El dominio a escala planetaria del capitalismo como modo de producción dominante impone sus reglas de funcionamiento a todos los países del mundo. Por lo que la contradicción capital-trabajo continúa siendo la pieza esencial sobre la que pivota el sistema de dominación capitalista y el engranaje básico que le hace funcionar. Y, en consecuencia, la lucha de clases sigue constituyendo el motor de la historia en las sociedades capitalistas contemporáneas.
Como Marx demostrara hace más de un siglo, el objetivo del modo de producción capitalista “no es sólo producción de mercancías, sino que esencialmente es producción de plusvalía”.
La conversión del capitalismo a su fase imperialista no hizo más que acentuar esta realidad. Periódicamente la agudización de las contradicciones internas propias del mismo modo de producción sacude hasta tal punto el conjunto del sistema que dificulta o imposibilita temporalmente que se complete el ciclo de reproducción ampliada, afectando, en consecuencia, a la obtención de la plusvalía por parte de la burguesía. Estamos entonces ante una crisis de sobreproducción y acumulación capitalista. La estrategia de la burguesía es siempre la misma: lanzar un ataque general contra la clase obrera.
En esa clave, desvalorizar el papel de la clase obrera en el modo de producción, ocultar su carácter revolucionario e incluso restarle valor a su papel en la sociedad, es la coartada perfecta que necesita la burguesía para justificar su ataque. Fomentar su división por países de procedencia o incluso negar su existencia como clase completan el círculo virtuoso de la manipulaciónideológica.
Naturalmente, para que una estrategia de manipulación sea eficaz debe presentarse como el resultado natural de las investigaciones actuales. Y en esa tarea, el concurso del posmodernismo es un auxilio teórico imprescindible, prometiendo dotar a los llamados “nuevos sujetos” de un marco teórico acertado, pues el marxismo-leninismo, dicen, ya no responde a la nuevarealidad.
La lucha contra el capitalismo no ocupa ningún lugar en la agenda de los “activistas sociales” y, en su lugar, emerge un maremágnum de luchas parciales que niegan a la clase obrera como sujeto revolucionario (e incluso su inexistencia); la aspiración a exiguas reformas que “humanicen” al capitalismo; la ubicación en el plano moral —y no en la base del propio modo de producción— de las “deficiencias” del sistema (“malos empresarios”, “políticos deshonestos”, etc.); y, por supuesto, el señalamiento del Partido Comunista como algo inútil e innecesario.
Una de las expresiones prácticas más genuinas en el ámbito político del posmodernismo es la nueva socialdemocracia, erigida en auténtica representante de esa pléyade de “nuevos movimientos sociales” que prometen cambiarlo todo sin arriesgar nada.
En el caso de España, el partido Podemos ha capitalizado mejor que ningún otro actor político el descontento y el miedo a la proletarización de la pequeña burguesía y de las capas medias (procedentes de la intelectualidad y de las profesiones liberales), que creyeron permanente su posición social después del último ciclo alcista del capitalismo español.
Su capacidad de generar falsas ilusiones en el seno de la clase obrera y los sectores populares influyó, como pocos, en el retroceso de las luchas obreras que se habían desarrollado en el periodo anterior a la aparición del Movimiento 15-M y, posteriormente, de Podemos.
En esta situación de reflujo del movimiento obrero y de debilidad del factor subjetivo de la lucha de clases, las tareas del Partido cobran una importancia capital.
Tres son los elementos claves sobre los que pivotan nuestras tareas actuales: partido- sindicato-clase. Centralización, bolchevización y giro obrero constituyen las herramientas fundamentales con las que la militancia del PCPE fortalece el Partido.
Centralización significa volver a colocar el centralismo democrático como eje vertebrador de la vida partidaria y retornar a la senda correcta, garantía para una dirección unificada de la lucha de clases.
Bolchevización del Partido entendida como “un incesante ataque planificado a todas las deficiencias”. La formación y especialización de cuadros, el fortalecimiento del nivel político-ideológico de la militancia, la planificación metódica del trabajo a todos los niveles y la corrección de las deficiencias organizativas son las piezas esenciales de la bolchevización del PCPE.
Finalmente, el giro obrero supone la puesta en práctica de una estrategia de trabajo político que priorice el trabajo con la clase obrera. El giro obrero exige estar presentes
no sólo en las luchas que nuestra clase protagoniza, sino también en los sindicatos; así como revelar el carácter clasista de todas y cada una de las medidas que nuestro enemigo de clase ponga sobre la mesa, asumiendo que en la lucha de clases no hay margen para la neutralidad política o ideológica.
Proyecto revolucionario, capacidad de dirección y composición clasista definen, pues, el carácter de clase de nuestro Partido Comunista.