, estuvo luchando en España defendiendo a la República, y tras ello continuó luchando en la clandestinidad en Italia, pero fue obligada a emigrar a Francia, donde se convirtió en la responsable de la Sección de Trabajadores Emigrados del Partido Comunista de Francia y formó parte en las acciones armadas de la Resistencia. Arrestada en 1943, fue deportada al campo de concentración de Ravensbrück. Después de la liberación, fue elegida como miembro de la Asamblea Constituyente. Como Secretaria del sindicato de las trabajadoras textiles, desarrolló la ley para la seguridad económica y física de las mujeres trabajadoras. En los 70 desarrolló la base de la legislación del empleo femenino y la igualdad entre hombres y mujeres. 

Otras mujeres que lideraron el Partido Comunista de Italia, como Camilla Ravera, Rita Montagnana (mujer de Togliati, fundadora de la Unión de Mujeres Italianas) y Adele Faraggiana, tuvieron vidas similares, forjadas en la lucha de clases, la lucha clandestina, la lucha armada y, a menudo, sufrieron prisión y tortura que nunca torcieron su compromiso político en favor de la clase obrera, así como muchas otras mujeres comunistas menos conocidas que dieron a la causa de la emancipación proletaria su contribución y a menudo sacrificaron sus vidas por ello.

Durante la Resistencia Antifascista, muchas mujeres, principalmente mujeres comunistas, lucharon en la línea de frente no sólo con tareas auxiliares como enlaces partisanos sino también con tareas militares y roles de dirección militar. El primer destacamento de combate femenino fue fundado en 1944 en la región de Piamonte como parte de una brigada partisana ya existente, pero pronto se fundó la Brigada “Nedo”, formada enteramente por mujeres trabajadoras del textil del área de Biella. Las mujeres no sólo tomaron las armas, sino que lideraron también destacamentos partisanos e incluso brigadas. Lucharon junto a hombres en las montañas y ciudades, participando en sabotajes militares.

En el área de Novara, Gisella Floreanini, militante del Partido Comunista, después de ser encarcelada por actividad antifascista, escapó de la prisión y se incorporó a la primera línea de lucha partisana. Después de la insurrección, como dirigente del Comité de Liberación Nacional de Novara, negoció la capitulación del Ejército Nazi Alemán en toda el área. Después del final de la guerra, como una de las dirigentes de la UDI (Unión de Mujeres Italianas) supervisó las políticas por los derechos de los niños, siguiendo en coherencia con su compromiso clasista para conseguir más derechos sociales. 

Estos ejemplos destacan la vinculación del hilo rojo con la conciencia y la actividad política, social y militante de las mujeres, educadas en los principios teóricos del Marxismo-Leninismo y organizativos del Partido Comunista. Estas mujeres han sido la vanguardia consciente en las luchas políticas y sociales que después de la guerra lideró a la clase obrera italiana y las capas populares para alcanzar logros de relevancia en los años 70. Las mujeres comunistas han relacionado las especificidades de género con las necesidades de la lucha de clases, contribuyendo, en un momento favorable en la correlación de fuerzas tanto a nivel nacional como internacional, a alcanzar derechos sociales, económicos y civiles de todas las capas populares.

Las ocho horas de trabajo diario, la igualdad de condiciones en el trabajo, el Estatuto de los Trabajadores (regulaciones del trabajo), la seguridad social, los servicios públicos sociales, las nuevas leyes de la familia, el derecho al divorcio y el derecho al aborto son los principales derechos alcanzados gracias a la gran contribución de las mujeres proletarias. Hoy en día todos estos derechos, conquistados en décadas por la tenacidad de la lucha de las mujeres y hombres trabajadores, han sido despreciados por la propaganda burguesa como obsoletos, conservadores y anti-reformistas, y desmantelados por la clase dominante, presuntamente en nombre de la “modernización y el progreso”, para satisfacer a los grandes monopolios del capital.

Hoy en día, la situación de la mujer proletaria está empeorando profundamente, debido al colapso de la URSS y los países socialistas, lo cual cambió la correlación de fuerzas a nivel internacional, y a la colaboración de los sindicatos, controlados por los oportunistas de los partidos de “izquierda” que han cambiado la correlación de fuerzas a nivel doméstico, no sólo en nuestro país. En el estadio actual de conciencia de lucha obrera, todos estos derechos están retrocediendo junto a los derechos de la clase obrera.

El análisis dialéctico-materialista de la historia nos enseña que cuando el partido de la clase obrera va a la deriva en cuanto a la teoría revolucionaria y practica el desastre del revisionismo y el oportunismo, toda la clase, desprovista de la herramienta esencial para la emancipación del yugo capitalista, empieza ser más débil en los niveles materiales, políticos, sociales y culturales. Eso es, en síntesis, lo que ocurrió en Italia. El oportunismo lleva a la deriva a los partidos que tenían al comunismo como referente con palabras pero no con hechos, debilitan a la clase obrera, minan su capacidad para resistir, hacer frente a la ofensiva del capital en una situación desfavorable en la correlación de fuerzas y preparar la contraofensiva. Debido a esto, los éxitos previos de la clase obrera, junto a las de las mujeres, son anulados paso a paso.

Esto también demuestra que cualquier logro de la lucha obrera que se desvincule de la cuestión de la toma del poder y la abolición de la propiedad privada de los medios de producción, es inestable y temporal. La burguesía y el capital, en determinadas condiciones, pueden hacer concesiones temporales, pero tan pronto como la correlación de fuerzas cambia, suprimen gran parte de esas concesiones por todos los medios.

En el contexto de vacío ideológico creado por el oportunismo, se han desarrollado muchos movimientos feministas, recogiendo fundamentalmente elementos burgueses y pequeño-burgueses. Basándose en las exigencias de emancipación social y cultural de las mujeres, en el imaginario colectivo se llevaron el mérito de éxitos sociales que en realidad fueron resultado de la lucha de clases. Sus teorías y prácticas interclasistas se centran en las diferencias de género y consideran la situación de las mujeres como resultado de las contradicciones de género en vez de como producto de las contradicciones económicas, sociales y culturales del capitalismo, basadas en la explotación del hombre por el hombre, el beneficio y la violencia. Esencialmente, niegan las diferencias de clase dentro del género y son una herramienta importante en manos del capital para confundir a la mujer proletaria, desviándola de la lucha de clases. Desafortunadamente, estas tendencias feministas también han arraigado en algunos partidos comunistas incluso después del eurocomunismo y deben ser combatidas con determinación.

Alrededor del mundo capitalista la situación de las mujeres trabajadoras ha empeorado rápidamente, debido no sólo a la crisis capitalista, sino también a la debilidad de la clase trabajadora y de otras capas populares que están sufriendo el proceso de proletarización. Al poderoso ataque del capital ahora mismo sólo se le puede oponer una resistencia de retaguardia en defensa de las condiciones ya erosionadas por la agresión capitalista.  

Los ejemplos están a la vista de todo el mundo: las contrarreformas del sistema de pensiones, la educación y la seguridad social han afectado a todos los trabajadores pero especialmente a las mujeres. Su edad de jubilación se ha prolongado más que la de los hombres, han sufrido una especie de deportación masiva, impuesta por la reforma en el sistema educativo, que ha provocado el desmembramiento de miles de familias: su derecho a la reproducción libre, consciente y asistida está casi anulado. Y podríamos poner muchos más ejemplos.

En cuanto a los aspectos económicos, al inicio del ciclo de crisis capitalista, en Italia se podría esperar que los despidos podrían afectar principalmente a mujeres, apartándolas de la producción y los lugares de trabajo y relegándolas a las tareas domésticas y las funciones subsidiarias en sustitución de la seguridad social en proceso de desintegración. Por el contrario, el Instituto Estatal de Estadística (ISTAT) informa que el trabajo masculino en el centro y norte de Italia ha descendido en un 2% desde 2004 hasta 2016, mientras que en el mismo periodo el empleo femenino ha crecido en torno al mismo tanto por ciento. En el Sur de Italia el empleo masculino está en caída libre (del 62% al 54%, -13% el mismo período), mientras que el empleo femenino se ha mantenido muy bajo pero estancado en el 30%.

Debemos cruzar estos datos con otro índice relevante: Los salarios para el mismo nivel educativo.

En Italia, el salario medio de las mujeres trabajadoras con estudios inferiores equivale al 64% del salario de un trabajador con el mismo nivel de estudios. Esta brecha disminuye para las trabajadoras  que han acabado el instituto, que reciben el 72% del salario de los trabajadores varones, pero vuelve a ser muy alto para las mujeres con título universitario, recibiendo el 66% del salario de un hombre con un título equivalente (datos de la OCDE). Aunque los porcentajes son diferentes, esta brecha también se puede encontrar en otros países (Alemania, Grecia, etc). En este momento no tenemos suficientes datos para analizar este aspecto respecto a la mano de obra inmigrante masculina y femenina, que sin ningún género de dudas se convirtió en una categoría muy importante.

Los datos nos enseñan la siguiente situación: 

  • un descenso de la mano de obra masculina, reemplazada por una fuerza de trabajo femenina a menor precio;
  • una mayor desertificación productiva en el Sur de Italia. 

Lo dicho confirma que la contradicción entre capital y trabajo es la esencia también en lo que respecta a la posición de la mujer en el mundo del trabajo y la sociedad.

Debido a ello, y partiendo de ello, debemos desarrollar nuestra actividad política teniendo en cuenta la especificidad de género. Debemos promover y organizar un movimiento clasista fuerte a partir de las condiciones específicas de las mujeres proletarias, un frente de clase, donde las diferencias de género se deben volver a unir a la lucha común. Por lo tanto, debemos contrarrestar cualquier tendencia engañosa que se centre únicamente en los derechos individuales de las mujeres intentando ocultar la esencia de clase que nos muestran los datos sobre el trabajo y las condiciones de vida de las mujeres. debemos oponernos con firmeza a cualquier vieja o nueva deriva feminista, su concepto sexista y por tanto interclasista de la sociedad que no apunta a derrocar el sistema capitalista, sino que, por el contrario, ayuda a conservarlo. De hecho, los grupos feministas en Italia tienen el mismo enfoque de los gobiernos y medios burgueses. Destacan los casos individuales de abuso o violación, pero silencian diariamente la violencia de clase ejercida por el capital tanto a hombres como a mujeres trabajadoras a través de su brutal explotación. Una mujer muerta de cansancio mientras cosecha en los campos del sur de Italia, o una mujer obligada a coser camisas hasta 16 horas al día por 3 euros por hora no aparecen en los titulares y es peligroso porque revela la verdadera cara del sistema capitalista, mientras un caso de violación provoca la santurrona curiosidad de la pequeña burguesía sin involucrar ninguna crítica al sistema económico-social dominante. También nosotros hemos condenado siempre todo tipo de violación, abuso o maltrato contra la mujer. En el actual aumento de tales actos despreciables vemos y denunciamos uno de los aspectos más evidentes de declive social y cultural de la civilización con el capitalismo.

Una de las consecuencias de las teorías feministas aplicadas a la política son las llamadas “cuotas rosas”: el número de mujeres en los censos electorales e instituciones electas burguesas fijado por ley.  Creemos que esta ley, exhibida como éxito por el movimiento feminista, es humillante para la mujer ya que están incluidas en roles e instituciones no basándose en sus habilidades reales sino simplemente porque es obligatorio. Bajo Berlusconi, también bajo Renzi, esta ley ha dado lugar a la proliferación de personalidades femeninas en las filas de los partidos burgueses, totalmente carentes de cultura política y muy lejos de los problemas que las mujeres trabajadoras enfrentan en nuestra sociedad y por lo tanto completamente sujetas a la política del sistema, impuesto y dirigido por el capital monopolista. Para nosotros, por el contrario, las mujeres y los hombres deberían ser evaluados y apreciados en base a la igualdad total, sólo por sus verdaderas habilidades políticas, lo que en el lenguaje comunista significa por su compromiso y contribución a la lucha de clases.

En Italia, las condiciones de las mujeres están empeorando no sólo en el nivel del trabajo, sino también en la sociedad en general. El fanatismo religioso se está extendiendo y está estableciendo la hegemonía de su subcultura sexista, particularmente similar a las teorías feministas.  Los círculos católicos más reaccionarios están tratando de cuestionar el derecho al divorcio y al aborto asistido. Estas tendencias también deben ser firmemente condenadas y combatidas. 

En cuanto a  las mujeres comunistas, actualmente estamos desarrollando nuestra actividad política en los centros de trabajo para reconstruir las semillas de lucha entre las mujeres proletarias y populares. Ponemos especial atención a los centros de trabajo donde las mujeres son mayoría, en su mayor parte relacionadas con la falta de servicios sociales, como ancianos y asistencia por enfermedad, integración y ayuda a mujeres inmigrantes, etc. Como ejemplo, vamos a dar algunos datos. Cooperative Lookout informa que en 2014 en las cooperativas sociales que reemplazan el sistema público que garantiza los servicios sociales, había 285.600 mujeres del total de 385.500 empleados (más del 74%). Si tomamos los datos de las fuentes sindicales, vemos cómo sectores como la administración pública, la salud y la educación históricamente emplean principalmente a mujeres, con diferentes porcentajes del Norte al Sur. En los servicios de educación pública de las regiones del Norte, la incidencia del empleo femenino varía del 60% al 63%, mientras que en las regiones del Sur no excede del 30%.  

Las cooperativas sociales se oponen al nivel bajo de los salarios y la brutal explotación de la fuerza de trabajo en términos de tiempo de trabajo, seguridad, inestabilidad laboral, fracaso en el cumplimiento de los estándares de seguridad social. La política de privatización de servicios públicos y la subcontratación de muchas funciones públicas dieron un fuerte empujón a la proliferación de dichas cooperativas. Las consecuencias son un descenso del empleo, el empeoramiento de la calidad de los servicios proporcionados, mayores costes tanto para usuarios como organismos que subcontrataron el servicio, mayor explotación de la fuerza de trabajo utilizada. En esta situación, cuando se están cancelando todos los logros económicos y reguladores y se están privatizando los servicios públicos, la condición de las mujeres trabajadoras conlleva en sí misma los peores aspectos del sistema de explotación: pérdida de derechos, discriminación por género o racial, necesidad de aceptar el trabajo en negro, falta progresiva de medios de asistencia y a menudo de subsistencia, comportando a veces en una disrupción de las relaciones familiares. Estamos comprometidos en analizar mejor estas dramáticas condiciones para elaborar una propuesta política, en el marco de la confrontación clasista, que sea capaz de conectar a la lucha diaria para encontrar una salida inmediata con la meta final de la revolución proletaria y la construcción del socialismo-comunismo. Ésta es una característica distintiva que diferencia a las mujeres comunistas de otros movimientos femeninos.

Las mujeres comunistas de hoy seguimos el pensamiento desarrollado por Friedrich Engels, Clara Zetkin y Aleksandra Kollontai, según quienes los asuntos femeninos con su particularidad deben ser considerados necesariamente en el marco de la lucha proletaria contra el capital, ya que los logros civiles establecen solo una igualdad formal, pero no eliminan las condiciones materiales de explotación y subordinación tanto en la producción como en la familia.

En el primer tomo de “El Capital”, Karl Marx escribe que las principales características del capital son el control sobre el trabajo excedente y la apropiación privada de la plusvalía. Mediante la abolición de la propiedad privada de los medios de producción y su transformación en propiedad social, la jornada laboral tenderá a corresponderse con el trabajo necesario. Por tanto, la fase de transición al comunismo se caracterizará no solo por un descenso del propio tiempo de trabajo, permitiendo el libre desarrollo material e intelectual de la humanidad, mujeres y hombres, sino también por el uso colectivo y social del trabajo excedente aún remanente. En su trabajo “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, Friedrich Engels añade que la condición de hombres y mujeres cambiará significativamente. Cuando los medios de producción se conviertan en una propiedad común, la familia nuclear dejará de ser la unidad económica de la sociedad.

Como hemos visto, solo el socialismo-comunismo puede liberar de verdad y definitivamente a las mujeres de la doble explotación, en la producción y en la familia. Para alcanzar esta meta, las mujeres deben organizarse y luchar junto a los hombres. En “El Estado y la Revolución”, Lenin enseña que una generación entera de hombres y mujeres crecerá no al posponer la revolución hasta la hora, cuando los hombres hayan cambiado, sino más bien uniéndose a las filas proletarias, la vanguardia armada de todos los trabajadores explotados. Solo organizándose en el movimiento obrero internacional, las mujeres y hombres proletarios pueden romper el yugo capitalista y sentar los pilares de la sociedad socialista, eliminando la explotación del hombre por el hombre y la subordinación de la mujer al hombre. 

La Gran Revolución Socialista de Octubre, cuyo 100 aniversario celebramos, canceló miles de años de opresión y dio a las mujeres libertad real, igualdad y apoyo social en la familia, la educación, la sanidad, los servicios sociales, el trabajo y la vida política.

Hoy, con el desarrollo actual de los medios de producción, la ciencia y la tecnología, las mujeres trabajadoras están más educadas, especializadas y son más competentes. Ellas pueden contribuir con nueva vitalidad a la lucha política, el trabajo social y la construcción de una sociedad nueva, donde todo el mundo, hombres y mujeres, sea libre e igual. No obstante, la oportunidad de satisfacer las necesidades sociales es impedida por la propiedad privada de los medios de producción y el beneficio capitalista. Sólo la socialización de los medios de producción y la planificación central de la economía bajo control obrero permitirá usar libre y completamente estos enormes recursos para satisfacer las necesidades de las masas populares.

Así que, en nuestra opinión, la actividad política de las mujeres proletarias debe apuntar al derrocamiento revolucionario del capitalismo. Solo el socialismo puede asegurar no sólo los derechos sociales y económicos básicos de las mujeres, sino también su participación total y activa en la vida política, la producción y el control obrero planificado y la gestión del estado. Así pueden las mujeres contribuir a fortalecer y mejorar la dictadura del proletariado.

Al eliminar las condiciones materiales de la explotación y subordinación de las mujeres proletarias, también asentamos los pilares para un nuevo enfoque cultural a la especificidad de género, capaz de revocar los conceptos reaccionarios que hoy están impregnando a toda la sociedad capitalista y generando abusos y violencia.

Estamos seguros de que el movimiento de las mujeres se comprometerá cada vez más con la lucha de clases y dará a la épica batalla contra la barbarie capitalista una valiosa contribución para el establecimiento del poder revolucionario de la clase obrera y sus aliados, por el futuro brillante del socialismo-comunismo.