El carácter de clase de la lucha por la emancipación de la mujer en el capitalismo. La situación en España


Raúl Martínez, miembro del Buró Político del CC del PCPE Marina Quintillán, Secretaria del Departamento de Liberación de la Mujer del CC del PCPE

"La emancipación de la mujer, como la de todo el género humano, sólo se tornará realidad el día en que el trabajo se emancipe del capital. Sólo en la sociedad socialista las mujeres, como los trabajadores, tomarán posesión plena de sus derechos".

Clara Zetkin, 1889.

1.- Introducción.

El proceso de emancipación de la mujer es inseparable de la lucha de clases y de las transformaciones económicas, sociales, políticas y culturales que la lucha revolucionaria introduce en la sociedad.

El socialismo científico, al descubrir las leyes objetivas del desarrollo histórico, demostró que las causas fundamentales de la opresión de la mujer en la sociedad y en la familia se asientan en condiciones objetivas (socioeconómicas) y señaló los caminos a recorrer para su liberación.

Marx y Engels formularon el principio de que la lucha de clases es el motor de la sociedad desde que apareció la propiedad privada, conduciendo irremisiblemente a la desaparición de las clases sociales en la futura sociedad comunista, inaugurándose así la verdadera Historia de la humanidad.

Ninguna cuestión social, económica, política o cultural se produce al margen o por encima de la lucha de clases, tampoco la cuestión de la mujer y de su emancipación. Frente a las interpretaciones idealistas del devenir histórico, que al mismo tiempo que niegan la lucha de clases sostienen, en uno u otro grado, que la posición de la mujer en la sociedad se debe a designios naturales o incluso divinos y que ni ha cambiado ni cambiará nunca, la concepción materialista de la Historia permite comprender cómo la situación de opresión de las mujeres en la sociedad ha tenido un principio y tendrá un fin, porque es una parte inseparable de la lucha de clases.

Marx y Engels sostuvieronque el grado de emancipación de la mujer debía ser considerado la medida natural del grado de emancipación general, ligando con ello la lucha por la liberación de la mujer a las transformaciones sociales revolucionarias. Por su parte, Clara Zetkin, en un artículo publicado en Die Gleichheit (La Igualdad) el 25 de Marzo de 1903, afirmaba respecto a la obra de Marx que “su contribución es insustituible y enteramente esencial en la lucha que sostienen las mujeres para conquistar sus derechos. Con la concepción materialista de la historia nos permitió situar, con claridad, la lucha de las mujeres en el flujo del desenvolvimiento histórico general, y de ahí ver la justificación y los límites históricos a la luz de las relaciones sociales generales, reconocer las fuerzas que la animan y dirigen, los objetivos que persigue, las condiciones en las cuales los problemas existentes pueden encontrar solución.”

Así, el socialismo científico alcanzó una primera conclusión que mantiene plena vigencia: la emancipación completa de las mujeres, que constituye un proceso histórico largo y complejo, sólo puede ser alcanzada con la liquidación de la sociedad dividida en clases antagónicas, con la construcción de una nueva sociedad socialista - comunista en la que se pondrá fin a la explotación de unos seres humanos por otros y progresivamente a toda forma de opresión, liberando la conciencia del ser humano de prejuicios e influencias milenarias reproducidas por todas las superestructuras políticas, jurídicas, civiles y morales de las sociedades basadas en la explotación, desde la aparición de la propiedad privada, la familia y el Estado.

Como señaló Carlos Marx, “la revolución es necesaria (…) no sólo porque la clase dominante no puede ser derrocada de otra manera, sino porque la clase que la derroca sólo puede alcanzar el éxito en la revolución si se desembaraza, ella misma, de toda la vieja basura y se muestra capaz de construir una sociedad nueva.”

Partimos del hecho de que el triunfo de la Revolución Socialista crea las condiciones materiales para la emancipación de la mujer, pero no la implica de forma automática. Es a través del proceso revolucionario, manteniendo una intensa lucha de clases tras la toma del poder político que combata todo residuo del pasado, como se logrará acabar con toda forma de opresión.

2.- El carácter de clase de la lucha por la emancipación de la mujer en el capitalismo.

La primera división del trabajo que existió en la Historia (división natural), realizada fundamentalmente entre el hombre y la mujer (aunque también por edades), no podía tener un carácter explotador, pues el trabajo se daba en comunidad y en el marco de una convivencia colectiva, donde la escasa productividad del trabajo impedía generar un excedente susceptible de apropiación privada.

Con el desarrollo de las fuerzas productivas fue posible generar un excedente, dando pie al nacimiento de la propiedad privada de los medios de producción a través de su apropiación individual, escindiéndose la sociedad en clases sociales. El trabajo de la mujer perdió su carácter comunitario y se institucionalizó la dominación del hombre sobre la mujer. La desigualdad se consagró en el derecho de familia, que refleja lo que sucede en el campo de la economía. Como señaló Engels, “el sexo femenino sufrió una derrota histórica”. Toda división posterior del trabajo es una división social basada en las relaciones de propiedadque caracterizan a las sociedades clasistas.

La denominada cuestión femenina está ligada históricamente a las transformaciones económicas que trajo consigo el ascenso de la burguesía al poder, en la medida en que el nacimiento del capitalismo subvirtió el orden económico y social preexistente. Por una parte, surgieron las primeras reivindicaciones por la igualdad de las mujeres en el marco de la nueva sociedad capitalista: el feminismo burgués concretado en el sufragismo,que tuvo su origen en la Revolución Francesa. Por otra, la incorporación de millones de mujeres al trabajo fabril condujo a vincular la lucha particular por la emancipación de las mujeres con el movimiento obrero, que se convirtió en condición material de la liberación de la mujer y ésta, a su vez, en una cuestión de clase.

El desarrollo del capitalismo, integrando masivamente a las mujeres en la producción, concentrándolas en la gran industria y extendiendo con ello el campo de la explotación, condujo a un cambio cualitativo en la lucha por la emancipación de las mujeres. Con el surgimiento del movimiento obrero revolucionario, la lucha por la liberación de la mujer y la liquidación de la sociedad burguesa se volvieron inseparables.

Al contrario de lo que afirma cierta historiografía burguesa, el capitalismo incorporó a las mujeres al trabajo productivo desde un principio, pero lo hizo en función de una división sexual del trabajo concreta, asignándole al trabajo femenino un carácter subsidiario en función de la coyuntura por la que en cada momento atraviesa el régimen económico – social, buscando intensificar la tasa de explotación y extraer la mayor plusvalía posible.

Las mujeres no constituyen una capa social homogénea, al igual que los hombres pertenecen a clases sociales diversas y, también entre las mujeres obreras y las burguesas, antagónicas. La existencia de objetivos parciales comunes, coyunturales la mayor parte de las veces, de sectores sociales muy diversos no cambia esta realidad. Las mujeres trabajadoras son víctimas de una opresión por razones de género y de una explotación de clase de contenido preciso, por lo que las divergencias existentes entre el movimiento de mujeres trabajadoras y el feminismo burgués reflejan un particular antagonismo de clase.

La igualdad formal, reconocida legalmente en una mayoría de países capitalistas, es imposible de alcanzar en la vida real de las mujeres trabajadoras bajo el capitalismo, cuya base se asienta en la explotación, en la opresión, en la injusticia y en la discriminación.

Para el movimiento comunista la emancipación de la mujer significa, por un lado, la liberación de la mujer trabajadora de la explotación capitalista y, por otro y al mismo tiempo, la emancipación de las mujeres de las discriminaciones, desigualdades e injusticias a que están sujetas por razones de género. Clara Zetkin señaló:

“La lucha de emancipación de la mujer proletaria no puede ser una lucha similar a la que desarrolla la mujer burguesa contra el hombre de su clase; por el contrario, la suya es una lucha que va unida a la del hombre de su clase contra la clase de los capitalistas.”

3.- La lucha del movimiento comunista por la liberación de las mujeres.

El hecho de que el movimiento comunista haya sido acusado reiteradamente de haber incurrido en cierta despreocupación o incomprensión de la lucha por la liberación de la mujer no es algo casual. Se trata de una persistente tentativa, por parte de la historiografía burguesa, de esconder la estrecha relación existente entre las importantes conquistas alcanzadas a lo largo del siglo XX y la acción del movimiento obrero y del movimiento comunista.

Las clases dominantes, al mismo tiempo que exaltan historias individuales de figuras feministas burguesas, defienden la existencia de una supuesta comunidad de intereses entre las mujeres con independencia de su pertenencia de clase. Alexandra Kollontai, en su disputa con el feminismo burgués, situaba con toda claridad una cuestión capital:

“¿es realmente posible hablar de las feministas como las pioneras en el camino hacia el trabajo de las mujeres, cuando en cada país cientos de miles de mujeres proletarias habían inundado las fábricas y los talleres, apoderándose de una rama de la industria tras otra, antes de que el movimiento de mujeres burguesas ni siquiera hubiera existido? Sólo gracias al reconocimiento del trabajo de las mujeres trabajadoras en el mercado mundial las mujeres burguesas han podido ocupar la posición independiente en la sociedad de la que se enorgullecen tanto…”

Lasmujeres no forman una clase social, sino que constituyen un grupo social heterogéneo desde el punto de vista clasista, por lo que es necesario denunciar y combatir las fantasías acerca de una supuesta comunidad de intereses femeninos. Las mujeres de clase burguesa, incluso cuando enarbolan ciertas reivindicaciones, lo hacen en el marco de su clase social: apoyan el capitalismo, que es la base de la explotación de toda la clase obrera y, también, de la opresión sufrida por las mujeres de clase obrera y de otros sectores populares.

En la lucha ideológica, la burguesía se sirve de sus poderosos medios de comunicación y de cuantos mecanismos de reproducción ideológica tiene en sus manos - y también del papel de la izquierda oportunista en las instituciones burguesas - para impulsar una suerte de feminismo institucional, que genera la ficción de que es posible encontrar solución a los problemas de las mujeres trabajadoras en el marco del Estado capitalista.

Es preciso contrarrestar toda manipulación y reivindicar el papel del movimiento comunista y obrero en el avance de los derechos de las mujeres, especialmente el papel de las comunistas, de las mujeres revolucionarias.

El fortalecimiento del movimiento comunista exige hacer frente a todo tipo de revisión de nuestra historia y a la constante ocultación de las innegables conquistas para las mujeres que trajo consigo la toma del poder por la clase obrera en toda una serie de países. No existe espacio para la neutralidad en la lucha político - ideológica, porque toda posición responde a uno u otro interés de clase, por lo que nuestra lucha en el combate por la liberación de la mujer debe librarse sin concesiones de ningún tipo.

Lo anterior en ningún caso impide que, al igual que en otros terrenos, el Partido tenga la obligación de analizar autocríticamente los errores cometidos y las insuficiencias de nuestro propio movimiento, desde las categorías del marxismo - leninismo, con sumo rigor y sin incurrir en las trampas ideológicas, calumnias y revisiones históricas sembradas por los centros ideológicos del imperialismo y sus agentes oportunistas en el seno del movimiento obrero y popular.

Reafirmamos que la lucha del movimiento comunista y el triunfo del socialismo en toda una serie de países, liberando a las mujeres trabajadoras de la explotación capitalista, lograron que se alcanzase una alta participación en el trabajo, en la ciencia y en la cultura, e influyeron decisivamente en la lucha emancipadora de las mujeres a escala mundial. Se comprobó históricamente que la mujer, liquidando el régimen capitalista, puede y debe conquistar una vida en igualdad real y verdaderamente digna, haciendo desaparecer las bases materiales de su explotación y eliminando progresivamente todo resquicio ideológico de discriminación y opresión social.

4.- Evolución del movimiento por la emancipación de las mujeres.

El feminismo, como movimiento político y social, tiene un origen burgués y parte del momento en que la burguesía era una clase ascendente, una clase progresista. De la mano de las primeras revoluciones burguesas triunfantes nació, como primera expresión feminista, el sufragismo, centrado en la reivindicación parcial del derecho al voto femenino y la igualdad legal de la mujer, si bien la proclamación formal del sufragismo, convencionalmente, data del 19 de julio 1848, cuando se firma la Declaración de Seneca Fallsen el estado de Nueva York.

En paralelo, la Revolución Industrial trajo consigo la incorporación de la mujer al trabajo fabril, que interesaba especialmente a la burguesía-al igual que el trabajo infantil- por su menor coste. Nace entonces un movimiento clasista de las mujeres proletarias ligado desde sus orígenes al movimiento obrero revolucionario general, que al mismo tiempo que reivindicaba el derecho al voto para la mujer y su igualdad legal, ligaba esas reclamaciones a la lucha general de la clase obrera por su emancipación.

En la medida en que, en una gran parte de los países capitalistas, fue conquistado el derecho al voto y reconocida en uno u otro grado la igualdad formal ante la ley, el movimiento sufragista se desintegra como movimiento caracterizado por su esencia burguesa y, por tanto, vinculado al concepto de individualidad propio de la tradición política liberal, llegando a su fin tras la I Guerra Mundial. Ese carácter de clase condujo a queparte de las feministas burguesas negasen a la mujer proletaria lo que reivindicaban para sí mismas.

La lucha por la liberación de las mujeres quedó entonces en manos del movimiento obrero revolucionario que, desde un inicio, confrontó abiertamente con las posiciones burguesas, incluso en las reivindicaciones que puntualmente pudieran ser compartidas, como fue la reivindicación del sufragio femenino. Al respecto Clara Zetkin, en su obra La cuestión femenina y la lucha contra el reformismo, afirmaba:

“Nuestra reivindicación del derecho al voto de la mujer no es una reivindicación feminista, sino una reivindicación de clase y de masas del proletariado… El derecho al voto ayuda a las mujeres burguesas a saltar las barreras que obstaculizan sus posibilidades de formación y de actividad bajo la forma de privilegios del sexo masculino. Para las proletarias, este derecho representa un arma para la batalla que deberán librar a fin de que la humanidad se vea libre de la explotación y el dominio de clase.”

Comenzó una etapa marcada por la lucha del movimiento obrero. La Internacional de Mujeres Socialistas jugó un papel crucial, su primera conferencia tuvo lugar en 1907 y la segunda en 1910, proponiendo las comunistas en ésta última la celebración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, que se organizó por primera vez el 19 de marzo de 1911 y en el que, tal y como expresó entonces la comunista Alexandra Kollontai: “la palabra de orden en esa importante movilización fueel derecho de voto para las trabajadoras y unir fuerzas en la lucha por el socialismo.”

Fue un 8 de marzo de 1917 (23 de febrero en el calendario gregoriano) el día en que las obreras rusas se manifestaron en Petrogrado (Leningrado) exigiendo pan, el regreso de los soldados enviados al frente de guerra, la paz y la proclamación de la República, dando pie a que se extendiese la huelga a todo el proletariado, transformándose en una insurrección que al cabo de cinco días derrocó al Zarismo.

Con el triunfo de la Revolución de Octubre de 1917 se inició la época de transición al socialismo, la era de las revoluciones proletarias. El Poder Soviético elevó a las mujeres a una nueva condición y el movimiento obrero revolucionario mundial luchó teniendo presente, desde el punto de vista de las mujeres, los innegables logros alcanzados en el socialismo, en el camino hacia la superación definitiva de la opresión de las mujeres.

Dos años después del triunfo revolucionario, Lenin llamó la atención sobre que en ese corto espacio de tiempo el poder soviético, en uno de los países más atrasados de Europa, hizo más por la liberación de la mujer y por su igualdad con el sexo "fuerte" de lo que hicieran durante 150 años todas las repúblicas progresistas, cultas y "democráticas" del mundo, tomadas en conjunto.

La consagración legal de derechos fundamentales como la igualdad entre hombres y mujeres, el derecho al voto, el derecho a elegir y ser elegida, el derecho al divorcio, a la supresión del matrimonio religioso, el derecho al aborto, a la protección de la maternidad como función social, a la protección de la salud, el derecho al trabajo, a la elección de profesión, a remuneración igual para igual trabajo, etc. permitieron a las mujeres de la Unión Soviética y del resto de países del campo socialista, avances inigualables en relación a los derechos de las mujeres en los países capitalistas.

Millones de mujeres lucharon junto a sus compañeros de clase en cada huelga, en cada manifestación, en cada nuevo intento de asalto al poder y también en la resistencia antifascista. El movimiento comunista internacional fue el encargado de organizar la Federación Democrática Internacional de Mujeres (FDIM) en 1945. En nuestro país, fue el Partido Comunista el que creó la Agrupación de Mujeres Antifascistas en 1933 y más tarde, en plena clandestinidad, el que impulsó la creación del Movimiento Democrático de Mujeres (MDM) en 1965.

No se puede olvidar la lucha de la mujer proletaria en España. Desde las fábricas textiles en Cataluña, ya en el siglo XIX, a las fábricas de tabaco en Sevilla, Valencia y Alicante, pasando por las industrias conserveras de las costas del Cantábrico y del Atlántico, la mujer siempre estuvo presente en el combate proletario. No deben olvidarse los avances de todo tipo conquistados durante la II República (derecho al sufragio activo y pasivo, igualdad constitucional para ambos sexos en el matrimonio, derecho al divorcio, etc.), el papel de las mujeres en los frentes y la retaguardia durante la guerra nacional - revolucionaria, en la guerrilla antifascista, en el apoyo a los presos y presas políticas y a sus familias, en el exilio, en la lucha de masas contra el franquismo; en el movimiento obrero y estudiantil y en todas y cada una de las batallas que libra a diario nuestra clase obrera.

Es necesario reivindicar el papel de las mujeres trabajadoras desde los días de la Comuna de París hasta la actualidad. Hay que reivindicar la importancia concedida por el movimiento comunista internacional a la lucha por la liberación de la mujer, marcando una nueva etapa en la lucha de la mujer contra la explotación capitalista y contra toda forma de opresión. Es preciso destacar que el debate impulsado por el movimiento obrero revolucionario acerca de las reivindicaciones políticas, civiles y laborales de las mujeres trabajadoras contribuyó a sentar las bases orgánicas de la lucha de las trabajadoras en torno a reivindicaciones específicas, con objetivos de clase e integradas en la lucha por el socialismo. Y todo ello en una época caracterizada por la incorporación masiva de las mujeres al trabajo fabril en la que el desarrollo y fortalecimiento del movimiento comunista condujo a la intensificación de la lucha de las mujeres por mejores condiciones de trabajo y por derechos sociales y políticos.

La burguesía no olvida el carácter revolucionario, profundamente ligado a la lucha de las mujeres trabajadoras y del conjunto del movimiento obrero y comunista, de los avances en el terreno de la emancipación de la mujer. Y, precisamente por eso, se oculta esa historia de lucha, planteando la ficción de que los movimientos por la emancipación de la mujer desaparecieron a inicios del siglo XX, una vez conquistado el derecho al voto, con la desintegración del sufragismo, y no volvieron a resurgir hasta la década de losaños 60.

Con el nacimiento en los Estados Unidos de la new left (nueva izquierda) y de su traslación a Europa al calor de las luchas de Mayo del 68, comenzó a hablarse por parte de la historiografía burguesa de una Segunda Ola feminista, entendida como uno de los denominados nuevos movimientos sociales, llamados a cuestionar la centralidad del movimiento obrero y de la contradicción capital – trabajo. Sus posiciones se basaron, en gran parte, en las teorías expuestas por Simone de Beauvoir en su obra El segundo sexo,de matriz existencialista, combinadas con una determinada interpretación de los movimientos raciales en EEUU, de la lucha pacifista contra la Guerra de Vietnam y de las posiciones del movimiento hippie. En Europa, de la mano de la Escuela de Frankfurt y de autores como Wilhelm Reich, se trataron de sintetizar esas teorías con las posiciones de la nueva escuela psicoanalítica, y tuvieron cierta influencia en organizaciones pequeñoburguesas de base anarquista, trotskista y maoísta, que conformaron junto a otros sectores la denominada “nueva izquierda” y lanzaron un ataque ideológico en toda regla contra los principios esenciales del marxismo – leninismo, enfrentando feminismo y marxismo desde una posición abiertamente pequeñoburguesa y antisoviética.

Precisamente por aquel entonces, el movimiento comunista internacional entraba en una grave crisis iniciada con el avance de las posiciones revisionistas en el XX Congreso del PCUS (1956), que se profundizaría con la escisión maoísta y con el triunfo del revisionismo eurocomunista en toda una serie de Partidos Comunistas y Obreros que jugaban un importante papel. El movimiento comunista perdió su posición de vanguardia en general, y específicamente en la lucha por la liberación de la mujer.

Ese fenómeno llegó a España con cierto retraso, en la década de los 70, encontrando un caldo de cultivo inigualable. El viraje eurocomunista del PCE y la existencia de toda una generación que comenzaba a acceder a la Universidad y a la que el fascismo le negaba las libertades más básicas, forjaron las condiciones idóneas para el nacimiento de una serie de organizaciones, de la llamada extrema izquierda, que abrazaron las teorías pequeñoburguesas respecto a la cuestión de la mujer y la mayor parte de los planteamientos de la Nueva Izquierda, entre ellas MCE, PTE, OCE – BR, ORT, LCR, etc.

Las luchas libradas durante esta etapa tuvieron la virtualidad de visibilizar las condiciones específicas de opresión de la mujer y de conquistar algunos objetivos parciales. Sin embargo, en plena crisis del PCE, la militancia y las organizaciones que persistían en la defensa del marxismo – leninismo no fueron capaces por aquél entonces de responder con la contundencia precisa a los ataques ideológicos que se producían, tanto por la derecha como por la izquierda, de formular una posición propia y de dar a la lucha por la liberación de las mujeres la profundidad necesaria en una perspectiva revolucionaria.

No obstante, la cuestión de la mujer no desapareció de la política comunista. En el Congreso de Unidad de los Comunistas, reunido en Madrid del 13 al 15 de enero de 1984, se aprobó una Resolución sobre la liberación de la mujer en la que se sitúa correctamente tanto la preocupación del Partido como el enfoque del trabajo. En esta resolución, entre otras cuestiones, se señala lo siguiente:

“El tema de la mujer es un aspecto de nuestra lucha que se presta a muchas confusiones. La opresión de la mujer arranca desde el mismo momento de la aparición de la propiedad privada, se manifiesta de diferentes maneras en distintos periodos de la historia y alcanza un nuevo rasgo en el capitalismo.

Nosotros, como organización que lucha por la liberación de la clase obrera, debemos contemplar también desde una perspectiva revolucionaria el problema de la doble opresión de la mujer. (…)”

Pero los sucesos en la URSS, con el avance de la Perestroika y la Glasnost, los intentos de liquidación del Partido y, finalmente, el triunfo contrarrevolucionario en la mayor parte del campo socialista, sumieron a nuestro Partido y al conjunto del Movimiento Comunista Internacional en una grave crisis que trajo consigo un debilitamiento político - ideológico extremo. Por tanto, los ataques al marxismo – leninismo, lanzados por la nueva izquierda y por todo tipo de organizaciones pequeñoburguesas, tanto en el terreno de la lucha por la emancipación de las mujeres como en otros campos, quedaron en su mayor parte sin respuesta. Esos ataques, como ha sucedido en otros momentos de la historia de la lucha de clases, se centraron en tres aspectos básicos:

  • El modelo leninista de Partido.
  • El papel central de la clase obrera como sujeto revolucionario.
  • La dictadura del proletariado y los países socialistas.

Si recorremos la historiografía feminista, burguesa y pequeñoburguesa, desde finales de los años sesenta hasta nuestros días, se suceden los ataques contra estos tres pilares del marxismo – leninismo. En resumidas cuentas, la burguesía no pudo ignorar que millones de mujeres en todo el mundo exigían que se pusiera fin a las discriminaciones y a la opresión de que son víctimas, crecía la comprensión de que la emancipación de la mujer pasa por la liquidación del régimen de explotación, y desarrolló entonces un gran esfuerzo para desviar las luchas emancipadoras hacia objetivos parciales recurriendo al diversionismo ideológico.

A los largo de los años noventa y de la primera década del presente siglo, los postulados defendidos por la nueva izquierda se combinaron conel auge de las teorías posmodernas en el seno de la izquierda social y política. A las elaboraciones anteriores, enfrentadas abiertamente a los Partidos Comunistas, se sumaron los planteamientos teóricos de autores como Toni Negri, Michel Hardt, Slavoj Zizek, etc. Posiciones idealistas y reaccionarias que sostienen en el fondo, aunque desde ángulos diferentes, que es la conciencia la que determina la posición social, afirmando que las desigualdades son fruto de no haber sabido aprovechar individualmente las oportunidades existentes y no de la relación con los medios de producción y de la posición en el proceso productivo, negando la sociedad de clases.

5.- Situación actual del movimiento por la emancipación de las mujeres en España.

Fruto del proceso descrito, el movimiento por la emancipación de las mujeres lleva años inmerso en una seria crisis:

  • El papel específico de la mujer trabajadora y los planteamientos de clase son prácticamente inexistentes o se encuentran en una situación muy minoritaria en el seno del movimiento, en el que predominan posiciones de matriz pequeñoburguesa.
  • No existe un referente organizativo de ámbito estatal, sino que la tónica general es la dispersión en multitud de asociaciones y plataformas de ámbito local, sectorial y, en algunos casos excepcionales regional o autonómico.
  • Las organizaciones de carácter estatal son correas de transmisión de algunos partidos políticos, tal y como sucede en el caso de Fundación Mujer respecto al PSOE o del Movimiento Democrático de Mujeres, recuperado por el PCE a lo largo del año 2013 sin una realidad organizativa de consideración.
  • La presencia comunista en el movimiento es sumamente débil, sin llegar a jugar un papel dirigente en las organizaciones y plataformas existentes salvo en ocasiones y lugares puntuales.

Partiendo del carácter determinante que en la estrategia comunista juega la incorporación de la mujertrabajadora a la lucha de clase general, y también la organización de un movimiento por la emancipación de las mujeres que haga del combate diario por sus reivindicaciones parte del proceso de acumulación de fuerzas y de reagrupamiento clasista, es imprescindible definir con claridad la táctica que debe guiar la actuación de la militancia comunista en nuestro país.

6.- Orientación general del trabajo del Partido.

6.1. La relación entre la lucha de clases y las reivindicaciones específicas de la mujer.

Entre la lucha general por el poder político y la lucha específica por la emancipación de la mujer existe una relación dialéctica. La lucha por la transformación del mundo, para poner fin al capitalismo monopolista, es una lucha común de hombres y mujeres que exige un combate permanente y decidido contra la desigualdad en el plano de la base económica, fruto de una concreta división sexual del trabajo, y su reflejo en las ideas y prácticas retrógradas, como condición indispensable para el nacimiento del hombre y de la mujer nueva y la estructuración de las relaciones personales y sociales sobre la base de la fraternidad, el respeto mutuo y la igualdad.

Es importante destacar la necesidad de profundizar la lucha por reivindicaciones específicas de la mujer, la lucha por objetivos concretos que contribuyan a la mejora de sus condiciones de vida inmediatas, a la comprensión de la opresión a que está sujeta y al desarrollo de su conciencia política y social. Pero, tal y como se afirmaba en la tesis de nuestro IX Congreso, “en esa lucha por los intereses inmediatos del pueblo trabajador y por la mejora de sus condiciones de vida, nuestro Partido no genera expectativas de tipo reformista en el seno de la clase obrera. Al mismo tiempo que se emplea a fondo en cada reivindicación, el Partido destaca la inviabilidad de alcanzar en el marco capitalista un futuro emancipado en el que las aspiraciones de las mayorías sean satisfechas definitivamente, orientando e insertando cada lucha parcial en el proceso general de la lucha revolucionaria y organizada por el socialismo, entendiéndola como un proceso dialéctico con avances y retrocesos.”

La lucha por la liberación de la mujer no debe reducirse en ningún caso a problemas específicos. Eso llevaría a su aislamiento de la lucha general contra todas las formas de opresión y explotación social y a generar la ilusión reaccionaria de que la igualdad pueda ser conquistada en el marco de este sistema explotador.

La lucha por la satisfacción de las reivindicaciones específicas de la mujer tendrá muchas más posibilidades de éxito cuanto más se integre en la lucha general por el socialismo - comunismo, que,además de sentar las bases materiales para la desaparición de la sociedad clasista, sitúa como tarea histórica liberar a la mujer de toda forma de explotación y opresión. Por tanto, no puede ser contemplada como una cuestión que sólo concierne a las mujeres, sino que, por el contrario, es un asunto crucial que debe implicar al conjunto del movimiento revolucionario.

Inessa Armand, dirigente proletaria y responsable del primer Departamento de la Mujer en la Revolución Rusa, señaló que “si la liberación de la mujer es impensable sin el comunismo, el comunismo es impensable sin la liberación de la mujer”.

En resumidas cuentas, la lucha general se profundiza en la medida en que la lucha por la liberación de la mujer se fortalece y, del mismo modo, la lucha emancipadora de la mujer tendrá más fuerza cuanto más estrechamente se articule con la lucha general por el socialismo y el comunismo, cuanto más sólidas y coherentes sean sus bases orgánicas.

6.2. La lucha por la incorporación de la mujer a la producción.

Uno de los aspectos esenciales del programa comunista y condición material para la emancipación de las mujeres trabajadoras, es suincorporación masiva a la producción, en igualdad de derechos con la clase obrera masculina y garantizando unas condiciones laborales que permitan su independencia económica.

El acceso de la mujer al trabajo y a la realización profesional constituye una condición objetiva para la igualdad del hombre y la mujer en el seno de la familia y de la sociedad, junto a la igualdad en el trabajo, en la acción política, en la vida cultural y civil. Por tanto, el derecho al trabajo y la histórica reivindicación condensada en la consigna a igual trabajo igual salario, son piezas esenciales de la lucha comunista por la emancipación de la mujer.

Anteriormente se ha mencionado que la incorporación de la mujer a la producción, bajo el capitalismo, se da asumiendo un carácter subsidiario. Esta particular división sexual del trabajo se ha percibido con toda claridad con la reciente crisis capitalista, que ha repercutido con especial gravedad en las condiciones de vida y trabajo de las mujeres de la clase obrera y de otras capas populares, ocupadas en los puestos de trabajo peor remunerados, viendo reducido su salario, golpeadas por el trabajo a tiempo parcial y la contratación en la economía sumergida; situándose el precio de su fuerza de trabajo por debajo del coste de reproducción, lo que significa miseria y dependencia económica.

Por tanto, la exigencia del derecho al trabajo de la mujer obrera y la lucha por sus derechos laborales cobra una esencial importancia para el Partido Comunista. Pero el acceso al trabajo, siendo condición objetiva para la emancipación de la mujer, no es, por sí misma, condición suficiente para la desaparición de la opresión de género. Con frecuencia, la mujer trabaja ocho o más horas en la fábrica, en los servicios o en el campo y, después, recaen sobre ella exclusivamente o en su mayor parte todos los trabajos reproductivos, el cuidado de los hijos, de familiares dependientes y también del hombre. Esto no sólo oprime a la mujer trabajadora en un sentido general, sino que le dificulta participar regularmente en la vida política y social. En este sentido la lucha histórica del movimiento comunista por la socialización del trabajo reproductivo reviste una importancia decisiva y cobra plena actualidad, facilitando con ello, además, incorporar masivamente a la mujer a la lucha revolucionaria.

La opresión de la mujertrabajadora no sólo se encuentra en la esfera laboral o económica, aunque sobre ella pivote la contradicción principal, sino que ésta se refleja en la superestructura social atribuyendo un papel social a las mujeres basado en la desigualdad y la opresión. Por ello, la eliminación de la propiedad privada no asegura automática y definitivamente la superación del papel subsidiario de la mujer en la familia y la sociedad, pues tras la toma del poder por la clase obrera todavía pervivirán en la conciencia y en los hábitos de amplios sectores sociales prejuicios machistas que deriven en prácticas sociales de opresión.

Es necesario por tanto enfrentar el machismo en el seno de la clase obrera y de sus organizaciones, como elemento esencial en la lucha por elevar la conciencia revolucionaria, como parte de la necesidad que ya Lenin apuntaba de poner en práctica una política específica e integral hacia las mujeres trabajadoras.

6.3. La importancia de la socialización del trabajo reproductivo.

Frente a ciertas posiciones pequeñoburguesas, que abogan por retribuir el trabajo doméstico, con la consiguiente proletarización de la mujer en el seno del hogar y la reproducción de roles, defendemos la socialización del trabajo reproductivo como una segunda condición objetiva para la emancipación completa de la mujer trabajadora y la destrucción del modelo burgués de familia.

El análisis de la reproducción de la fuerza de trabajo, como parte esencial del funcionamiento económico capitalista es imprescindible para entender la opresión de la mujer. En nuestros días, las fuerzas productivas han alcanzado tal grado de desarrollo que permitiría sin mayor problema, aplicando los avances científico - técnicos al trabajo reproductivo y dedicando al mismo una escasa proporción de fuerza de trabajo –repartida igualitariamente-, la satisfacción social de la necesidad social que supone todo trabajo reproductivo. [1]

La reivindicación de lavanderías colectivas, de comedores populares, de centros de educación infantil y otros centros de enseñanza y estudio, de atención a la tercera edad y personas dependientes, de espacios suficientes y adecuados para practicar actividades deportivas y de ocio popular, etc., se enfrenta hoy frontalmente a las relaciones de producción capitalistas, que en condiciones de intensa crisis han encontrado en todos estos espacios lo que hipócritamente denominan "nuevos nichos de mercado", ofreciendo de manera privada esos servicios y mercancías a quienes puedan pagarlos.

La socialización del trabajo reproductivo fue probada con éxito en todos los países socialistas y, muy especialmente, en la Unión Soviética, que nos ofrece numerosos y ricos ejemplos de las nuevas condiciones en que se plantea entonces la lucha por la emancipación de las mujeres, incorporadas ya masivamente a la producción y libres de las cadenas del trabajo doméstico:

  • Antes de la Revolución de Octubre el 83,4% de las mujeres rusas eran analfabetas. En 1982 el 59% de las personas que completaban estudios de enseñanzas especializadas y superiores eran mujeres y el analfabetismo había sido completamente erradicado muchas décadas atrás.
  • En 1982 las mujeres constituían el 51% de toda la clase obrera y del personal empleado de la URSS.
  • Se erradicó completamente el desempleo y se terminó con toda brecha salarial entre hombres y mujeres, aplicándose estrictamente el principio de “a igual trabajo igual salario”.
  • Se reconocieron derechos al subsidio por hijo a cargo, a la licencia pagada por maternidad, a la jubilación 5 años antes que los hombres y con 5 años menos de prestación de servicios, lo que se veía aún más reducido en trabajos especialmente penosos.
  • La enseñanza era completamente gratuita, incluyendo libros de texto, transporte, residencia en muchos casos, comedores gratuitos o a precios simbólicos, etc.
  • La atención médica para la población era completamente gratuita, articulándose una serie de beneficios para la mujer en el embarazo y en el parto, en la vejez y en la enfermedad.
  • Se articuló una red de centros de educación, jardines y hospitales infantiles, instituciones recreativas y campamentos pioneriles tanto en los lugares de residencia como de trabajo, de carácter gratuito o a precios prácticamente simbólicos.
  • Se establecieron planes para dotar a las familias de electrodomésticos, con la intención de facilitar el trabajo reproductivo y de reducir el tiempo dedicado a estas tareas.
  • Se desarrollaron espectacularmente los servicios colectivos (lavandería, guardería, comedores, etc.), las instituciones culturales, los centros de ocio y esparcimiento (tanto en el lugar de trabajo como de residencia) y el mejoramiento de su calidad, poniéndolos al servicio de la clase obrera y el pueblo.
  • En 1976 se constituyeron en todos los niveles del poder, desde los sóviets supremos hasta los locales, comisiones permanentes de diputados y diputadas encargadas de estudiar las cuestiones relativas al trabajo y la vida de la mujer, a la protección de la maternidad y de la infancia. Además se les invistió de plenos derechos y atribuciones para tomar decisiones, ejecutarlas y vigilar su cumplimiento.

Estos y otros muchos ejemplos ofrecen un enorme potencial en la lucha por los derechos de las mujeres, defendiendo la superioridad de la formación socialista – comunista también en este terreno.

Al mismo tiempo que se reivindica y explica el carácter determinante de la socialización del trabajo reproductivo, la reivindicación en el seno del capitalismo de diferentes propuestas de socialización ofrece innumerables posibilidades de trabajo en los barrios de nuestras ciudades y también en el campo, permitiendo abrir toda una línea de ataque contra el capitalismo basada en las necesidades inmediatas del pueblo, y muy especialmente de las mujeres trabajadoras, y de concentración de fuerzas en torno al Partido Comunista.

Como hemos expuesto, la socialización del trabajo reproductivo cubriría la mayor parte de las necesidades materiales y es una condición objetiva para avanzar en la emancipación de las mujeres trabajadoras. Pero por sí sola tampoco resuelve todas las contradicciones y problemas que sufren las mujeres de clase obrera en su vida familiar y personal. Aun consiguiendo la incorporación masiva de la mujer al trabajo productivo y la socialización del trabajo reproductivo, imposibles del alcanzar en el capitalismo, quedaría por resolver la cuestión de las relaciones afectivas y la convivencia en el seno de la familia.

Son multitud las mujeres y familias de clase obrera o sectores populares que, por sus condiciones y horarios laborales, ven muy mermado o casi anulado el tiempo del que disponen para ocuparse desus hijos, personas dependientes por edad o enfermedad, o familia en general. Baste como ejemplo mencionar a las cientos de miles de mujeres que trabajan en el sector de la hostelería, con unos horarios que les impiden relacionarse con su familia e hijos más allá de los reducidos tiempos de descanso de los que disponen.

Así pues, en nuestra práctica y en nuestro discurso sobre la socialización del trabajo reproductivo, al mismo tiempo que participamos en las luchas por el reconocimiento real de los mencionados derechos para el conjunto de mujeres de clase obrera y de los sectores populares, debemos resaltar como un elemento central que sólo en el socialismo, con la socialización y planificación central de la actividad económica, podrá ser resuelta la llamada conciliación de la vida laboral, familiar y personal de mujeres y hombres, supeditando los horarios y condiciones de trabajo a las necesidades sociales y afectivo-familiares que deben ser atendidas en condiciones de igualdad.

7.- Líneas de trabajo fundamentales para la lucha comunista por la liberación de la mujer.

El papel de las mujeres comunistas y de toda la estructura partidaria son insustituibles en la lucha por la emancipación de las mujeres, para que las trabajadoras y todas las mujeres del campo popular adquieran conciencia de que la lucha contra las desigualdades y la opresión, la lucha por sus derechos, es indisociable de la lucha contra el capitalismo.

Por tanto, nuestras líneas de trabajo fundamentales son las siguientes:

  1. La lucha revolucionaria por transformaciones sociales que apunten a la incorporación masiva de la mujer a la producción, por sus derechos laborales y por la socialización del trabajo reproductivo, que son la base y el factor dinamizador fundamental del avance del proceso de emancipación de la mujer trabajadoray de su relación con la lucha general por el socialismo – comunismo.
  2. La lucha de todo el Partido en la esfera política, social, cultural e ideológica contra toda forma de explotación, discriminación y opresión de la mujer trabajadora, incluida la prostitución.
  3. Impulsar la participación activa de las mujeres obreras y de los sectores populares en las filas del Partido y los CJC en todos los frentes de trabajo y en todos los niveles de responsabilidad. Nombrar responsables en cada organización y en cada nivel de dirección, en función de su ritmo de desarrollo, que se encarguen de la organización y seguimiento sistemático del trabajo hacia las masas de mujeres obreras y de los sectores populares
  4. La organización y movilización de las mujeres por parte del Partido y los CJC para la lucha en defensa de sus intereses y derechos y por objetivos concretos e inmediatos relacionados, preferentemente, con lo señalado en el punto 1º.
  5. La participación determinante de las mujeres comunistas en la creación y desarrollo de organizaciones de mujeres.

8.- La lucha por la emancipación de la mujer en la estrategia revolucionaria del PCPE.

El triunfo revolucionario en España, al igual que en cualquier otro país, es imposible sin una implicación decidida de la mujer obrera, que debe jugar un papel dirigente en el movimiento general por la emancipación de la mujer. Y, para que esto suceda, las militantes comunistas y todo el activo partidario deben jugar un papel de vanguardia, ajustando la táctica en cada momento para avanzar hacia el objetivo estratégico: la toma del poder y la construcción del socialismo – comunismo.

En lo referente a la cuestión de la mujer, como en el resto de frentes de masas, ya han pasado los tiempos de resistencia en que era suficiente mantener una orientación general. Es determinante recuperar una posición de vanguardia que permita preparar la contraofensiva obrera y popular. El desarrollo actual de la lucha de clases requiere que el Partido Comunista elabore planes de intervención concretos en cada ámbito.

La cuestión de la mujer, así como todas aquellas en las que interviene la militancia comunista, está mediada por el hecho de vivir en la época de transición del capitalismo al socialismo, la época de la revolución proletaria. En nuestros días, se colocan frente a frente dos clases sociales: proletariado contra burguesía. Las capas medias, desde el punto de vista objetivo de sus condiciones materiales de vida, son potenciales aliadas de la clase obrera, pero mayoritariamente se sitúan en posiciones políticas que favorecen la dominación capitalista. Ante este orden de cosas, nuestro Partido trabaja para la concentración de fuerzas clasistas en una dirección de derrocamiento del capitalismo, del poder de los monopolios en España, por la destrucción del Estado burgués y de todos sus mecanismos de dominación y opresión.

Sin política de alianzas no cabe la posibilidad de un planteamiento serio respecto a la toma del poder. Somos conscientes de que no basta con que nuestras ideas sean justas, sino que es necesario contar con la fuerza y con la organización necesaria para que las ideas triunfen, luchando por alterar la correlación de fuerzas existente. Partiendo de que ese frente de lucha no es la suma de las debilidades existentes, sino la alianza de las capas oprimidas. Entre esas capas oprimidas se encuentran las mujeres de la clase obrera y del pueblo, llamadas a integrar la alianza social que estamos construyendo para avanzar en la organización de una contraofensiva que conduzca al poder obrero y popular y a la construcción del socialismo – comunismo.

Epílogo.- La necesidad de continuar profundizando en el análisis.

Para finalizar, situamos dos cuestiones que, por su alcance político – ideológico, deben ser más estudiadas por nuestro Partido, pero sobre las que apuntamos unas primeras reflexiones.

La cuestión del patriarcado.

La teoría del patriarcado no tiene un origen marxista. Ni Engels, Bebel, Zetkin, Kollontai, ni ningún teórico o teórica marxista posterior formularon esta teoría, que tampoco encontró acogida en el Movimiento Comunista Internacional, pasado o presente.

Para Engels, por ejemplo, hablar de patriarcado o matriarcado, se limita fundamentalmente a la distribución por sexos del poder en el seno de la familia, [2] especialmente en cuanto a la determinación de la filiación de los hijos o hijas, siguiéndose una línea de determinación materna (matrilineal) o paterna, lo que guarda relación directa con el modelo familiar (poligámico o monogámico) y con el origen de la propiedad privada, que haría especialmente importante esa determinación de la filiación a la hora de garantizar la transmisión de la propiedad de generación en generación a través de la institución de la herencia y que ha negado y niega la libertad sexual de la mujer.

A partir de los años sesenta del pasado siglo y, como se señalaba, con un origen no marxista, comienza a teorizarse la existencia de un sistema patriarcal (teoría del patriarcado) que conviviría con la existencia del sistema capitalista y, anteriormente, con el resto de formaciones sociales que existieron a lo largo de la historia.

El empleo de la categoría de patriarcado no ha sido analizado lo suficientemente a fondo por el PCPE, pero a la luz del materialismo histórico, y en línea con los desarrollos teóricos marxistas insertados en el Movimiento Comunista Internacional del que formamos parte (sin tener presentes ciertas teorías asumidas por sectores trotskistas, maoístas o de otros sectores ajenos al marxismo – leninismo), entendemos que la defensa de un sistema social diferenciado del modo de producción no es coherente con una comprensión materialista histórica de la formación social capitalista.

Otra cosa es entender que, en la medida en que la opresión de la mujer, plasmada en una concreta división sexual del trabajo, resulta funcional a los intereses de las clases dominantes y que el carácter subsidiario de la fuerza de trabajo femenina en la producción capitalista tiene un reflejo concreto en el plano de la superestructura jurídica, moral, religiosa e ideológica, podría hablarse por tanto de ideología patriarcal. Como conjunto de ideas, valores, hábitos, etc., que constituye el reflejo ideológico en la superestructura de la sociedad capitalista de una concreta división sexual del trabajo en el capitalismo, dirigido a perpetuar las condiciones de opresión de la mujer trabajadora y, con ellas, la explotación capitalista en su conjunto.

Al emplear el término patriarcado se debe evitar hacer referencia al mismo como si de un sistema social o estructura disociada de la formación socioeconómica capitalista se tratase, combatiendo ideológicamente los conceptos de “doble explotación” –en un sentido económico-, “plusvalía de género”, etc., o las afirmaciones relativas a que la formación socioeconómica socialista – comunista es igual de patriarcal que las formaciones clasistas como el capitalismo.

La cuestión del “feminismo”.

Otro tanto sucede con el empleo del concepto de feminismo. En realidad, y tal y como se ha expuesto en el presente documento, existen diferentes tipos de feminismo, pero todos ellos constituyen una ideología. Por el contrario, el comunismo se basa en el marxismo – leninismo, entendido como una ciencia, como una cosmovisión capaz de abarcar todas las facetas de la vida social.

A lo largo de la Historia, el movimiento comunista ha hablado por lo general de movimiento por la liberación de la mujer o de movimiento por la emancipación de la mujer, combatiendo el feminismo como expresión de la posición de la mujer burguesa frente a la mujer proletaria. Así sucedió tanto en el PCE como en el PCPE desde su creación. De hecho, la generalización del empleo del término feminismo, y la denominación de la Comisión del Comité Central encargada del trabajo de mujer, se produce tras el VIII Congreso a raíz de un debate en el Comité Central (no en un Congreso) en el que se modificó el nombre de la Comisión respectiva, que de Comisión por la Liberación de la Mujer pasó a denominarse Comisión Feminista. Esta cuestión ha sido resuelta en el XI Congreso.

Estos asuntos, no suficientemente debatidos, han conducido en ocasiones al error de confundir el sujeto llamado a integrarse en la alianza social. En este caso el error sería confundir a las mujeres obreras y pertenecientes a los sectores populares con la posición político – ideológica de esas mujeres, en función de su definición o no como feministas o de su identificación con un tipo determinado de feminismo. Dicho de otra forma, el sujeto llamado a integrarse en las filas de la alianza social no es el movimiento o movimientos feministas, sino las mujeres de extracción obrera y popular y sus organizaciones.


[1] Engels, en 1885, afirmaba: “La verdadera igualdad de derechos para las mujeres y hombres puede, en mi opinión, hacerse realidad sólo cuando la explotación de ambos por el capital haya sido abolida y el trabajo doméstico privado se haya transformado en industria pública”.

[2] Engels dirá en el Origen de la familia, la propiedad privada y el estado que “El derrocamiento del derecho materno fue la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo. El hombre empuñó también las riendas en la casa; la mujer se vio degradada, convertida en servidora, en la esclava de la lujuria del hombre, en un simple instrumento de reproducción. Esta baja condición de la mujer, que se manifiesta sobre todo entre los griegos de los tiempos heroicos, y más aún en los tiempos clásicos, ha sido gradualmente retocada, disimulada y, en ciertos sitios, hasta revestida de formas más suaves, pero no, ni mucho menos, abolida.” Ediciones ENDYMION, página 56.