El ataque alemán contra la URSS (junio de 1941) y la entrada de Estados Unidos en la guerra tras el ataque de Japón contra Pearl Harbor (diciembre de 1941) crearon nuevas condiciones. Desde el primer día de la ofensiva alemana, Gran Bretaña, que quedó sin aliados en Europa y sufría los ataques alemanes por aire y mar, expresó su intención de cooperar con la URSS. En agosto de 1941, Churchill y Roosevelt enviaron un mensaje conjunto a Stalin, y en octubre el Congreso de EEUU incluyó la URSS en el Programa de Préstamo y Arriendo, allanando el camino para el fortalecimiento del Ejército Rojo.
La nueva situación volvió a influir en el cambio de posiciones de la Internacional Comunista. El secretario de su Comité Ejecutivo, Georgi Dimitrov, argumentó que el ataque nazi contra la URSS había cambiado el carácter de la guerra y que todo lo que contribuía a acelerar el aplastamiento del fascismo ahora obtenía gran importancia. Por esta razón, llamó a los comunistas a no fijar el objetivo de la revolución socialista, sino a encabezar los movimientos de liberación nacional, formando alianzas con quienes deseaban luchar contra el Eje.
Sin embargo, al igual que la I Guerra Mundial, la II Guerra Mundial fue la continuación y la conclusión inevitable de los antagonismos interimperialistas. Fue también una guerra imperialista y, por tanto, tan injusta como la anterior. Tanto por parte del Eje, que intentaba repartir de nuevo al mundo, como por parte de los llamados gobiernos democráticos de los estados capitalistas, que querían mantener su posición hegemónica en el sistema imperialista.
El único factor nuevo y con contraria orientación de clase en el conflicto imperialista fue el poder socialista soviético. Para la URSS, la guerra era justa, era una batalla en defensa del poder obrero, que servía de apoyo, fuente de inspiración y faro de esperanza para la clase obrera mundial. El pueblo soviético hizo sacrificios sin precedentes en esta titánica batalla, precisamente porque al luchar por la patria socialista estaba defendiendo el primer Estado obrero y las relaciones socialistas de producción que se estaban estableciendo entonces, todo lo que había contribuido al desarrollo de la producción socialista con el objetivo del bienestar social. La contribución de las relaciones socialistas a la plena expansión de las fuerzas productivas se reflejó también en la capacidad militar del Ejército Rojo.
La guerra también fue justa por parte de los movimientos de liberación nacional, de los cuales los Partidos Comunistas fueron guía y corazón. Su lucha era necesaria para la defensa de los intereses obreros-populares en un período de guerra imperialista y, al mismo tiempo, constituyó una escuela donde las masas obreras-populares aprendieron a organizarse y a luchar con el arma en la mano. Fue también una lucha necesaria desde el punto de vista internacionalista para fortalecer la lucha del pueblo soviético y del Ejército Rojo.
Sin embargo, todo lo anterior no cambiaba el carácter de la guerra en su conjunto. Los estados capitalistas que luchaban contra el Eje continuaron librando una guerra injusta en nombre de las potencias de la explotación de clase. Además, durante la guerra no dejaron de buscar el debilitamiento tanto de Alemania como de la URSS y de crear focos de socavamiento de la construcción socialista de posguerra. Asimismo, durante mucho tiempo evitaron abrir un segundo frente en Europa, como exigía la dirección soviética. De hecho, EEUU y Gran Bretaña querían apoyar materialmente a la URSS para que desgastara a las Potencias del Eje.
Por supuesto, la URSS se benefició del enfrentamiento entre el Eje y otros Estados capitalistas. No tanto porque recibió un apoyo material decisivo, necesario para hacer frente a las exigencias de la guerra, sino porque las contradicciones interimperialistas favorecieron también los objetivos soviéticos. Por ejemplo, el conflicto entre EEUU y Japón por el control del Pacífico impidió a Japón atacar la frontera oriental soviética, lo que permitió el traslado de fuerzas críticas del Ejército Rojo al frente oriental europeo.
Sin embargo, las necesidades y prioridades en la política exterior de la URSS, así como la necesaria participación de los comunistas en la lucha de liberación nacional en su país, no justificaron el abandono por parte de los PPCC del objetivo de derrocar el poder capitalista. Tampoco la necesaria lucha contra las Autoridades de Ocupación y sus colaboradores, y una cierta coexistencia de comunistas y fuerzas burguesas en esta lucha anuló la lucha de clases en los países ocupados. Al contrario, en algunos casos, como en Grecia, la participación masiva de la clase obrera y de sus aliados en la lucha de liberación nacional, combinada con el desprestigio simultáneo de las fuerzas burguesas, creó las condiciones de situación revolucionaria y la reivindicación del poder obrero revolucionario en el período de la derrota de las potencias del Eje.
En general, en todos los países, las fuerzas políticas burguesas antifascistas se habían debilitado porque, o bien se abstuvieron de la resistencia, o bien organizaron pequeños grupos de resistencia compuestos por antiguos cuadros del ejército y otros mecanismos represivos del estado, con el objetivo de recabar información y llevar a cabo sabotajes. Se oponían a la movilización masiva de las fuerzas obreras-populares precisamente porque en el futuro esta última podría dirigirse contra el poder capitalista nacional. Sólo después del desarrollo de los ejércitos guerrilleros dirigidos por los Partidos Comunistas se planteó como contrapeso una relativa expansión de las organizaciones burguesas. Además, organizaciones burguesas antifascistas no dudaron en cooperar con fuerzas burguesas que colaboraron con el Eje en varios países (Yugoslavia, Grecia, Albania) cuando la culminación de la resistencia comunista y la inminente derrota de las fuerzas de ocupación pusieron en peligro el futuro del poder capitalista.
Todo lo anterior demuestra que las fuerzas burguesas que se opusieron al nazismo actuaron pensando en sus intereses no sólo inmediatos, sino también de largo plazo. Desafortunadamente, los PPCC no hicieron lo mismo, en un momento en que la lucha de clases se agudizaba objetivamente y estaba en juego la cuestión de qué clase prevalecería sobre la otra.