Contra el conservadurismo y el liberalismo: La emancipación y lucha de la mujer en Turquía


Özlem Aydın, Partido Comunista de Turquía, Buró de la Mujer.

El primer paso significativo hacia la emancipación de la mujer en Turquía es el establecimiento de un estado republicano, que incluya la criminalización del matrimonio forzoso, la introducción de derechos civiles y educativos y muchos otros avances progresistas. El nuevo gobierno burgués de la República de Turquía, anticomunista de nacimiento, siguió introduciendo reformas políticas y sociales para promover el progreso capitalista, a la vez que preservaba siempre la religión como un medio potencial de opresión contra el debilitamiento potencial de la creciente clase obrera.

Los grupos reformistas y liberales que trabajaban en alianza, desafiando el estado republicano, ayudaron al AKP a facilitar su legitimación entre las masas y a sostener su poder durante los últimos quince años con su proyecto “libertario conservador”.

Hoy las mujeres constituyen una porción cada vez mayor de trabajadoras asalariadas, a pesar de trabajar por salarios más bajos, en condiciones más duras y con menor seguridad. Los intentos del AKP de deteriorar los logros de la república son directamente proporcionales al grado en que las intervenciones religiosas reaccionarias ahogan a las mujeres.

La lucha de la mujer en Turquía no debe subestimar los logros conseguidos por la revolución burguesa, a pesar de que la misma clase burguesa los ha retirado. Trasladar estos logros a un contexto de clase distinto y demostrar que sólo pueden ser fomentadas por la auténtica liberación de la clase obrera debe ser uno de los principios fundamentales de los comunistas.

El estatus de las mujeres antes del establecimiento de la República.

La historia de todas las sociedades es la historia de la lucha de clases. Entre un espectro de desigualdades planteadas como consecuencia de la opresión de una clase por otra, ha habido una particular: La desigualdad entre hombres y mujeres. El aumento en la plusvalía y la riqueza material ha cambiado el estatus de las mujeres y la causa de la opresión de la mujer se hizo dependiente de la relación entre la división del trabajo entre clases y entre sexos. Siguiendo el desarrollo de los modos de producción, que excedían la pequeña escala doméstica, y el aumento de la demanda laboral, las mujeres obtuvieron nuevos roles dentro de la familia y la sociedad como fuerza de trabajo reproductivo y como parte de la mano de obra.

La aparición de la lucha de la mujer por la libertad va en paralelo al ascenso de la búsqueda por el hombre de la igualdad y la libertad. La Ilustración marca una época en el cuestionamiento de muchas presunciones en las ciencias naturales, el arte y la sociedad y de transformaciones radicales en el mundo intelectual. La valiente rebelión del pueblo francés por la igualdad y la libertad contra la monarquía, específicamente en la Revolución Francesa, fue un gran paso adelante en la historia de la humanidad. Dichos cambios también estimularon la búsqueda por parte de la mujer de sus derechos y libertades, ejemplificada en el concepto de la “ciudadana deficiente”. La exigencia organizada de las mujeres durante la Revolución Francesa dio lugar a este desarrollo incompleto pero progresista de las mujeres previo al logro de los plenos derechos ciudadanos.

El siglo XIX vio la idea del socialismo difundirse entre la clase obrera y sus primeros actos como fuerza revolucionaria. Las mujeres se unieron a la lucha revolucionaria por el socialismo al defender dentro de él los derechos de la mujer.

Las primeras huellas de las exigencias de la mujer por la libertad pueden trazarse hasta finales del siglo XIX y principios del XX bajo el Imperio Otomano, que era por entonces gobernado por una monarquía y califato. Unas pocas mujeres, especialmente en los entornos urbanos, comenzaron a entrar en el mercado laboral, convirtiéndose así en parte de la clase obrera durante la monarquía constitucional. Pequeños grupos de mujeres burguesas que se expusieron a la cultura occidental y al modernismo buscaron la emancipación junto con sus compañeros masculinos. Aunque estos movimientos estaban dispersos y eran discontinuos, constituyeron los primeros pasos de la lucha de las mujeres.

No obstante, se han tomado medidas concretas hacia la emancipación de las mujeres en el establecimiento de la República de Turquía. A pesar del marco burgués, los avances de la república en el laicismo hicieron posible que las mujeres se convirtieran en ciudadanas constitucionalmente iguales, al contrario de su anterior papel social como sirvientes. Durante siglos, fue más que decisivo el impacto de las normas islámicas sobre la vida social en las regiones urbanas y rurales de Anatolia que consideraban a las mujeres desiguales en términos de inteligencia y responsabilidad. Para las mujeres, era un deber cubrir sus cuerpos con el inicio de la pubertad. Sus testimonios no tenían valor según la ley sharia. Se les negaban los derechos de herencia o custodia de sus hijos y en algunos casos no se les permitía estar en público sin ser acompañadas por un familiar varón. Fue a través de la transformación republicana de la sociedad y las reformas laicas asociadas cuando cambió este panorama sombrío. Ahora, aun con todas las acciones reaccionarias y conservadoras del gobierno actual, el estatus de la mujer en Turquía sigue en comparación todavía por delante del de otros países donde la mayoría de la población se define como musulmana.

Como medio de explotación en las sociedades feudales y burguesas, la religión reproducía la opresión de hombres y mujeres, pero la de las mujeres era significativamente mayor. La función social de la religión se cumple a través de las familias como unidades sociales y a través del control de la propiedad y el cuerpo. El aspecto más coherente de la religión se refleja en sus actitudes hacia las mujeres. El Islam ve en particular a las mujeres como secundarias, y sus cuerpos y actos son siempre materia de supervisión por los hombres. Pueden encontrarse varias reflexiones prácticas en la idealización de la “feminidad genuina” y la maternidad, atrapando a las mujeres en estereotipos religiosos, inhibiéndolas de expresarse libremente y de actuar por ellas mismas. No solo se necesita la obediencia de la mujer hacia dios, sino también hacia el hombre. Éstas son armas ideológicas muy efectivas que dan lugar a la interiorización en la mujer de dichas formas obedientes, destacando peligrosamente la realización y la re-realización de la opresión. El diagnóstico y la negación de esta interiorización da armas a las mujeres para desafiar seriamente a la reacción.

República de Turquía: Logros contra dilemas

La mentalidad secular de la República descartó en primer lugar y principalmente que los constructos religiosos dominasen la sociedad. Las personas se han convertido en ciudadanos en su sentido más completo. Sin importar su carácter burgués, se retiraron las referencias religiosas en cuanto al gobierno. La discriminación y la represión contra las mujeres fueron extraordinariamente eliminadas. Por ejemplo, las mujeres lograron sus derechos políticos al voto y a ser elegidas en 1934, mucho antes que muchos países europeos. Un buen número de mujeres, principalmente en las grandes ciudades y los sectores públicos, incluyendo la sanidad, la educación y la administración, consiguieron la independencia económica al unirse a la mano de obra.

En contraste con el vasto analfabetismo de las mujeres antes de la República, la negación de los derechos educativos a las masas y la educación privada de las hijas de las familias burguesas capaces de permitírselo, la República trajo consigo órdenes constitucionales para facilitar la educación de las mujeres y organizar instituciones educativas a las que chicos y chicas podían asistir juntos.  Se omitió la dicotomía entre la educación religiosa y la laica en favor de un modelo educativo secular, público y único. Los derechos civiles de las mujeres al matrimonio, el divorcio, los derechos maternos y la custodia de los hijos fueron asegurados legalmente.

Junto a los ámbitos sociales y culturales, la visibilidad de las mujeres entre los intelectuales mejoró con el tiempo. Se involucraron más y más en las artes, los deportes o las profesiones con predominio masculino. Las mujeres se unieron a las fuerzas de trabajo especialmente en el entorno urbano y en los sectores públicos, lo que las ayudó a integrarse activamente en la vida social así como a extender la base de su identidad de clase. Pueden verse reflejos de esto en muchas figuras femeninas actuando como vanguardia en las luchas económicas y políticas de la clase obrera en los años siguientes.

A este respecto, debe destacarse la influencia de la Revolución de Octubre en las características tolerantes de la república. Aquellos años de principios del siglo XX marcaron el inicio de la era socialista, que implicaba reconsiderar y redefinir todos los conceptos asociados al socialismo, no solo donde nació sino en todo el mundo. Esto es válido no solo para la lucha por la independencia de Anatolia sino también para el establecimiento de un Estado republicano en Turquía.

Dichas acciones progresistas suponen un logro incalculable para las mujeres; sin embargo, fue su propia estructura burguesa hipócrita y su voluntad de integrarse en el sistema imperialista lo que impidió un cambio radical y un apoyo total al laicismo en la vida diaria de la sociedad. Es más, no se eliminaron por completo las raíces religiosas de la sociedad y nunca se rompieron por completo las relaciones de grupos reaccionarios con el Estado. En su lugar, éstas se limitaron a un grado al que pudieran ser posteriormente restauradas y usadas como herramienta para oprimir o manipular a las masas con su naturaleza combinada. Durante la década de 1940 y posteriormente, el nuevo gobierno republicano burgués de Turquía, anticomunista de nacimiento, siguió introduciendo reformas para promover el progreso capitalista, a la vez que preservaba siempre la religión como un medio potencial de opresión contra el debilitamiento potencial de la creciente clase obrera. El movimiento comunista, que podría haber sido una fuente de esperanza para este despertar, había sido sometido a varias presiones desde su creación. Este dilema no sólo ha delineado los límites del modernismo burgués sino que ha acabado en una perdición total de la estructura laica de la política.

Conservadurismo al alza

Las intervenciones contrarrevolucionarias de la burguesía contra los logros del socialismo y el poder organizado de la clase obrera han moldeado el último cuarto del siglo XX. Las consecuencias de este ataque contrarrevolucionario no se limitan a la desintegración de los países socialistas uno tras otro o al debilitamiento de las clases obreras. Muchos derechos conseguidos por los pueblos del mundo fueron cuestionados y con el tiempo arrebatados. En nuestro país, los mayores logros de la República, incluso el fin de la monarquía y el califato, fueron desafiados. Se legitimó y defendió abiertamente el periodo de la monarquía y el califato.

El ascenso del conservadurismo es una consecuencia de esta disolución. Turgut Özal en nuestro país, Reagan y Thatcher en otras partes del mundo, aparecieron como figuras destacadas que representaban las ideas conservadoras. El impacto de la religión sobre los regímenes políticos y la vida social aumentó considerablemente mientras que se apoyaron políticas contra los logros económicos de la clase obrera y las provisiones del estado del bienestar. La burguesía defendió el liberalismo con la excusa de la “economía libre”. Los recursos laborales y locales fueron dejados en manos de los capitalistas nacionales y extranjeros. Este periodo también señala una turbulencia en el poder de las ideologías reaccionarias, en la diseminación de las organizaciones religiosas en sectas, en la imposición de las percepciones y las premisas conservadoras como valores reales de la sociedad y la “libertad” de practicarlas como se quería.

El resultado más significativo de este proyecto conservador “libertario” fue un partido político que surgió de las organizaciones religiosas que ostentaban el poder. La mentalidad política del AKP fue definida en uno de sus primeros panfletos de la siguiente forma:

“El conservadurismo implica una filosofía política, una tradición intelectual y la ideología política derivada de ellas, moldeada por las contribuciones de autores, filósofos y políticos, que se opone a algunas consecuencias adversas de la Ilustración, de los proyectos políticos contemporáneos y las actividades asociadas a la transformación de la sociedad coherentes con ellos, trata de limitar las políticas racionalistas y proteger a la sociedad de una especie revolucionaria de proyectos transformadores.” (Yalçın Akdoğan, Democracia Conservadora, Publicaciones AK Parti, Ankara 2003).

El liberalismo al volante

El golpe militar de 1980 forzó una gran retirada de la izquierda de Turquía. Los liberales intentaron rellenar el hueco dejado a la izquierda tras esta ofensiva y la disolución del socialismo soviético. Con el apoyo de algunas fracciones que se proclamaban de izquierdas pero que habían perdido sus esperanzas en el socialismo, su principal agenda era desafiar a la República. Argumentaban que la República era una imposición forzosa contra los valores populares: Una imposición que ignoraba los valores y las normas de una sociedad musulmana.

Durante y después de la década de 1980, estos cambios fueron evaluados por la alianza de los movimientos políticos reformistas y por los liberales por el bien de la “libertad”, la “democracia” o la “oposición”; se consideraron a las sectas como organizaciones no gubernamentales, a los líderes religiosos como generadores de opinión pública y se pidió libertad para las sectas. Se reintrodujo el modernismo como coacción o autoritarismo, y se trataron a las identidades islámicas como su víctima. En paralelo a los cambios en otros países, ganaron fuerza las tesis que afirmaban que la lucha por los derechos de la mujer podrían separarse de la política de clases. Las actividades políticas y académicas de los movimientos liberales de mujeres y las organizaciones feministas fueron apoyadas por varios grupos capitalistas y se fomentó su influencia ideológica.

En retrospectiva, que los actores políticos -incluyendo a los liberales- desafiaran las revoluciones burguesas sirvió para desmantelar los derechos de los trabajadores y producir nuevos campos con los que los monopolios internacionales pudieran lucrarse. Fueron las mujeres trabajadoras las más tremendamente afectadas por esta operación. Los modos flexibles, baratos y a destajo de producción, las condiciones laborales indignantes, duras y agotadoras fueron reflejo de los ataques neoliberales del capital contra las mujeres trabajadoras, a la cabeza de un ambiente hostil contra su existencia social y política y sus derechos para vivir, luchar, producir o simplemente disfrutar la vida. Se propuso cubrir las cabezas de las mujeres con velos a una edad muy joven o en la niñez, o incluir cada vez mayor contenido religioso en la educación formal, al coincidir con los valores populares.

El proceso, que se describirá con detalle más abajo, es un éxito desafortunado de los liberales, que fueron capaces de crear la falsa percepción de que el AKP estaba legitimado en una parte de la sociedad y al menos no era tan peligroso para otras personas. Esta corta historia está llena de importantes lecciones que aprender sobre cómo pueden confundirse fácilmente amigos y rivales cuando se sustituye la política de clase por conceptos de identidad o de grupos oprimidos, sobre cómo de fácil puede de hecho distanciarse uno del socialismo mientras habla en su nombre. 

Una mirada más cercana a los años bajo el AKP

El gobierno del AKP, que llegó al poder en 2002, devaluó el trabajo de las mujeres de acuerdo tanto con las necesidades contemporáneas del capitalismo como con la opresión agravada hacia ellas como parte de la “religionización”. Las mujeres constituyen una porción creciente de trabajadores asalariados, pero trabajan por salarios más bajos, en condiciones más duras y con menor seguridad.

Al final del decimoquinto año de su mandato, la reacción religiosa se ha convertido en uno de los determinantes más importantes de la vida social. Se ha traído activamente a la política y también a las sectas, a los colegios de educación formal y no formal, a una generación reaccionaria, acabando en una popularización de la reacción entre las masas, de acuerdo con la agenda del capitalismo. Se logró el consentimiento de la mayoría a través de campañas populistas en los campos de los negocios, la educación o las políticas sociales junto con su discurso religioso. La reacción hace sombra a cada aspecto de la vida de la mujer con opresión, acoso y discriminación. “Hombres y mujeres no son iguales”, “las mujeres deben estar junto a sus maridos”, “la maternidad es el más sagrado de los trabajos”, “3 niños para cada casa”... son ejemplos de cómo los políticos definen el papel social de las mujeres. Los estudios llevados a cabo muestran que una de cada tres mujeres en Turquía ha sufrido violencia física en 2007. Este dato no ha disminuido con los años, culminando con el hecho de que el 36%  de las mujeres casadas han sido golpeadas por sus maridos al menos una vez durante su matrimonio en 2014 (Altınay, Arat, Violencia contra las mujeres en Turquía, 2007, Estudio de la violencia contra las mujeres en Turquía, 2014).

Salir hasta tarde por la noche o vestirse “con poca ropa” fueron pretextos para la violencia y el acoso sexual, y ayudaron a los agresores a conseguir reducciones de condena en los tribunales. Los agresores recibieron reducciones por buena conducta solo por presentarse delante de los jueces con traje o por “injustas provocaciones” porque las mujeres de las que abusaron llevaban minifalda. Las intenciones de prohibir de facto el aborto tras la expresión sensacionalista del Primer Ministro Recep Tayyip Erdoğan, “el aborto es asesinato”, de 2012, fueron ampliamente condenadas. El año pasado, un intento similar de legalizar la violación dentro del matrimonio, que permitía perdonar a los agresores si se casaban con la victima, tuvo que ser retirado tras la animadversión pública. Los matrimonios religiosos con más de una mujer ya no son un delito en el código penal y se han convertido en una práctica que sale gratis. Todos estos pasos dados cuentan entre las intervenciones reaccionarias del gobierno del AKP contra la integridad física de las mujeres, su seguridad y sus derechos civiles.

El último golpe del gobierno del AKP a los derechos de las mujeres es la ley que permite a los clérigos musulmanes (muftíes o imanes) realizar matrimonios civiles. Es más, las fuentes estiman que un tercio de las mujeres adultas casadas en Turquía fueron casadas con menos de 18 años, y algunas de ellas incluso con menos de 15 años de edad. Con esta propuesta de ley, se legitimará el matrimonio infantil. Esto facilita el abuso infantil por parte del gobierno y la venta sin supervisión de chicas para los matrimonios realizados por imanes. La opinión de los juristas expertos de este permiso es preocupante: “El código civil, un peldaño importante en la progresión hacia un estado laico, ha sido totalmente anulado” (Ali Rıza Aydın, antiguo reportero del Tribunal Supremo, octubre de 2017).

Las mujeres siempre han tenido una importancia política e ideológica clave durante la batalla del AKP con el Estado republicano. Se defendió el velo como materia de libertad, permitir a las mujeres el uso del velo en puestos públicos y universidades se convirtió en una cuestión de máxima prioridad. El principal partido de la oposición, el CHP, y los liberales, que tenían la misma posición, aprobaron y apoyaron esta actitud. Puede que no sean capaces de convencer a los trabajadores, pero los calmaron con éxito.

El deterioro de los logros de la República por parte del AKP es directamente proporcional al grado en que se ahoga a las mujeres con intervenciones religiosas reaccionarias. La escalada de presión que el AKP crea sobre la vida social provocó una resistencia inminente en las personas que defendían los valores republicanos. Se debe hacer énfasis en que existe una fuerte clase obrera urbana instruida que nunca obedecerá las normas del régimen del AKP. Las mujeres, que constituyen una parte importante de la clase obrera, están fuertemente reprimidas, lo que es de hecho la razón por la que las trabajadoras organizadas tienen el potencial de exponer la intervención del capital ejecutada por el AKP y de derrocarlo finalmente. Un ejemplo clave de ello se demostró durante la “Resistencia de junio”. La valiente revuelta y persistencia de las mujeres durante la Resistencia revela que nunca se someterán a tales acciones represivas. Pero, al mismo tiempo, demuestra que no bastará dicha resistencia cuando falte el contenido político.

La lucha de las mujeres en Turquía: ¿Entonces cómo?

Hoy en Turquía, la lucha de la mujer es particularmente importante para la lucha de la clase obrera. Lo primero y más importante es que las intervenciones contras las mujeres se sitúan mano a mano con los ataques contra las herramientas de la clase obrera para su organización y lucha. No es impredecible que los ataques contra la mitad de la sociedad y una parte significativa de trabajadores acabe con la clase obrera perdiendo su fuerza. Esta cuestión tiene muchas dimensiones diferentes que merecen una evaluación más amplia:

  1. La lucha de las mujeres en Turquía no debe subestimar los logros que introdujo la revolución burguesa, aunque fueran retirados por la misma clase burguesa. Uno de los principios fundamentales de los comunistas debe ser volver a situar estos logros en un contexto de clase diferente y mostrar que sólo pueden ser conseguidos por la liberación real de la clase obrera.
  2. Basado en ello, especialmente en los países donde la mayoría de la población es musulmana, el laicismo de la vida política y social no puede considerarse una cuestión anticuada, perteneciente a las revoluciones burguesas, como muestran con claridad los últimos 20 años de Turquía. Una clase obrera incapaz de defenderse a sí misma de la reacción religiosa será inevitablemente liquidada.
  3. Otra amenaza asociada a esto es la separación de la lucha por el laicismo de la lucha por el socialismo, allanando el camino de estrategias evolutivas conectadas a eslóganes como “independencia”, “democracia”, “contra todos los monopolios” y demás. Como en el resto de Oriente Próximo, la religión en Turquía no es una cuestión anticuada válida para el periodo pre-capitalista. Al contrario, su influencia política y social aumenta como consecuencia de la evolución de las relaciones de producción. La lucha por el laicismo no debe, por tanto, confinarse a periodos anteriores de la historia, sino que debe más bien considerarse un componente estimulador de la lucha socialista.
  4. Para el movimiento comunista en Turquía solo es posible organizar a las mujeres a través de una identidad moderna urbana con respecto a objetivos de libertad. Las mujeres pueden resistir la reacción religiosa en regiones donde están más implicadas en la producción. Es evidente que las mujeres trabajadoras pueden evitar la influencia de ideologías conservadoras mucho más fácilmente.
  5. Debe hacerse más esfuerzo en asociar las resistencias a la violación, la violencia contra la mujer o los feminicidios con la lucha de clases. De otra forma dichos problemas guiarán a las mujeres a luchas sin relevancia que apunten contra los hombres en vez de contra los capitalistas. El movimiento comunista no puede abandonar estas cuestiones tanto por razones políticas como éticas. Pero no debe olvidarse que todo ello puede conectarse con la organización de la clase obrera hacia la meta del socialismo.
  6. Las repúblicas musulmanas orientales de la URSS representan una experiencia muy rica en información en términos de emancipación de la mujer. Las revolucionarias leyes de la URSS criminalizaban prácticas que degradaban a las mujeres como el matrimonio infantil, la poligamia o la dote de la novia, aumentaron con creces las tasas de alfabetización y escolarización y las mujeres se implicaron activamente en la ciencia, la producción, la educación y la creación de una sociedad moderna. Debe promoverse esta valiosa experiencia de intensa lucha ideológica para liberar a la sociedad de las tradiciones religiosas que solían moldearla.
  7. Por otra parte, la prioridad de los comunistas, en términos de lucha de la mujer, es organizar a las mujeres en los centros de trabajo como parte fundamental de la clase obrera. Debe incluirse la “cuestión de la mujer” como una parte integral de las metas y la lucha de la clase obrera, que las mejorará. El capitalismo no sólo explota los cuerpos o las identidades sexuales de las mujeres, sino también su trabajo. Por tanto no bastará con algunos alivios en el estatus de los derechos civiles y sociales, mejor educación u oportunidades de trabajo para la verdadera emancipación de la mujer. La responsabilidad de los comunistas es la de dar una visión clara de este hecho mientras luchan contra toda violencia y opresión y la de señalar que la verdadera emancipación tanto para hombres como para mujeres solo puede ser conseguida con el socialismo. Los opositores a la reacción religiosa son para los comunistas la dinámica de la sociedad que hay que politizar y añadir a la lucha.
  8. Debe abandonarse la idea de que la lucha de la mujer es una cuestión sólo para mujeres trabajadoras. Obviamente se debe hacer a más mujeres la vanguardia de esta lucha, no obstante sólo puede tener éxito con las contribuciones de todos los trabajadores, hombres y mujeres. Deben rechazarse con fuerza los intentos liberales y feministas de desacoplar a los hombres de esta lucha.
  9. De acuerdo a la inmediatez e importancia del deber de organizar políticamente a las mujeres, su realización por el partido leninista debe dejar de utilizar todos los acuerdos que subordinen de cualquier forma a las mujeres. Debe rechazarse introducir medidas formales como cupos, que humillan a las mujeres de hecho, en lugar de métodos revolucionarios. Las puertas de un partido leninista tienen que estar cerradas a la difusión de una cultura conservadora.
  10. Los comunistas no deben formar nunca alianzas con quienes carecen de perspectiva de clase o con quienes incentivan a “las mujeres empresarias/de negocios” para unirse a la lucha de la mujer. Por otra parte, sería inapropiado dejar de lado la defensa de los modernos logros burgueses -que ahora amenazan con ser contraproducentes para la propia burguesía, especialmente la defensa de exigencias colectivas palpables- en nombre de un perfeccionismo ideológico y adoptar una actitud sectaria. Al contrario, los comunistas deben actuar como los componentes más avanzados de dicha defensa. Sin dudas, la formación de una perspectiva de clase sobre la cuestión de la mujer no se conseguirá en una noche y es una cuestión de esfuerzo persistente.