Algunos rasgos del oportunismo en América


Pável Blanco Cabrera, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de México. Héctor Colío Galindo, miembro del Politburo del Comité Central del Partido Comunista de México.

El oportunismo, reformismo y revisionismo buscan en la actualidad, con un discurso renovado, los viejos objetivos de separar a la clase obrera y sus partidos comunistas de los fundamentos del marxismo, de la lucha revolucionaria contra el capitalismo, del principio de la dictadura del proletariado, del papel revolucionario de la clase obrera y su partido de vanguardia en la revolución socialista y en la construcción del socialismo-comunismo.

Constituye una gran lección la lucha contra el oportunismo y la degeneración de la II Internacional librada por los bolcheviques y otros marxistas que se agruparon en la Izquierda de Zimmerwald, los espartaquistas en Alemania y de muchos partidos, tendencias y grupos que estarían en la base de la III Internacional, la Internacional Comunista.

Históricamente el oportunismo buscó deformar, envilecer, adocenar, domesticar al marxismo, sometiéndolo al ataque directo, tergiversando a los clásicos, llegando inclusive a la grosera mutilación de los textos [1] para presentar versiones útiles a la política del gradualismo, del parlamentarismo, la coexistencia con el capitalismo y el abandono de la lucha por el poder. El oportunismo llevó a los partidos de la II Internacional a una posición claudicante y asumió complicidad criminal con el imperialismo durante la Primera Guerra Mundial; fungió directamente como aparato de represión del capital contra la revolución alemana y fue responsable del asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht.

Todas las fuerzas del oportunismo se volcaron contra la Gran Revolución Socialista de Octubre y apoyaron a la contrarrevolución que buscó derrocar el poder soviético de los obreros y campesinos, justificando la intervención imperialista, el cerco sanitario.

La experiencia ha venido demostrando que la lucha contra el oportunismo, reformismo y revisionismo es  de gran importancia ideológica, pues es una cuestión de vida o muerte para la existencia del partido de la clase obrera, para la revolución proletaria y para la construcción del poder obrero. Vladimir Ilich Lenin insistió en varios trabajos que la lucha por el socialismo es incompleta sin la lucha contra el oportunismo, y ello fue rasgo de identidad de los nuevos partidos construidos por la Internacional Comunista, tal y como se refleja en varios de sus documentos que hablan de la lucha constante e implacable contra los “auxiliares de la burguesía”, de reconocer la necesidad de una ruptura total y absoluta con el reformismo “ya que sin ésto es imposible una política comunista consecuente” [2]; de lo contrario, la III Internacional terminaría –se alertaba- por parecerse mucho a la fenecida II Internacional.

Y éste frente ideológico no puede considerarse temporal, concluido o reducido a una etapa que quedó en el pasado de la historia del movimiento comunista.

El oportunismo es una fuerza auxiliar de la burguesía para retrasar los procesos de ascenso de la lucha de clases, contener la oleada revolucionaria y fomentar la contrarrevolución, pero no debemos subestimar que su actuación es constante y en todos los periodos, mas con una peligrosidad creciente cuando es posible que, por el ciclo del capital, entre la clase obrera haya condiciones para la radicalización de la consciencia. Hoy mismo en Europa y en América es un soporte fundamental del imperialismo, recibiendo inclusive financiamiento de los monopolios para la acción política, desde ONG’s, actividades ideológicas y sobre todo promoción de formas alternativas de la gestión capitalista de “rostro humano”. Éste es el rol del Partido de la Izquierda Europea, al que peligrosamente se emparenta cada día más el Foro de Sao Paulo [3], a pesar de una retórica que critica la gestión neoliberal y que promueve políticas públicas asistencialistas [4].

Las manifestaciones del oportunismo hoy son en un doble nivel. El primero, socavando al interior de los partidos comunistas y obreros para que pierdan sus rasgos de identidad, sus características revolucionarias y terminen transformados en partidos formalmente comunistas, pero socialdemócratas de hecho, mutando en organizaciones oportunistas. El segundo es la promoción de agrupaciones directamente con ese carácter, integradas por ex-comunistas, maoístas, trotskistas, socialdemócratas, cómo el Bloque de Izquierda en Portugal y Syriza en Grecia.

El frente ideológico contra el oportunismo es una necesidad; descuidarlo, desdeñarlo, omitirlo, conduce a la liquidación de los partidos comunistas. Por ejemplo, el PCM abrazó la tendencia browderista, al igual que otros partidos de América Latina. Como sabemos, el PC de los EEUU estuvo a un paso de la disolución con la intentona de volverlo una asociación, una especie de club ideológico. En México ése modelo era la Liga Socialista donde el PCM debería disolverse. Los partidos colombiano, cubano y dominicano cambiaron de nombre inscritos en aquella corriente. El PCM disolvió sus células en la industria y sindicatos y renunció provisionalmente al centralismo democrático, y cambió de nombre de Partido Comunista de México a Partido Comunista Mexicano; además de las graves lesiones a la estructura leninista se adoptaron políticas de coexistencia con secciones de la burguesía a las que se llamó “nacional” y “progresista” y se renunció a la vía revolucionaria para la conquista del poder. La Carta de J. Duclos, así como las críticas de otros partidos, generaron reacciones de reagrupamiento militante de los comunistas para evitar la liquidación y reconstruir los partidos.

En documentos posteriores [5] el PCM reconocía que la condena al browderismo sólo fue formal y ello repercutió en los años siguientes, pues no se reaccionó a ciertas políticas de orientación oportunista promovidas a partir del XX Congreso del PCUS, como la cuestión de las llamadas “Vías nacionales” al socialismo, de la posibilidad del camino pacífico adoptándolo no como una excepción, sino como generalidad para el movimiento comunista, basado en las políticas de los partidos francés e italiano.

El PCM fue permeado y empezó a corroerse hasta su disolución en 1981, para mutar primero en un partido socialista y luego en el Partido de la Revolución Democrática (Afiliado a la Internacional Socialista, promotor de la gestión keynesiana y represor del movimiento obrero y popular), un partido de la clase dominante presentado por la propaganda como el partido de la izquierda en México. Las difíciles condiciones de reconstrucción del PCM y el nivel de desarrollo político de la clase obrera en la lucha demuestran que el objetivo al liquidar en los 80’s al PCM era asestar un golpe demoledor a la lucha proletaria, retrasarlo por décadas.

Tan es de actualidad la cuestión que hoy mismo en los EEUU el Partido Comunista enfrenta un problema similar al que sufrió  con Earl Browder, cuando la corriente oportunista que encabeza Sam Webb, el Presidente del Partido, propone una plataforma para despojarlo de sus características, liquidarlo y convertirlo en una fuerza auxiliar del Partido Demócrata. Esta plataforma contiene muchos elementos promovidos por el eurocomunismo, por el proceso que llevó a la liquidación del PCM, y que hoy corroen a varios partidos comunistas, incluyendo algunos de América.

Insistimos en la importancia de combatir las tendencias oportunistas; enunciar los rasgos que manifiesta en América nos mostrará que, más allá de algunas especificidades, son generales al oportunismo internacional.

Lo general y lo específico y la desviación que implica poner el acento en las particularidades.

El marxismo-leninismo, base ideológica de los partidos comunistas, teoría revolucionaria de la clase obrera, se sustenta en el materialismo dialectico, el materialismo histórico y la economía política. Busca extraer lo que es más general de la realidad al estudiar el desarrollo de la historia, los modos de producción, el conflicto socioclasista, las regularidades en la sociedad, las leyes que rigen los cambios y revoluciones.

Las particularidades, lo específico, deben tomarse en cuenta, pues el marxismo-leninismo se enriquece creativamente, pero no puede ser lo determinante en los enfoques, en el análisis.

Con el argumento de desmarcarse del dogmatismo y de análisis ajenos a la realidad se produce un llamado a mestizar el marxismo, reproduciendo la crítica academicista que asume como objetivo disociar a Engels de Marx y a Lenin de Marx. Algunos partidos latinoamericanos –y hoy mismo el PC de los EEUU se lo plantea- se desmarcan del leninismo que, señalan, corresponde a las particularidades de Rusia y a otra etapa histórica. En el fondo, se trata de una renuncia a las posiciones revolucionarias del marxismo, y desde el punto de vista teórico es insostenible. Es también una fuente de desviaciones políticas que conducen al movimientismo, desnaturalizan el rol del partido y el papel de la clase obrera.

La llamada latinoamericanización del marxismo tiene mucho en común con operaciones corrosivas previas, como las de Santiago Carrillo y los eurocomunistas, y el “marxismo occidental”. Pues se rechaza abiertamente el materialismo dialéctico, la dictadura del proletariado y se dirige un ataque a la historia de los partidos comunistas.

Es notable como algunos partidos comunistas se asimilan acríticamente a esas posiciones y las promueven, por ejemplo, al asumir la distribución de la editorial Ocean Sur de origen trotskista, en cuyo catálogo de publicaciones predomina el ataque al socialismo construido en el siglo XX y se difunden críticas al marxismo-leninismo llamándolo “ideología estatal soviética”; todo ello escudado en la promoción editorial de materiales relativos a la Revolución Cubana.

Aspectos esenciales del materialismo dialéctico, como el ateísmo filosófico, se soslayan bajo la presión de corrientes como la teología de la liberación.

De la misma fuente es el argumento de que el marxismo es eurocéntrico; pero el mestizaje ecléctico con barniz misticista termina por levantar al latinoamericanismo como el alfa y omega.

No hay preocupación por la reedición de los clásicos, pero sí por divulgar a estos modernos deformadores, que de ser limitados al claustro universitario los ubicaríamos en el folklore, pero que ejercen gran influencia al seno de algunos partidos comunistas. La debilidad en el frente ideológico, el limitado desarrollo de investigaciones y trabajos teórico-científicos desde nuestras posiciones de clase, lleva a varios partidos a ser sorprendidos por el contrabando ideológico de quienes atacan al marxismo presentándose como “marxistas”. Como un ejemplo recordamos el caso ocurrido no hace muchos años de H. Dieterich, uno de los ideólogos del “socialismo del siglo XXI”, al que la prensa de algunos partidos comunistas reservaba algunos espacios.

La desviación ideológica, el eclecticismo, el acento por la especificidad, están en la base de nuevas revisiones al marxismo.

Otro rasgo negativo es el que deja de lado las leyes generales de la revolución, apelando a la “originalidad” de procesos sociales anteriores y en curso. Una premisa del movimiento comunista internacional, sustentada desde el triunfo de la Gran Revolución Socialista de Octubre, es el carácter de la época, a la que situamos como la del imperialismo y las revoluciones proletarias, la de la transición del capitalismo al socialismo; consideramos que el triunfo temporal de la contrarrevolución no altera la premisa.

Programáticamente, el oportunismo introduce un debate y una estrategia sobre la transición, que postergan las tareas de la clase obrera y su partido comunista. ¿Cuál es el argumento? Sobre todo a partir del triunfo de la Revolución China, tuvo recepción el enfoque de Mao Tse Tung sobre las contradicciones en el seno de la burguesía y la existencia de un “sector nacional” de ésta en antagonismo con el imperialismo. Esta burguesía nacional se convierte en tal enfoque en aliada estratégica de la clase obrera en la lucha antimperialista y para alcanzar una meta programática que es la de romper las cadenas de la dependencia con el imperialismo norteamericano. Existen matices en torno a las causas de la dependencia; algunos sostienen la errónea concepción de que el colonialismo es identificable a las relaciones feudales o semifeudales; otros sostienen la caracterización de un capitalismo deformado e incompleto, lo que coloca una serie de cuestiones para el marxismo leninismo, una política clasista y las tareas de los partidos comunistas.

En primer lugar, las del propio desarrollo de las relaciones capitalistas muestran que el posicionamiento alrededor de la dependencia no es dialéctico. Los procesos de acumulación, concentración y centralización llevan al surgimiento de los monopolios, que terminan predominando en la economía y la política sin importar fronteras ni nacionalidades. Lo que existe son relaciones de interdependencia que colocan por un lado a los monopolios y por otro a la clase obrera, es decir, la contradicción capital-trabajo. Expliquemos un poco.

Quienes en México sostienen que la principal tarea es conquistar la independencia con relación a los EEUU y trabajan para una alianza pluriclasista con sectores de la burguesía interesados, olvidan que lo que ellos llaman burguesía nacional hoy conforma monopolios que hacen parte ya del imperialismo, que exportan capitales y que explotan trabajadores de varios países [6]. Algunos de estos monopolios mexicanos son dominantes a nivel continental e inclusive al interior de los EEUU (como es el caso de telecomunicaciones y algunas mineras).

La lucha por la independencia concebida así  no es más que la búsqueda de una nueva gestión del capitalismo con aliados por demás ficticios.

Es además incompleta la apreciación de que el imperialismo son sólo los EEUU. El imperialismo es el capitalismo de los monopolios y tiene por uno de sus centros a los EEUU, pero también a la UE, y a toda acción de los monopolios y relaciones interestatales. Pongamos por ejemplo el sur del continente, donde la expansión de los monopolios brasileños es una realidad. O el Mercosur, que es una alianza interestatal de carácter capitalista que teje relaciones de interdependencia cada día más estrechas con la Unión Europea [7].

Esta concepción de alianzas con sectores de la burguesía se rebautizó de manera contemporánea como “progresismo”, y varios partidos comunistas colaboran con ellos en la formación de gobiernos que no ocultan su naturaleza de clase y practican políticas de beneficio de las superganancias de los monopolios, donde Brasil es el ejemplo evidente.

En tal política de alianzas, el rol de la clase obrera y los partidos comunistas que en ella participan es subordinado; es un problema riesgoso pues la independencia de clase y la autonomía del partido dejan de ser las tareas prioritarias, el deber inclaudicable, dejan de ser organizaciones militantes y se transforman en agrupaciones de afiliados para las que el socialismo se vuelve una opción distante, y que al fijar una etapa intermedia de larga duración las coloca en la colaboración de clases, los pactos sociales, y en un parlamentarismo funcional al progresismo que es una forma de gestión del capitalismo.

Los procesos de Venezuela, Ecuador y Bolivia presentan una problemática distinta frente a la que algunos partidos se posicionan renunciando a la teoría marxista del Estado. El proceso social venezolano es muy importante, sin embargo no es aún una revolución: ¿cómo llamar revolución a un proceso donde no surgió un nuevo Estado, donde el anterior no fue destruido y es la estructura con la que se sigue gobernando? ¿En el que no se han socializado los medios de producción ni impulsado al sector primario y secundario de la economía? Tenemos claro que es una disyuntiva planteada con tensiones y conflictos, donde aún está por resolverse el rumbo definitivo, donde hoy predominan las posiciones de las capas medias, y sujeto a ataques financiados por los monopolios. Y no tenemos una posición neutral, nos colocamos solidarios con la fuerzas más avanzadas, el PCV entre ellas. Pero es inexacto y erróneo promoverlo como camino, llamando revolución a lo que aún no lo es.

El ataque al socialismo construido en el siglo XX, argumento del oportunismo

Uno de los rasgos distintivos del oportunismo es el ataque a la experiencia de la construcción socialista en la URSS y otros países, a la que se denosta retomando argumentos del trotskismo y del anticomunismo.

Resumen sus posiciones los oportunistas en la ausencia de condiciones objetivas para el socialismo, como en su día Kautsky; en supuestas tendencias antidemocráticas y burocráticas, atacando la planificación de la economía y proponiendo la coexistencia de diversos tipos de propiedad así como de las relaciones mercantiles.

Toda la artillería acumulada por el capital es presentada en nuevas versiones. Algunos partidos comunistas confrontan esta situación, otros omiten el tema y otros se adhieren a tales posiciones. Por ello varios partidos comunistas incorporaron no sólo a nivel de propaganda sino como concepción programática la propuesta del “socialismo del siglo XXI”, que como ya han señalado los marxistas-leninistas, es una manifestación contra la revolución socialista y el trabajo de los comunistas.

Estos rasgos del oportunismo en el continente no son inconexos, y aunque no se expresan con coherencia, nitidez y en ocasiones intentan mixturarse con el marxismo-leninismo, colocan al movimiento comunista frente a serios problemas.

Inclusive ciertos rangos de beligerancia oportunista fueron expresados por el PCdoB durante el pasado Encuentro de Partidos Comunistas y Obreros efectuado en Atenas en diciembre de 2011, cuando eufemísticamente expresó que la participación de los comunistas en gobiernos progresistas es una muestra de madurez, y que la crítica a ello es una posición sectaria y alejada de las masas; la colaboración de clases sería entonces lo correcto, en tanto que la independencia de clase y autonomía del Partido Comunista serían lo incorrecto. Es evidente el deslizamiento a posiciones oportunistas del PCdoB.

En una apreciación muy general, en América –excepción hecha de Cuba- predominan las relaciones capitalistas, independientemente de que en algunos países se expresen aún relaciones precapitalistas en el campo. Está definido el antagonismo entre capital y trabajo, y la tendencia a la proletarización aumenta entre las capas medias. Como en todo el mundo, los limites históricos del capitalismo sitúan el impostergable objetivo para la clase obrera de luchar por el derrocamiento de la burguesía y la construcción del socialismo-comunismo. El oportunismo como fuerza de choque del capital intenta evitarlo. Es necesario para los partidos comunistas estar en guardia y combatirlo permanentemente.


[1] Por ejemplo la Introducción a La lucha de clases en Francia de 1895 de F. Engels.

[2] Por ejemplo en Condiciones de ingreso a la Internacional Comunista redactado por Lenin para el II Congreso Mundial de la Comintern.

[3] Base objetiva de ello es la mayor interdependencia del Mercosur con la Unión Europea, el aumento de las relaciones económicas.

[4] El antineoliberalismo cuestiona una forma de gestión del capitalismo, mas la alternativa no es necesariamente anticapitalista, socialista-comunista, sino que en muchos casos por otras gestiones, como el keynesianismo, tal y como lo demuestran los procesos “progresistas” en Argentina, Uruguay y Brasil.

[5] La lucha interna en el Partido durante los años de 1939 a 1948. Características principales. Comité Centra del Partido Comunista Mexicano.

[6] Por ejemplo América Móvil, Industrial Minera México, Cemex, Grupo Bimbo.

[7] No hay que desdeñar que el llamado “progresismo” predominante en el Foro de Sao Paulo y además gobernante en Brasil, Argentina y Uruguay, es el que empuja la internacionalización del Foro de Sao Paulo sobre todo con base en fuertes vínculos con el Partido de la Izquierda Europea.