El periodo que se abre con la fundación de varias secciones de la III Internacional en América Latina y el Caribe es de gran agitación pues en conjunto con las ideas de emancipación de clase de la Gran Revolución Socialista de Octubre están presentes las ideas e influencia de la Revolución mexicana, una revolución democrático-burguesa, y de los procesos de liberación nacional en Centroamérica y el Caribe. Vista en perspectiva, la posición de los años 20, y hasta el 35-36, tiene una firme orientación clasista y revolucionaria, y colocamos como ejemplo la polémica de los comunistas de México y Perú con Haya de la Torre; el desencuentro del PCM con Sandino; y la correcta oposición del PCM al Gobierno de Lázaro Cárdenas, que son sin duda momentos de mucha presión para los partidos comunistas de la región.
Haya de la Torre expresa el fenómeno ideológico de la pequeñaburguesía radicalizada que se ampara en la ola revolucionaria desencadenada con la toma del poder por el proletariado en Rusia y la formación de la URSS. Al igual que M.N. Roy se trata de compañeros temporales de viaje, pero inexorablemente sus posiciones políticas se dirigen al desencuentro y al choque por expresar un contenido ajeno a los intereses proletarios. Haya de la Torre procura una labor soterrada en la periferia inmediata de las secciones de la Comintern, planteando una etapa intermedia, o mejor dicho, un tercer camino entre el capitalismo y el socialismo, que propone por lucha antiimperialista el fortalecimiento de la burguesía y el capitalismo en cada país y con demagogia pretende envolver al proletariado y a los comunistas a favor de tal posición. Con barnices de “marxismo” el aprismo de Haya de la Torre defiende el carácter específico de América (Indoamérica en su léxico) y alude la inviabilidad del marxismo-leninismo por eurocéntrico, sostiene un programa de desarrollo capitalista nacional como plataforma antiimperialista y un “frente único” o partido de varias clases sociales como instrumento político. Tales concepciones vienen a constituir la plataforma programática que requiere la burguesía para lidiar con la influencia de la Revolución de Octubre y con el auge de masas contra los efectos de la crisis económica de 1929. Los comunistas confrontan y desenmascaran esas posiciones. Desde las páginas de El Machete, Órgano del Partido Comunista de México Sección de la Internacional Comunista, Julio Antonio Mella (aunque cubano, militante y dirigente del PCM) polemiza sin ambages en pro de la ideología de clase y su carácter universal; en favor del partido comunista como partido revolucionario de la época; y con clara argumentación por el socialismo como solución a la problemática social ya desde los años 20 del siglo pasado. Por su parte, José Carlos Mariátegui también eslabona la resolución del profundo drama de los campesinos, los pueblos originarios y por supuesto de la clase obrera a la construcción del socialismo y anticipa lo inviable que es depositar confianza en el capitalismo para afrontar las contradicciones que este mismo genera. En ese momento las fuerzas de Haya de la Torres son ridículas, un pequeño núcleo de peruanos en México, más su plataforma sí expresa los intereses del desarrollo capitalista y por ello se proyecta en las décadas siguientes como gestión gubernamental en varios países de la región. Los comunistas se posicionan en ese momento con apego a los principios e intereses de clase.
Casi en esos mismos años se produce un desencuentro entre Sandino y el PCM. Sandino al igual que Farabundo Martí son cuadros que emergen con el trabajo de la sección mexicana de la Internacional Comunista para la formación de partidos comunistas en América Central. Todos ellos son militantes del PCM y reciben apoyo incondicional para desenvolver la lucha en sus propios países. Cuando Sandino lleva adelante la lucha armada contra la tiranía en Nicaragua, así como contra la intervención militar norteamericana, lo hace portando el carnet del PCM, y en su Estado Mayor son cuadros destacados Andrés García Salgado (responsable del aparato de autodefensa del PCM, después brigadista internacional en España y Comisario político de la 14 Brigada Internacional) y Gustavo Machado (quien más adelante se encontraría entre los fundadores del PC de Venezuela). Como nadie, el PCM se entregó al apoyo político y físico de la causa nicaragüense, sin dejar de cumplir sus responsabilidades en la lucha de clases en México, razón por la cual llegó al choque total contra el gobierno que recurrió a la ilegalización de El Machete y del Partido, al encarcelamiento de muchos cuadros comunistas en las Islas Marías y al asesinato de varios militantes, entre ellos J. Guadalupe Rodríguez, miembro del Comité Central. Mientras en México se implanta el terror gubernamental contra la clase obrera y los comunistas, el gobierno burgués decide hacer un ridículo gesto de apoyo a Sandino con la entrega de una cantidad risible de armamento, lo cual él agradece y hace declaraciones de apoyo al Presidente que está reprimiendo a sus camaradas del PCM, que en consecuencia decide su expulsión de filas. Hasta hoy, sin comprender la cuestión, se sigue criticando al PCM por esa determinación que se apegó a principios.
Guardando la distancia histórica, esta posición oportunista se repite en la actualidad cuando algunos PC guardan silencio frente al progresismo y sus políticas antiobreras y antipopulares, pretextando la política exterior “antiimperialista” de estos gobiernos; pasó durante muchos años frente a los gobiernos mexicanos, que mientras reprimían ferozmente a la clase obrera, o asesinaban a cuadros del movimiento sindical, campesino y estudiantil, hacían algunas declaraciones sobre la soberanía de Cuba y de Nicaragua; lo que continúa hoy al expresarse simpatías por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador en México, gestión capitalista de continuidad neoliberal en lo esencial, cuando éste realiza determinado desplante demagógico ante la OEA o en alusión a Simón Bolívar, y no obstante que se trata de una gestión favorable a los monopolios y por ello ratifica el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá (T-MEC), practica una agresiva política antiinmigrante, profundiza la militarización del país, efectúa un programa que profundiza la concentración y la centralización de capital, así como amplía la rentabilidad del capital a costa del desempleo, la precarización y explotación para la clase obrera en América del Norte y Centroamérica.
Otro notable momento de la autonomía política de clase de los partidos comunistas en la región fue la posición del PCM frente al gobierno del General Lázaro Cárdenas (1934-1940). La crisis de 1929 y sus secuelas generaron disputas interburguesas en la clase dominante, frente a lo cual se enarboló la consigna comunista de ¡Ni con Calles, ni con Cárdenas!, combatiendo en favor de los intereses del proletariado en el marco de la lucha de masas, llegando los comunistas a convertirse en una de las fuerzas dirigentes del movimiento obrero y sindical. En general el Partido Comunista de México llevaba adelante de manera exitosa el frente político e ideológico contra la burguesía (tanto ante sus expresiones progresistas como a las más reaccionarias, partidarias del fascismo), la socialdemocracia, el oportunismo y el trotskismo, afirmándose como el partido de la clase obrera y la posición de la clase de los explotados contra los explotadores. El PCM crecía, se arraigaba entre el proletariado, los campesinos y la intelectualidad, con fuertes lazos en los sindicatos y con una central sindical que sin ser mayoritaria tampoco se encontraba en la marginalidad sino con la capacidad de crecer hasta conquistar la dirección de la clase obrera. Las presiones en contra eran muchas debido a determinadas medidas que el gobierno capitalista de Cárdenas tomaba, como el reparto agrario o una política estatista en la industria, las que aumentaron al proclamar Cárdenas que la educación impartida por el Estado sería “socialista” (un sinsentido mientras se desarrollaban intensamente las relaciones capitalistas en la economía y el proceso de concentración y centralización de la economía). Pese a las dificultades el PCM se mantuvo firme, pero con el VII Congreso de la Internacional Comunista se produjo un viraje desastroso. Al regreso de la delegación mexicana que participó en el VI Congreso de la Internacional Juvenil Comunista y en el VII Congreso de la Comintern se modificó totalmente la política de los comunistas frente a la burguesía para llevar adelante la línea del frente popular; la lucha ideológica disminuyó y buscó mixturarse con la ideología de las revoluciones burguesas del siglo XIX, degradando su contenido, perdiendo su filo revolucionario; el Partido dejó de luchar temporalmente por ser la vanguardia para, en contraposición, ser parte de un partido pluriclasista en su forma y burgués en su contenido, con lo que dejó de ser una fuerza autónoma; el movimiento obrero clasista fue colocado por la unidad antifascista en una central dirigida por el sindicalismo amarillo de Vicente Lombardo Toledano, que al mismo tiempo sirvió de plataforma para el objetivo de atrapar al sindicalismo clasista de América Latina a través de uno controlado por la socialdemocracia en la Confederación de Trabajadores de América Latina (CTAL); en materia programática para el PCM fue retroceder del objetivo de la Revolución Socialista al del etapismo, para seguir desarrollando la revolución democrático-burguesa.
Si se mira a otros partidos de la región durante esta época, como el chileno o el cubano, se encontraban inscritos en ese derrotero; y en el caso del colombiano, con el duranismo se vivió una expresión temprana de lo que en la posguerra conoceríamos como el fenómeno oportunista del browderismo. Partidos Comunistas como el de Cuba y el de Colombia consideraron, antes que el PC de los EE.UU. con Browder, abandonar la denominación comunista y modificar la organización leninista; en casos como el de México y Cuba se participó a nivel ministerial en los gobiernos burgueses. Por otro lado, Browder y su plataforma liquidadora no irrumpieron sorpresivamente; en toda la década que va de 1935 a 1945 se fue cimentando su teoría y práctica, al punto de aspirar a proyectar en el largo plazo la colaboración con los EE.UU., considerando que gradualmente se produciría la transformación del capitalismo al socialismo, y sosteniendo lo innecesario del partido marxista-leninista como partido político de la clase obrera con miras a sustituirlo con clubes ideológico-educativos que harían parte de los partidos burgueses democráticos.
Hacemos este recuento de hechos conocidos solamente para explicar que aunque los partidos comunistas de la región empezaran a recuperarse de la corrosión oportunista, ideológicamente se encontraban atrapados en esas concepciones estratégicas del frente pluriclasista y del socialismo como objetivo lejano que previamente tendría que atravesar por etapas de perfeccionamiento del capitalismo.