Acerca de los llamados sujetos emergentes. Vigencia del carácter revolucionario de la clase obrera y su partido de vanguardia


Diego Torres, Miembro del Buro Político del Partido Comunista de México, Secretario de Relaciones Internacionales

El Papel de la Clase Obrera

Desde su gestación el socialismo científico se distinguió de otras teorías al identificar en el seno de la sociedad actual una fuerza social llamada a sepultar al capitalismo y erigir la nueva sociedad. Esta fuerza social era la clase obrera. Desde las primeras obras del marxismo, ya desde los primeros escritos, entre ellos La Situación de la Clase Obrera en Inglaterra, El Manifiesto del Partido Comunista o Principios del Comunismo, “lo principal en la doctrina de Marx y Engels es el esclarecimiento del papel histórico del proletariado como creador de la sociedad socialista”[1].

Marx y Engels fundaban estas afirmaciones en un profundo análisis de la economía capitalista. ¿Qué condiciones, características y cualidades son las que reúne la clase obrera para estar llamada a cumplir este papel?

En primer lugar en que es la clase más explotada de la sociedad capitalista. Sus condiciones de vida están determinadas por el hecho de que su existencia, sus dichas y penas, vida y muerte dependen exclusivamente de la venta de su capacidad de trabajo a los capitalistas y las condiciones en que esta venta se da debido a las fluctuaciones del mercado. Estas condiciones de vida, este interés vital la empuja constantemente a batirse a muerte con la clase de los capitalistas, vuelve al proletariado en el más consecuente y firme adversario del sistema capitalista.

Esto no se trata de una observación puramente empírica, se basa en el descubrimiento de la teoría de la plusvalía, que conserva plena vigencia. El actual estallido de la crisis económica capitalista de sobreproducción y sobreacumulación ha venido a destruir los últimos delirios de quienes pensaban que en la economía la esfera de la circulación se podría desenvolver con independencia de la esfera de la producción y las leyes que rigen a esta.

En segundo lugar en que la clase obrera se halla vinculada al desarrollo de las fuerzas productivas. En tanto obreros, no tienen vínculos con el pasado de la producción, con los remanentes de pasados regímenes de producción, sino con el desarrollo y el futuro de la producción.

Esto significa, a contracorriente de muchas afirmaciones, que el desarrollo de la base material del capitalismo, la gran industria, no amenaza la existencia del proletariado como clase, no quebranta sus posiciones en la sociedad, sino que impulsa el crecimiento numérico de los obreros y acrecienta su papel en la vida social.

Es metodológicamente infundado tomar un periodo de tiempo cortísimo para hacer afirmaciones sobre la desaparición del proletariado. La ley de la proletarización de la población muestra su impresionante alcance al analizar el capitalismo en su conjunto. Por ejemplo, a mediados del siglo XIX en los Estados Unidos la clase obrera, los obreros y sus familias, constituía menos del 6% de la población, en Alemania no alcanzaba el 3%, a mediados del siglo XX esta cifra había crecido hasta alcanzar la mitad del porcentaje en ambos casos. Hoy en día, de acuerdo a datos de la OIT, a escala global, la clase de los trabajadores desposeídos de medios y que venden su fuerza de trabajo a cambio de un salario ha oscilado desde los 80’s alrededor del 65%.

Significa también que los intereses y aspiraciones de la clase obrera coinciden con la orientación general del desarrollo de las fuerzas productivas. El nivel de desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas requiere de la supresión de la propiedad privada sobre los medios de producción. De hecho esto se anuncia ya en la relativa supresión de la propiedad individual sobre los medios concentrados y centralizados en los marcos mismos del capitalismo desde que surge la sociedad anónima y los monopolios[2]. La clase obrera al carecer de propiedad privada sobre los medios de producción no la pueden tener en gran aprecio. Inclusive, la propiedad privada sobre los medios de producción es la base para la explotación del obrero por el capitalista, por ello su supresión y sustitución por la propiedad social es el único camino que la clase obrera tiene para emanciparse.

No escapaba a los maestros del socialismo científico que además de esto la clase obrera cuenta con cualidades, derivadas de su posición en la producción, que se cifraban indispensables para una labor revolucionaria.

Por ejemplo, hemos hablado ya de su constante crecimiento numérico, el movimiento proletario –decían Marx y Engels en el Manifiesto del Partido Comunista- es el movimiento independiente de la inmensa mayoría en interés de la inmensa mayoría. 

Pero no se trata solo del aspecto cuantitativo, además la propia burguesía al concentrar los medios de producción reúne a miles de obreros bajo el techo de sus fábricas, situadas de ordinario en polos de concentración de capital, es decir, en las grandes urbes. Así el proletariado supera la dispersión y el aislamiento. Conforme se superan los problemas del orden subjetivo y se eleva la conciencia de clase, los obreros pueden unirse y organizarse mejor que cualquier otra clase. 

Esta concentración de la clase obrera es independiente de ciertos desarrollos temporales. Puede haber periodos de tiempo y países en los cuales una sección de los capitalistas opte por descentralizar o seccionar el proceso productivo. Esto obedece generalmente a condiciones bajo las cuales puede resultar conveniente captar nueva plusvalía por esa vía, o bien, para dispersar temporalmente a la clase obrera y dificultar su organización cuando estima el sacrificio necesario. Sin embargo esta opción se revierte después de un tiempo, el proceso general demuestra que la tendencia del capital es a la concentración. Esto lo atestigua el crecimiento ininterrumpido de los monopolios, el hecho de que cada vez un mayor porcentaje de la clase obrera trabaja directamente para los mismos, y su reflejo en el crecimiento ininterrumpido de las concentraciones urbanas. 

Además la clase obrera es la que más se presta, por sus condiciones mismas, a la organización. El trabajo en las grandes empresas habitúa al obrero al espíritu de colectivismo, a una severa disciplina, a las acciones conjuntas y a la solidaridad. Por ejemplo Engels habla de esta severísima disciplina, con el adjetivo de militar, en La Situación de la Clase Obrera en Inglaterra, Lenin resalta en sus Cuadernos sobre el imperialismo como los capitalistas pasan a acostumbrar a la clase obrera una extraordinaria precisión en cada movimiento. ¡Y todo esto era antes de la vigilancia y control que permiten las nuevas tecnologías de la información y las telecomunicaciones!

Entre todas las clases oprimidas, la clase obrera es la más capaz de desarrollar su conciencia y de aceptar una ideología científica. El avance de la industria ha requerido de trabajadores más instruidos. El manejo de las valiosas y complejas maquinas en que hoy se sustenta la producción requieren de un alto grado de preparación científica y un nivel cultural mucho más elevado que anteriores estadios de las formaciones económicas.

En suma son todas estas condiciones históricas y económicas las que vuelven a la clase obrera la clase más combativa y revolucionaria de la sociedad. Condiciones históricas y económicas que mantienen plena vigencia hasta nuestros días.

Teorías que cuestionan el papel de la clase obrera.

Vladimir Ilich Lenin escribió en 1913 que “Lo principal de la doctrina de Marx es el haber puesto en claro el papel histórico universal del proletariado como creador de la sociedad socialista[3]”, no es extraño que muchas teorías anticomunistas, independientemente de que se arropen en aspectos parciales del marxismo apunten su crítica justo frente a esta cuestión.

El marxismo-leninismo como teoría científica de la clase obrera tiene sus tres fuentes y sus tres partes; reivindicar solo una de ellas es incompleto. Así por ejemplo hay quienes dicen que es vigente la crítica del capital, pero niegan el papel de la clase obrera, de la revolución, de la dictadura del proletariado; en general desde hace ya más de un siglo el revisionismo intenta diseccionarlo, pero sobre todo están enfocados en negar la importante cuestión de la acción política, de la practica transformadora, reducirlo a una “teoría crítica” bajo el fundamento de que la clase obrera, el proletariado perdió fuerza, que no se manifestó como una fuerza revolucionaria, que se integro al sistema.

En los años 60, 70 y 80 del siglo XX H. Marcuse, A, Gorz y otros aludieron el envejecimiento del marxismo y cantaron un “adiós al proletariado”. Como sociólogos de ideología burguesa y pequeñoburguesa agrupaban sus argumentos contraponiéndolos, contrastándolos con las tendencias del momento, es decir no abordaban sus estudios con la concepción materialista de la historia, sino con base en aspectos parciales de la realidad. 

Un primer apartado de sus argumentos consistía en que la clase obrera de los países más desarrollados del capitalismo, de los centros imperialistas alcanzaba buenos niveles de vida y que en consecuencia su conciencia se volvía conservadora, defensora del status quo y sin interés en las revoluciones, y que su rol de vanguardia pasaba a ser ocupado por los estudiantes, por los movimientos de liberación afroasiático. 

Es conveniente decir que al finalizar la Segunda Guerra Mundial el papel de la URSS y de los comunistas -la construcción del campo socialista y las posibilidades de avanzar en esa dirección en Francia e Italia- forzó al capitalismo a la medida temporal del Welfare State con el propósito de frenar el ascenso de luchas de la clase obrera y sus partidos comunistas. No negamos que en los países que se encuentran en la cúspide de la pirámide imperialista, más también de los países intermedios, como resultado de los excedentes de la explotación al proletariado internacional se refuerza la llamada aristocracia obrera, a la que combatimos, sin embargo es un tema de una naturaleza muy distinta el caracterizar al conjunto de la clase obrera como aggiornada al sistema que se basa en su explotación. 

Tales posiciones demostraron su carácter temporal en primer lugar porque el Estado de bienestar en la restructuración capitalista dio paso a la destrucción de las conquistas de la clase obrera y en todos los países sin excepción alguna nuevamente el epicentro del combate anticapitalista y antiimperialista es la lucha de la clase obrera.

Otro aspecto fue enfrentar los intereses de los trabajadores, con las teorías de su división en cuellos blancos, azules y grises; es decir la cuestión de las categorías en el mundo del trabajo, las especialidades o lo que llamamos la división del trabajo. El papel en la producción, e inclusive las diferencias salariales en el capitalismo no ponen en cuestión el rol de la clase obrera como productora de plusvalía. Lo que es verdad es que el papel del partido comunista, el agente exterior que introduce la conciencia en la clase acrecienta su responsabilidad en el frente ideológico para mostrar al trabajador, independientemente del lugar que ocupe en el proceso productivo, sus responsabilidades frente a la dominación y extracción de plusvalía por la clase de los burgueses.

Cambios en el mundo del trabajo.

En la misma secuencia, y basados en la revolución científico-técnica, los ideólogos burgueses y pequeñoburgueses valoran la automatización y robotización del proceso productivo como la disminución numérica de la clase obrera e inclusive del “fin del trabajo; Es sobre todo en el marco que sigue a la contrarrevolución en la URSS y el campo socialista que directamente de los centros ideológicos del capital se levanta esta teoría, a través de portavoces como J. Rifkin, aludiendo por ejemplo que el sector de los servicios no forma parte de la clase obrera y llevando al extremo utópico de la automatización plena de la producción y la extinción del proletariado, sin embargo como está demostrado en El Capital, las maquinas no producen valor adicional, solo el trabajo no pagado a la clase obrera genera la plusvalía, que es en lo que se sustentan los burgueses para la existencia del capitalismo. Es importante precisar que tal posición fue difundida al mismo tiempo que los ataques a la necesidad del partido. 

Se ha argumentado para este mismo cuestionamiento los cambios observados en el mundo del trabajo. Estos cambios incluyen pero no se limitan a la llamada tercerización, el outsourcing, el offshoring, el retorno al trabajo a destajo, etc. Cada cambio en la organización del mundo del trabajo, cada tendencia nueva despertó siempre argumentos de tal índole, ya el fordismo, taylorismo, toyotismo, just in time, la maquila, por citar algunos trajeron tras de sí no solo el reforzamiento de la centralidad de la clase obrera en el proceso productivo, sino el ataque ideológico por parte del pensamiento burgués. 

Muchas de estas observaciones son unilaterales. Por ejemplo la deslocalización efectivamente parece dejar en un estado de desierto social a ciertas regiones, más esto tiene su contrario en una mayor concentración, un mayor desarrollo industrial en otra región, más atractiva para el capital, lo cual está en arreglo a la ley cardinal de la máxima ganancia. Para un observador local la industria desaparece, más al observar el panorama global sucede todo lo contrario, hay un incremento en el número de personas laborando por un salario en alguna actividad relacionada con la industria. Si bien bajo nuevas modalidades.

En cuanto a la tercerización y disminución relativa de la clase obrera industrial con relación a otros sectores y capas de los trabajadores en general, convendría en primer lugar revisar las estadísticas. La estadística burguesa categoriza no ajustándose a criterios científicos, clasistas, mixtifica las cosas. Lo que más salta a la vista es la insistencia con la cual las oficinas estadísticas burguesas incluyen, por ejemplo, al sector de las telecomunicaciones, el transporte, el trabajo en los almacenes y la energía en los servicios.

En segundo lugar en cuanto a los servicios, conviene recordar la figura del obrero colectivo conceptuada por Marx en El Capital, desde el advenimiento de la manufactura basta con participar en una fracción del trabajo requerido para la creación de las mercancías para tomar parte del proceso productivo. Muchos de los trabajos incluidos en los servicios son proveídos a industrias bajo la figura de la subcontratación, caso por ejemplo de la limpieza, reparaciones, comedores industriales, etc. No pueden incluirse sin más bajo el rubro de “servicios” sumándolos artificialmente al trabajo realizado en el comercio, el trabajo improductivo, etc.

Recordando las estadísticas ya citadas de la OIT, no parece que el crecimiento del sector de los servicios sea a costa de la clase obrera industrial, el crecimiento de este sector en general obedece a la continuación de la destrucción de las clases ligadas al campo, a la destrucción de los pequeños propietarios y las capas medias. Esto no supone una disminución de la clase obrera por ser menor en comparación a estos trabajadores, supone una proletarización y un acercamiento de éstos a la clase obrera, una mayor capacidad de influencia y movilización por lo tanto. 

Estos y otros cambios en el mundo del trabajo no alteran el papel desempeñado por la clase obrera. Si suponen, sin embargo, problemas y retos especiales para la organización sindical, para el trabajo del partido, etc.

La cuestión de fondo es que mientras exista el capital éste no puede destruir la fuerza social de la cual depende para multiplicarse. No se puede generar ni captar plusvalía sin el trabajo productivo, sin la clase obrera. Una cosa es hacer la correcta afirmación de que la burguesía desarrolla las fuerzas productivas para producir más con menos obreros y otra hablar de su desaparición o de la pérdida del papel que juega en la lucha de clases.

Los llamados “Sujetos emergentes”.

Aunque es importante confrontar las teorías burguesas y pequeñoburguesas no debemos pasar por alto ciertas teorías que surgieron en el marco de la contrarrevolución, que tuvieron su auge en la década de los 90’s, que fueron el sustento del altermundismo y expresión en el Foro Social Mundial.

Se trata de posiciones empujadas en Europa por grupos asociados a la socialdemocracia y en Latinoamérica a una izquierda postsocialista. Desde una supuesta visión de izquierda se busca salida a la crisis ideológica de las fuerzas revolucionarias, con los siguientes planteamientos: asumiendo las tesis de la burguesía sobre la sustitución de la clase obrera como sujeto histórico reivindican a los llamados sujetos emergentes: indígenas, mujeres, ambientalistas, minorías sexuales. Evidentemente para ajustarse a tales nociones el partido político de la clase obrera, la organización de vanguardia ya no es necesaria y su lugar –según ellos- es ocupado por los movimientos sociales, por la horizontalidad, por las ONG. En su lógica ya la lucha por el derrocamiento del capitalismo, por el poder no solo no es necesaria, sino además es condenable. En común con otras teorías abiertamente burguesa tienen dos elementos: la negación del papel de la clase obrera y el ataque al partido clasista, el partido comunista y a otros instrumentos de lucha como los sindicatos y otras formas asociativas clasistas.

Es necesario detenerse en una idea que refuerza el eclecticismo ideológico y permite que aniden las posiciones anti-clase obrera. Levantada por intelectuales “creativos” que diciéndose marxistas acusan al marxismo de eurocentrista y ponen el acento en las llamadas especificidades, por encima de las generalidades.

Ellos señalan que la clase obrera vista como fuerza creciente por Marx es algo específico de la Inglaterra de fines del siglo XIX y no aplicable a América Latina, menos en el siglo XXI. Sobredimensionan la pobreza como factor de creación de las condiciones subjetivas, el pobrismo es su bandera.

Convocan a una mixtura del marxismo con otras ideas políticas y descalifican al partido clasista como un instrumento obsoleto. El fondo se encuentra la visión en que a la generalidad la subordinan a la particularidad, a la especificidad, a la “originalidad; es el caso del acento que se ponen en la “especificidad latinoamericana” que da lugar a una serie de propuestas utópicas, místicas, que hacen por citar un caso, de la cuestión indígena y la lucha por los recursos naturales un asunto de “pensamiento mágico”, de conexión con fuerzas ancestrales.

Los movimientos sociales, sus derivaciones y límites. La pequeña burguesía toma el mando.

Estas teorías que revisan el papel de la clase obrera cobraron gran auge con el triunfo de la contrarrevolución en la Unión Soviética y el campo socialista. La contrarrevolución, la pérdida del poder estatal por parte de la clase obrera, forzó a un repliegue general de la clase obrera en todo el mundo y en muchos casos a la desorganización temporal o liquidación completa de sus organizaciones de vanguardia. Hay que decir que si hubo Partidos Comunistas y secciones de la clase obrera organizada que resistieron y lucharon, lo que dificultó un mayor avance de los planes del gran capital. Por ejemplo, la FSM y otros frentes antiimperialistas se reagruparon gracias al accionar de los comunistas.

Siguiendo la tendencia general del capitalismo a la concentración y la centralización, los monopolios pasaron a ocupar con fuerza los nuevos mercados abiertos por las capas pequeñoburguesas, sobre todo el mercado de la tecnología informática, de la venta por autoservicio, ciertos sectores de la producción agrícola, de la preparación de alimentos, etc. Naturalmente la pequeña burguesía se sintió amenazada, se radicalizó políticamente y movilizó. Aunque desde el punto de vista social inició un proceso de proletarización, ideológicamente se arropó de las posiciones que hemos mencionado.

Por un lado observamos el aumento de las campañas anticomunistas, la desorganización de grandes secciones de trabajadores, la liquidación de sus partidos de vanguardia, todo lo cual dificulta las posiciones de la clase obrera. Por el otro lado encontramos la difusión masiva de las elaboraciones teóricas que promueven la confusión, un activismo redoblado de las capas medias, etc., en una palabra el fortalecimiento de las posiciones pequeñoburguesas. El resultado de la confluencia de estos factores llevó en muchos países a la hegemonía de la pequeña burguesía en la dirección de los movimientos sociales y populares en el periodo inmediato después de la contrarrevolución. 

Al abandonar las posiciones científicas, la crítica y el ataque contra el capitalismo se abordan como una cuestión voluntarista, se propone, por ejemplo, transformarlo mediante cambios en la esfera del consumo o en la esfera de la circulación. Se abandona la concepción científica de la lucha de clases por una supuesta lucha contra la globalización, etc.

La pequeña burguesía, al frente del movimiento popular, no tiene objetivos revolucionarios, ella no ve en la situación económica, que actúa como resorte de su movilización, posibilidades revolucionarias, más bien aboga por retroceder la rueda de la historia a un estado de cosas anterior.

Verdaderas masas descontentas fueron convocadas por estas direcciones, que sin embargo no lograban ligar el aspecto económico y social con el aspecto político, con la cuestión de la toma del poder.

La pequeña burguesía es una capa de la población cuya fortuna, vida y muerte, depende en muchos casos de sus esfuerzos individuales, de un pequeño aspecto del mundo que no les lleva a considerar la realidad social como una totalidad. En el plano organizativo se trata no de conformar potentes organizaciones que puedan derrocar a su enemigo, sino de un movimiento con lazos informales y débiles entre sus miembros, las organizaciones grandes son “monstruos” que “ahogan la personalidad”. En el plano discursivo no se rigen por orientaciones basadas en las leyes del movimiento de la formación económico-social capitalista, sino en modas como el altermundismo, la globalifobia, el poscapitalismo, “los indignados”, etc.

A esto hay que agregar una sobrevaloración de los aspectos técnicos en los problemas políticos. La tesis de la revolución 2.0, por ejemplo, que toma como decisivo la tecnología usada en los medios de comunicación. No importa el núcleo organizativo que emite los mensajes, que decide las consignas, ni la clase en la cual se busca influir, lo que determina el éxito de la acción es el uso en sí de los mensajes de celular, el twitter, el facebook, etc. Se fetichiza al instrumento.

No se realizaba una evaluación del éxito o fracaso de dichas políticas, el movimiento lo era todo. Plantear cualquier cosa que cuestionara este consenso recibía como respuesta el aislamiento del movimiento general.

No es sorpresa que sean extraordinariamente escasas y de alcances muy reducidos las luchas dirigidas por la pequeña burguesía de este periodo. Se trata de la puesta en práctica y fracaso de las teorías de los sujetos emergentes.

Además, aún las más serias de las luchas de este periodo no podían triunfar sin el concurso de la fuerza social decisiva, la clase obrera. Por su desinterés o incapacidad para organizar y movilizar a la clase obrera, las luchas más serias de este periodo optaron por intentar desestabilizar violentamente la circulación de mercancías, por impedir la realización del ciclo del capital mediante maniobras convergentes. Atacado por varios frentes, el Estado burgués siempre podía contar con arrebatar la iniciativa mientras su ejército industrial, el proletariado, le siguiera produciendo plusvalía. Fue una imagen común ver en cualquier parte del mundo a las policías militarizadas lanzar gases lacrimógenos para dispersar a las masas populares de los centros neurálgicos de las vías de transporte y comunicación.

La pequeña burguesía resulta una capa extremadamente vacilante y volátil. Al decepcionarse por una derrota se retira al campo de la ensoñación o la indiferencia. A los periodos de movilización les seguía un reflujo dramático.

Cuando las masas acuden a los llamados de estos activistas se ven presas del espontaneismo. Las masas populares son inmensamente creativas, y esta creatividad no es inhibida sino impulsada al darle orientaciones claras y precisas, lo cual es precisamente lo que esta dirección no hace. Una limitación es presentada en el discurso como una virtud del movimiento, la horizontalidad, etc.

La pequeña burguesía como dirección de las luchas populares del periodo fracasó, lo cual no significa que no persista, impulsada por el descenso de su nivel de vida, en intentar movilizar a los pueblos bajo sus banderas. Los monopolios pudieron en la absoluta mayoría de los casos realizar sus objetivos. 

El pueblo de México tiene dolorosos ejemplos de estos límites y estas derivaciones. La permanencia y puesta en práctica de estas posiciones ha llevado a que cientos de grupos y numerosas organizaciones con reivindicaciones revolucionarias rindan un pasmoso culto a la espontaneidad. No se trazan como objetivo llevar la teoría al movimiento, no se plantean organizar a la clase obrera por centros de trabajo y organizar desde ahí la contraofensiva, etc. No pueden ofrecer a los movimientos populares la alianza con la clase obrera, el cambio de correlación de fuerzas por el derrocamiento, etc., de hecho pueden ofrecer poco más que una porra. Ejemplo de cómo el Estado Mexicano ha aplastado el movimiento social disociado del movimiento obrero es la APPO (Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca).

Si subsisten estas posiciones en nuestro país es porque la alternativa aún se muestra de manera insuficiente. El Partido Comunista asume su responsabilidad y redobla su insistencia en el frente ideológico. Debe haber acompañamiento a los movimientos que se opongan al capital, a los monopolios y el imperialismo, pero no debe de haber concesiones ideológicas. Solo con firmeza en la teoría y persistencia en la labor para activar el movimiento obrero-sindical en México podemos ofrecer una alianza benéfica para el pueblo y una salida a la crisis que apunte al derrocamiento.

Afortunadamente, a escala internacional asistimos al reagrupamiento de la clase obrera y de sus partidos, proceso que sin embargo hay que cuidar por su posible reversibilidad.

Necesidad del Partido Revolucionario de la clase obrera, del Partido Comunista.

Recapitulando podríamos señalar que en el frente ideológico las teorías sociológicas burguesas sobre el fin de la clase obrera están asociadas a plantear la inviabilidad del partido clasista, es decir el partido comunista. 

En la lucha de clases, ya en el terreno ideológico, político o económico, el proletariado para constituirse en clase requiere de su estado mayor, de su vanguardia que con la teoría del marxismo-leninismo dirija cada paso, cada acción concreta en el marco de una estrategia por el derrocamiento del capitalismo y que esté claro en el programa del socialismo-comunismo, lo que es posible únicamente reivindicando y sacando las conclusiones de la experiencia de construcción socialista en el siglo XX.

Las obras de los clásicos del marxismo leninismo muestran que por su rol en la producción los obreros son la fuerza revolucionaria capaz de sepultar al capitalismo, a condición de constituirse en clase, es decir adquirir conciencia. Lenin en el ¿Qué hacer? explica las formas de la consciencia y fundamenta así al partido de nuevo tipo. 

En nombre de la modernidad los nuevos reformistas surgidos de las filas del movimiento comunista renuncian totalmente a las características de la teoría leninista de organización, y a la esencia del programa comunista que es la dictadura del proletariado.

Sin el centralismo democrático es imposible el partido de nuevo tipo, y contra él se enfocan las críticas.  

El sustituto planteado  es el movimiento, sin estructura, amorfo, sin coherencia estratégica, sin disciplina, sin programa, al día, reviviendo la tesis de Bernstein.

El partido comunista es el partido de la clase obrera, el destacamento de vanguardia que en el conflicto socio-clasista señala el camino, que muestra cuando es necesario pasar a la ofensiva, cuando a la defensiva, que se adelanta dotado de la concepción materialista de la historia a los virajes en la lucha, enarbolando las consignas necesarias a cada situación concreta y sin salir del marco estratégico que es la ruptura de las relaciones capitalistas, el derrocamiento de la burguesía, la construcción del poder obrero y del socialismo-comunismo. 

El partido comunista es capaz de cumplir sus objetivos a condición de la unidad ideológica, programática y orgánica, luchando por su cohesión interna y depurándose de todo lo que le reste unidad. El partido comunista, vanguardia de la clase obrera, no debe de perder de vista la lucha contra el oportunismo y por preservar, independientemente de las coyunturas el criterio clasista.

El Partido y la alianza antimonopolio, antiimperialista, anticapitalista

La clase obrera es la única clase revolucionaria hasta el fin, sin embargo también es cierto que el imperialismo arrastra a grandes capas y sectores de la sociedad a la dinámica de la contradicción que surge entre capital y trabajo. “El aumento de los impuestos, la mercantilización de los servicios públicos, el avance de la agresión imperialista, la política de subsumir el campo a los monopolios, la defensa política de la cuota de plusvalía extraordinaria de los monopolios, los tratados interimperialistas y sus consecuencias, las manifestaciones de barbarie capitalista, la acelerada degradación del medio ambiente, la cancelación de conquistas sociales y democráticas, etc., son temas que afectan a otras capas del pueblo.”[4]

Hemos asentado desde el principio que a las otras capas que entran en pugna con los intereses de la gran burguesía les resulta imposible derrocarla sin el concurso de la clase obrera y que su liderazgo sobre la lucha general debe ser cuestionado. Igualmente el proletariado difícilmente podrá triunfar o aún retener el poder si queda aislado del resto de los trabajadores y de las capas populares, si no logra su adhesión o la neutralidad de varias de ellas, si no impide que la burguesía las movilice en su contra. Lo que tratamos de establecer es que objetivamente existe una base para la alianza entre estas capas y la clase obrera. Una alianza antimonopolio, antiimperialista, anticapitalista.

Trabajar sobre dicha base adquiere mayor relevancia en momentos de crisis, cuando las contradicciones se agudizan, los intereses de cada clase son revelados y donde los choques de la lucha de clases permiten una rápida comprensión política.

Sin embargo no es dable la espontaneidad en la formación de una alianza de esta naturaleza, ni se puede producir sin preparación. Se trata de una alianza para quebrar el poder de la clase dominante y para llevar al poder a otra, a la clase obrera. El Partido revolucionario de la clase obrera es la única formación política que puede forjar esta alianza al tener tanto la capacidad de analizar en cada momento las dislocaciones y los giros bruscos del conjunto de la lucha de clases y traducir este análisis en orientaciones adecuadas a la clase obrera. Orientaciones que la lleven a demostrar ante el resto de las capas populares la conveniencia y la necesidad de su dirección, que la movilicen a efectivamente intervenir en la lucha del pueblo en general. Sea la forma organizativa que adopte la alianza contra el capitalismo solo puede llevarse hasta el fin, hasta el derrocamiento, con la existencia de un fuerte Partido Comunista. 

Quien quiera ver pronto el funeral del capitalismo debe reconocer que necesita con urgencia reagrupar a los sepultureros, debe saber que luchar por fortalecer al Partido Comunista es la mejor garantía de ver tal día llegar.


[1] V.I. Lenin, Obras, Ed. Progreso, t. XVIII, pág. 544

[2] K. Marx, El Capital, Tomo 3, Sección 5ª, Capítulo 27, Fondo de Cultura Económica.

[3]  Lenin, Vladimir Ilich; Vicisitudes históricas de la doctrina de Carlos Marx; en Obras Escogidas en 12 Tomos, Tomo V; Editorial progreso, Moscú, 1976

[4] Tesis del Partido Comunista de México para el IV Congreso, 2.8 F “El imperialismo, la reestructuración capitalista internacional, la llamada globalización, La crisis del sistema.”