El golpe de estado del Maidán de Kiev de 2014 y la posterior guerra civil, pero sobre todo la guerra imperialista interestatal entre la Federación Rusa y Ucrania que comenzó en 2022, han situado al capital austríaco en una posición ambivalente, lo que se corresponde con la política del gobierno federal, que por supuesto es parte del bloque occidental en torno a EE.UU., la OTAN y la UE, pero que al mismo tiempo tiene que tener en cuenta las condiciones especiales y los intereses del imperialismo austríaco. El Partido del Trabajo de Austria (PdA) realiza un análisis y deriva de él sus posiciones.
El capital austríaco en Europa del Este
El capital austríaco fue uno de los principales beneficiarios internacionales de la contrarrevolución en Europa del Este y la URSS en 1989-1991. Los bancos y corporaciones de Austria invadieron con éxito los países del este y el sudeste de Europa en el transcurso de la restauración capitalista, lo que en un primer momento afectó a los vecinos más próximos: Chequia y Eslovaquia, Hungría, Eslovenia, Rumanía y Croacia. En el contexto de privatización y liberalización, la expansión tuvo éxito en los países que fueron parte 75 años antes de los territorios de la monarquía de los Habsburgo y que se seguían contemplando como el “patio trasero” de Austria, al menos en lo económico, incluso en la república con poderes limitados. En la batalla por las esferas de inversión, las cuotas de mercado, las materias primas y la mano de obra barata, Austria logró el éxito sobre todo en el sector financiero, las cadenas minoristas, las telecomunicaciones y los medios de comunicación, el suministro energético, la agricultura, la industria de la construcción y también en sectores industriales centrales. Este nuevo desarrollo económico del imperialismo austríaco vino acompañado también del político.
El capital austríaco tenía aquí una ventaja inicial: debido a su neutralidad formal, que desde luego nunca fue una neutralidad real, se habían establecido relaciones significativas con las economías socialistas en las décadas anteriores, que se pudieron construir hasta la década de 1990. Por supuesto, se fomentaron los “procesos de transformación” de Europa del Este y en última instancia la admisión a la UE de los estados en cuestión, lo que sirvió como un vehículo más para el imperialismo austríaco desde 1995 en adelante. Por último, pero no por ello menos importante, los gobiernos socialdemócratas en Viena de entonces alimentaron con especial celo el separatismo en los Balcanes occidentales y el desmembramiento de la antigua RSF de Yugoslavia. Austria también se encuentra militarmente presente en esta región, principalmente con importantes contingentes del Ejército Federal como parte de los ejércitos de ocupación de la UE y la OTAN en Bosnia-Hercegovina y en el Kosovo serbio. En este contexto general, la siguiente fase de la expansión se dirigió aún más hacia el este, hacia Rusia, Bielorrusia, Ucrania y Kazajistán.
De nuevo, al capital austríaco y su estado les ayudó su “bonus de neutralidad” en una región crítica de la OTAN. Mientras el imperialismo europeo actuaba con más vacilación, Austria fue capaz de hacer negocios con los regímenes de Lukashenko y Nazarbáyev, como una insospechada vanguardia, por así decirlo. De mayor importancia, sin embargo, era la destacada “amistad” de la economía austríaca con Rusia. El presidente Vladímir Putin y distintos oligarcas rusos fueron bienvenidos durante mucho tiempo, como socios comerciales, como abrepuertas de las inversiones austriacas, pero también como inversores en Austria. En concreto, se desarrollaron lazos bilaterales en la industria de la construcción, el turismo y el sector financiero... y en la dependencia del sector energético: ha habido contratos de suministro con la URSS desde 1969 y, más recientemente, se extendieron de nuevo en 2018 con la rusa Gazprom hasta 2040. El 80% del suministro de gas de Austria procede de la Federación Rusa, con un porcentaje igualmente alto de importaciones petroleras procedentes de Kazajistán.
A cambio, hay 650 empresas austríacas presentes en Rusia, cuyas inversiones suman miles de millones. Se incluyen empresas medianas, pero la punta de lanza es Raiffeisenbank International (RBI), cuyos activos en Rusia suman cerca de 30.000 millones de dólares y es actualmente el mayor banco extranjero en la Federación, por delante del banco estadounidense Citigroup y del italiano UniCredit. RBI tiene 130 sucursales en Rusia, 10.000 empleados y cuatro millones de clientes. Raiffeisen también es un nombre destacado en el patrocinio, pero los beneficios fluyen de forma natural del negocio bancario real: más recientemente, 2.100 millones de dólares, en torno al 50% del beneficio neto de RBI, procedieron de Rusia —huelga decir que el banco se opone con vehemencia a las canciones y no quiere abandonar la vaca que le da dinero—; sin embargo, Raiffeisen es más que un banco: es un conglomerado integral que también incluye holdings en empresas de comunicación o el grupo de construcción Strabag, así como la empresa de seguros Uniqa. Sin embargo, Raiffeisen es, sobre todo y como perversión del concepto original de cooperativa agropecuaria, un enorme monopolio agrícola. A través de Agrana AG, la empresa es también un actor importante en las frutas preparadas en Rusia.
Y aquí hay un solapamiento correspondiente en dirección a Ucrania. El capital austríaco también tiene una gran implicación allí, como sexto mayor inversor del país. Antes del comienzo de la guerra, había localizadas 200 empresas austríacas, 50 empresas industriales con 20.000 empleados. Éstas son principalmente de las industrias madereras, papeleras y del cartón, pero las empresas austríacas también producen en Ucrania esquíes (Fischer) así como artículos triviales como etiquetas de botellas y tablas de planchar. Especial importancia, sin embargo, tiene la ya mencionada Agrana AG, indirectamente propiedad de Raiffeisen: también produce frutas y zumos en Ucrania. Sin embargo, la gente en Ucrania está menos contenta con Raiffeisen por sus negocios rusos, por lo que RBI fue colocada temporalmente en la lista de empresas acusadas por Kiev de apoyar la guerra de agresión rusa, contra lo cual intervino con éxito el gobierno austríaco a través de la UE.
Este ejemplo demuestra que el capital austríaco ha maniobrado hacia una posición difícil. La falta de principios en la búsqueda de beneficios en todas partes ha creado desde hace tiempo dificultades políticas predecibles, sobre todo en Ucrania. La “Revolución Naranja” se convirtió en una especie de dilema ya en 2004, cuando Víktor Yúshchenko tuvo temporalmente su centro de operaciones en Viena. Aunque se apoyó el primer derrocamiento de Yanukóvich, el fracaso de Yúshchenko en 2010 fue una condición previa para el golpe del Maidán en 2014. En aquel momento, sin embargo, Austria y Rusia, así como el gobierno federal y Putin, siguieron manteniendo las mejores relaciones posibles, como se demostró en torno a los Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi, por ejemplo. El predominio de los intereses económicos austríacos en el territorio de la antigua URSS yace con claridad con Rusia. Por eso la energética austríaca OMV, parte de la cual es propiedad estatal, adquirió un 10% de participaciones en el proyecto del gasoducto Nord Stream 2 en 2015. El gas barato ruso fluiría a través de una ruta segura, sorteando Ucrania, hacia Alemania y luego hacia Austria, no necesariamente para que los hogares privados pudieran calentarse y cocinar, sino para cuestiones económicas más grandes: en Austria se usa el gas para generar electricidad y hay también importantes sectores productivos que utilizan mucho gas, como las industrias del acero y el papel.
Esto nos proporciona una perspectiva general incompleta pero muy informativa de los vínculos económicos entre el imperialismo austríaco y Rusia por un lado y Ucrania por el otro. En el caso de Rusia, uno debe incluso hablar de vínculos estado-monopolio clásicos: destacados ex-políticos austríacos mantuvieron funciones o posiciones en consejos de supervisión de empresas rusas, como Wolfgang Schüssel (Canciller Federal, ÖVP) en Lukoil, Christian Kern (Canciller Federal, SPÖ) en el ferrocarril estatal RZhD, Hans Jörg Schelling (Ministro de Finanzas, ÖVP) en Gazprom/Nord Stream o Karin Kneissl (Ministra de Asuntos Exteriores, FPÖ) en Rosneft. El antiguo jefe de gobierno, Alfred Gusenbauer (SPÖ) fue responsable de consultoría y relaciones públicas, incluyendo al Grupo Hapsburg a favor de Yanukóvich, pero también de los regímenes kazajo y azerbaiyano. Al mismo tiempo, los oligarcas rusos compraron paquetes de acciones en las principales empresas austríacas, como Oleg Deripaska en el grupo de construcción Strabag, propiedad en su mayoría de Raiffeisen y Uniqa. Detrás del telón, Christoph Leitl (ÖVP), histórico Presidente de la Cámara de Comercio, ha movido los hilos, representando incluso una especie de misión austríaca en el oeste de Ucrania: en un acto público, bromeó con Vladímir Putin delante de las cámaras de televisión sobre un posible “reparto” de Ucrania, puesto que “Lemberg” (nombre alemán de Lviv) fue una ciudad austríaca hasta la Primera Guerra Mundial.
A la vista de esta situación general de los intereses austríacos en Europa del Este, el golpe de estado del Maidán en 2014, la anexión rusa de Crimea y la guerra civil en el Dombás no fueron necesariamente favorables para el capital austríaco. En consecuencia, se hicieron esfuerzos para ignorar los problemas y mantener relaciones con todas las partes. La estrategia de escalada de EE.UU., Gran Bretaña, la OTAN y los nuevos gobernantes de Kiev tuvo que ser contemplada y formalmente apoyada.
Guerra de Ucrania, neutralidad, militarización
El 24 de febrero de 2022 llegó marcando la invasión rusa y el inicio directo de la guerra interestatal entre la Federación Rusa y Ucrania. Seis semanas después, a principios de abril de 2022, en Canciller Federal de Austria, Karl Nehammer (ÖVP), fue el primer jefe de gobierno de la UE en viajar a Moscú para reunirse con Vladímir Putin. El contenido de las charlas se mantuvo en su mayoría en secreto; es improbable que Nehammer haya sido tan inocente como para emprender una “iniciativa de paz” por sí solo, sino que es más probable que delimitara y garantizara intereses económicos; es decir, la no interrupción de los suministros de gas de Rusia a Austria —en ese momento también a través del Nord Stream 1— por un lado, y las actividades de Raiffeisenbank (RBI) por el otro, sabiendo que se considera al ÖVP en cierta medida como el brazo político de Raiffeisen debido a sus estrechos vínculos. Es probable que ambos se hayan gestionado de forma fría pero profesional para interés de ambos partidos: se respetarán los contratos de Gazprom, no se sancionará a Raiffeisen en Rusia, especialmente como RBI que, al contrario que los bancos rusos nacionales, no fue excluido del sistema SWIFT.
Al mismo tiempo, importantes representantes de la Federación Austríaca de Industriales insistieron en que las sanciones y la guerra económica contra Rusia serían absurdas y harían daño a la economía austríaca. Hasta cierto punto, se han formado dos facciones dentro del capital, una de las cuales —la más pequeña— es decididamente rusófila, por la correspondiente orientación de inversiones, exportaciones e importaciones. A nivel político, esta facción respalda al partido ultraderechista de la oposición Partido de la Libertad (FPÖ), que llama en público a que Austria sea más neutral. Se puede asumir que el FPÖ, bajo su líder, Herbert Kickl, conseguirá una victoria aplastante en las próximas elecciones al Consejo Nacional, que tendrán lugar este otoño. Las previsiones y encuestas de opinión actuales les dan más de un 30% de votos y una ventaja clara sobre la oposición de los socialdemócratas (SPÖ) y los conservadores en el gobierno del ÖVP. Si realmente Kickl es capaz de dirigir un gobierno, para lo que necesitará un socio, la facción rusófila del capital espera que tenga al menos un enfoque de la política hacia Rusia similar al de Orbán en Hungría o Fico en Eslovaquia. En cualquier caso, el hecho es que cuando Zelenski habló por videoconferencia en el parlamento austríaco, los diputados del FPÖ abandonaron la cámara en protesta. Sin embargo, algunos socialdemócratas ni siquiera aparecieron.
No obstante, una clara mayoría del capital austríaco se ha unido al frente antirruso porque, por muy lucrativo y en teoría prometedor que puedan ser los negocios con Rusia, hay otros mercados actualmente más importantes para la industria de exportación. Si contamos con los países de destino de las exportaciones de bienes austríacos, por ejemplo, podemos ver que en 2021, es decir, antes del comienzo de la guerra, el 68% eran miembros de la UE. El mercado más importante es de lejos, con una cuota del 30,2%, Alemania; seguida de Italia (6,8%), Polonia (4,0%), Francia (3,8%), Hungría (3,7%) y la República Checa (3,6%). Fuera de la UE, Suiza aún tiene cierta importancia (4,9%), mientras que el país de ultramar de mayor importancia en las exportaciones es EE.UU. con una cuota del 6,7% de todas las exportaciones de bienes austríacos. Por contra, la cuota de Rusia es bastante pequeña, un 1,2%, aunque sigue involucrando miles de millones de euros. Sin embargo, la orientación es clara: el capital austríaco necesita a Alemania, a los países vecinos y a la UE, así como a EE.UU. Estas relaciones (y beneficios) no pueden ponerse en riesgo por Rusia, aunque aquí se conciban perspectivas de una mayor expansión de nuevas dimensiones.
La situación es similar con las exportaciones de capital. Las inversiones directas de Austria en el extranjero sumaron 238.000 millones de euros en 2022, un 60% del cual se destinaron a estados miembro de la UE, en torno al 15% al Alemania y cerca del 7% a Países Bajos, a Chequia, a Suiza... y a EE.UU., respectivamente. En comparación, Rusia es un país objetivo menos significativo con un 3%. A este respecto, aquí se aplica lo mismo: desde luego es más probable que el capital austríaco renuncie a la esfera de inversión rusa que a la UE y Norteamérica. Aunque suponga al menos un fuerte freno a la estrategia real de expansión, como país de tamaño medio —aunque con una economía financiera sobredimensionada—, tienes que asumir los sucesos internacionales. Son por tanto unos intereses económicos muy profanos del capital austríaco los que son el factor decisivo en la posición final con respecto a la guerra en Ucrania. A regañadientes, pero se están cortando una o dos relaciones con Moscú y se están congelando distintos planes, al menos por el momento. Después de todo, muchas empresas, y no solo Raiffeisenbank, han permanecido en el terreno y esperan poder bucear en medio de la guerra para participar después de una forma u otra en el reparto del botín.
En este contexto, arrojar las menores dudas posibles sobre la confiabilidad política de Austria en Bruselas, Berlín y Washington tenía una importancia extrema para el gobierno federal austríaco, dirigido por el conservador ÖVP y en el que los Verdes son socios menores. Ello afectó en un primer momento a lo retórico: Austria puede ser neutral militarmente, pero políticamente no es neutral, declaró el Canciller Federal Nehammer, destacando en cada oportunidad que apoyaría a Ucrania por motivos morales y del derecho internacional para defender los valores europeos de democracia y libertad. A veces las declaraciones del gobierno sonaban cono si hubiesen sido dictadas directamente de la sede de la OTAN. En términos prácticos, se encontraron soluciones creativas: sobre la cuestión de la “Instalación de Paz Europea” y la financiación de armamento para Ucrania por parte de la UE, Austria tomó la posición de “abstención constructiva”, lo que permitía que se tomase la decisión conjunta conforme al principio de unanimidad. Sin embargo, la cuota de Austria de los fondos europeos solo podía utilizarse para fines civiles. Es por supuesto una idea absurda de que se pudiera separar en el campo de las contrataciones y las entregas de la UE; Austria también está pagando de facto armas para Ucrania y en cualquier caso está cofinanciando el aparato administrativo militar.
Lo que sin embargo no existen son las entregas directas de armas de Austria a Ucrania —al fin y al cabo, las Fuerzas Armadas austríacas tendrían 48 de los célebres tanques Leopard 2—, pero el gobierno federal se prohibió a sí mismo suministrar “armas ofensivas” y los únicos bienes militares de las reservas del Ejército Federal transferidos a Ucrania fueron cascos de acero y chalecos protectores, equipamiento de naturaleza defensiva. Sin embargo, la posición austríaca en toda su ambigüedad aparece cuando se habla de transportes de armas: la prohibición de transportar armas extranjeras a través del territorio austríaco a un país en guerra se sortea usando trucos de licencia y etiquetado; por ejemplo, los tanques italianos se entregan deliberadamente a Eslovaquia a través de territorio austríaco y por tanto dentro de la UE, y solo después llegan a Ucrania. Del mismo modo las armas y los transportes de tropas de la OTAN cruzan con regularidad los ferrocarriles austríacos —en 2023 más de 4.500—. Igualmente, al gobierno federal no le preocupa que las aeronaves de la OTAN sobrevuelen con regularidad el espacio aéreo austríaco, algunas incluso sin autorización. En algunos de estos casos, hay claras violaciones de la ley de neutralidad austríaca, la cual tiene un estatus constitucional.
La abolición general de la neutralidad austríaca, históricamente propuesta e impuesta por la URSS, es muy impopular entre la población. Solo en un espacio de tiempo muy breve a principios de la guerra intentó el ÖVP iniciar un proceso de debate respecto a ello. La posibilidad de que Austria siguiese el ejemplo de Finlandia y Suecia y solicitase entrar en la OTAN puede ser completamente descartada en el momento actual; sin embargo, se sigue animando a seguir esta dirección, por ejemplo a través de apariciones frecuentes de oficiales del ejército en noticiarios de la televisión nacional. De hecho, Austria ya está parcialmente integrada, especialmente a través de las estructuras militares de la UE y la Asociación para la Paz de la OTAN. Se ha debilitado enormemente la neutralidad desde el ingreso de Austria en la UE y ésta ha sufrido aún más daños en la guerra actual en Ucrania. La actual estrategia de los que están en el poder es fomentar una membresía silenciosa o, en cierto grado, parcial en la OTAN y finalmente reducir la neutralidad a un cascarón vacío. No debemos ser por tanto ingenuos: podemos utilizar la popularidad de la neutralidad en la lucha contra los lazos con la OTAN, pero no debemos confiar en ella. Debe destacarse el carácter imperialista y el papel criminal de la OTAN en detrimento de los pueblos.
En línea con el plan gubernamental de expandir los lazos con la OTAN, también es necesario armar de forma masiva al ejército, y la guerra en Ucrania fue una oportunidad bien recibida para justificarlo. Mientras el presupuesto ordinario del Ministerio de Defensa aumentó a más de cuatro mil millones de euros, también tuvieron lugar varios procesos de contratación fuera de él. Además de 1.000 vehículos de transporte y artículos como máscaras de protección NBC y equipamiento de visión nocturna, los aumentos de presupuesto desde 2023 también incluyen 4.000 nuevos rifles de asalto (StG77/AUG) y mejores sistemas de radar y rastreo. La fuerza aérea se está modernizando, no solo con drones, sino también con, entre otras cosas, 36 nuevos helicópteros de fabricación italiana (Leonardo AW-169), la duplicación de la flota de helicópteros Black Hawk a 24 aeronaves, cuatro naves de transporte (Embraer C-390) y una decisión pendiente sobre nuevos cazas —los 15 cazas Eurofighter están envejeciendo con los años y deben al menos modernizarse, si no arreglarse o sustituirse—, se están negociando productos estadounidenses y suecos, con 16.000 millones de euros disponibles en este momento. En lo que concierne a vehículos armados, se están actualizando los 48 tanques de combate principal Leopard 2A4 y 112 carros de combate Ulan. Sin embargo, se gastaron 1.800 millones de euros en vehículos de ruedas armados y se encargaron 220 unidades del Pandur Evolution, algunas de las cuales se equiparán con la torreta ametralladora Sky Ranger.
No le cuesta mucho a la imaginación darse cuenta de que las Fuerzas Armadas austríacas se están modernizando y actualizando de forma integral. Aparentemente, el ejército quiere dejar de ser un acompañante para tener una participación más activa en las misiones de la UE y/o la OTAN, que al menos asumen tareas de gran nivel. En la estrategia actual, el Ministerio de Defensa afirma explícitamente que las fuerzas armadas deben volverse “aptas para la guerra”. La guerra de Ucrania proporciona el pretexto, puesto que puede pintarse y exagerarse la amenaza militar del este en términos propagandísticos. En este contexto, también fue posible para Austria participar en el proyecto de defensa antimisiles Sky Shield de la OTAN a pesar de su neutralidad.
La conclusión es que no hay duda de que Austria se sitúa a sí misma en el bloque imperialista occidental, algo necesario porque, abandonada a sus propias estrategias, las opciones del capital austríaco serían extremadamente limitadas. Las propias ambiciones de Austria, que a veces aparecen exageradas, deben ser impulsadas como socio menor, especialmente en el caso de las implicaciones militares, sobre todo a la estela de Alemania y de una UE militarizada. En 2024 —exactamente 110 años después del comienzo de la Primera Guerra Mundial— esto es un recordatorio menos que agradable de los crímenes de guerra históricos cometidos por la hermandad de armas austroalemana en Europa del Este.
Mientras los políticos se esfuerzan en tener una posición clara y confiable, al menos en las palabras, dejan varias puertas abiertas. El capital austríaco sigue estando en Rusia y Ucrania con el fin de mantener sus bastiones económicos y estar en el centro cuando acabe la guerra. El gobierno protege a oligarcas rusos concretos, que tienen una importancia especial para Austria, de las sanciones de la UE. Además, se está utilizando una especie de táctica de retraso para insistir en que continúen los suministros de gas ruso a Austria, ya que el país sigue dependiendo de ellos: por falta de acceso marítimo, no se puede construir ningún terminal de gas natural licuado propio. Al mismo tiempo, el hecho de que no se haya hecho realidad el gasoducto Nabucco que OMV ha impulsado y que iba a suministrar gas de Kazajistán y la región del Caspio a través de Turquía y los Balacanes hasta Austria, está pasando factura. Por tanto, si el acuerdo de tránsito de Ucrania con Rusia sobre el transporte de gas ruso a Europa expira este año y no es renovado —o si el gasoducto es dañado en la guerra— Austria afrontaría muy serias dificultades. Estos hechos (y el rumbo desfavorable de la guerra en Ucrania) pueden contribuir al hecho de que el ÖVP en el gobierno hable cada vez más de la necesidad de entablar negociaciones de paz con Moscú con la ayuda de los países BRICS, Hace solo unas semanas, dicha propuesta habría sido desacreditada como blasfemia contra Ucrania.
Posiciones del Partido del Trabajo de Austria
En el pasado, el Partido del Trabajo de Austria contempló la agresividad del imperialismo estadounidense como la mayor amenaza para la paz, y como consideración particular ése sigue siendo el caso hoy. Esta agresividad particular por parte de EE.UU. surge de sus enormes capacidades militares y financieras por un lado, pero también de ciertas dependencias y del declive económico por otro, vinculado a lo cual está el papel de la OTAN. Siempre hemos criticado la expansión de la OTAN hacia las fronteras de Rusia y Bielorrusia como un suceso peligroso, como lo es la militarización de la UE. En consonancia, nuestras reivindicaciones antiimperialistas incluyen la retirada de Austria de la UE y el fin de toda cooperación con la OTAN, incluyendo la denominada “Asociación para la Paz”; así como con EE.UU., incluyendo el “Programa de Asociación Estatal” con la Guardia Nacional. Todas estas cosas son incompatibles con la neutralidad austríaca, que defendemos a pesar de sus claras deficiencias.
Al mismo tiempo, nuestras posiciones antimilitaristas implican el rechazo de un mayor rearme de las Fuerzas Armadas austríacas, la penetración en la sociedad de ideas militares y medios de comunicación belicistas y la participación de las Fuerzas Armadas en misiones imperialistas. Las fuerzas de ocupación austríacas deben ser retiradas de los Balcanes. La tarea de las Fuerzas Armadas austríacas es la defensa del territorio austríaco contra cualquier agresión militar, no es ni un ejército de intervención internacional ni se pretende su despliegue dentro del país. A la vez, el Partido del Trabajo se opone a la introducción de un ejército profesional en Austria, mientras defiende un servicio militar obligatorio reducido y democratizado y un sistema de milicias en consonancia.
Hemos condenado con claridad el golpe de estado del Maidán de Kiev de 2014. Los regímenes de Poroshenko y Zelenski representan la orientación autoritaria, antidemocrática, racista y ultraderechista de la política ucraniana, que se dirige de manera agresiva y a veces asesina contra la población rusófona así como a la clase obrera y sus organizaciones sindicales y políticas. La guerra civil en el Dombás, que comenzó hace más de diez años, supuso desde el principio el peligro de convertirse en una guerra interestatal entre la Federación Rusa y el régimen de Kiev, y ésta es la situación que lleva existiendo ahora más de dos años, al menos en términos formales.
En realidad, las alianzas imperialistas están luchando en Ucrania: es una guerra interimperialista, una guerra injusta por parte de ambos bandos. Ucrania también libra una guerra subsidiaria para EE.UU. y la OTAN —desde la perspectiva de EE.UU.—, mientras que Rusia es el aliado más importante de China. Estamos en medio de una guerra que no se libra solo por materias primas, recursos, rutas de transporte, esferas de inversión, cuotas de mercado y mano de obra barata, sino también por una posición geopolítica importante en el nuevo reparto del mundo y la posición hegemónica mundial. Este conflicto es consecuencia de las leyes del imperialismo, su naturaleza, su competencia y el desarrollo capitalista desigual; se realiza políticamente, económicamente, y por último con armas. Esta categorización general también es el motivo por el que una mayor escalada hacia la guerra mundial sigue pareciendo posible, no solo a través de una implicación más directa de la OTAN en Ucrania, sino también, por ejemplo, a través de una escalada en el Pacífico.
El Partido del Trabajo no elige bando en este conflicto imperialista, ni siquiera por el imperialismo más débil o el “mal menor”, como por desgracia están haciendo algunos partidos comunistas y obreros. Nos comprometemos en exclusiva con la clase obrera, que no tiene ningún interés —ni la rusa, ni la ucraniana ni desde luego la austríaca tampoco— en esta guerra. Por eso nos negamos también a dar una tregua al gobierno austríaco, rechazamos las sanciones y la guerra económica, así como la financiación de Ucrania o el suministro de material de guerra. Estas cosas suponen una conmoción social, preocupaciones existenciales y dificultades de aprovisionamiento para la población austríaca y también el peligro de ser arrastrados más directamente al conflicto militar. Por eso el gobierno y el estado burgués se involucran profundamente en los planes imperialistas de la OTAN, la UE y EE.UU. No se debe desde luego esperar que el gobierno austriaco de repente vire hacia una política activa de neutralidad y paz, por tanto es también una tarea central del partido comunicarle al pueblo que no debe confiar en el gobierno, como no debemos confiar en ningún gobierno burgués ni en general en el estado burgués.
Debemos educar y movilizar al pueblo para que dirija la lucha contra la integración de Austria en la OTAN y la abolición de la neutralidad. Se necesita que un fuerte movimiento por la paz y la lucha de masas pasen de la defensiva a la ofensiva, pero no somos unos ilusos: esto no sucederá salvo que se obligue a los que estén en el poder a hacerlo. Es por tanto necesario aumentar nuestros esfuerzos en el fortalecimiento de la lucha de clases contra nuestro principal enemigo, que está en nuestro propio país y es el imperialismo austríaco, el capitalismo monopolista austríaco. No hay dudas en ello. En caso de guerra, la clase obrera es llamada a volverse contra sus gobernantes. El equilibrio de poder actual puede ser desfavorable, pero las conmociones continuas pueden generar una dinámica para la que debemos estar preparados. Una nueva guerra mundial debe acabar con el derrocamiento del capitalismo y el imperialismo, con una guerra civil revolucionaria si hiciese falta; porque la historia reciente de las antiguas repúblicas de la URSS lo muestra con claridad: el imperialismo supone la guerra, el socialismo supone la paz.
Por el momento, sin embargo, todos los esfuerzos se centran en impedir una escalada de la guerra en Ucrania y el inicio de una guerra mundial. Son los trabajadores los que mueren en las trincheras, y un muerto cada día de guerra ya es demasiado. Por lo tanto, nuestra principal reivindicación es un alto al fuego y soluciones negociadas, aunque las opciones que le quedan al sistema burgués y a las perjudicadas Naciones Unidas son cuestionables. Por supuesto, ha de temerse que solo habrá paz cuando le parezca apropiado al capital estadounidense y ruso; esto es, la paz solo servirá a los beneficios capitalistas en la reconstrucción... y en el rearme; es decir, cada paz es una pausa para respirar antes de la siguiente guerra.
Por tanto, desde luego que ni siquiera una posible solución de paz nos libra de la lucha de clases revolucionaria por el socialismo, lo que aplica no solo a Austria, cuyo capital se esfuerza en surgir de la guerra de Ucrania como un completo y casi indemne especulador bélico y hacer llegar nuevos beneficios. Nunca nos satisfará una “prosperidad” relativa en Austria basada en el saqueo de otras naciones del este y el sudeste de Europa. No nos resignaremos a la existencia esclava de los trabajadores asalariados que están oprimidos políticamente y explotados económicamente; y no aceptaremos un sistema que trae la guerra con él, del mismo modo que las nubes traen la lluvia.