El gobierno del AKP, que llegó al poder en 2002, devaluó el trabajo de las mujeres de acuerdo tanto con las necesidades contemporáneas del capitalismo como con la opresión agravada hacia ellas como parte de la “religionización”. Las mujeres constituyen una porción creciente de trabajadores asalariados, pero trabajan por salarios más bajos, en condiciones más duras y con menor seguridad.
Al final del decimoquinto año de su mandato, la reacción religiosa se ha convertido en uno de los determinantes más importantes de la vida social. Se ha traído activamente a la política y también a las sectas, a los colegios de educación formal y no formal, a una generación reaccionaria, acabando en una popularización de la reacción entre las masas, de acuerdo con la agenda del capitalismo. Se logró el consentimiento de la mayoría a través de campañas populistas en los campos de los negocios, la educación o las políticas sociales junto con su discurso religioso. La reacción hace sombra a cada aspecto de la vida de la mujer con opresión, acoso y discriminación. “Hombres y mujeres no son iguales”, “las mujeres deben estar junto a sus maridos”, “la maternidad es el más sagrado de los trabajos”, “3 niños para cada casa”... son ejemplos de cómo los políticos definen el papel social de las mujeres. Los estudios llevados a cabo muestran que una de cada tres mujeres en Turquía ha sufrido violencia física en 2007. Este dato no ha disminuido con los años, culminando con el hecho de que el 36% de las mujeres casadas han sido golpeadas por sus maridos al menos una vez durante su matrimonio en 2014 (Altınay, Arat, Violencia contra las mujeres en Turquía, 2007, Estudio de la violencia contra las mujeres en Turquía, 2014).
Salir hasta tarde por la noche o vestirse “con poca ropa” fueron pretextos para la violencia y el acoso sexual, y ayudaron a los agresores a conseguir reducciones de condena en los tribunales. Los agresores recibieron reducciones por buena conducta solo por presentarse delante de los jueces con traje o por “injustas provocaciones” porque las mujeres de las que abusaron llevaban minifalda. Las intenciones de prohibir de facto el aborto tras la expresión sensacionalista del Primer Ministro Recep Tayyip Erdoğan, “el aborto es asesinato”, de 2012, fueron ampliamente condenadas. El año pasado, un intento similar de legalizar la violación dentro del matrimonio, que permitía perdonar a los agresores si se casaban con la victima, tuvo que ser retirado tras la animadversión pública. Los matrimonios religiosos con más de una mujer ya no son un delito en el código penal y se han convertido en una práctica que sale gratis. Todos estos pasos dados cuentan entre las intervenciones reaccionarias del gobierno del AKP contra la integridad física de las mujeres, su seguridad y sus derechos civiles.
El último golpe del gobierno del AKP a los derechos de las mujeres es la ley que permite a los clérigos musulmanes (muftíes o imanes) realizar matrimonios civiles. Es más, las fuentes estiman que un tercio de las mujeres adultas casadas en Turquía fueron casadas con menos de 18 años, y algunas de ellas incluso con menos de 15 años de edad. Con esta propuesta de ley, se legitimará el matrimonio infantil. Esto facilita el abuso infantil por parte del gobierno y la venta sin supervisión de chicas para los matrimonios realizados por imanes. La opinión de los juristas expertos de este permiso es preocupante: “El código civil, un peldaño importante en la progresión hacia un estado laico, ha sido totalmente anulado” (Ali Rıza Aydın, antiguo reportero del Tribunal Supremo, octubre de 2017).
Las mujeres siempre han tenido una importancia política e ideológica clave durante la batalla del AKP con el Estado republicano. Se defendió el velo como materia de libertad, permitir a las mujeres el uso del velo en puestos públicos y universidades se convirtió en una cuestión de máxima prioridad. El principal partido de la oposición, el CHP, y los liberales, que tenían la misma posición, aprobaron y apoyaron esta actitud. Puede que no sean capaces de convencer a los trabajadores, pero los calmaron con éxito.
El deterioro de los logros de la República por parte del AKP es directamente proporcional al grado en que se ahoga a las mujeres con intervenciones religiosas reaccionarias. La escalada de presión que el AKP crea sobre la vida social provocó una resistencia inminente en las personas que defendían los valores republicanos. Se debe hacer énfasis en que existe una fuerte clase obrera urbana instruida que nunca obedecerá las normas del régimen del AKP. Las mujeres, que constituyen una parte importante de la clase obrera, están fuertemente reprimidas, lo que es de hecho la razón por la que las trabajadoras organizadas tienen el potencial de exponer la intervención del capital ejecutada por el AKP y de derrocarlo finalmente. Un ejemplo clave de ello se demostró durante la “Resistencia de junio”. La valiente revuelta y persistencia de las mujeres durante la Resistencia revela que nunca se someterán a tales acciones represivas. Pero, al mismo tiempo, demuestra que no bastará dicha resistencia cuando falte el contenido político.