Cuestiones de ideología y estrategia en el movimiento comunista de América Latina en el marco de la contrarrevolución.


Pável Blanco Cabrera, Primer Secretario del CC del PCM

Estamos llegando al 30 aniversario del momento de mayor intensidad del proceso contrarrevolucionario que llevó al derrocamiento de la construcción socialista en la URSS y en varios países de Europa, África y Asía.

 Tal proceso no fue espontaneo, no apareció de la noche a la mañana, ni siquiera fue el resultado tan solo del intervalo que va del Pleno de Abril de 1985 del CC del PCUS al tratado de disolución de la URSS, la ilegalización del PCUS y al arriamiento de la bandera roja en el Kremlin en diciembre de 1991. Una conclusión a la que han llegado algunos partidos comunistas es que la política como reflejo de la economía se expresa en este periodo como reflejo de la implantación gradual de las relaciones mercantiles que, incompatibles con la economía socialista, van corroyendo las conquistas de la revolución socialista hasta inclinar la correlación de fuerzas para el derrocamiento reaccionario, en sincronía con la permanente agresión imperialista desde el exterior y sus instrumentos como las corrientes antimarxistas del trotskismo y otras expresiones diversionistas antimarxistas. Y por supuesto que ello tiene fuerte incidencia en el movimiento comunista internacional, en la estrategia común y en la propia de cada Partido Comunista. 

Por tanto no es una exageración asegurar que después de la plataforma oportunista del XX-XXII Congreso del PCUS disminuyeron los reflejos del movimiento comunista internacional muy afectados ya ante la presentación de la plataforma de la perestroika abiertamente contrarrevolucionaria. Por supuesto la escasa resistencia a esas políticas oportunistas también tiene precedente en la estrategia y táctica del VII Congreso de la Comintern que prohijó una política de conciliación de clases, de colaboración con la socialdemocracia y otras fuerzas burguesas.

Todo ello fue minando el carácter de clase y las posiciones revolucionarias y abriendo terreno a virajes reformistas que estamos estudiando. Es, en tanto, aleccionadora la elaboración en términos de estrategia y táctica de los partidos comunistas de América Latina en el periodo de la perestroika pues se proyecta hasta nuestros días, es decir tres décadas después, como el derrotero del movimiento comunista en la región, aunque en este momento existan ya posiciones críticas y confrontadas, por ejemplo al no existir consenso para el Consenso de Nuestra América y al producirse una polémica franca con la Declaración de Montevideo de los PC de América del Sur.

1. La crítica de los cuadros de la Internacional Comunista al aprismo y otras manifestaciones de colaboración con la burguesía.

El periodo que se abre con la fundación de varias secciones de la III Internacional en América Latina y el Caribe es de gran agitación pues en conjunto con las ideas de emancipación de clase de la Gran Revolución Socialista de Octubre están presentes las ideas e influencia de la Revolución mexicana, una revolución democrático-burguesa, y de los procesos de liberación nacional en Centroamérica y el Caribe. Vista en perspectiva, la posición de los años 20, y hasta el 35-36, tiene una firme orientación clasista y revolucionaria, y colocamos como ejemplo la polémica de los comunistas de México y Perú con Haya de la Torre; el desencuentro del PCM con Sandino; y la correcta oposición del PCM al Gobierno de Lázaro Cárdenas, que son sin duda momentos de mucha presión para los partidos comunistas de la región.

Haya de la Torre expresa el fenómeno ideológico de la pequeñaburguesía radicalizada que se ampara en la ola revolucionaria desencadenada con la toma del poder por el proletariado en Rusia y la formación de la URSS. Al igual que M.N. Roy se trata de compañeros temporales de viaje, pero inexorablemente sus posiciones políticas se dirigen al desencuentro y al choque por expresar un contenido ajeno a los intereses proletarios. Haya de la Torre procura una labor soterrada en la periferia inmediata de las secciones de la Comintern, planteando una etapa intermedia, o mejor dicho, un tercer camino entre el capitalismo y el socialismo, que propone por lucha antiimperialista el fortalecimiento de la burguesía y el capitalismo en cada país y con demagogia pretende envolver al proletariado y a los comunistas a favor de tal posición. Con barnices de “marxismo” el aprismo de Haya de la Torre defiende el carácter específico de América (Indoamérica en su léxico) y alude la inviabilidad del marxismo-leninismo por eurocéntrico, sostiene un programa de desarrollo capitalista nacional como plataforma antiimperialista y un “frente único” o partido de varias clases sociales como instrumento político. Tales concepciones vienen a constituir la plataforma programática que requiere la burguesía para lidiar con la influencia de la Revolución de Octubre y con el auge de masas contra los efectos de la crisis económica de 1929. Los comunistas confrontan y desenmascaran esas posiciones. Desde las páginas de El Machete, Órgano del Partido Comunista de México Sección de la Internacional Comunista, Julio Antonio Mella (aunque cubano, militante y dirigente del PCM) polemiza sin ambages en pro de la ideología de clase y su carácter universal; en favor del partido comunista como partido revolucionario de la época; y con clara argumentación por el socialismo como solución a la problemática social ya desde los años 20 del siglo pasado. Por su parte, José Carlos Mariátegui también eslabona la resolución del profundo drama de los campesinos, los pueblos originarios y por supuesto de la clase obrera a la construcción del socialismo y anticipa lo inviable que es depositar confianza en el capitalismo para afrontar las contradicciones que este mismo genera. En ese momento las fuerzas de Haya de la Torres son ridículas, un pequeño núcleo de peruanos en México, más su plataforma sí expresa los intereses del desarrollo capitalista y por ello se proyecta en las décadas siguientes como gestión gubernamental en varios países de la región. Los comunistas se posicionan en ese momento con apego a los principios e intereses de clase.

Casi en esos mismos años se produce un desencuentro entre Sandino y el PCM. Sandino al igual que Farabundo Martí son cuadros que emergen con el trabajo de la sección mexicana de la Internacional Comunista para la formación de partidos comunistas en América Central. Todos ellos son militantes del PCM y reciben apoyo incondicional para desenvolver la lucha en sus propios países. Cuando Sandino lleva adelante la lucha armada contra la tiranía en Nicaragua, así como contra la intervención militar norteamericana, lo hace portando el carnet del PCM, y en su Estado Mayor son cuadros destacados Andrés García Salgado (responsable del aparato de autodefensa del PCM, después brigadista internacional en España y Comisario político de la 14 Brigada Internacional) y Gustavo Machado (quien más adelante se encontraría entre los fundadores del PC de Venezuela). Como nadie, el PCM se entregó al apoyo político y físico de la causa nicaragüense, sin dejar de cumplir sus responsabilidades en la lucha de clases en México, razón por la cual llegó al choque total contra el gobierno que recurrió a la ilegalización de El Machete y del Partido, al encarcelamiento de muchos cuadros comunistas en las Islas Marías y al asesinato de varios militantes, entre ellos J. Guadalupe Rodríguez, miembro del Comité Central. Mientras en México se implanta el terror gubernamental contra la clase obrera y los comunistas, el gobierno burgués decide hacer un ridículo gesto de apoyo a Sandino con la entrega de una cantidad risible de armamento, lo cual él agradece y hace declaraciones de apoyo al Presidente que está reprimiendo a sus camaradas del PCM, que en consecuencia decide su expulsión de filas. Hasta hoy, sin comprender la cuestión, se sigue criticando al PCM por esa determinación que se apegó a principios. 

Guardando la distancia histórica, esta posición oportunista se repite en la actualidad cuando algunos PC guardan silencio frente al progresismo y sus políticas antiobreras y antipopulares, pretextando la política exterior “antiimperialista” de estos gobiernos; pasó durante muchos años frente a los gobiernos mexicanos, que mientras reprimían ferozmente a la clase obrera, o asesinaban a cuadros del movimiento sindical, campesino y estudiantil, hacían algunas declaraciones sobre la soberanía de Cuba y de Nicaragua; lo que continúa hoy al expresarse simpatías por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador en México, gestión capitalista de continuidad neoliberal en lo esencial, cuando éste realiza determinado desplante demagógico ante la OEA o en alusión a Simón Bolívar, y no obstante que se trata de una gestión favorable a los monopolios y por ello ratifica el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá (T-MEC), practica una agresiva política antiinmigrante, profundiza la militarización del país, efectúa un programa que profundiza la concentración y la centralización de capital, así como amplía la rentabilidad del capital a costa del desempleo, la precarización y explotación para la clase obrera en América del Norte y Centroamérica. 

Otro notable momento de la autonomía política de clase de los partidos comunistas en la región fue la posición del PCM frente al gobierno del General Lázaro Cárdenas (1934-1940). La crisis de 1929 y sus secuelas generaron disputas interburguesas en la clase dominante, frente a lo cual se enarboló la consigna comunista de ¡Ni con Calles, ni con Cárdenas!, combatiendo en favor de los intereses del proletariado en el marco de la lucha de masas, llegando los comunistas a convertirse en una de las fuerzas dirigentes del movimiento obrero y sindical. En general el Partido Comunista de México llevaba adelante de manera exitosa el frente político e ideológico contra la burguesía (tanto ante sus expresiones progresistas como a las más reaccionarias, partidarias del fascismo), la socialdemocracia, el oportunismo y el trotskismo, afirmándose como el partido de la clase obrera y la posición de la clase de los explotados contra los explotadores. El PCM crecía, se arraigaba entre el proletariado, los campesinos y la intelectualidad, con fuertes lazos en los sindicatos y con una central sindical que sin ser mayoritaria tampoco se encontraba en la marginalidad sino con la capacidad de crecer hasta conquistar la dirección de la clase obrera. Las presiones en contra eran muchas debido a determinadas medidas que el gobierno capitalista de Cárdenas tomaba, como el reparto agrario o una política estatista en la industria, las que aumentaron al proclamar Cárdenas que la educación impartida por el Estado sería “socialista” (un sinsentido mientras se desarrollaban intensamente las relaciones capitalistas en la economía y el proceso de concentración y centralización de la economía). Pese a las dificultades el PCM se mantuvo firme, pero con el VII Congreso de la Internacional Comunista se produjo un viraje desastroso. Al regreso de la delegación mexicana que participó en el VI Congreso de la Internacional Juvenil Comunista y en el VII Congreso de la Comintern se modificó totalmente la política de los comunistas frente a la burguesía para llevar adelante la línea del frente popular; la lucha ideológica disminuyó y buscó mixturarse con la ideología de las revoluciones burguesas del siglo XIX, degradando su contenido, perdiendo su filo revolucionario; el Partido dejó de luchar temporalmente por ser la vanguardia para, en contraposición, ser parte de un partido pluriclasista en su forma y burgués en su contenido, con lo que dejó de ser una fuerza autónoma; el movimiento obrero clasista fue colocado por la unidad antifascista en una central dirigida por el sindicalismo amarillo de Vicente Lombardo Toledano, que al mismo tiempo sirvió de plataforma para el objetivo de atrapar al sindicalismo clasista de América Latina a través de uno controlado por la socialdemocracia en la Confederación de Trabajadores de América Latina (CTAL); en materia programática para el PCM fue retroceder del objetivo de la Revolución Socialista al del etapismo, para seguir desarrollando la revolución democrático-burguesa. 

Si se mira a otros partidos de la región durante esta época, como el chileno o el cubano, se encontraban inscritos en ese derrotero; y en el caso del colombiano, con el duranismo se vivió una expresión temprana de lo que en la posguerra conoceríamos como el fenómeno oportunista del browderismo. Partidos Comunistas como el de Cuba y el de Colombia consideraron, antes que el PC de los EE.UU. con Browder, abandonar la denominación comunista y modificar la organización leninista; en casos como el de México y Cuba se participó a nivel ministerial en los gobiernos burgueses. Por otro lado, Browder y su plataforma liquidadora no irrumpieron sorpresivamente; en toda la década que va de 1935 a 1945 se fue cimentando su teoría y práctica, al punto de aspirar a proyectar en el largo plazo la colaboración con los EE.UU., considerando que gradualmente se produciría la transformación del capitalismo al socialismo, y sosteniendo lo innecesario del partido marxista-leninista como partido político de la clase obrera con miras a sustituirlo con clubes ideológico-educativos que harían parte de los partidos burgueses democráticos. 

Hacemos este recuento de hechos conocidos solamente para explicar que aunque los partidos comunistas de la región empezaran a recuperarse de la corrosión oportunista, ideológicamente se encontraban atrapados en esas concepciones estratégicas del frente pluriclasista y del socialismo como objetivo lejano que previamente tendría que atravesar por etapas de perfeccionamiento del capitalismo.

2. La plataforma oportunista del XX Congreso del PCUS en América Latina

El camino estratégico propuesto en 1956 a partir de la coexistencia pacífica, el abandono de la vía revolucionaria al socialismo, así como el surgimiento de las llamadas vías nacionales pacíficas y parlamentarias al socialismo encontró un terreno fértil y con poca resistencia en el movimiento comunista de la región; y cuando la hubo se le enfrentó con maneras ajenas al leninismo, como en los casos de Uruguay y México, donde el desplazamiento de las direcciones y su sustitución de ninguna manera podría considerarse ajustada al centralismo democrático ni a las formas de los comunistas.

El punto es que de manera general se instaló la concepción programática de las etapas intermedias y de una política de alianzas con la burguesía, bajo el concepto de alianza antiimperialista o frente democrático. Aunque la Revolución Cubana abrió un debate sobre la cuestión del poder y el carácter socialista del proceso revolucionario lo que terminó predominando fue el asunto de las formas de lucha y no el de los objetivos programáticos, de tal forma que procesos reformistas armados, como el del sandinismo u otros de América Central o del Sur, poco tenían que ver con la clase obrera, con el socialismo y con las ideas revolucionarias del marxismo-leninismo, aunque al vestir de verde olivo y practicar la lucha armada pudieran parecerlo.

De manera dogmática no se estudió con la teoría y metodología marxista el desarrollo capitalista en la región y, sin considerar los cambios, se sostuvo el carácter dependiente y semicolonial de la economía capitalista en América Latina. En los programas de los partidos comunistas en ese periodo aparece como meta la llamada Segunda Independencia. Hay que decir que las posiciones prochinas con apariencia izquierdista, que llevaron a algunos PC de América Latina a la escisión, tampoco colocaban el carácter socialista del proceso revolucionario sino que coincidían en la meta de la etapa intermedia de liberación nacional, distanciándose solamente en la forma de lucha. 

Las consecuencias trágicas de la vía chilena al socialismo no ocultan que el progreso de las vías nacionales al socialismo en otros países latinoamericanos fuese pírrico, que la correlación de fuerzas no fue alterada y que a pesar del auge de la lucha de clases se presentara un proceso de debilitamiento de los partidos comunistas. Las banderas programáticas de la democracia, la liberación nacional, del mejoramiento del nivel de vida de los pueblos sin alterar los marcos del capitalismo, llevaron al punto en que el partido comunista podía ser desplazado por otra formación política. Así en 1981, 4 años antes del inicio de la Perestroika, triunfa en el Partido Comunista Mexicano una corriente liquidadora que en nombre de la renovación y del eurocomunismo conforma un partido socialdemócrata por su denominación, objetivos programáticos y formas organizativas.

3. Impacto de la Perestroika, la nueva mentalidad y la contrarrevolución

Sin excepción, los partidos comunistas en la región saludan el proceso de la perestroika y se adhieren al curso oportunista de alianzas abiertas con la socialdemocracia, así como a la crítica destructiva del periodo de la construcción socialista, de ataque infundado a la historia del movimiento comunista, y de rehabilitación de los próceres del oportunismo como Trotsky y Bujarin aunque ello implicaba por supuesto atacar la propia historia de cada Partido Comunista. Toda la plataforma que se va configurando, y que tendría expresión en la concepción del “socialismo democrático y humanista”, es incluso considerada por varios cuadros relevantes y experimentados como Rodney Arismendi de “nuevo salto revolucionario”. Basta revisar la Revista Internacional o los periódicos y revistas de los partidos comunistas de esos años para entender el enfoque predominante. Cuando estos ataques ya eran abiertamente anticomunistas el PC de Cuba informó a través de Granma que cesaba la distribución de Sputnik en Cuba. Al momento culminante del proceso contrarrevolucionario, esto es cuando ya en 1989-91 se avizoraba el derrocamiento de la construcción socialista, las críticas fueron que se trataba de una desviación de los objetivos de la Perestroika, de una traición.

La cuestión es que en prácticamente todos los PC de la región se consolidaron corrientes socialdemócratas, como consecuencia de las posiciones oportunistas y revisionistas, y las cuales se plantearon el objetivo de transformar los partidos en formaciones políticas abiertamente socialdemócratas. Así a la liquidación del PCM de 1981, siguió la del PC de El Salvador para fundirse en el FMLN, la del Partido Guatemalteco del Trabajo para disolverse en la URNG, la del PVP de Costa Rica en favor del Partido Pueblo Unido, e igual ocurrió en el Partido Comunista Dominicano y el Partido Unificado de los Comunistas Haitianos; y si bien se trata de fracasos en estos mismos propósitos no pueden considerarse menores, al incluso encabezarlos secretarios generales en vergonzosos casos de transfuguismo, los casos del PC de Uruguay, PC Brasileño, PC de Ecuador, mientras sufrían divisiones el PC de Argentina y el PC de Chile. Tal vez la única excepción de esta crisis la haya representado el Partido Comunista de Cuba.

En favor de la identidad comunista se prohijó una resistencia que no deja de inscribirse en la confusión ideológica, pues para algunos comunistas bastaba con dejar de lado la política iniciada por Mijaíl Gorbachov, sin asimilar que ésta fue consecuencia de la estrategia previa, con la hay que romper para que resurja el partido comunista con sus características revolucionarias y objetivos revolucionarios.

4. Asuntos ideológicos clave para superar la crisis aún existente

30 años después de esos acontecimientos contrarrevolucionarios aún no se remonta la crisis, lo que sólo puede hacerse partiendo de la base del marxismo-leninismo y de su desarrollo creativo, pero anclado a las posiciones clasistas e internacionalistas.

 

A. La cuestión de la construcción socialista

Resulta de primer orden un enfoque científico sobre las causas que engendraron el proceso contrarrevolucionario. La mayoría de los Partidos de América sustentan en aspectos parciales esa explicación necesaria, por ejemplo la actividad subversiva del imperialismo; la traición (algunos culpando a Gorbachov u otros a Stalin); integran elementos de la crítica trotskista como el asunto del burocratismo o el supuesto fracaso de la tesis del socialismo en n solos país; o refieren elementos del liberalismo burgués como el autoritarismo, la falta de democracia, la ausencia de pluralismo político etc., etc. Por supuesto solo se trata de una retórica inexacta pues no aborda la esencia del problema, que es el asunto de las características imprescindibles del socialismo que hemos conocido, como la socialización de los medios de producción, la planificación central, el poder obrero y el combate constante a las relaciones mercantiles. La base de la contrarrevolución precisamente estuvo en la incompatibilidad de la construcción socialista con las relaciones mercantiles y ahí precisamente enfrentamos un problema principal y que tiene que ver con la promoción que se hace por varios PC del socialismo de mercado que se desarrolla en China, esto es la promoción del desarrollo capitalista. Estos partidos no solo olvidan el papel negativo del PC de China en el pasado, sino que lo convierten en modelo y no son conscientes que China es protagonista de antagonismos con los EE.UU. que tienen un carácter interimperialista; que apostar por la multipolaridad es tomar partido por una de las bandas de tiburones que disputan el control de los mercados. Sin claridad del contenido y forma del socialismo-comunismo, de las características indispensables de ese nuevo modo de producción, difícilmente se encuentra una explicación de esta cuestión vital para nuestra actividad política entre la clase obrera.

 

B. El asunto de la ideología del Partido Comunista

Uno de los aspectos del proceso que precede a la crisis es el ataque a los fundamentos de nuestra cosmovisión, como un proceso gradual pero constante y corrosivo, hasta el punto en que es inevitable una mutación. Con el pretexto de combatir el dogmatismo cesa el combate ideológico, y se desenvuelve un dialogo con corrientes del pensamiento reaccionarias, conservadoras y partidarias del orden bajo una envoltura “progresista” como la teología de la liberación, la llamada nueva izquierda, el marxismo occidental, así como otros farsantes que con las ideas de la renovación se dirigen una y otra vez contra las posiciones básicas del marxismo-leninismo. Hoy algunos PC toman distancia de la teoría de Marx, Engels y Lenin, aunque formalmente se reclamen en sus posiciones ideológicas, y ello se refleja en sus publicaciones, en su método de análisis y en sus objetivos programáticos, en la labor editorial y en la educación política y formación de cuadros. La teoría revolucionaria no guía su acción, pues es considerada dogmática. La realidad va presentando asuntos nuevos que deben dar por resultado nuevas elaboraciones teóricas e ideológicas pues el movimiento es constante, y por ello el marxismo-leninismo es el marco científico para el análisis contemporáneo y la praxis revolucionaria.

 

C. Los asuntos de la economía

Hace ya más de un siglo que la ideología proletaria se enriqueció con el aporte de Lenin sobre el imperialismo, como capitalismo de los monopolios, y ahí está uno de los talones de Aquiles del análisis de los PC en América. Se sostiene dogmáticamente, eso sí, el carácter dependiente del capitalismo en la región e inclusive un carácter semicolonial, sin apreciar el incesante desarrollo de las relaciones capitalistas, la concentración y centralización, la monopolización de la economía. De ello se sigue el enfoque político erróneo de la lucha por la soberanía e independencia como tarea política de primer orden, dejando de lado el conflicto capital/trabajo que es sin duda el antagonismo principal que se da en la lucha de clases. Pensar que el imperialismo es EE.UU. o algún puñado de países capitalistas europeos reduce absurdamente la teoría marxista-leninista. Estudiando el grado de desarrollo capitalista, la mayoría de Latinoamérica tiene una posición intermedia en el sistema imperialista, en el que Brasil y México se encuentran entre los 20 países principales de la economía imperialista; y que en toda la región que va al sur del Rio Bravo hasta la Patagonia se vive una intensa disputa por mercados, recursos naturales y mano de obra por parte de monopolios no solo norteamericanos y europeos, sino chinos, mexicanos, brasileños; y también se aprecia como se forman alianzas interestatales de naturaleza de clase capitalista: en el norte el T-MEC (de 1994 a 2020 conocido como TLCAN), el Mercosur, la Unasur, etc. Un error de principios muy grave es el de considerar como antimperialista la disputa contra EE.UU. por parte de potentes bloques capitalistas-imperialistas como los BRICS, eludiendo la caracterización precisa que es la de un conflicto interimperialista. 

 

D. La vigencia del Partido Comunista

Con la contrarrevolución tomó fuerza el planteamiento de que el Partido Comunista no era indispensable para los cambios y que otras formaciones políticas podrían sustituirlo. Ya se conocen los casos de México, El Salvador, Guatemala, entre otros. En los últimos años el Partido Comunista de Venezuela estuvo bajo presiones, incluso de algunos partidos comunistas, para fundirse en el PSUV. Otros PC por la vía de los hechos han trasladado su intervención política a los frentes políticos pluriclasistas, practicando una doble militancia. Pero el PC es indispensable, pues es el factor subjetivo del proceso de lucha revolucionario y el Estado mayor de la clase obrera.

5. Dejar atrás la estrategia reformista y colocar en el centro de la reorganización de los PC una estrategia clasista y revolucionaria

Cuando se dialoga con los partidos comunistas de América latina sobre la necesidad de la elaboración de una estrategia conjunta suele escucharse la respuesta de que eso corresponde a tiempos anteriores, que cada realidad requiere un análisis propio y que una línea general tendería a eludir la riqueza de las particularidades. Esta visión predomina ya hace 60 años, cuando surgió la teoría de las vías nacionales al socialismo; sin embargo hace 30 años que hay una línea general y un centro dirigente que tiene su ámbito de acción política en el continente pero que a través de alianzas con el Partido de la Izquierda Europea y otras fuerzas oportunistas busca ampliar su radio a Europa: el Foro de Sao Paulo.

Este centro político y organizativo surgió en 1990 y se ha convertido en el espacio donde se diseña la línea estratégica de la izquierda, entendiendo esto último por la socialdemocracia, la nueva izquierda, los antiguos movimientos de liberación nacional, corrientes trotskistas y buena parte de los PC. Hay que reflexionar que el concepto izquierda hoy no expresa en absoluto lo que en años anteriores, cuando englobaba a los partidarios del socialismo, y actualmente se reduce a aquellas fuerzas interesadas en gestionar al capitalismo de manera distinta al neoliberalismo, esto es la imposible tarea de humanizar el capital. 

El Foro de Sao Paulo planteo una estrategia que es la que también sostienen varios PC: los frentes antineoliberales, que como ya dijimos se oponen a un modo de gestionar el capitalismo, pero no son anticapitalistas, y su alternativa es la gestión keynesiana del capitalismo. Y ese es un callejón sin salida pues, en la oposición a las gestiones neoliberales, como en los supuestos gobiernos antineoliberales denominados como gestiones progresistas, el centro es la continuidad y estabilidad del capitalismo. Más de dos décadas después de que esta corriente progresista empezó a conquistar gobiernos el balance es ineludible: a pesar de la retórica “socialista”, de inclusive denominarse “socialismo del siglo XXI”, se mantuvo la explotación y la dominación de clase de la burguesía. No fueron alternativas socialistas al capitalismo, y también demostraron que no hay un tercer camino aunque ellos expusieron que tomarían distancia de la construcción socialista y del capitalismo; al final predomina en cada uno de esos países el modo de producción capitalista, y además se innovó en los mecanismos de dominación de los Estados burgueses.

Sobre la base de “izquierda”, “antineoliberalismo”, “progresismo”, ningún partido comunista puede cumplir las tareas revolucionarias que le son consustanciales, pues de inscribirse en esa lógica la ruta seguida es la de dar continuidad al poder de los explotadores. Esa estrategia es la de la reforma, que se encuentra disociada de los objetivos básicos del partido comunista como partido revolucionario de la clase obrera.

Es pues con estos rasgos que se puede enunciar que con la contrarrevolución se acentúa un proceso de crisis del movimiento comunista en América Latina que tiene origen en la desviación oportunista; pero también se dan procesos de respuesta, que en primer lugar se manifiestan en la tendencia para revertir la liquidación de PC en Brasil, México, El Salvador, Guatemala, Honduras. Ahora bien tales procesos serán incompletos si no van al fondo de la cuestión, puesto que no solo se trata de combatir el periodo de la perestroika, asunto en el que hoy tendencias oportunistas podrían coincidir. No se trata solamente de recuperar la identidad comunista, sino de poner en el centro de la reorganización de cada partido comunista el asunto de la estrategia revolucionaria contemporánea, abordando el grado de desarrollo del capitalismo, el lugar de los países capitalistas de la región en el sistema imperialista, la cuestión de los límites históricos del capitalismo, la definición de la clase obrera como protagonista esencial y el objetivo del socialismo ya no concebido como un sistema por conocer, sino con los elementos irrenunciables que la experiencia de su construcción en el siglo XX nos lega: socialización de los medios de producción, planificación central y científica de la economía, poder y control obrero.

El Partido Comunista es fundamental y no es prescindible, es el organizador y también es el factor subjetivo principal de los cambios revolucionarios que corresponden a la época de transición del capitalismo al socialismo-comunismo; disminuir su papel es retrasar y torpedear la posibilidad de cambios verdaderos y necesarios que urgen a los trabajadores de América Latina y el mundo.

Es pues nuestro deber chocar con la estrategia que imperó hegemónicamente por más de medio siglo. El PCM ha procurado hacerlo al deslindarse del Foro de Sao Paulo en 2015, cuando nuestro Comité Central manifestó que el FSP se constituyó instrumento de la socialdemocracia; muro de contención para la lucha de clases; incompatible con la estrategia, la actividad y los objetivos político-ideológicos de los partidos comunistas; y por ende resuelto promotor de los intereses de determinados monopolios, de las uniones interestatales —como hoy se insiste desde México con López Obrador en detrimento de los pueblos—, de la explotación y la gestión del capitalismo. Esa trayectoria del Partido Comunista de México ha proseguido con un debate ante los auspiciadores del Consenso de Nuestra América, en el Encuentro de Partidos Comunistas que tuvo lugar en Lima, Perú, inviabilizando que se presentara como unitaria la estrategia del reformismo de cerrar filas con el progresismo a pesar de toda la evidencia de políticas anti obreras y antipopulares. No obstante, falta mucho por hacer y habrá que esforzarse en el curso de este debate.